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Castejón del Puente                                                                                                         Manuel Benito Moliner

 

EL MARCO  HISTÓRICO

 

HISTORIA

 

Antigüedad

 

El territorio administrativo romano se fue configurando en municipios que incluían varios fundos o granjas agropecuarias, y entidades de población destinadas a servicios.

 

Castejón estaba situado, al igual que hoy, entre dos grandes municipios. Al norte estaba Barbotium que tuvo su capitalidad en tierras más al norte, por Coscojuela de Fantova. En época musulmana la sede se trajo más al sur, refundándose por Banu Jalaf en el actual Barbastro.

 

Al sur quedaba Tolous con innumerables fundos y explotaciones: Saltus Lecina o bosque de encinas (hoy Santa Lecina), una reunión agropecuaria o concilium, actual Conchel, un pomarium o manzanal en el actual Pomar... Y un mesón en la calzada romana que corresponde al actual Monzón, topónimo que procede del latín mansio-onis, con el significado en este caso de mesón y no de mansión como erróneamente se traducen este y otros topónimos similares. La sede municipal debió estar por el actual santuario de La Alegría donde se han encontrado importantes restos materiales. Los actuales términos de Castejón se englobaban en Tolous, dependiendo las gentes que en ellos vivían de las actividades del puente.

 

De aquella época parece venir el nombre del vecino Ariéstolas: del latín aries: campos y Tolous, campos de Tolous.

 

Estrabón Geografía de Strábon. III-4,10. En España y los españoles hace dos mil años. García y Bellido, Antonio. Espasa Calpe. Madrid. 1980.habla de una calzada romana que articulaba la Tarraconense, dicha vía unía la capital Tarraco (Tarragona) con Oiarso (Oyarzún junto a San Sebastián). Si trazamos una línea recta entre ambas poblaciones veremos como pasa por entre Monzón y Castejón. Lo más curioso es que esa vía ha tenido continuidad en la nacional 240 Tarragona-San Sebastián, aunque los trazados hayan variado con el paso de los siglos.

 

Esta calzada salvaba el río Cinca a través del viejo puente de Castejón. A pesar de que los estudios que se han realizado hasta la fecha no son taxativos, todo parece indicar que la obra tiene fundamentos romanos. Resulta impensable que una obra de estas características: 500 metros de longitud y 12 pilastras conservadas: el mayor puente de la provincia, se utilizara únicamente para comunicar Castejón con Monzón.

 

Por otra parte los restos conservados en La Bella, atalaya que defendía el paso por Castejón, son también de origen romano en las murallas y en el sistema de aljibes.

 

El puente era el paso fundamental sobre el Cinca en estas tierras siempre prósperas. Una vez en el término de Castejón la vía se bifurcaba para comunicar con Huesca, camino del Cantábrico. Otro camino, que parece medieval, remontaba el Cinca hasta llegar al Vero, de allí, en dirección al actual Barbastro, subía hasta Huerta de Vero. Luego se desviaba por Adahuesca hacia Casbas, cruzando el Alcanadre por el puente de Las Aguas. El itinerario entre Castejón del Puente y Sangüesa en tierras navarras era el siguiente:

 

Castejón del Puente

Barbastro

Castillazuelo

Pozán

Huerta

Monasterio del Treviño

Adahuesca

Puente de Las Aguas (Bierge)

Ermita-faro de San José de Casbas

Casbas

Bascués (despoblado en el siglo XVII)

Sieso

Monasterio de San Miguel de Foces (en Ibieca, despoblado en el siglo XIV).

Sipán

Ayera

Sasa del Abadiado

Barluenga

Puente de Fornillos

Fornillos

Yéqueda

Chimillas

Lupiñén

Ortilla

Montmesa

Erla

Biota

Layana

Castiliscar

Sos

Sangüesa

 

 

 

Este recorrido lo conocemos a través de la documentación encontrada en el Ayuntamiento de Adahuesca, donde una representación de la villa se trasladó a Sangüesa para recoger las reliquias de las santas Nunilo y Alodia, que hasta entonces se habían custodiado en el monasterio de Leyre .Benito Moliner, M. ADAHUESCA Y SU DESPOBLADO DE SEVIL. Trabajo inédito depositado en el Centro de Estudios del Somontano de Barbastro. 1993.

 

Existía otro recorrido alternativo, utilizado por la misma villa de Adahuesca en el XVII, que subía hasta las montañas de Jaca por Marcuello, Mesón de Pequera y Escalete. Pero esta ruta, en las épocas de inestabilidad política y en invierno, no era muy recomendable a causa de los bandidos y las nieves.

 

En la Edad Media esta ruta tuvo mucha vitalidad hasta comienzos del siglo XIV. Probablemente la construcción de un nuevo puente en Monzón que llevaba más directamente hacia tierras de Huesca, hizo que los sanjuanistas y templarios, señores tanto de Castejón y su puente, como de los monasterios del Treviño y San Miguel de Foces, abandonaran estos últimos. El camino siguió teniendo una importancia secundaria hasta el siglo XIX, transitado por arrieros y trajineros que tenían su patrona en la Virgen del Treviño. Benito Moliner, M. ADAHUESCA Y SU DESPOBLADO DE SEVIL. Trabajo inédito depositado en el Centro de Estudios del Somontano de Barbastro. 1993.

 

La otra opción, más conocida, era la llamada calzada Osca-Ilerda. De Castejón por el aún llamado Camín d’Osca, iba hacia el viejo municipio romano de Caum que tenía su mesón por entre Ilche y Huerrios. De Huerrios, que estaba junto a otro pueblo también desaparecido llamado Foncillas, sólo queda la iglesia románica de Santa Águeda, incorporada a Berbegal tras la compra por la villa de estos términos en el siglo XVIII. Esta ruta pasaba por, o junto a, los siguientes lugares antes de llegar a Huesca:

 

Castejón del Puente

Ilche

Berbegal

Mondarruego (despoblado)

Laperdiguera

Pertusa

Antillón

Pueyo de Fañanás

Alcalá del Obispo

Monflorite

Santuario de Salas

 

Los cambios en las preferencias de uso de unas vías u otras, de unos puentes o de unos pueblos, hizo desaparecer monasterios y poblaciones en los vaivenes políticos y económicos de la Historia. Pero las posibilidades que ofrecían los términos de Castejón, con agua para riego extraída directamente del río, el molino, y los campos de cereal, siempre dadivosos a poco que acompañe el tiempo, permitieron la existencia de una población estable que no siempre asentó donde lo hace ahora, como vamos a ver.

 

Dejábamos la historia castejonera con su origen romano. El puente y el castillo vigilante de La Bella, constituyen los dos más firmes baluartes de aquella época. Otra población antigua era Larrova, hoy se llama el término donde asentó: Las Arrobas.

 

Larrova/Lafarrova/Las Arrobas. Su origen puede ser prerromano, constituyendo la población más vieja del actual Castejón. Su nombre deriva del vascón larre: prado, lugar de pasto. El lugar quedó deshabitado tras la conquista por los cristianos aragoneses. El obispo de Huesca hizo valer sus derechos y se hizo con la propiedad de estas tierras, decretando su repoblación hacia 1176.

 

En esa fecha el obispo Esteban da la almunia de Larrova a cuatro colonos cristianos y a sus sucesores: Juan de Amarias, Domingo Miguel, Martín Castellano y Pedro de Benabarre, teniendo que pagar al obispado la onceava parte de todos los frutos que se obtuvieran anualmente, tanto agrícolas como ganaderos. Durán Gudiol, Antonio. Colección diplomática de la catedral de Huesca. 2 Vols. C.S.I.C. Escuela de Estudios Medievales. Zaragoza. 1965. La repoblación iniciada por el obispo Esteban está relacionada con la expulsión del obispo de Barbastro, quedándose aquél como administrador de ambas diócesis. Desde antiguo la diócesis con sede en Huesca había alcanzado el río Cinca en sus límites orientales.

 

En 1258 comenzó un duro litigio entre el obispado oscense y los agricultores que explotaban cuatro torres de su propiedad: Larrova, La Ternuda, Los Quesos y Vinalbés. Los campesinos las llevaban desde La Almunia de San Juan y Monzón, no las poblaban ni pagaban lo pactado con regularidad, vulnerando así el contrato establecido años atrás. En 1316 se resolvió el conflicto con nuevas estipulaciones, pero los campesinos debieron seguir explotándolas desde lejos. Nada nos queda de esas dos torres, incorporadas a los términos de Castejón y de cuyas construcciones no irían más allá del siglo XVI, agrupándose sus gentes en la solana del monte Aguaderas, mirando hacia la actual carretera. Durán Gudiol, Antonio. Historia de los obispos de Huesca-Jaca de 1252 a 1328.Colección de Estudios Altoaragoneses nº 1. Huesca. 1985.

 

Otros núcleos de población conformaron estos términos del viejo municipio romano de Tolous, que acabarían desgajándose en el momento de la refundación en Monzón, creándose el nuevo espacio administrativo de Castejón:

 

Abin Cepoller/Ceboller/Cebollero/Cebollet. De las cuatro formas se nombra a la población que asentaba al cobijo de La Bella. El nombre parece aludir una propiedad musulmana pues lleva el prefijo genitivo abin que indica pertenencia, en este caso a un tal Cebollero.Con el nombre musulmán aparece en la carta de Sancho Ramírez a Monzón de 1089. Ver: Oliveros de Castro, M.T. Historia ilustrada de la ciudad de Monzón. Librería General. Zaragoza. 1974. En el medievo Ceboller fue el apellido de Castejón, que luego adoptaría definitivamente el del Puente. El nombre difiere poco en el documento mediante el cual Jaime I entrega esta población al Temple Castillón Cortada, Francisco. La ermita de La Bella (Castejón del Puente). Folletón Altoaragón nº 9. Huesca. 30-XI-1980. en 1219: castillo y villa de Cevollet

 

Con estos nombres debió de conocerse la villa cuyos restos rupestres se ven aún entre el santuario de La Bella y en la calzada conservada al pie. Abundan en ellos los fragmentos de cerámica de una secuencia temporal que va desde la Alta Edad Media hasta el siglo XVI. En 1391 ya aparece como murat o murada en el monedaje de ese año.

 

En este topónimo se originó el apellido Cebollero, documentado en Castejón hasta este siglo, nombre de una de las casas y muy extendido por todo el Alto Aragón. En la carta de población de Monzón, en 1089, aparece la Almunia de un musulmán llamado Abin Cepoller.  Ubieto Arteta, Antonio. Historia de Aragón. Los pueblos y los despoblados. Vol. I. Anubar Ediciones. Zaragoza. 1984.

 

La Venau/Almunia de Abin Ahyud. Se trata de una fundación musulmana cuyo propietario, la primera persona conocida de Castejón del Puente, le dio nombre árabe hasta nuestros días. Luego se quedó en una casa de campo rodeada por las tierras de las que forma parte como posesión. Estaba murada en 1391 con unas siete casas. Tuvo iglesia y caserío para los jornaleros. Según Castillón Cortada Castillón Cortada, Francisco. La ermita de La Bella (Castejón del Puente). Folletón Altoaragón nº 9. Huesca. 30-XI-1980.perteneció al Temple y tras la desaparición de esta orden pasó a la encomienda montisonense de San Juan, siguiendo en sus manos hasta la desamortización del pasado siglo. El Madoz también nos recuerda esta pertenencia y como pagaban sus pobladores el diezmo más 10 escudos anuales. Comprada en pública subasta por el pueblo, sus tierras fueron repartidas entre los vecinos, dando buenos rendimientos agropecuarios a lo largo de los siglos.

 

La iglesia estuvo ubicada algo más al sur y se llamó de La Malena. No hay datos documentales. Sólo mediante la memoria popular se ha conservado su noticia. Se refiere a Santa María Magdalena, santa cuyo culto estuvo fuertemente ligado a la orden sanjuanista que la tuvo como patrona de sus iglesias. Rara es la propiedad agropecuaria sanjuanista que no tuviera una iglesia o ermita dedicada a esta santa.

 

Por tanto se trataría de un fundo o granja en manos de la orden propietaria de Castejón, que acabaría despoblándose al concentrarse las casas a partir del XVI.

 

En la actualidad apenas se ve algún vestigio de La Venau. Los aterrazamientos del IRYDA para poner en marcha los nuevos regadíos, han acabado con los viejos caminos y los yacimientos arqueológicos al suroeste de Castejón. Las gentes aún recuerdan como afloraban diversos materiales, cerámica sobre todo, en el solar de La Malena donde hace unos años apareció una gran cía con restos humanos. En la cantera próxima hay también abundantes restos de teja y sillar. El cementerio estuvo arriba en un lugar que el propietario de la finca, Juan Antonio Malo, recuerda con exactitud pues allí el trigo se revolcaba, como negándose a ser sembrado en un lugar tan sagrado. Los últimos restos de paredes desaparecieron hace unos cien años.

 

Torre Cardiel y La Campaña. En la citada carta de población montisonense aparecen mencionadas las almunias de Cardel y Bacampania. Ambas situadas hacia La Clamor, términos entonces de Monzón. Los topónimos son de claro origen latino: lugar abundante en cardos, el primero; y de campo el segundo, en el sentido de llanura, campiña.

 

Por el documento y la etimología sabemos de su origen romano o alto medieval. Ambos debieron formar un coto redondo en manos sanjuanistas hasta la desamortización del XIX, momento en que fue adquirido por un hacendado de Estadilla: Dionisio Abad que lo vendería o legaría a otro propietario de Castejón (Cavero). Hoy sigue en explotación, sirviendo la torre como paridera y almacén.

 

El Pon. Población ubicada en el entorno del puente, de donde tomó el nombre, con el fin de atender las necesidades del viajero. Tuvo iglesia, cuya sede parroquial fue trasladada a La Bella. Se conservó el apellido originado en esa población. Aguas abajo del puente, hay una partida conocida como Las Pueblas, nombre que alude claramente a una población que debió corresponderse con el conjunto de El Pon.

 

La Ternuda. Fue una torre que se llamó Turris de Darane, trocando el nombre por su situación entre Monzón, Selgua y Castejón. Su historia corrió pareja a la de Larrova arriba explicada.

 

 

 

La Edad Media

 

Ya hemos visto por la demografía como la población preexistente se convirtió al Islam. También como el rico hacendado musulmán Ahyud fundó una almunia o granja. Esto es cuanto tenemos de la etapa árabe de Castejón.

 

En 1089 cae Monzón en poder aragonés y al concederle la carta puebla el rey Sancho Ramírez, se cita Castillón Cepollero formando parte de la jurisdicción de esa ciudad, refundada por los musulmanes a partir de Tolous y sus términos, al igual que Barbastro.

 

El castillo asentó en el potente tozal conocido con ese nombre, aunque no sabemos con exactitud a cual se refiere el documento, pues hubo fortificación en ambos extremos: en el occidental quedan vestigios de un torreón sobre La Bella e inmediato a ella; asimismo se ve el entorno de la actual ermita murado en sus fundamentos. En el extremo oriental, hoy sobre el pueblo y plantado de pinos, queda otro solar que también fue castillo cuyos restos aún seguían en pie en el XIX, López Novoa, Saturnino. Historia de Barbastro. Sociedad Mercantil y Artesana. Zaragoza. 1981. apareciendo fundamentos durante la explanación para pinar hace unos años.

 

El Castillo de Cebollero que siempre tuvo un gran valor estratégico, al controlar la calzada romana, ahora cortada por el asedio de Barbastro, lo siguió teniendo para la conquista de esa ciudad que aún tardaría once años en caer en manos aragonesas. De la importancia de esta plaza nos da constancia el rango que tuvo en la corte el primer tenente que se le conoce: el abad Galindo, en 1099, que también lo era de Alquézar y Monzón, además de capellán y mayordomo de Pedro I. En 1104 entra como tenente de Castejón Galindo Ramírez y en 1134 Juan Galíndez.

 

En 1130, con Barbastro ya conquistada, el rey otorga a Castejón carta puebla, desgajándose sus términos de los de Monzón y quedando a caballo entre las dos ciudades mencionadas. En 1134 se da la batalla de Fraga que supone un duro golpe para Aragón. Los musulmanes vuelven a recuperar plazas y castillos en un amplio territorio Llegaron hasta Lizana entre Bespén y Barbuñales, en el Alcanadre. Castejón y Monzón volvieron a manos sarracenas. que no volverá a manos cristianas hasta el 1141, gracias a la iniciativa del concejo zaragozano con su tenente navarro Rodrigo Abarca al frente. Fruto de estas conquistas zaragozanas será la posesión de algunos derechos de pasto y de la importante villa de Pertusa, al pie de la misma calzada que pasaba por Castejón.

 

Monzón y Castejón son ocupados después por Pedro de Estopiñán que los pondrá en manos del conde Ramón Berenguer IV. El catalán le dejará Castejón a cambio de la entrega de Monzón, ofreciéndole también Tamarite y Zaidín cuando sean conquistadas. La donación de Castejón, ya incluye la lezda o impuesto sobre los viajeros y mercancías que pasaban por su puente.

 

Ramón Berenguer, caballero seglar de la orden del Temple, había sido elegido príncipe de Aragón con el beneplácito de las órdenes militares, legítimas herederas de las tierras conquistadas por Alfonso el Batallador. Para poder seguir con la monarquía adelante tuvo que hacer innumerables concesiones al Temple y a San Juan de Jerusalén. En 1143 dona Monzón con otras 27 poblaciones, entre las que está Castejón, al Temple, formándose la Encomienda templaria de Monzón.

 

En 1219 los templarios reciben también el castillo y villa de Cebollero, con el puente; a cambio debían entregar al rey 1.000 sueldos anuales. Esta donación del castillo más oriental les llevó a levantar una casa con iglesia, lo que hasta entonces fue Castillón Cebollero y luego sería La Bella.

 

El cruce del Cinca por vados o puentes alternativos hizo que los ingresos por el pontaje mermaran, de tal forma que los templarios sólo pagan 400 sueldos hasta que en 1259 son exonerados del impuesto real a cambio de invertir el dinero obtenido en las reparaciones del puente.

 

Bajo el reinado de Jaime II se construye el puente de Monzón, que acabará con una buena parte del tránsito por Castejón. Sin embargo la obra seguirá en pie durante cinco siglos más.

 

A comienzos del siglo XIV cae en desgracia la orden templaria, su gran maestre De Molay morirá en la hoguera y las riquezas atesoradas en Paris, serán repartidas entre el rey de Francia y la Iglesia. En Aragón tardará en hacerse efectiva la orden del Papa que obligaba a su disolución. Aquí se está en guerra y se precisa de la ayuda de estos expertos militares. Además está la cuestión de la sucesión en el reino, que todavía sería recordada por las propias órdenes militares con el fin de mantener sus posesiones.

 

Por fin, en 1309, los templarios son derrotados en Chalamera y Monzón. Sus monjes y sus propiedades pasarían de forma mayoritaria a integrarse en la otra orden militar, la de San Juan de Jerusalén, que regentaría a partir de entonces la encomienda de Monzón.

 

En 1338 el jefe de la Orden en Aragón, el Castellán de Amposta, tasaba el paso de peatones y mercancías por el puente, con el fin de evaluar las propiedades de los sanjuanistas. En 1391 la villa está murada, defendida y censa 32 casas. Es posible que por aquellas fechas se levantara un nuevo castillo en el extremo occidental, sobre el pueblo actual, que ofrecería vigilancia para el nuevo camino que, partiendo de Monzón, había posibilitado el puente edificado un siglo antes en esa ciudad. Se iniciaría así una paulatina reunificación de los hábitats dispersos en el núcleo actual, aunque a juzgar por los materiales, Cebollero siguió poblado un par de siglos más.

 

La reciente población con la incorporación de cristianos viejos provenientes de Larrova (Las Arrobas), y de otros núcleos, estableció nuevos pactos entre pobladores y propietarios, con exenciones de impuestos y reconocimiento de los derechos sanjuanistas.

 

Durante el siglo XV, la población aumenta en diez casas comprándose un bello retablo dedicado a la Asunción cuya factura se atribuye al maestro de Albalate. Destruido durante la última guerra.

 

 

La Edad Moderna

 

En el siglo XVI hubo un importante despegue económico común a todo el reino, favorecido por las buenas cosechas y el incremento de la ganadería. Durante este siglo se construyen nuevas casas con la típica galería de arcos corridos. Destaca la casa de la encomienda que luego lo sería de la villa o ayuntamiento que conserva bastante bien las fachadas rehabilitadas. En la principal se ve un bajorrelieve donde aparecen los santos protectores del pueblo: en el centro la patrona secular: la Virgen, a la derecha Santiago Apóstol, protector de los peregrinos que pasaron durante siglos por la calzada, y a la izquierda san Sebastián, valedor contra las pestes al que se le hacían fiestas votivas por su protección. Según inventario notarial realizado en el XVIII, la iglesia tenía una cabeza de plata sobredorada. Este formato obedece a la tenencia de una reliquia, aunque desconocemos el santo o santa a quien se atribuyó. Legajo del Archivo Histórico Provincial.  Debajo aparece el escudo de la villa con cuatro cuarteles: el castillo, las barras aragonesas en dos cuarteles y un león rampante como signo de la nobleza de sus habitantes. Lo sostienen dos ángeles y está coronado por una estilizada cruz de Malta que aparece también en la iglesia.

 

El pueblo cuenta con horno comunal, carnicerías, huertas, molino harinero... El puente sigue funcionando y aguas arriba se rehace un hospital que acabaría en ermita: San Juste.

 

Pero la obra más ambiciosa que se acomete, mediado el siglo, es la ampliación de la nueva parroquial con la torre y las capillas. Las razones de su necesidad: la lejanía de la vieja, que a partir de ahora se llamará así: vieja, viella o Bella, y la poca capacidad para los grandes acontecimientos. Por estas fechas se funda una cofradía de difuntos siguiendo el modelo implantado por los dominicos en otras localidades. Esta cofradía celebraba una de sus misas fundacionales para San Lorenzo, siguiendo la tradición de que este día se determinó la construcción de dicha iglesia, durante la visita de Felipe II a la localidad el día de la batalla de San Quintín (1557). Lo cierto es que un año después se establecían las capitulaciones para ejecutar la obra.

 

Importante fue también el establecimiento del trazado urbano que optó por el más sencillo y utilizado: en cruz. Una cruz que no resulta perfecta por que las calles se han de adaptar a la topografía de un terreno en ladera, pero que fundamentalmente se compone de un tramo bajo: Calle de Abajo que se continúa hacia arriba por la Calle de la Iglesia. Los brazos de esta cruz son la Calle de Arriba y la Calle del Horno. En el centro, donde confluyen las cuatro se estableció la casa de gobierno de la villa, primero de la encomienda y luego municipal. La Calle de Abajo arranca de la Plaza de La Cruz, donde estuvo siempre el humilladero que sirvió para rezar al marchar, pedir un viaje tranquilo, y al volver dar gracias. Otras calles y plazas se van abriendo y urbanizando día a día.

 

Los sanjuanistas, como les ocurrió en otras poblaciones, no propiciaron una conversión cristiana extensa de sus siervos musulmanes, lo que les llevaría a perder casi la mitad de su población en 1610. Dieciocho casas de moriscos abandonaron Castejón camino del norte de África. Eran los más antiguos pobladores que habían servido a romanos, musulmanes, templarios y sanjuanistas.

 

Por estas fechas se edifica un nuevo molino aceitero de buenas proporciones, con el fin de fabricar aceite para auto consumo y para la venta a los montañeses, que también bajaban a por vino.

 

Dadas las magníficas condiciones de Castejón, bien comunicado, con secano, regadío y pastizales, casas construidas, servicios comunales, etc. no tardaron en llegar pobladores de la montaña y localidades próximas, recuperándose la demografía durante este siglo. Por la documentación sabemos que el puente sufre daños y reparaciones, siguiendo en funcionamiento discontinuo, como siempre ocurrió a lo largo de los siglos.

 

En 1640 la Guerra de Cataluña afecta a Monzón y a los pueblos de su entorno de forma muy directa. Los catalanes inutilizan todos los puentes desde Barbastro para abajo. Las casas tienen que albergar tropas y colaborar con el ejército para su sostén. Alguna tradición local hablaba de que Felipe IV estuvo aquí durante la guerra, refugiándose en La Bella. Unos años después la peste negra afectó de manera desigual a los pueblos altoaragoneses, no disponiendo de datos respecto a Castejón.

 

El siglo XVIII supone un crecimiento paulatino para Castejón que mantiene su economía con nuevas roturaciones de tierras. En la iglesia parroquial se construye una nueva capilla dedicada a san Antonio de Padua y la sacristía abovedada. En La Bella también hay reformas aunque aquí resultaron lamentables. En esta vieja iglesia nació el seminario barbastrense en 1718. Años después el santuario se dejó a la congregación de San Vicente de Paúl que también acabaría yéndose a Barbastro.

 

 

La Edad Contemporánea

 

El siglo XIX resultó muy interesante para Castejón con hechos tan importantes como la abolición de los señoríos que acabaría con el secular dominio de los sanjuanistas sobre la villa. Sus propiedades fueron mayoritariamente adquiridas por los ricos de la comarca, pero también se consiguió repartir tierras entre los demás y mantener los pastos comunales. El molino queda desamortizado y abandonado, construyéndose uno nuevo de dos cárcavos aguas abajo, cuyas ruinas aún se pueden ver.

 

Mediado el siglo se rehace la vieja acequia, llamada de La Huerta Vieja, con un remozado norial y caseta para el cequiero o vigilante de su uso. La iglesia deja de ser colegial para ser simple parroquia (1850) y el censo rebasa ampliamente el medio millar de habitantes, situación que se mantendrá hasta la Guerra del 36.

 

Durante las tres primeras décadas del siglo XX la vida transcurrió con la normalidad secular propia del pueblo. En este siglo deja de funcionar definitivamente el puente que, arruinado en el siglo anterior, perdía su última arcada entre 1906 y 1907. Los innumerables sillares se fueron utilizando para otras construcciones próximas como el embarcadero, sede de una barca de maroma que transportaba gentes y mercancías, sirviendo sobre todo a los propietarios del molino, que estimulaban a los de Monzón a venir a moler aquí con la gratuidad en el uso de la barca.

 

La tranquilidad se vio rasgada con el estallido de la Guerra Civil. La cercanía de Cataluña y su situación estratégica entre Barbastro y Monzón, implicaron al pueblo fuertemente en la contienda. La incultura hizo que desapareciera el precioso retablo gótico pintado por el Maestro de Albalate y las tallas de varios santos. Castejón estuvo de una forma u otra en primera línea de fuego, con varios nidos de ametralladoras en Aguaderas de donde partía una zona atrincherada que cubría toda La Sierra, con el fin de controlar el paso por la carretera; y un campo de aviación en La Campaña de cuyas instalaciones aún quedan restos reutilizados para almacén.

 

La normalidad ya no llegaría a Castejón, que sufrió una gran pérdida de habitantes, situándose su censo por debajo de los 400 habitantes hasta nuestros días.

 

El decreto de 1956 referido a los riegos del Cinca, fue muy importante para el pueblo, que quedó incluido en la Zona propia del Canal del Cinca. Los riegos fueron llegando paulatinamente, con la pertinente concentración parcelaria, ampliando considerablemente la actividad agrícola. Durante los últimos años las mejoras en el pueblo han sido considerables: rehabilitación del ayuntamiento, urbanización de las calles, mejoras en las viviendas, asfaltado de caminos rurales, formación de un nuevo barrio fomentado por IRYDA, creación de un polígono industrial, alumbrado, abastecimiento de aguas, consultorio médico, centro de salud, semanas culturales...

 

 

 

El escudo

 

Castejón fue una de las primeras villas aragonesas en blasonar sus armas ostentándolas en la fachada de su casa de gobierno. Allí, en el sitio principal y más visible, se labró en bajorrelieve un escudo, justo debajo de los santos protectores del pueblo: la Virgen, Santiago y san Sebastián.

 

Los símbolos representados están muy bien traídos: cuartelado en cruz dispone en la parte superior derecha un castillo, representación de la génesis del pueblo y explicación etimológica del topónimo. En el izquierdo superior y el derecho inferior están las barras de Aragón, reino al cual se adscribió la población. En el inferior izquierdo un león rampante simboliza la nobleza de sus habitantes. Preside una estilizada cruz de Malta, que representa a los propietarios sanjuanistas. Esa cruz es prácticamente igual en su diseño y estilización que la que hay en la torre. Ello nos permitiría datar este escudo, que sostienen dos ángeles custodios, en la segunda mitad del XVI, siendo los bajorrelieves del mismo autor: Juan de Araçil.

 

De 1606 hay otro escudo recogido en el Ayuntamiento de buenas proporciones pero con toda la parte superior borrada. Sólo se puede ver abajo un puente y la fecha.

 

También guardada en el Ayuntamiento hay labrada en piedra una cruz de Malta con la inscripción: Año 1826. Pocos años les quedaban a los sanjuanistas de señorear el pueblo.

 

En 1983, olvidado el primer escudo, se confeccionó otro que sintetiza muy bien la historia y etimología del pueblo: preside la corona, por su adscripción al reino, la parte superior está dividida en dos cuarteles, el de la derecha contiene la cruz de Malta que nos recuerda a sus propietarios durante más de quinientos años. En el cuartel derecho viene el castillo, étimo del topónimo actual. Abajo se representa el puente al igual que en el de 1606, apellido y obra emblemática de Castejón.

 

El Hospital de San Juste

 

El concepto de hospedaje se contemplaba en la cultura clásica de dos formas: en casa de parientes o amigos, o pagando una posada. Pronto surgió un nuevo concepto, el de la caridad u hospitalidad institucional dirigida a los pobres y enfermos que no tenían familias que los sustentaran, ni dinero para pagarse su manutención.

 

De esta necesidad nació el hospital, entendido como hospedaje caritativo para enfermos y pobres, donde se empezó a dispensar una atención sanitaria. Esta atención médica acabaría por imponerse en el hospital sobre la del hospedaje y así concebimos hoy estas instalaciones, más como clínicas que como refugio de transeúntes que ya tienen su espacio social y urbano delimitado.

 

Castejón, junto a una secular vía de comunicación entre Aragón, norte de España y Cataluña, regentada por ordenes hospitalarias -templarios y sanjuanistas sucesivamente- no podía carecer de una instalación que diera alivio al caminante necesitado, al peregrino o simplemente sirviera de etapa para trasladar enfermos a los hospitales. El hecho de que muchos de estos enfermos, sobre todo con problemas cutáneos, fueran considerados contagiosos, llevó a los hospitales extramuros de las poblaciones.

 

En Castejón su hospital debió estar instalado en la actual ermita de san Juste, edificio claramente reutilizado a partir de otro anterior de mayor envergadura. La única noticia documental es de 1207, Iranzo Muñio, M. T. Puentes medievales en la provincia de Huesca: aspectos económicos y sociales. Aragón en la Edad Media V. Zaragoza. 1983. en ella el obispo de Lérida concede indulgencias a quienes ayuden a la construcción del puente y a la cofradía que atendía el hospital de San Salvador El Salvador tuvo altar en La Bella hasta el presenta siglo. Según Antonio Ubieto (Los Caminos de Santiago en Aragón. D.G.A. Zaragoza. 1993), esta advocación está muy presente en todas las rutas jacobeas. para pobres y transeúntes. Los restos que nos quedan de San Juste son una arcada de sillería rellenada de materiales más toscos de mampostería, donde se incluyen bolos de las cercanas orillas del Cinca, y el arranque de otra similar. Estas arcadas sirvieron de fachadas oriental y occidental, respectivamente. Las otras dos paredes de mampuestos y material de relleno completan la planta cuadrangular del edificio. Las arcadas parecen obra del XVII y en la de poniente se abrió la puerta de acceso que miraba al pueblo, como es costumbre en las ermitas e iglesias altoaragonesas.

 

Avalaría la teoría de que este solar albergó el hospital: la cercanía del puente, la advocación a los santos Justo y Pastor, la tradición popular que vincula la ermita con el puente y el hecho de que la cofradía para la atención de enfermos y difuntos acabara bajo su advocación.

 

 

Castejón en la Ruta Jacobea

 

San Justo y san Pastor, advocación primigenia de lo que hoy se llama San Juste, fueron según la leyenda, dos santos hermanos, gemelos y escolares que a una tierna edad sufrieron el martirio de los moros en la ciudad de Cómpluto, actual Alcalá de Henares. Sus cuerpos olvidados, fueron rescatados por el santo francés san Urbez que los trajo a Huesca cargándolos en un saco. En la actualidad sus despojos se guardan en la capilla de los santos tienen en la iglesia oscense de San Pedro el Viejo.

 

En realidad estamos ante dos mitos de la antigüedad clásica: Pólux y Cástor, que la tradición local altoaragonesa Por la actual provincia de Huesca circulaban varios caminos jacobeos: Uno ancestral entraba por el Valle de Estós (Benasque) hacia Jaca ; a el se le incorporaba uno por cada valle pirenaico. Este camino esta jalonado de dólmenes y leyendas como la de San Urbez. Otros caminos venían por el sur de la provincia, y pasando por el monasterio sanjuanista de Sigena, llegaba hasta Sariñena, allí se bifurcaba en el monasterio de Santiago, siguiendo un camino hacia Huesca-Sangüesa y otro hacia el Valle del Ebro por Lanaja. tuvo que cristianizar, dada su presencia dentro del Camino de Santiago, como veremos.

 

El camino altoaragonés fue mitificado a través de la figura de San Urbez. Urbez viene del antiguo vascón que se hablaba en ambas vertientes del Pirineo, significando UR: oro, perfección y BIDE: camino. Este camino de perfección es una vieja ruta establecida entre los dos Finisterre (el bretón y el gallego) que unía los confines del mundo celta. Es una vía de celtificación, donde se intercambiaba estaño y se rendía culto a las estrellas con dólmenes y cromlechs.

 

El mundo clásico llamó a este camino estelar la Vía Láctea siendo consagrado a la diosa Hera, de cuya leche maternal nacieron las estellas, de allí el nombre de láctea. En un recóndito lugar del universo fueron catasterizados,Convertidos en estrellas gemelas: Geminis. Por decisión de Zeus habían de pasar un día en el infierno y otro en el cielo olímpico. concretamente en el Campo de Plutón o infierno, representado en la tierra por Cómpluto, hoy Alcalá de Henares. El mito de San Urbez, viene por ese camino estelar enfrentándose con la osa -constelación, para llegar al Campo Estelar o Compostela. De allí viajara a Cómpluto para traer a los hermanos hasta el centro del camino, depositándolos en el cenobio dedicado al santo en Nocito, de donde pasarían a Huesca como se ha dicho.

 

Santiago es el nuevo mito estelar cuya tumba se veneraría en Compostela. Lugar a donde ya peregrinaron los celtas. Posteriormente la iglesia católica recrea el camino estelar y lo convierte en un nexo de unión entre los pueblos europeos del orbe católico. Comenzaba una nueva etapa de peregrinaciones.

 

La vieja calzada que atravesaba el puente de Castejón, llegaba hasta Huesca y de allí a Sangüesa. También iba a Zaragoza, desviándose antes de Berbegal en dirección a Peralta de Alcofea y Venta de Ballerías. Las dos rutas fueron de peregrinación jacobea.

 

La de Zaragoza llegaba al lugar de la aparición de la Virgen al Apóstol, el hito más importante del Camino además del supuesto hallazgo de la tumba. En Peralta había una encomienda sanjuanista, aún reconocible en la parte alta del pueblo donde está la ermita de San Juan. La ruta que iba a Huesca tenía en Castejón un punto de parada en el mencionado hospital dedicado a los santos estelares. Santiago además, fue copatrono del pueblo como podemos ver en el bajorrelieve del XVI en el actual ayuntamiento. Las pinturas de La Bella –siglo XIII- nos esbozan en su deterioro a un santo o a la Virgen en un fondo estrellado. En otros puntos jacobeos, la Virgen sucesora de la madre Hera que también dio de mamar a un Dios, aparece en un fondo estrellado con Santiago y los primeros conversos de Zaragoza a sus pies. Una pintura completa y bien conservada con esta escena se puede contemplar en el Museo Diocesano de Barbastro, procedente de la iglesia parroquial de Santiago de Villamana, en plena ruta jacobea ancestral.

 

Los templarios, primeros hospitalarios que regentaron el puente y parte de Castejón, levantaron aquí el hospital de San Juste y en la siguiente etapa a unos 30-35 km. camino de Huesca, en Pertusa, una iglesia dedicada a Santiago, en un lugar llamado Almunia de doña Altabella, que quedó en manos de la encomienda templaria de Huesca,Conte, Ángel. La encomienda del Temple en Huesca. I.E.A. Zaragoza. 1986. ciudad donde había otra etapa a igual distancia desde Pertusa (30-35 km.).

 

El culto a Santiago dejó una importante cofradía en Monzón, una ermita en Monesma, de posesión sanjuanista y la iglesia de la Almunia de doña Altabella en Pertusa. En Castejón también hay que destacar una capilla parroquial dedicada a la Virgen del Pilar.

 

En el siglo XVI, tras los movimientos de Reforma religiosa que surgen por Europa, Felipe II decide sellar la frontera pirenaica para evitar la entrada del ideal protestante. Una red de castillejos y fortines impiden el trasiego de gentes por la frontera: la peregrinación a Santiago decae estrepitosamente y ya no volverá a resurgir hasta finales del siglo XX.

 

 

La calzada

 

Desde el puente partía una calzada carretera que seguía el trazado del actual Camino del Molino. Cuando alcanza los pies de la gran roca calcárea donde asentó el primitivo poblado de Cebollero, las rodadas se marcan en el trayecto escabroso, con la finalidad de que las ruedas asentaran mejor en la calzada, agarrando más y optimizando los sistemas de frenado que llevaban los carros, muchas veces con cargamentos frágiles, como ánforas, vidrios u odres que podían reventarse al caer.

 

Al llegar a la zona de la Piedra del Pollero, la calzada alcanza su máximo esplendor con un par de tramos pétreos muy bien conservados. De aquí partía un sendero que permitía a los romeros subir al santuario de La Bella, primitiva iglesia. Más adelante ascendía hacía la otra iglesia y castillo otro ramal reconocible en varios tramos, cerca ya del pueblo.

 

Como todo buen camino que se precie tuvo su bandido, El Pollero, que actuaba en las inmediaciones de la piedra que lleva su nombre. Allí se escondía en un abrigo natural para asaltar a los viajeros. En ese mismo lugar encontró la muerte, tal como lo sugiere tanto la tradición oral como el rito de tirar una piedra en el sitio donde se produjo su óbito. Esta costumbre de lanzar piedras en los lugares donde se habían producido asesinatos o muertes accidentales, está muy extendida por todos los caminos aragoneses. Tiene como finalidad fijar el alma del muerto que al no fallecer en circunstancias consideradas normales, podía vagar sin rumbo. La piedra siempre fue el hábitat natural del muerto, aún hoy se coloca una lápida que dé cobijo al alma.

 

Justo en la calzada labrada en la piedra aún sigue el pequeño abrigo donde se grabó Pollero a modo de lápida. Bajo ella hay un buen montón de piedras traídas muchas veces desde la salida del pueblo, cuando se emprendía el camino del molino o de la barca. Era una forma de rematar a aquél pobre ladrón de pollos que la vox populi cree enterrado allí mismo.

 

Al lado de la Piedra del Pollero está la Peña de Pierre o Pierres que fue un mítico personaje comparable a Sansón, Hércules o Roldán. Aparece en la mitología aragonesa junto a Hércules en la leyenda fundacional de Tarazona, hasta allí llegó el héroe clásico para recuperar los bueyes de Gerión robados por Caco en compañía de Pierres, bebieron los tres en la cueva y marcharon juntos a cazar. En el camino Caco destrozó un león, Pierres para no ser menos, se cargó al hombro una vaca viva y Hércules arrancó una encina que utilizó de bastón.

 

La leyenda Beltrán, Antonio. Leyendas aragonesas. Everest. León. 1990 está bastante tergiversada y parece una interpretación posterior ya que en la fachada del ayuntamiento de Tarazona del siglo XVI, se representa la secuencia de izquierda a derecha (para el espectador), con Hércules matando al león –de Nemea, Caco cargando el buey y Pierres con su bastón o maza. Dada la forma en maza de la Peña de Pierre, parece que alude a este gigantesco personaje, derivado de aquél Perifetes que golpeaba con su maza a los viajeros y que fue vencido por Teseo –mito civilizador- que se quedó con la maza como trofeo.

 

Lo curioso es que la peña está junto a la tumba del Pollero y esto nos puede llevar a inferir, siguiendo los arquetipos de la etnología, que Pollero fue un ladrón que robaba los pollos en el pueblo, hartos de su comportamiento las buenas gentes apelaron al forzudo Pierre que le lanzó la maza matándolo. Esta secuencia sigue las pautas de la tradición oral, pero ya no está en la memoria colectiva de Castejón.

 

 

Está calzada seguía por el Camín d’Osca, del que IRYDA apenas dejó un trozo, hasta los términos de Ilche donde al parecer hubo un mesón ya en época romana: el de Caum. Magallón Botaya, M.A. La red viaria romana en Aragón. D.G.A. Zaragoza. 1987. En Pertusa –topónimo romano que significa paso- quedan restos de aquélla época en Pertusa la Vieja y varios tramos de calzada muy similares a los de Castejón, en el trecho que asciende hacia la Virgen de la Victoria tras cruzar el Alcanadre.

 

 

Personajes

 

Francisco Puente

 

Hacia 1730 nacía en Castejón este médico que ejerció su profesión por varios pueblos de Aragón, buscando aproximarse a su lugar de origen hasta que en 1763 consiguió plaza en Barbastro. Una vez asentado en su tierra se dedicó al estudio de la medicina hipocrática, modernizándola e incorporando en sus explicaciones y remedios nuevas teorías de médicos más recientes.

 

La obra de Puente: Ars Hippocratica, vel Hippocrates extractus, tiene la virtud de poner al día los conocimientos de aquél médico de la antigüedad que tuvo plena vigencia durante más de dos mil años. Había llegado el momento de comenzar a apuntalar su obra que ya empezaba a trasnocharse y, para ello, este médico castejonero avaló aquellos ancestrales conocimientos adaptándolos a los nuevos descubrimientos que iban surgiendo en este siglo de las luces.

 

La obra se la dedicó al ayuntamiento de Barbastro, la publicó en Zaragoza y figura en la relación de autores aragoneses confeccionada por Latassa. Elogiada en su época por el médico de cámara del rey José García de Buranda, que le hizo el prólogo, y por otros varios como Juan Bautista Soldevilla, turolense que también llegó a ser facultativo de la familia real, alcanzando los máximos cargos médicos en la Corte.

 

 

Pedro Mur

 

El siglo XIX estuvo marcado por las guerras fratricidas, pronunciamientos carlistas, realistas, revolucionarios... Las dos Españas se mataban sin miramiento y casi sin objeto. La única forma de terminar con esa lucha era buscar un enemigo común y extranjero que pusiera a toda la nación en la misma causa, ese enemigo fue un incipiente y pobre país que se resistía a ser colonizado: Marruecos.

 

Los marroquíes a finales de 1859 hostigaban las plazas españolas, especialmente la ciudad de Ceuta. Los militares hispanos ampliaban constantemente las posiciones defensivas, creando nuevos parapetos y fronteras, metiendo los mojones delimitadores hacia el interior de África. Los moros no se conformaban y emprendían algaradas y ataques muchas veces indiscriminados. La llamada a la guerra de los marroquíes iba siendo contestada por las tribus rifeñas que se iban concentrando en las posiciones del Serrallo: alturas que cerraban el paso desde Ceuta al interior. Una de esas posiciones: Castillejos, bloqueaba la entrada a la ciudad por el sur y cualquier avance que pretendiera descongestionar un más que posible asedio.

 

El ambiente que se generó en España con estas actividades marroquíes fue de guerra total, casi todos los periódicos y políticos clamaban por una guerra que escarmentara a los moros. Sin darse cuenta, lo que podía haber sido una operación local de limpieza de frontera, se agrandó de tal manera que todas las facciones españolas estaban de acuerdo por primera vez, desde la guerra con otros extranjeros: los franceses. Lo más granado del ejército se pertrechó para combatir al moro: O’Donnell, Prim, Serrano...

 

Los soldados también estaban dispuestos a luchar por su patria. La mayoría de ellos eran campesinos pobres que habían tenido que abandonar sus pueblos y familias al no poder pagar la exención del servicio militar, una mili que no acababa nunca pero que al menos permitía comer e ir vestido. Uno de estos campesinos se llamaba Pedro Mur Escalona y había dejado a sus padres, Pedro y Josefina, en un pueblo aragonés llamado Castejón del Puente.

 

Pedro llevaba seis años de servicio, de luchas aquí y allá, acostumbrado a disparar y a obedecer. Su hoja de servicios era buena y le había valido un ascenso a cabo y un puesto en un regimiento de gran prestigio: los húsares de la Princesa. El regimiento iba a partir hacia tierras africanas, Pedro podía elegir entre volver a casa licenciado o marchar con sus compañeros en busca de la gloria que los jefes, los políticos y la prensa prometían. Y marchó.

 

En la Navidad de 1859 comenzó la lenta marcha hasta la costa andaluza. Allí embarcaron hacia el sitio más difícil, donde los moros habían concentrado gran número de tropa: Ceuta. Después se darían cuenta de que unos simples cañonazos desde el barco hubieran acabado con el fuerte Martín, dejando el paso libre a Tetuán, objetivo final de la campaña. El error costaría innumerables bajas españolas.

 

Era Año Nuevo de 1860, Pedro recordaría en esas fechas a la familia y a su pueblo, a los amigos con los que, tal día como ese, habían pasado por las casas de las madrinas a pedir el aguinaldo que acabarían compartiendo. Aquí pasaban hambre, la falta de previsión les hizo estar a media ración hasta que el famoso general O’Donnell consiguió nuevos pertrechos. Aquel Año Nuevo de 1860, salían de Ceuta con seis raciones en el macuto, la operación iba a ser larga. En los malos momentos, cuando la muerte acechaba, su madre le había enseñado a ponerse bajo el amparo de la Virgen de La Bella, la protectora de su pueblo. Al frente iba el afamado general Prim, valiente y ambicioso como lo había sido O’Donnell que quedaba en la retaguardia para organizar el cuartel general.

 

La misión consistía en tomar una altura que permitiera desahogar la llegada de más tropas, para iniciar el paso del desfiladero de Castillejos. Y Prim se lanzó al ataque, tomó la posición y viendo que aún sobraban fuerzas se enfrentó con la caballería marroquí a la que desbarató y persiguió alocadamente por el propio desfiladero. Los moros arrastraron a los húsares al interior de su guarida en una treta que para la mayoría sería mortal. En el fondo del desfiladero estaba el campamento musulmán, defendido por varias trampas: agujeros cavados en el suelo que ocultaban con ramas unas estacas puntiagudas, afiladas como puñales. Allí acabó gran parte de la caballería española, pero los húsares envalentonados por el propio miedo, al verse sin más escapatoria que la muerte, siguieron luchando.

 

Un cabo curtido en seis años de guerras combatía cuerpo a cuerpo, a la bayoneta, con un moro abanderado que no quería dejarse arrebatar el estandarte. Mur sabía lo que significaba conseguir una enseña: arrancarle de cuajo el honor al enemigo y hacerse con la moral y las fuerzas necesarias para dar media vuelta y volver a la posición de Prim. Mur acabó con el moro, cogió la bandera, la enarboló para que todos sus compañeros la vieran y emprendieron el regreso ante la mirada atónita de los marroquíes que tardaron en reaccionar.

 

Llegaron al puesto, pero detrás venía una innumerable tropa árabe. Apenas se posicionaron cuando empezó nuevamente un feroz combate. La defensa se tambaleaba, las fuerzas flojeaban, los moros trepaban por la ladera y se arrojaban sobre las bayonetas españolas, enardecidos por haber perdido la honra en aquella bandera. Prim no lo dudó, con pulso firme cogió la enseña nacional, arengó a la tropa y al frente de ella, consiguió arrojar a los moros por la ladera. Afortunadamente O’Donnell, viendo el cariz de los acontecimientos, envió varios batallones de refuerzo que desahogaron la posición.

 

La guerra continuó muchas jornadas: emboscadas moras, temporales que dejaron a los españoles sin avituallamiento, los ingleses apoyando a los moros y por fin una paz que quizá fue honrosa pero tan humillante para los marroquíes, que acabó volviéndose contra España.

 

Las tropas, una vez en la península, fueron vitoreadas por las multitudes enfervorecidas de amor patrio. Dos hombres encarnaron la sangre y el arrojo derrochado en África: el general Prim ya marqués de Castillejos, y un humilde cabo de Castejón del Puente: Pedro Mur.

 

Nuestro héroe de Castillejos fue aclamado por media España, desde Sevilla donde recibió varias coronas de laurel, hasta Castejón, pasando por Barbastro donde fue recibido en loor de multitud. Sus paisanos también lo agasajaron al llegar por fin al pueblo ya licenciado y con el nombramiento de correo de órdenes de las reales caballerizas, otorgado por Isabel II, cargo honorífico que conllevaba una dotación económica de 8.000 reales anuales que permitirían a Mur vivir sus días con desahogo.

 

Nada más llegar al pueblo quiso dar las gracias a su patrona, encaminándose con sus paisanos a la ermita para ofrecer un bonito cuadro que enmarcaba una de las coronas de laurel con las que había sido obsequiado en Sevilla. Sus paisanos ya no lo olvidarían y lo tienen como su hijo más preclaro y transcendental.

 

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