Volver al  Índice

Las campanas de Aragón: un medio de comunicación                                                          Dr. Francesc LLOP i BAYO

Latre - (Jacetania)

Latre es un pequeño lugar, de una docena de casas (en el sentido tan amplio que esta palabra tiene en el Alto Aragón), en el término de Caldearenas. Lo notable de sus toques de campanas, apenas conservados, es que son, o eran mejor dicho, interpretados por una casa, es decir por los vecinos de una familia amplia. Esta pequeña población sufre en la actualidad un abandono tan grande, que ni siquiera tienen cura una vez a la semana: solamente viene uno o dos días al mes, y nunca en domingo, a no ser que muera alguien...

La entrevista, realizada el 13 de mayo de 1984, por la tarde, poco antes de la grabación de los toques, no fué demasiado fácil: posiblemente hacíamos preguntas sobre cosas hechas desde siempre pero sobre las que nunca habían reflexionado. Seguramente, muchas de las contestaciones eran un poco forzadas, porque no habían sido previamente formuladas; me temo haber influido a veces para intentar concretar la respuesta: me asusta un poco una entrevista cuyas contestaciones son en su gran mayoría más cortas que las preguntas, y cuyas sugerencias no despiertan largas conversaciones. Pero recogimos unos toques sencillos, con cierta gracia rítmica, y unas palabras que al menos contextualizan esos toques en su estado actual, un  pequeño sistema local de comunicación cuya especificidad es la falta de especialización: una casa guarda las llaves de la iglesia, pero no son ellos los sacristanes; la gente de una casa toca las campanas, pero si hay tormenta viene cualquier vecino del pueblo, toma la llave y se va a tocar para hacer su parte. Cabría preguntarse si la tradición de guardar la llave y tocar las campanas va necesariamente asociada a una casa o a personas de esa casa; en este momento no lo sabemos, ya que no lo recogimos explícitamente en el trabajo de campo. JOSE BERGUA es precisamente el actual descendiente de una familia que durante varias generaciones se encargó de la llave de la iglesia y de las campanas, aunque él podría ser el último, por ser soltero y de unos cincuenta años:

Mi padre, mi abuelo y bisabuelo... [¿Entonces tenía la llave en casa?] En mi casa y siempre ha estao, en una palabra. [Entonces, tocaban, ¿por qué toca su familia?] No lo sé por qué. Quiero decir, porque les gustaría, en una palabra, o cuando había aquí sacerdotes, pues cogerían una amistad por lo que fuera y... [Entonces es una tradición de familia] Una tradición, esto es; cosa que ya, pues que lo has hecho y como lo has hecho pues parece que sigues haciéndolo mientras uno puede.

Los de su casa no eran sacristanes, ya que de éso se encargaban los chavales. El aprendizaje debió basarse en la crítica de los que sabían al que intentaba aprender:

Pero primeramente cuando uno lo hace mal, pues le dicen: "Oye, mira a ver si lo haces mejor, porque éso no es tocar; ¡éso parece que es para echar a cualquiera del pueblo!" Cuando te sale ya bien la cosa, pues ya lo vas haciendo mejor, pero aún te falta, tienes que poner interés en la cosa y al final...

Había, y hay, dos campanas en la torre:

[Dos campanas, ¿cómo les llaman?] Una, Santa Bárbara y otra Santa Agueda. [Ése es el nombre que ellas tienen, pero ¿ustedes les llaman así o dicen la grande y la pequeña?] Sí, hay una que se le dice la grande y otra la pequeña.

El bandeo se realiza empujando las campanas, que es preciso engrasar; por otro lado aunque una sola persona puede hacerlo es mejor que haya más gente. El repique se realiza con una cuerda a cada mano:

Empujando... Cuando se bandean se engrasan [Se dice bandear, ¿no?] Bandear, si, o volteo de campanas [Se ríe].

Para bandear, pues según; una campana uno pues aún, pero si tienes que bandear las dos pues más bien dos, porque uno solo tiene que ser muy veterano, aspantarse con ligereza y poder, si no...

Antes se tocaba diariamente a la oración y a misa los domingos:

Antes sí, antes que había misa todos los domingos, sí. O sea, anteriormente, hace veintitantos años, digamos veintidós o veinticuatro años, pues se tocaba la oración. [¿Al mediodía nada más?] No, aquí se tocaba por la mañana. [¿Por la mañana se tocaba todos los días y vale, al mediodía no y por la noche tampoco?] Tampoco... [Los domingos] Entonces se repicaban las campanas, primero era un repiquete, después se bandeaban y después otro repiquete [Se ríe].

Los días de fiesta se señalan con repiquete, bandeo y repiquete:

[Y entonces ¿como se diferenciaba de días de fiesta de domingo?] Hombre, bueno, después últimamente namás se hacía repicar y... no se bandean las campanas; en días ya mejor de fiesta, pa fiesta mayor, pa otros días, entonces sí, se repicaba y se bandeaba.

El toque de muerto pretende avisar a todo el pueblo de una reciente defunción; se tocaba también para el cabo de año, para el aniversario, pero en ninguno de los dos casos se indicaba ni el sexo ni la importancia social ni la casa del difunto:

Pues también, cuando el difunto muere, si no te has enterao, te avisan: "Oye, que ha fallecido Fulano, por caso." Y entonces se toca a muerto y ya se entera todo el pueblo; si no... Se tocan dos toques de muerto; antes, cuando era cabo de años, que era al año, entonces na más se tocaba un toque de muerto. El mismo. Entonces distinguía la gente: "Tocan a muerto; a ver... ¿Quién se habrá muerto? ¿Quién no? Ha sido un toque solo; ha sido un cabo de año. Si es dos es que alguno ha fallecido. [Y si es hombre o es mujer se toca igual] Igual, igual. [Y sea de la casa que sea se toca igual, no hay toque distinto] No hay ninguna diferencia. [Y toques de agonía] Tampoco.

Había otros toques, aparte del de fuego. Conocemos el de Rosario, por comparación con el de tormentas. Este último toque era interpretado por cualquier vecino, y a veces tenía efecto y otras veces no lo tenía:

Sí, era imitao a tocar el Rosario, digamos. Otras veces se tocaba más deprisa, "Pim, pam, pim, pam", pero no; había veces que marchaba la tormenta, decían que era por éso. Otras veces entraba, según. [Dice otro vecino, asistente a la entrevista: "No, porque había así, pues si a lo mejor nos quedábamos nosotros o cosas de éstas, pues ya sabíamos donde estaba la llave; entraban en casa, la cogían cualquier vecino del pueblo, tocaba como si tocara al Rosario, tocaba un poco y luego ya se marchaba. Si valía, valía, pero luego ya se había visto la voluntad.]

En las procesiones se repicaba o se bandeaba, según la gente que había, tocando todo el tiempo del recorrido. El grupo de gente que sube a tocar parece ser el condicionante que marca la forma de los toques, pero no su duración:

Para una procesión pues se repicaba o se bandeaban las campanas, según. Eso dependía de la fuerza que había: si había gente joven, pues subían tres o cuatro y se bandeaba y si no, si iba uno solo, pues cogías y repicabas las campanas. [¿Y repicando todo el tiempo de la procesión, o bandeando?] Sí, sí, desde que saliera hasta que volviera, que a lo mejor bajaba allá, llegaba aquí, aquí daba la vuelta y volvía otra vez.

No hay pago por este trabajo, que no es considerado como tal aunque le llamen, como vimos antes, cada vez que hay un muerto, para que toque una o dos veces, según sea la muerte reciente o recordada un año más tarde. Se supone que la gente aprecia los toques, porque en caso contrario lo dirían:

Unos dicen que está bien; otros a lo mejor dicen que no lo sabrían hacer, depende la cosa. [¿Y qué piensa la gente de las campanas aquí?] Bueno, pues que se tocan bien, lo digo yo que interesarán, porque si las tocara mal también lo dirían.

Supone JOSÉ BERGUA que la gente, al oír a muerto, se enteraba y sabía si se trataba de un muerto o de un cabo de año, del mismo modo que le controlaban de algún modo si tocaba mal, cuando estaba aprendiendo:

Y entonces se toca a muerto y ya se entera todo el pueblo... Entonces distinguía la gente: "Tocan a muerto, a ver quien se habrá muerto... Ha sido un toque solo, ha sido un cabo de año; si es dos es que alguno ha fallecido." No pero primeramente cuando uno lo hace mal, pues le dicen: "Oye, mira a ver si lo haces mejor, porque éso no es tocar, éso parece que es para echar a cualquiera del pueblo."

Hay cierta noción de tocar distinto, con respecto a otros lados, así como cierta idea de relativismo cultural:

Sí, en otros sitios parece que no tocan así como aquí. Les dices que no tocan tan bién y a lo mejor para ellos es mejor eso.

No hay conciencia de hacer música con las campanas:

Pues a lo mejor, pero un poco de... [Se ríe]

El esquema de los toques, francamente en desuso, es el tradicional: repique - bandeo - repique, para los días de fiesta; repique solamente para los domingos, aunque parece que esta distinción era una innovación, afirmación que repetimos con ciertas dudas, y luego bandeo o repique como alternativa ante la poca asistencia de gente, para las procesiones.

El futuro de las campanas es dudoso, sobre todo porque no hay juventud que se acerque a tocar, en un pueblo casi vacío, aunque su participación sería precisamente garantía de continuidad, sobre todo cuando nuestro informante es soltero:

O seguirá tocando mejor o peor o a lo mejor no las tocan; no lo sé, depende. Yo lo digo, digo porque hoy pues tocamos todo lo que hace falta, pero no se acerca ningún joven para decir, aprender. De que, sí, un interés para... Porque es una cosa que está bien para todos, creo yo... [O sea, no hay ningún mozo joven que sepa] No, no, que no se ha probado, en una palabra.

Y estaría bien lo supieran hacer, que lo quisieran hacer, si puede ser mejor, mejor: pero que no se perdiera esta tradición.

Los toques han disminuido drásticamente: no se toca a la oración cada día, pero tampoco se toca a misa los domingos porque ya no vienen los curas como antes:

O sea, anteriormente, hace veintitantos años, digamos veintidós o veinticuatro años, pues se tocaba la oración... por la mañana.

Ahora menos... [¿Cada cuanto vienen los curas?] Cada quince días, cada veinte, cada mes, cuando pueden.

De cualquier modo nuestro informante considera interesante esta recogida, para mantener viva la tradición:

Por seguir la tradición antigua, digamos, creo yo... Y estaría bien que lo supieran hacer, que lo quisieran hacer, si puede ser mejor, mejor. Pero que no se perdiera esta tradición.

Mora de Rubielos (Maestrazgo)

La grabación de los toques de campanas tradicionales en Mora de Rubielos constituyó una de las más anecdotas más espectaculares de todo el proceso de recogida: llegamos un domingo a mediodía, un caluroso primero de julio de 1984, pensando contactar para un viaje posterior. El párroco, mosén JUAN JOSÉ FERRER MILIAN, recibió encantado la propuesta, y un par de horas después, a media tarde, en el momento de la siesta, nos dirigimos a la torre. El silencio cálido de Mora quedó roto por las campanas y la plaza comenzó a llenarse de mujeres que preguntaban el motivo: los toques tradicionales habían sido sustituidos hace bastantes años por motores y tampoco era un momento en el que se esperasen campanas, sin causar alarma.

PEDRO GOMEZ JARQUE había sido campanero durante algunos años, y cuando tuvo la posibilidad de emigrar promovió, desde su puesto de concejal del Ayuntamiento, la motorización de las campanas.

El cuestionario tuvo lugar en la misma torre, en torno a la recogida de toques. Estaba presente el párroco, que también hizo una grabación en cassette, y una hija del campanero.

Nuestro informante tocó unos años, tras la muerte de su padre:

Hasta el año setenta y cinco, estuve tocando las campanas yo ocho años, y mi padre las tocó diez, diez años. Y después murió mi padre y las toqué yo, y luego en el momento y yo me tenía que marchar del pueblo, pues las colocamos eléctricas el Ayuntamiento que por cierto yo era concejal y entonces ya pues ya el párroco de la iglesia ya se encargaba de tocar las campanas.

[Mosén: Eso fué en mil novecientos setenta y cinco]

Su padre, herrero como él, tomó las campanas porque falleció un hombre y no había quien tocase:

Estos toques son de muchos años, porque aquí había campanero, vivía en la misma torre, y mi padre pues era chico, como mi hija, como Sofía, y subía, subía, afición como todos, subía y había veces que le decía: "Toma, chaval, toca." Y mira, mi padre pues se puso a tocar y desde chaval pues se acordó, porque llegó  que el campanero viejo que había, que se llamaba, padre de Jesús, que se llamaba José, pues se murió y aquel día se murió un pariente nuestro, un tal Manuel Malderroyo de aquí de Mora, y todo el pueblo, ¡uy! iba a salir la cruz y el sacerdote, en fin, todo, y sin campanas. Enterrar un señor sin campanas y casolidad que era pariente nuestro, conque viene mosén Félix, el párroco que había aquí de Villarroya de los Pinares y dice: "Miguel, estoy en un aprieto." "¿Qué pasa?" "Pues mira, que no hay quien toque las campanas y yo creo que tú me dijiste en una ocasión que sabías tocar las campanas." "Pues sí, ahora mismo me voy." Conque estaba trabajando en la herrería, cerró la herrería, se subió y empezó a tocar a difuntos. Y toda la gente, pues claro: "Oye, ¿quien toca tan bien?" "¿Quien toca tan bien?" Y desde entonces pues ya se quedó, se quedó una temporada que tocó diez años hasta que se murió y luego murió mi padre y me quedé yo. Y luego ya al pensar de marcharnos del pueblo pues ya es cuando pensamos de ponerlas eléctricas y hasta la fecha. Ése fué el resultado del tocar las campanas, así pasó.

 Antiguamente el sacristán y el campanero eran dos empleos distintos; en el caso de nuestro informante y su padre ellos se dedicaban solamente a las campanas por su trabajo de herreros:

Pues, bueno, pues primeramente muchos años fué sacristán y campanero y después ya pues claro, nosotros como teníamos el oficio de herreros, pues no podíamos llevar de sacristán, y sólo tocábamos las campanas porque no había nadie que lo hiciese y mi padre pues tenía afición y las tocaba.

Hay en la actualidad tres campanas electrificadas, más otra cuarta con el antiguo yugo de madera. De las campanas anteriores a la guerra solamente queda una pues las otras fueron destruidas:

Había tres campanas, había el campanico este pequeño, que por cierto se badó, lo volvieron a refundir en las campanas Manclús de Valencia y otra vez se volvió a partir y ya luego cuando nos regaló don Jaime Herranz, nos regaló esta campana y en de ella se quedó esta en el sitio que no la pusimos eléctrica. Este campanito pequeño.

En el mismo sitio estaban, siempre, aquella que es de cuando la guerra, ésta la compraron después de guerra, que ahí lleva el año, en el mil nuevecientos cinco, me parece. Y luego regaló esta señora la de don Jaime Herranz.

El campanito, la campana mediana y la campana grande.

[Venían un poquico más bajas que están ahora] Sí, un poquitín más bajas, el yugo era más largo, porque casi, casi rozaba los hierros que sujetaban los maderos del yugo rozaban casi arriba en la piedra, en el marco, pasaban un dedito, un dedito pasaban, era más largo.

Yuguete. A la parte de la madera, sí.

Las campanas no pueden ser adornadas, ni hay que tocarlas después de un bandeo, porque es fácil romperlas, como parece que ya ha ocurrido:

No, a las campanas no se les puede poner nada porque es muy peligroso, proque después de que acaba una campana de dar un volteo, le pones una manta, una cuerda enrollada y se bada toda, una manta de lana o algo que le pongas, éso se bada, que no sé yo si a ésta campana le pasó algo de éso, un día que subieron aquí clavarios, clavarias. [Mosén: Pues a lo mejor por hacer el gracioso] Por hacer el gracioso, y era aquel día que la campana se fastidió, que a la, se badó y ya no ha sonao nunca bien la campana, así es que por éso, nunca, en las campanas no se ha puesto nunca nada, además es peligroso porque se puede enganchar en cualquier cosa.

Las campanas, con yuguete de madera, eran bandeadas; las dos menores con ayuda de cuerdas y la mayor a mano, empujándola:

Y después, para bandear la otra tenías que soltar el gancho, que enganchabas el gancho en el badajo y entonces ya tirabas de la cuerda y entonces ya volteaba la campana.

Todas, todas, lo mismo, lo mismo, y atabas la cuerda y de ahí tirabas y cuando se enrollaba la cuerda y luego se enrollaba, tirabas y se enrollaba y luego otra vez a tirar, se desenrollaba y ella solo se volvía a enrollar de la misma fuerza que llevaba la campana.

Todas tenían cuerda, las tres, menos no, las dos, menos la grande que la bandeábamos entre tres hombres a mano, ésa entre tres hombres, uno por cada lao y uno en el centro; cuando bajaba te agachabas, la cogías y hacia alante entre tres. [Pero así como las pequeñas giraban hacia un lao y luego hacia otro] ¡Exacto! Ésta sola una parte. [La grande era sola digamos empujándola] Empujándola, que empujándola pues era, así bandeaba a izquierdas, bandeaba a izquierdas, porque como se daba vuelta, le empujabas al yugo, bandeaba a izquierdas. [Mosén: Pero no llegaba a dar la vuelta total] Entera, completamente. Completamente, dar la vuelta completa, porque daba la vuelta y cuando te cogía el yugo te agarrabas y luego lim, empujabas, te agachabas, otra vez, cuando venía te agachabas y empujabas, entre tres hombres.

[Y éstos de las cuerdas, no llegaban a soltar la cuerda] No, no, no. No, si la sueltas, pues luego se te escapaba y se enreguilaba y ya no podías volverla, cuando ya iba, frenabas, frenabas para que no, cuando tú te quedabas en la punta, frenabas y volvías a tirar otra vez.

El repique de las tres campanas se realizaba tañendo la grande con el pie y sendas cuerdas para los otros dos badajos. Era preciso subir para todos los toques, excepto los de misa rezada que eran interpretados con otro campanito cuya cuerda llegaba hasta la iglesia:

Había un madero, que te recostabas en el madero, aquí, como este piso era de tablas, todo, hasta que reconstruyeron la torre, pues había aquí una tabla y te recostabas y cuando con el pie y ya te aguantabas bién, para no caerte. La cuerda de la campana venía aquí, atada aquí a este costao del pilar. Y despues, claro, para bandear la otra tenías que soltar el gancho, que enganchabas el gancho en el badajo.

Todos aquí riba, los toques todos se tocaban aquí a mano, todos aquí riba, menos cuando hacía señal el mosén con el campanito pequeño, también con la cuerda de la iglesia, que entonces también tocaba en las misas rezadas que no eran mayores del domingo, las tocaba el mosén en la iglesia, con el campanito.

[Mosén: Que aún está. Que es este campanito de ahí que se estira con una cuerda, pero de dentro, de la iglesia]

Los badajos se ataban, con una maderita entre ellos y la campana, para evitar vibraciones espúreas y prologar su duración:

Los badajos se revisaban, todos los volteos de campanas se revisaban. Pues las pequeñas con cuerdas y la grande con cuero, con badanas de cuero, que todavía pues aún están igual lo mismo. [Sí, he visto que la grande tiene una maderita dentro] Una maderita porque éso hace que tenga aislamiento el badajo de la campana y no se coma el eco, y así las cuerdas llevan más badeo y no se cortan enseguida, para las dos cosas. [Mosén: O sea que haga más juego y no tocará hierro] Exacto, y no toca hierro con hierro, porque si no es un roce que se esmeraría todo enseguida. Quita el eco y así no quita el eco y las badanas pues no se rozan y duran mucho más.

Los toques, realizados todos desde la torre, exigían no solamente el esfuerzo de subir, ya que el bandeo era cansado. También hubo algunos incidentes, como rotura de badajos, causados quizás por la mala calidad de los materiales:

[No tenían cuerdas que bajaran] Exacto, ésto, no tenían, venir aquí el campanero que llamaban, el sacristán de la iglesia, y subir y tocarlas.

El badajo, sí, partió una vez, porque partió, partió, y cayó al tejado este de abajo y lo agujeró todo, fíjese, de aquí allá abajo la maza. El badajo, el medio badajo, el otro se quedó atao, vaya, vaya. Pues sí, una vez de ellas, pues no sé, se partiría porque algún hierro en fín, un poco duro, no sé que pasaba, lo partía con frecuencia. Ahora ya no, desde que pusieron eléctricas y trajeron este material especial, este badajo, ya no se ha vuelto a partir, porque no hemos cambiado ninguno.

[Y que iba a decirle, suenan mejor o peor las campanas eléctricas] Hombre, pues más seguido, mejor, yo para mí mejor, más seguido y claro, están más rato porque entonces nos cansábamos y teníamos que descansar y parar y ahora pues están más rato.

Las campanas tocan también las horas. Antes de la restauración el reloj se encontraba en otra dependencia inferior de la torre, pero en la actualidad está situado en un casetón en el centro del departamento de las campanas. Carece de esferas y hay unos mecanismos excluyentes para el volteo eléctrico o el toque de las horas. De todos modos, el reloj, que es de cuerda manual, no funcionaba en el momento de la grabación:

Estaba debajo del piso, debajo del piso, y por cierto que allí estaba más resguardao y se ensuciaba menos. Lo que pasa es que al hacer el piso nuevo lo cambiaron aquíarriba para los tiros de la campana y que tocara exacto con el motor, pero que abajo el reloj estaba y se le daba cuerda, en fín, abajo también. [¿Pero ahora va eléctrico o a mano?] No, no, a mano, la cuerda va a mano, hay que subir y darle cuerda a mano, por cierto que ahora... [Mosén: ¡No funciona!] Además que le damos cuerda nosotros. ¿Ah? ¿No funciona? Pero la pequeñica sí. [Se oye dar cuerda al reloj]

[Mosén: Ésto es para los bandeos eléctricos. Ahora lo hemos puesto así porque está inutilizado por motivo de, antes de bandear hay que levantar eléctricamente desde abajo, así para que pueda dar vueltas, esto es lo que, ah, pegaba ahí] Hay un automático que cuando aprieta el mosén abajo, le da a los mandos, le levanta para que no les cojan, no les cojan las campanas, y así pues cuando acaba el volteo, después que ha terminao de balancear, lo baja y ya toca las horas, y a los mazos las horas. Sí, cuando está el motor con esta combinación, lo que es ahora con esa pesa pues no va. [Mosén: Se les puede sacar bastante rendimiento] Se les echa mucho de menos. [Sí, claro, porque este reloj, si no se veía por lo menos se oía, claro] Sí, sí, se oía muy bien, y en el pueblo lo han echao mucho de menos pero al romperse la pesa pues no va.

Desconocemos los toques diarios que debieron sonar en una iglesia de la importancia de Mora; nuestro informante, el último campanero, solamente subía para las fiestas y los difuntos.

Para las fiestas tocaban la víspera, la procesión y la misa:

... Los tres bandeos, la víspera de la fiesta, pa la procesión y para la misa tres veces. [Mosén: Inmediatamente antes] Inmediatamente exacto, para los tres toques de la fiesta. [¿O sea los tres toques de la fiesta no son repiques sino bandeo?] Bandeo, y un repique para la misa mayor, repique y luego bandear la víspera. Se bandeaba tres bandeos, tres bandeos, mosén, la víspera a mediodía, por la noche a las diez de la noche, pasacalles, y a la mañana al toque a la mañana a las siete de la mañana, tres bandeos eran todas las fiestas. Más el toque de la misa.

Para la misa dos veces, repicar y luego la campana ésa a media asta y luego el campanico tocaba el tercero, el mosén, de abajo.

[O sea el primero repicar] El primero bandear, no, repicar; primero repicar y después otro toque de repicar y luego ya la campana a media vuelta y luego el tercero ya el mosén pues cuando lo veía de por allá tocaba, cuando ya era la hora. [Mosén: Cuando iba a empezar la misa] Cuando iba a empezar la misa, o sea el clavario [palabra incomprensible] pues se espera un poco de la hora, porque ya sabe usted lo que pasa, siempre se enreda un poco más de lo necesario.

En la entrevista, realizada un poco a volapié, no hay apenas ninguna información sobre los toques de muertos, exceptuando la reflexión sobre el entierro sin campanas, que motivó la búsqueda de un nuevo campanero, como vimos al principio: Todo y sin campanas, ¡enterrar a un señor sin campanas! En la grabación recogimos tres toques de difuntos, dos de adulto, distinguiendo el sexo, y uno de niños.

En cuanto a la organización del grupo de campaneros ya es conocida: tres hombres con la campana grande y sendos ayudantes en los dos pequeñas:

Uno solo, el campanito uno sol; para la otra también otra persona sola y la grande que también se hacía a mano sin cuerda, tres personas, uno en el centro y otro a cada lao.

Era éste el modo ideal de tocar las campanas, aunque a veces subía más gente que trataba de hacer callar la campana mediana, cosa peligrosa para el padre de nuestro informante:

Sí, sí, sí, había una afición bárbara a tocar y por cierto que se enganchaban cuatro o cinco en la mediana particularmente y tanta fuerza le daban que se encanaba y daba vueltas sin tocar, pero mi padre se ponía: "Por favor, ¡que vais a tirar la campana allá abajo y vamos a matar alguno!"

La afición aparece nuevamente, y queda mal definida. Esta era la causa de tocar para el padre del herrero, unida a la ausencia de otros posibles campaneros:

Nosotros como teníamos el oficio de herreros pues no podíamos llevar de sacristán y sólo tocábamos las campanas porque no había nadie que lo hiciese y mi padre pues tenía afición y las tocaba.

Y mi padre pues era chico, como mi hija, como Sofía, y subía, subía, afición como todos, subía.

El trabajo de tocar las campanas era remunerado:

Sí, sí, nos pagaban por los difuntos, nos pagaban, creo que nos daban por cada difunto cincuenta pesetas y el mes, me parece que nos daban al mes de fiestas y de todo las fiestas eran trescientas pesetas los tres bandeos, la víspera de la fiesta, pa la procesión y pa la misa tres veces.

También conocemos el proceso de búsqueda de campanero, ya relatado al principio: al fallecer el anterior, es preciso tocar las campanas con motivo de otro entierro, y el sacerdote busca a alguien que parece que sabe tocar. Ésta persona se queda con las campanas, y a su muerte se encarga de ellas su hijo, hasta que emigra, lo que motiva y justifica la electrificación:

[¿Entonces las pusieron eléctricas porque usted se tuvo que ir?] Pues casi sí, ya las cosas, ya se ponía, como nos teníamos que marchar ya pensábamos con mosén Moisés, el sacerdote que había entonces: "Aquí ésto no sé quien va a subir, mosén." Dice: "Pues aquí yo creo que nadie, Pedro." Digo: "Pues nada, vamos a promover." Que estaba entonces una tal, la escribienta que se llamaba Teresín Cercos, todavía vive, que está aquí en Mora de Rubielos y estaba de escribienta del Ayuntamiento y también hice mucho porque las pusiesen y entre todos pues lo movimos y hasta que se colocaron, me parece una cosa estupenda.

Las campanas eléctricas aparecen como una cosa estupenda, con ventajas sobre el bandeo manual; los toques pueden ser más largos, porque no hay quien se canse como ocurría a los antiguos campaneros. Los repiques, sin embargo, aunque son iguales, suenan de otro modo:

Los repiques los hacen también, igual, sí; no es lo mismo pero repican. [Mosén: Hay que hacer ciertos juegos en el mando de ésto, y el cuadro, digamos con distintas combinaciones, en fin] De todas maneras no se sacan como a mano porque el mosén lo sabe y como a mano no hay nada. [Mosén: No, aquello es mecánico, es mecanizarse y, claro, la persona hace sus propios, sus variaciones personales]

Existe una publicación, en uno de los programas de fiestas de Mora de Rubielos, que describe las antiguas campanas y las actuales, hecho poco usual, cuyo autor es precisamente mosén FERRER MILIAN, presente en la entrevista, y que comentamos en otro lugar:

[Antes había más campanas, claro] Antes todos los arcos estaban completos, todos estaban completos. [Mosén: Mire sobre el programa, digo sobre las campanas de antes de la guerra, está, hay un programa de fiestas] [Un programa de fiestas que me parece que lo escribió usted] [Mosén: Sí, exacto... Todo, está todo]

Nuestro informante no conoce ninguna tradición oral en torno a las campanas, aunque sabe contestar al universal dicho de las campanas mayores, propuesto por el párroco, que ellos afirman no existe aquí. El mosén, por otro lado, recuerda un chascarrillo antiguo, que refiere la aventura de unos niños y de un campanero:

[Mosén: Porque hay alguno que son de muchos sitios, pero de aquí no, eso de "María Manuela me llamo, cien arrobas peso...] El que no me quiera creer que me levante el peso. [Sí, si ése está oido en muchos sitios] No, pues aquí no, no sé, a ver si me comprende.

[Mosén: Lo que sí hay algún chascarrillo aquí. He oido yo de hace unos cien años de cuando el campanero estaba aquí y los niños venían a provocarle él y, claro, como corrían más no podía atraparlos y una vez se marcharon más abajo de ésa, como se llama, de esa cocina que había ahí] De cocina, sí, una cocina que había ahí. [Pues se le escaparon para arriba y dijo: "Pues ahora sí que los cojo, porque claro, de la torre para arriba no van a poder." Ésto hace unos cien años y uno brincó por aquí, antes de que lo cogieran se marchó] Por el tejado, por el tejado, y luego brincó a la carretera por allí por el tejado del claustro a la carretera y no lo pudo coger, no. [Mosén: Pero el pobre sacristán se vé que dijo: "Éste se me ha matao, eso sí que ha sido gordo."] Y el otro se estaba riendo abajo. [Mosén: Ésto hará cien años, que yo lo había oído, pero vamos, no lo sé]

Los toques recogidos, de acuerdo con el orden propuesto por el campanero, fueron:

Primero el de misa mayor, después a difunto de hombre, a difunto de mujer, a párvulos y luego la salve.

Perdiguera (Monegros)

Las gentes de Perdiguera, que está considerado más o menos oficialmente como uno de los pueblos de la Ribera del Ebro, creen que forman parte de la comarca de los Monegros, al igual que sus vecinos de Leciñena. No discutiremos tal consideración, ya que intentamos conocer en este trabajo como se ven ellos, de que manera ordenan su mundo, como utilizan las campanas en su espacio sonoro para transmitir mensajes, cada vez más empobrecidos y limitados.

Perdiguera, que estuvo en el frente en la guerra civil, se quedó en el lado de los nacionales, por lo que la iglesia no sufrió incendio ni destrucción alguna. Se conservan todas las antiguas campanas, pero ha desaparecido quien las toque al estilo tradicional. Unicamente, desde hace media docena de años, sube regularmente a tocar para los difuntos BENITO CASTELREANAS HERRANDO.

Su entrevista fué la que abrió el trabajo de campo en Aragón, en 1983, y fué una de las más difíciles de todo el largo  recorrido: nuestro informante apenas quería hablar, y costó  convencerle, tras largas rogativas, para que subiera a tocar. Quizás hubiese en aquel momento otra gente que supiese tocar con más gracia las campanas, pero su testimonio era interesante porque aportaba el estado final de un medio de comunicación agonizante, así como una sugerente idea de servicio y de responsabilidad hacia el pueblo, la comunidad de vecinos.

El cuestionario tuvo lugar en su casa, el 3 de agosto de 1983, y el mismo día recogimos los toques en video y visionamos en casa de unos familiares suyos la grabación. Los toques fueron realizados en la torre por nuestro informante y su colaborador habitual, FAUSTINO MURILLOS CASTELREANAS. Es preciso agradecer la ayuda del señor TARRERO, que nos acompañó en todo momento durante la recogida de datos.

BENITO CASTELREANAS es soltero, de Perdiguera, y toca, con ayuda de otros, casi exclusivamente para los difuntos:

Soy de Perdiguera... Toco pa los intierros y todo éso... Yo llevo cuatro u cinco u seis años... Toco normalmente pa los difuntos... y si tienes vocación de decir, un día de fiesta... pues igual... pero nosotros lo que más los difuntos.

No recuerda ningún aprendizaje especial, aunque otra voz sugiere que quien sabía era el sacristán, recién fallecido:

Aprendí normal, como todos. [Voz de mujer:... que será el sacristán, que se murió hace dos o tres años. Pues ése es el que tocaba todo]

Hay cuatro campanas, con sus partes características, que no han sido cambiadas de lugar ni se han roto:

La mayor, la mediana y la pequeña y la de los intierretes que decimos... Campana y armazón y badajo... Las mismas: no se han quitao... y en el mismo sitio, sí.

[¿Se han roto?] No creo, porque llevan casi cientos de años y está claro que no ha pasau nunca nada. Creo yo, vaya.

No hay cambio de sonoridad de las campanas, que fueron reconocidas en el pase del video como bien majas:

Cada una tiene el suyo [sonido]: cada una responde a su tono. El tono es el mismo.

[Voz de mujer, en el pase del video: Desde luego sí que tiene el sonido bien majo estas campanas. Se oye muy bien... son majas]

Para bandear las campanas es preciso empujarlas. En el pase del video los informantes justificaron el bandeo de una sola, precisamente la mayor, por el mal estado de conservación:

¡Como a forma de bolea! Así como da a vuelta la campana, se le da la fuerza, o sea que se le empuja... con las manos.

[Al ver el video] Ahora había que bandear todas a una. ¡No se puede bandear más que ésa! ¡Las demás están todas amoladas! Y ésa cualquier día se irá pa bajo.

El medio bando, que es una tarea mucho menos pesada, está ritmado por la misma campana, que hay que frenar al final del toque:

No es un trabajo fuerte, es normal, porque la campana mismo al aire que va y viene... se toma ella la fuerza, casi, o sea que...

[Al ver el video] ¡Es que ahora no hay que dar la vuelta! [Mujer: Es que no le dan, claro] Es como no lo veían; ahora lo sentirán bien.

Siempre se para, se sujeta.

Para el repique hay una cuerda unida a dos badajos y otra que va directamente a un tercero; la cuarta campana no tiene el badajo atado y se emplea solamente para los muertos dando golpes, con el mismo badajo, por fuera. La campana mayor tiene otra cuerda para tocar desde abajo:

[Mujer, al ver el video: LLeva en la mano una cuerda que va de la una a la otra]

Lo único que se pone es una cuerda en el badajo con un gancho que baja hasta bajo, hasta bajo de la iglesia. Está allí: no lo habreis visto; un armarico pequeño que hay, dentro l'armario está. Éso hay que saberlo. Y allí es cuando se toca a misa.

Las campanas precisan ser engrasadas para el bandeo, y la ausencia de aceite es reconocida en el pase del video. El atado del badajo parecer ser responsabilidad del herrero:

Un poquico de aceite, en los ejes... [Al ver el video] ¡Ya buena hará falta también aceite! ¡Hombre! Si estuviera bien engrasada, se conocería.

Si tuviera que atar un badajo, éso lo haría el herrero.

La peligrosidad del bandeo va más allá del esfuerzo necesario para tocar, aunque el que sube ya sabe a lo que se expone. La mala conservación de las campanas puede causar, algún día, un accidente:

Aquí normalmente no ha habido [ningún accidente]. Sí que es peligroso, hay que tener mucha vista. Porque a las veces, podía engañate. Y a lo mejor, ¡en vez de meter la mano, metes la cabeza! Y t'aplega y, y vas p'abajo. No, porque es una cosa que de verdá desde pequeños sabemos lo que es la campana. Y el que más y el que menos si ve peligro no se mete. ¡O sea que al que se mete ya sabe ande s'ha metido!

[Al ver el video] ¡Oye el clujido! ¡A ver! Esos son los ejes, está floja, está tó rajau. [Mujer: Algún día ireis a coger la campana y ireis abajo!] ¡No creas que no pesa ese cacharro!

El [toque] más pesao casi, casi, el del intierro, pero normal. Como no es un trabajo fuerte, es normal.

El toque de oración caracterizaba, antiguamente, el mediodía de un día normal, pero este toque, desaparecido, apenas es recordado por algunas de las mujeres espectadoras del video:

La oración, a las doce del día se hacía la oración, que eran las seis campanadas: pam, pam, pam. Las seis, que esa era la oración. Día normal de antes era éso: tocar la oración al mediodía y nada más. Pero, en tiempos: ahora ya no se toca, ¿eh?

[Al ver el video] La oración de antes, de cuando la guerra. La oración de cuando la guerra, de la [palabra inaudible] decían. A mediodía, sólo a mediodía. [Una mujer: ¿Y todos los días tocaban éso?] [Otra mujer: Sí, hija, ¿que no te acuerdas? ¡El Angelus de mediodía!] [Una mujer: Pues no me acuerdo yo de éso]

El toque de domingos aparece confuso en la entrevista y en la visión del video; parece que sólo tocan una vez, varias campanadas sin repicar:

La misa normal, la de día de domingos, ésa se toca siguida: Tan, tan, tan, igual diez y ocho que vente campanadas.

[En la torre, durante la grabación] Ahora falta el de los domingos. Vamos a ver el de los domingos. Ahora, ahora las campanadas para la misa. Que va a empezar la misa. Son tres sólo, ¿eh? ¡Vale!

[Al ver el video] Ahora es el normal, de los domingos. [Mujer: ¡Ése es el de quema!] ¡No! [Mujer: ¡Ah! Es el que tocan a misa, ¡es verdá!] [¿Cuantas veces tocan?] [Mujer: ¿Cuantas campanadas? Veinte, las que se ocurren. Una vez, y luego es las campanadas. Tres campanadas, éste es el segundo toque]

El toque festivo consiste en el bandeo de las campanas, precedido y seguido del repique o retoque:

Después [del bandeo] se hace el retoque que se hace uno al terminar y otro al empezar, y terminar. ¡Y vale ya!

El retoque primero es el que anuncia la fiesta; luego el bandeo y luego el retoque segundo.

Ahora, si es un día festivo grande, entonces lo que hemos puesto en antes: el retoque, el bando y el retoque último.

Durante la grabación de los toques, el principal informante no quiso repicar, y le dijo a su ayudante que lo hiciese, indicándole la forma:

Bueno, pues ahora el de misa. [Ayudante: ¡Yo no he tocau nada de eso!] ¡Joder! Pues las tres campanas a una, trantrantrantran, tran, tran, tran. Después le daremos a ésa a bando. [Le dice al ayudante que lo toque y éste contesta que nunca lo hizo]

[Tras el bandeo de la campana mayor] Bueno, pues la misma jota otra vez. Venga... Tira... ¡La jotica del lugar!

Al ver el video, una de las mujeres asistentes señaló una diferencia de toque que seguramente distinguía los domingos de  las fiestas:

[Mujer, al ver el video: ¿De tres habeis tocau?] Sí, de tres, sí, y de domingos también. La de domingos es la de festivos. Esta es de fiesta grande. [Mujer: ¡Que majo es este repiquete!] Ahora bando... Se tenían que bandear todas a una... Las demás están todas amoladas.

Los toques de difuntos constituyen precisamente la parte mejor conservada de la tradición; no en vano nuestros informantes se dedican casi exclusivamente a interpretar esos toques y no los festivos. No hay ya clases de entierros, ni entierretes o entierros de niños, pero se indica de distinta manera el señal o anuncio de una defunción y la búsqueda del féretro, que se señala con medio-bandos o medios-bandos, se emplean ambas expresiones. El señal se realiza con las cuatro campanas, aunque una de ellas, cuyo badajo no está atado, es golpeada exteriormente y a mano con esta pieza metálica:

De entierros ya son otros. Ahí hay señal: el primero es el señal, que se toca con todas las campanas, ¡el señal! Mas luego, a medio bando sólo; ya indica que es toque con medio bando pa intierro. Igual para hombre que para mujer.

Antes si que había clases: como los intierros se da buenamente lo que quiere uno... Los toques eran igual, pero eso venía en el pago. Ahí ya venían clases, pero el toque era lo mismo.

El señal, el a medio bando, y cuando se va a buscar da las campanadas: tres campanadas. Y entonces, cuando dan las campanadas, entonces es cuando sale el cura a buscar al difunto, y entonces es cuando nosotros ya echemos el medio bando con otra que tiene que contestar... O sea, que cada dos medio-bandos tiene que contestar con una, que es la que es la mediana. O sea que son dos por una... Y la mayor es la que da los medios-bandos con la mediana que es otro toque, que es el que bracea...

Para entierretes éso ya no existe... pero éso era ya con tres o cuatro campanicas que formaban ahí un "Tiqui-taco, tiqui-taco"... O sea que éso ya no existe.

[Distinción de cofradía] No: está la cofradía de San Antón, la de San Miguel... son tós los toques igual.

Aquí tenemos una costumbre que llevamos y tocamos: tal como se ha muerto esta noche, mañana a punta sol ya tocamos, en señal de que est... hay un difunto. A mediodía otra vez, y luego si queremos al atardecer otra vez. ¿Que nos parece mucho? Pues lo dejamos pal intierro ya, y vale. Es... a cosa nuestra.

El señal... es distinto; pal intierro es de otra forma.

[Durante el pase del video] [Mujer:Ésto es para avisar que se ha muerto; el toque de muerto] Pues yo he oído decir al XXX, al tío XXX, que cada vez que estaría en el campo: "¡Ya suena la Chichorrera!" [Mujer: Que el de los muertos, la Chichorrera]

[Mujer: Y éste que lleva, ¿un palo?] ¡El badajo! Que estaba en el suelo. [Mujer: ¡Ah! Que en vez de darle por dentro, que le da por fuera]

Apenas quedan otros toques, como el de confesión, para las mujeres:

Otros toques, no. Bueno, para confesión pa las mujeres a lo mejor tocan cuatro u seis, cuatro u seis campanadas para ellas, para confesar que llaman.

Un toque que sigue sonando es el de quema; su duración parece depender de la importancia de la quema:

El de quema, seguido: igual vente que venticinco. Con la mayor, desde abajo, sin subir. Lo único que se toca cuando pasan las cosas, que es lo que corre el peligro, sean en el pueblo, sea afuera. [¿Se indica el lugar?] No, no, se hace el toque y después el vecindario... Hace poco tuvimos que correr al monte de Peñaflor.

[Durante el pase del video] [Mujer: Esto es quema] La quema... Ya lo entendemos bien... Bien poco ha tocao, ¡coño! ¡Hay poca quema!

Los toques, a pesar de su simplificación actual, conservan cierta distinción de fiestas; ahora solamente tocan para fiestas grandes:

Sólo se toca en las fiestas grandes; en los domingos, normal. Como vamos a poner las fiestas aquí del pueblo que se han pasao, San Isidro, la Ascensión, Corpus. Vamos, cosas d'éstas. Igual: ésas son gual que la fiesta.

Durante la Semana Santa las campanas son substituidas por carraclas:

El día de Jueves Santo no se tocaban. Las carraclas, sí, los zagales en la iglesia que le dan, que matan los judíos... Éso ya se pierde aquí.

Las campanas, normales, pero sin tocar nada: se callaban.

Se toca durante toda la procesión, aunque que cada vez menos:

Si es procesión, se toca seguido... seguido con la procesión ya. Dando vueltas, y vuelta, y vuelta... mientras que da la vuelta la procesión.

Toda la procesión, y el retoque al principio y al final.

[Mujer, durante el pase del video: Es que antes tocaban mucho, ¿eh? ¡Desde que salía la procesión hasta que entraba!]

A pesar de la relativa proximidad con otros pueblos vecinos, no había toques entre ellos. Sin embargo los toques locales, como los de quema, podían llamar para socorrer otras comunidades, más o menos cercanas:

Bueno, si corre prisa, tal como la quema ésa del monte de Peñaflor, no era nuestra, pero como eran vecinos había que tocar aquí pa que... aduya, aduyarnos unos a otros. Éso puede ocurrir con Farlete, con Villamayor, con Lanaja o ésto, con Alcubierre, con Leciñena, o sea con todo el que tiene territorio nuestro al lao, pues puede ser.

Según los toques se necesita más o menos gente en la torre. Para los de difuntos basta con dos, que deben estar bien coordinados. Los bandeos van mejor si sube mucha gente; no hay variaciones personales pero las campanas reaccionan girando más deprisa y tocando más si hay más fuerza. En caso contrario, si sube poca gente, hay que tocar todas las campanas, aunque sea solamente con los badajos:

[Para muertos] Pasa que estamos dos y nos tenemos que adaptar los dos, uno con otro: él lleva unas campanas y yo llevo otras, y ése es el caso.

Según veces: pa esta fiesta habremos estau diez y ocho o veinte. [No hay diferencias] No, porque la campana da vueltas igual con mí que con usté; la campana es la que navega. Y contra más deprisa, más toca.

Un día festivo, todas las campanas. Aunque no se puedan tocar, hay que tocalas. Aunque no se puedan bandear, se tocan los badajos. Por meter ruido.

El grupo, más o menos numeroso, de gente que sube a tocar suele estar compuesto por hombres, ya que no es normal que lo hagan mujeres. Si son las fiestas de un barrio, son precisamente los vecinos del barrio los que suben a bandear:

Tienen el gusto a lo mejor [las mujeres] de subir por ver como se toca.

[Durante el pase del video] Aquí subían... Dos o tres veces vinieron unas cuantas chicas, que las mandaba el cura que aprendieran, pero no s'han visto, ¿verdá? [Mujer: Es más normal que sean los chicos que las chicas. Y subíamos cuando nos tocaba estar limpiando... que el señor Urbano subía solo]

Pues el año pasau, para san Isidro, tocaron una cantidá... grandisma. Por que pa, tó estos del barrio subieron. Tós los del barrio. Y tocaron pa San Isidro. Como se conoce que hay fuerza.

En realidad la gente no sube a tocar por dinero ni por obligación, sino por gusto, por afición, por vocación, por devoción:

Eso de campanero es más el gusto que tiene uno. Pasa que aquí [para la fiesta] el que quiere pues sube; tiene el gusto de decir: "Oye, que voy a tocar yo un rato." "Y yo otro." ¡Pues tocar! Contra más mejor! Que nosotros vamos por gusto. Aquí no falta d'éso... por afición. Por decir que le den a uno nada. La afición del pueblo, que otra cosa nada. Hay mucha vocación aquí y mucha devoción en éso: en cuanto se dice que se va a tocar pa una fiesta, no falta gente. Porque si a mí me dicen: "¡Oye! Te vamos a dar veinte duros.! Si no voy por los veinte duros. Si yo voy por el cariño que le tengo al personal del pueblo. Que si no no iría. Porque muchos ni aún las gracias te dan. Conque si uno no tuviera cariño, ¿a qué iba a ir? ¡Si no te dan ni las gracias! Pues ahí está.

[¿Qué siente cuanto toca?] Pues, ¡lo que hemos hablao! A pesar de que sea un intierro pues alegre porque voy con esa afición.

[Al ver el video] [Mujer: Subía muchísima gente a mediodía, cuando era fiesta. ¡Hala! ¡No sé si es que los subía el señor Urbano o qué!] [Hombre: No, que había más...] [Mujer: Subía una letanía: los que tocaban y los que no tocaban. Porque subía una cuadrilla detrás de otra]

Había ciertas ocasiones en las que los tocadores comían y bebían en la torre: la noche de las ánimas o durante las fiestas. En este último caso era el Ayuntamiento el que pagaba la botella de anís:

Lo único que se hacía antes, que era una merienda cuando las ánimas, que decían: "Bueno, que hay que perder la noche para tocar." "Bueno, pues haremos unas migas o lo que sea."

[Al ver el video] Y luego pa la fiesta, los días buenos, daban una botella de anís. Pa los tocadores. El Ayuntamiento la daba... ¡Es que antes tocaba mucho!

Los actuales campaneros, dedicados casi exclusivamente a los toques de difuntos, no cobran en principio por su trabajo, que consideran una especie de servicio a la comunidad:

Nosotros vamos a tocar y no cobramos un real, nadie. Nosotros llegamos, un intierro. Nosotros llevamos tres o cuatro intierros que no nos han dicho ni gracias. Ni el pueblo nos dará tampoco. Es el gusto de que vamos nosotros, que no es aquello que nos da nadie nada. Si quieren nos dan y si no pues nada. ¿Qué hacer? Nada. Si hay alguno que tiene voluntad de decir: "Oye, ¡toma veinte duros pa echate un café!" Y si no, pues nada.

[Al ver el video] No cobramos nada. [Mujer: A vosotros cuando os murais os rezarán más y en paz] [Otra mujer: ¡A ellos no les tocará nadie!]

Estos campaneros, dedicados a los toques de difuntos, son llamados inmediatamente después del óbito, para iniciar sus avisos comunitarios:

Sí, tan pronto como hay un difunto, te avisan; vienen y te avisan. [Las veces que hay que tocar] lo llevamos nosotros.

Los receptores son, en última instancia, quienes juzgan sobre la calidad y cantidad de los toques realizados. Durante el pase del video, hubo dos interesantes observaciones: por un lado el toque de difuntos estaba considerado como mal tocado, y por el otro alguna de las mujeres descubrió técnicas que ella imaginaba de otro modo:

Toca de todo; eso pasa como en la política. Igual. "Hoy habeis hecho un toque... estupendo" [Al ver el video] [Mujer: ¿Quien es el que ha tocao a muerto? ¡Porque cualquier día lo haces mejor que hoy!] [Mujer: Oye, pues fíjate: no sabía que tocabais...] [Otra mujer: Yo pensaba que daba vueltas la campana] [Mujer: Y éste que lleva, ¿un palo?] ¡El badajo!

El conocimiento de los toques, por parte del pueblo, es asociado por el informante, a la unidad que existe en la población, sobre todo a la hora de la muerte de algún vecino:

La gente sabe, sí. ¡Tanto como nosotros! Pa intierros y éso se está muy aunido, y en cuanto hay una baja y éso, no falta casi nadie.

La falta de especialización actual, unida a la falta teórica de salario, se traducen en la ausencia de un status definido en la comunidad. Por otro lado la ocupación de tañedores de campanas va asociada a hombres mayores y no a jóvenes:

¡Sí! ¡Mira! Cuando dice que no quiere ir... ¡pues otro! ¡Pa lo que cuesta! [Al ver el video] Dirán: "¡Qué campaneros más viejos!" [Mujer: Jóvenes no habrá]

En todo este contexto, el trabajo voluntario del campanero de difuntos, como es nuestro informante, queda definido, más o menos explícitamente, como una afición, un servicio comunitario. Los toques, por otro lado, quedan definidos estéticamente del modo usual:

Yo lo que más es afición, más que nada. ¡Como todo! Una afición, una cosa, no li importa que le paguen o no le paguen más que va por la afición que lleva. Afición es que tienes un cariño al pueblo y lo haces por él. Por otra cosa, no.

El toque más bonito, el de fiesta, porque es el más alegre que hay pa todos. El más feo, casi casi, el intierro...

¿Tocar mal? A lo mejor que te equivoques en un toque: ¡a lo mejor que tengas que pegar uno y hayas pegao otro! Que a lo mejor me ha pasao que he dao un campanazo, y en vez de aquel era el otro. Pero a rectificar y adelante otra vez.

A pesar de la simplificación actual, tienen conciencia de tocar de manera distinta a los demás lugares, e incluso en la conversación salen otros pueblos más o menos distantes que les han chocado:

Hombre, yo creo que sí. Cada uno tendrá su forma, ¡yo creo! Aquí... ¡a la forma nuestra! Que, pa nosotros, ¡mu bien! Ahora, a lo mejor vendrá otro forastero y dirá: "¡Vaya unos toques que tocan!" ¡Ése es el caso! ¡Y a lo mejor llegaremos nosotros allí y dimos [sic] lo mismo! [Al ver el video] Pues hay un pueblo en la provincia de Valencia que está la iglesia en un precipicio en una roca y cuando voltean se cualga uno y voltea en la campana. Y hay una pila de metros de desnivel. En el Rincón de Ademuz. En Castiel... Fabib. Y el que más aguanta volteando, y, y se la mueve él solo. Se cuelga de la campana. El de Huesca, que también estuvo muchos años tocando, aquel hombre. [Mujer: En la tele salió, sí] [Otra mujer: Cuando no estaba el campanero estaba la campanera. O era una que salió campanera. También, una mujer. Que era mujer del sacristán, sacristana. ¡Sí! De un pueblo]

Conocemos alguna de las reglas que estructuraban los toques, como el orden del repique que precede al volteo, y el aparente desorden en el bandeo de las campanas, que comienzan y terminan más o menos a voluntad:

El retoque primero es el que anuncia la fiesta; luego el bandeo y luego cuando se termina el retoque segundo. No, normalmente, o sea, la primera que da la vuelta, se lleva la partida. Y detrás de aquella otra y otra y ese es el caso. Para parar igual tiene parar la una que la otra.

Los actuales campaneros, a pesar de su edad, son los últimos, porque los jóvenes no quieren aprender:

La gente joven, ¡ay, joder! Ésos, lo que quieren es pasarlo bien. Pero ellos en otro sentido. [Al ver el video] [Mujer: Pues que vayan aprendiendo. Enseñar a alguno por ahí. Éso se aprende]

Los informantes reconocen la disminución actual de toques, pero al ser preguntados explícitamente reducen la importancia de tal limitación:

No, porque son normales: se podía decir que a diario se toca igual [que antes]. No es más que la oración que no se toca, pero éso ya no es... No son más de cuatro campanadas, que éso no...

El futuro de las campanas no aparece aquí negro, sino incierto y cíclico, por decirlo de algún modo; las cosas vuelven y se van, como ha ocurrido toda la vida:

Yo creo que aquí no se pierde tan fácil ésto. Porque el pueblo mismo lo pide. O sea, no es aquello que lo abandone. Siempre, lo que pasa: siempre hay... Aunque unos tiren una cosa, otros la recogen. Como la política: llegará más adelante, y será otro. Pues estamos ahora nosotros, vendrán otros jóvenes que vendrán en la misma postura que nosotros que lo cojerán también. O sea que...

Rubielos de la Cérida (Cuenca del Jiloca)

Los toques grabados en Rubielos de la Cérida constituyen uno de los conjuntos más pobres y degradados de todos los recogidos en Aragón: se trata de un pueblo apenas habitado por unos pocos vecinos en invierno, y el abandono se lee por todas partes. Un interesante órgano barroco se cae a trozos en el coro de una iglesia mal conservada, a pesar de no haber sufrido daños en la guerra; un reloj de varios siglos duerme en silencio en la torre el final del tiempo, y las calles no han recibido todavía las zanjas para llevar el agua a las casas. De los toques, a pesar de su simplicidad, hay algo más que decir: su papel comunitario. Ante el abandono de las gentes, de las instituciones y de las cosas los pocos vecinos han optado sin embargo por una especie de compromiso tácito para seguir tocando, especialmente cuando llega alguno de los antiguos habitantes, fallecido, para reposar en la tierra de donde tuvo que emigrar. En la grabación no recogimos, y probablemente fue el único caso de todas las tierras aragonesas, el repique festivo, que debió sonar en las antiguas campanas de Rubielos. De cualquier modo, los toques recogidos, en su simplicidad, en su evolución, permiten reconocer el papel tradicional, aún actual de las campanas como medio de comunicación colectivo. Es preciso agradecer la hospitalidad de ANA RAMO SORIANO, hija del pueblo, emigrante aragonesa en Madrid, que quizás vuelva algún día a su casa. La entrevista tuvo lugar en la torre el 16 de junio de 1984, por la mañana, mientras preparábamos el equipo de video y antes de recoger los datos de las campanas. Recogimos las palabras de tres hombres, anónimos, de cincuenta y tantos años, que subieron a tocar, sin comprender demasiado el interés que pudiera tener algo tan natural como tañer las campanas del pueblo. Ellos tocan, principalmente, cuando muere alguien:

Aquí, cuando llega una difunción, pues así como un servidor y otro que es el cartero pues, ha sido desde pequeño ya monaguillo, ¿sabe usted? y así nos vamos defendiendo.

Ellos fueron monaguillos cuando eran niños, y entonces se encargaba de la iglesia, del reloj y de las campanas, el padre de un sacerdote que había en el pueblo:

Porque aquí, yo, cuando, cuando yo era monaguillo, pues había un mosén en el pueblo, que usted lo conoce igual, y tenía su padre. Y ese señor es el que llevaba todo ésto de venir a la iglesia, atender, darle cuerda al reloj y tocar las campanas y todo éso, y entonces, ya, claro, eramos monaguillos entonces, ocho o diez años.

Hay dos campanas, que consideran buenas y de las que desconocen hasta los nombres, y un campano roto que podría proceder de otro lugar:

Éstas son buenas, to'l mundo cuenta que mucho, y claro, pues no se arreglan, pero esta campana es muy buena, tiene un son.

[¿Y esta pequeñica?] Éso es el campano, que aquí le decimos. No lleva, no tiene, está rajao, y ese campano no, no es de aquí. [Ana, leyendo una de las inscripciones: "Bárbara"; ¿ésto es quien lo regala o qué?] ¡Huy! ¡Quien sabe éso, hija!

Es preciso poner aceite en los ejes para poder bandear:

Bandear también. No podemos porque mira, está más duro. Antes, con un poco de aceite, se les ponía aquí en los ejes y ya iba muy suavecico.

Recuerdan algún incidente, como un golpe en la cabeza que se dió alguien y que ocultó varios días con la gorra, por temor a su padre:

Y le dijo: "Quitate la gorra..." Y tuvieron que ir al médico enseguida. [Y llevaba mucho, ¿oh?] No hombre, mucho no, pero que como hacía unos días que por el temor de no decírselo al padre, pues se le infestó. Que le había dao la campana un poco.

Solamente tocan los domingos, a misa, pero ya no repican:

Pues tres toques, tres toques a misa, "Tim, tim, tim", y ya cuando termina el primero hacen "Pom", y ya sabes que es el primero. El segundo, dos, y el tercero tres. [El tercero tres, pero ya no suben a repicar un domingo] No, no, no, no, ahora como no éso, pues no suben ya, no se sube ya.

Para las fiestas se repica primero y se bandea después, aunque no grabamos tal repique, que parece ser cosa de monaguillos, y que apenas se toca. Otros toques que precedían a las fiestas han desaparecido por rotura del campano. ¿Era un toque de vísperas, como hora litúrgica?:

[Y entonces para fiestas ¿qué tocan?] A bandear, a bandear, lo primero repican, que se dice, y después a bandear. [¿Quien repica, usted mismo?] Y los chicos, los chicos, los monaguillos, pero vamos, ahora ya no es como antes, tampoco, no, ¡bien! [Antes] pues repicaba lo primero. Sabes, pues tocaban el campanico. LLegaba el día San Pedro, el día San Juan y Pascua y Navidades, tó éso. [¿Y hacían un repique?] No, en vez de tocar esas campanas, pues se tocaba el campanico: "¡Ya está aquí Pascual!". Bandear también.

El toque de difuntos es el que se conserva mejor, sin decir el sexo del fallecido, que pudo indicarse con ciertos golpes que preceden y rematan. Hubo una diferenciación de categoría de entierro, señalada con las campanas a medio bando, en vez de ser golpeadas con el badajo:

[¿Cuantos toques hay?] Tres y luego cuando se va a por el difunto y éso, pues se sigue tocando a muertos hasta que viene aquí a la puerta de la iglesia. [Pero el toque es igual todas las veces] Todas las veces igual, igual, sí. [Pero vamos, si es hombre o si es mujer se toca igual] Lo mismo, lo mismo. Lo mismo, nada, ahora si por casualidad hay una señora que a lo mejor queremos decir que es más rico, éso es, pues es a medio bando que dicen, si quiere la familia, éso es. [Otra cosa que les quería preguntarle, cuando ha empezado la señal de toque de, o sea la señal de muerto le llama, ¿verdad? ¿da tres golpes, siempre tres?] Sí, tres. [Y en la despedida otros tres] Sí, van los tres.

Pudo haber toque de tronada, pero alguno de los informantes parece asociar tal nombre a una llamada colectiva de peligro, describiendo de manera muy interesante el proceso de comunicación:

Y para las quemas. Y cuando viene una tormenta. No, de éso nada. No, hombre, no, quiero decir yo que si una llamada, también sirven las campanas para... Te ocurre por la noche, y aunque sea de día da igual, porque vienes aquí y claro, pues en cuanto se toca a tronada, pues ya sabes que es una cosa de peligro.

Volver al  Índice