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Las campanas de Aragón: un medio de comunicación                                                          Dr. Francesc LLOP i BAYO

Caspe - (Bajo Aragón)

El 14 de septiembre de 1983 estuvimos en Caspe para recoger los toques de campanas tradicionales, que plantean numerosos problemas por su simplicidad, aunque ello parezca paradójico: tras un primer contacto, los toques recogidos nos chocaron por su sencillez en cuanto a la forma. Sin embargo, tras un posterior análisis, estos toques tan sencillos parecían disponer de todos o al menos de numerosos elementos de los tradicionales. Otro problema que plantearon, que no podemos resolver todavía, es su relación con aquellos históricos desaparecidos, de los cuales conocemos unos documentos escritos poco usuales.

Es preciso agradecer a VICTOR BONDIA, que fué sacristán y campanero, y que nos guió con sus palabras y sus toques así como a MIGUEL CABALLU, del Grupo Cultural Caspolino, por su generosa colaboración material, tan necesaria para realizar el trabajo de campo. Queremos agradecer, de un modo muy especial, a ALBERTO SERRANO, que nos acompañó y nos dió su palabra y su amistad, bienes tan escasos, y que ayudan tanto en la necesaria soledad de la investigación. Por último, pero no el último, queremos reconocer la colaboración de JOSÉ MARIA ANDREU PIQUER, cura párroco de Caspe, cuyo texto mecanografiado de autorización para el campanero, de fecha 12 de setiembre de 1983,  decía, entre otras cosas, lo siguiente:

AUTORIZO:a Dn. VICTOR BONDIA MUSTIELES, domiciliado en  Caspe, para que pueda realizar los tradicionales toques de campanas de la Iglesia Parroquial, con el fin que sean conservados dichos toques y para que al realizarlos y escucharlos los habitantes de la población de Caspe, sepan que se refiere a tal efecto, únicamente.

Y para que conste y a efeectos de conservar una de las tradiciones eclesiales y no sea obstáculo ninguno dichos toques que no tienen otra finalidad mas que conservar dicha tradición.

Localizamos a VICTOR BONDIA por una llamada que realizamos, al principio de nuestra investigación, a través de algunos medios informativos aragoneses, como la revista "Rolde", "Entabán" o "Andalán". Esa petición llegó a manos de ALBERTO SERRANO, que la difundió a través de las ondas de Radiocadena Española en Caspe. Casi inmediatamente se le presentó nuestro locuaz informante.

El señor BONDIA estaba a finales de los setenta de baja laboral, por un accidente de trabajo sufrido,

En otros tiempos hubo sacristán y campanero:

Sí, aquí antiguamente había campanero. Antes de la guerra había campanero y sacristán, que eran dos plazas distintas las que tenían.

En los años sesenta el sacristán se encargaba, aparte de todas las obligaciones de su cargo, como mantener y conservar la iglesia, de preparar los ornamentos y de hacerlos lavar, de tocar las campanas:

Tenía que intervenir, por ejemplo, en que a las horas de las misas los párrocos, o sea el párroco o el sacerdote tuviera los ornamentos preparados, arreglaos, el altar arreglao. Éso era diariamente todo el año, pero luego, la época cuando empezaba de metá de otoño en adelante que ya empezaba a refrescar, esta serie de cosas, pues había que encender la calefacción... y durante todo el invierno pues alimentarla y limpiarla y toda esta serie de cosas, así que ésto a mí me llevaba muchas horas de parte de mañana, de parte de tarde y todas esta clase de cosas y luego también me hacía cargo que mi mujer venía y me ayudaba en hacer la limpieza de toda la iglesia, si no todos los días, por lo menos dos veces a la semana; se tenía que limpiar, quitar todos los bancos, volverlos a organizar, todo ésto, y a atender a los toques de campanas, y... en fin, y... toda esta serie de cosas... y yo, sacristán, pues he preocupao pues de ésto, de atender a los sacerdotes, tener los ornamentos preparaos, llevar la ropa.

Existen tres campanas en la torre de Santa María:

Ahora en la torre tenemos tres campanas, más las matracas... La campana pequeña, que se llama cimbalín, que es la que se bandea... [Otra, que] simplemente nosotros le hemos llamao siempre la campana de misa... y luego tenemos la otra, que es la que está arriba del todo, que está... justo en la cúpula de los hierros, en la cúpula; ésa es la grande, que se usa junto con la de misa para la... los difuntos... La grande, que es la que suena menos pero abarca mucho más terreno por la vibración tan enorme que tiene...

El sacristán-campanero interpretaba unos pocos toques, muy sencillos, que estaban, sin embargo, cargados de connotaciones. Los días normales se tocaba con la campana de misa:

Antes de empezar, por ejemplo, la misa, digamos a las nueve, pues bueno, a las ocho y cuarto se hacía el primer toque, tocaba veinte o treinta campanadas y parabas, digamos pues un segundo o dos segundos y en ese tiempo, entonces, hacías "tan...". Ésto ya indicaba al pueblo, ya comprendía que se había hecho el primer toque. Luego, a las ocho y media, hacías el segundo toque, otro toque igual, que ya era el segundo y ya entonces, empezaba un solo golpe. Al terminar, en el intervalo también del mismo de eso, pues daban dos toques: "tan..." y al ratico, otro. El pueblo hacía "el segundo toque". Y, a la hora de empezar, que el sacerdote ya iba a salir, digamos de la sacristía al altar, para celebrar la misa, entonces ya se tocaba el tercero, dando tres golpes pa finalizar y dar a entender al pueblo que era el tercer toque.

Y por la tarde... la misma rutina.

Los domingos se realizaban los toques del mismo modo, aunque más veces, al celebrarse más misas, por la mañana y por la tarde:

Así que los domingos teníamos de cuatro a cinco misas.

Los días de fiesta tañían tres campanas, todas las campanas de la torre, según el sacristán-campanero, tocando las dos mayores a gran velocidad, y bandeando la pequeña; a ese toque le llamaban el repique, y lo realizaban, como todos los otros, desde la iglesia:

Se hace el repique de campanas que ahí ya entran todas, son tres. Que se bandea sólo es una, que es el cimbalín y las otras simplemente el golpe... Se puede hacer con dos [campaneros]; con tres mejor, pero con dos, se puede hacer, porque el que no bandea puede coger dos campanas y dándoles "tan, tan, tan, tan". Ahora, el que no bandea no, porque tienes que primeramente darle la ésto que de la vuelta la campana, y una vez que ha dao la primera o la segunda vuelta ya cogerle el aire y que no te se pare ya, que vaya bandeando, dando vueltas, dando vueltas, que ésto hay que cogerle el tino y estar uno ya digamos a corriente porque algunos les parece fácil el bandear... por que el bandear es muy difícil porque a veces te crees que va a dar la vuelta y te se queda la campana boca arriba o boca abajo y entonces te se encalla y hasta que la vuelves a hacer mover pues te cuesta un poco y más ahora que las cuerdas no están en condiciones como estaban cuando yo las manejaba.

Los toques de difuntos se hacían con las dos campanas mayores:

La de misa y la otra. Por ejemplo, con la de misa, la ordinaria, pues ya depende, cuatro o cinco toques en intervalo de fracciones de segundos, parar un momento y luego haces "tan", un solo golpe, luego vuelves otra vez, tres o cuatro golpes con la otra y uno con la grande, que es la que suena menos pero abarca mucho más terreno por la vibración tan enorme que tiene.

Pues entonces, cuando había muerto, digamos... pues bien, el muerto supongamos que se va a buscar a las cinco de la tarde, ¿verdad? Pues bueno, yo, a las cuatro y cuarto tocaba con la campana ordinaria digamos tres o cuatro golpes o cinco seguidos y paraba y luego cogía la gorda de arriba y hacía "¡tom!", un golpe seco, continuaba hasta un promedio de decir... de... digo... decir de... ya... dar lugar... tener lugar a dar de cinco a seis golpes secos de la otra. Si ésto, a las cuatro y cuarto, por ejemplo, a las cuatro y media pues se daba el segundo... igual también, y a las cinco se daba ya el tercero, y ya los familiares del difunto... y toda la concurrencia que de acompañamiento al difunto dice: "Pues bueno, ya es el tercero, ya sale el cura de la iglesia."

El cura iba a casa del difunto a buscarlo, llegaba allí y le hacía el responso ritual que había allí por costumbre, que ahora se ha alcorzao algo, que antes era... era un poco más largo con algunas cosas más, como por ejemplo se le llevaba el guisopo... con la agua bendita y esta serie de cosas y luego el sacristán pues tenía la misión de preparar aquí... hachas, para poner las hachas, la mesa para poner la caja del difunto y esta serie de cosas y luego las puertas abiertas según la época que te encontrabas, porque si era en verano pues sí las abría pronto pero si era invierno, como era... había calefacción, para no se marchara estabas al tanto y no las abrías más que en el momento propio de que veías que llegaba el... ésto... ahora, no echar, digamos, el carbón por la ventana... y a la que veías amanecer ya el difunto por algún sitio, entonces tocabas ya otro toque igual, hasta que la caja entraba dentro de la iglesia, en cuanto el difunto estaba ya dentro de la iglesia, ya se terminaba de tocar.

Se tocaba igual para hombres y mujeres difuntos, y no había distinción de clase. Nuestro informante creía recordar que para niños muertos había un toque distinto:

No, en niño, para niño, entonces si no era... había hecho la primera comunión, entonces si mal no recuerdo, pero ésto no lo he llegao a conocer... y me creo que solamente se tocaba con el cimbalín, sin bandear, sin llegar a bandear... desde abajo también.

Había un toque muy especial, aunque muy sencillo de forma, que anunciaba el peligro de tormenta; el toque de descubrir:

Y yo estaba a lo mejor en el campo a un kilómetro o dos kilómetros de aquí pero vamos, como era el verano, la época del verano, y yo veía a lo mejor una nube que parecía que amenazaba tormenta y esta serie de cosas y como la tradición era descubrir aquí, sacar, pues sacar la Veracruz, anunciar la Veracruz, porque había mucha fe en eso, que por desgracia se ha perdido, pues bueno, yo, en cuanto estaba en el campo y veía una nube que veía que no me gustaba y tal y cual me venía corriendo al pueblo... Y entonces yo, cuando ocurría un caso de éstos, ya cogía el teléfono... y avisaba al párroco o a algún sacerdote...: "Que deje lo que tenga entre manos y que suba automáticamente", digo, "porque hoy voy a echar a tocar y hay que descubrir". Claro, yo la Veracruz podía sacarla y prepararla pero no hacer, sino que eso era cuestión de un sacerdote, y ya subía y se hacía el descubrimiento este.

El toque de descubrir era muy sencillo:

Sí, el de descubrir pues simplemente se tocaba con la campana de misa, la campana que llamamos de misa ordinariamente, cada repique podías tocar un poquitín más deprisa, por ejemplo... un poco más deprisa, porque la gente hacía: "!Coño! Ya tocan a descubrir, ésto no es a misa!". Y no se daba esos golpes digamos para... para señalizar primero, segundo o tercero, sino seguidos, seguidos, seguidos, y "dan, dan, dan, dan, dan, dan". "Toca a descubrir!". Entonces, pues toda aquella gente que había bastante, que en ésto había ... mucha fe, pues ha venido mucha gente y el cura salía con la Veracruz a la puerta, y yo con el desto de la agua bendita y el guisopo, se rezaba ahí los responsos.

El toque de procesión era, asímismo, el repique, con interesantes características, a pesar de su sencillez:

Para una procesión, por ejemplo, cuando es la procesión del Corpus, que se toca bandeando, ¿verdad?, las tres campanas y bandeando la que, la única que se puede bandear, luego el sacristán pues está al tanto y calculaba más o menos... los tres toques, hasta que sale la procesión; en el tercero ya sale la procesión, ya están los pasos preparaos... todo el mundo preparado y ya a la calle... el sacristán pues una... por regla general sabía el recorrido, que tenía que hacer en dicha procesión y estaba al tanto. Dice: "Pues bueno, ahora está por tal sitio, más o menos". Tocaba, hacía un toque... No lo veía, claro, la procesión no la veía más que cuando entraba y salía. Pues, por ejemplo, que te diré yo, porque por regla general entonces solía subir la procesión por la calle Todón, que solemos llamar... Todón; subían hacia arriba a bajar por la calle Nueva, pues bueno, a la que venía entonces la calle Nueva decías, más o menos están por ahí, hacías un toque, luego cuando finalizaba, calculaba y ya dices: "Pues bueno, ahora está finalizando la calle nueva y está ya cogiendo la calle Santa Lucía", y ya hacías otro toque por regla general y si no se hacía, no pasaba nada... Y ya cuando cogían Santa Lucía ya se enfocaban rectos hacia la iglesia, ya subían rectos... Y cuando ya veías que el personal, porque la misma gente ya te decían "pues ya está por aquí", más cerca o más lejos de la iglesia, pues ya estabas al tanto y apenas veías el primer paso pues entonces ya: "pam, pam, pam, pam, pam, pam, pam, pam, pam". Hasta que el último paso... entraba.

No había otros toques en la Colegiata de Caspe, al menos en los años sesenta. No había toques de fuego, ni toques de oración a lo largo del día ni tampoco toques de compra-venta u otros avisos comunitarios, aunque quizás hubo, en otros tiempos, un toque de perdidos, como en Maella, que servía para llamar, en las noches, de niebla o del mal tiempo, a los pobres extraviados que podían así encontrar su camino de vuelta a casa. Había un momento, a lo largo del año, en que las campanas enmudecían y su voz vibrante era sustituida por las matracas:

Se tocaban todas las campanas, y el repique, pues, el resto del año, era todo igual, menos Semana Santa, que a partir del Jueves Santo pues las campanas se dejaban ya digamos paralizadas y se tocaban las matracas hasta el viernes, hasta después de la procesión del Viernes Santo... y entonces, a partir... después de finalizar ya la procesión del Viernes Santo, ya se paralizaba todo... a media noche, o sea a las doce de la noche que se paralizaba el jueves, se paralizaba la misa y metá, y el día de resurrección, entre el sábado y domingo de media noche, pues se hacía, ya se continuaba con la misa, que se había quedao cortada el jueves y se hacía el repique, después ya de Resurrección, y un rato también se repicaba.

Los toques que faltan en la torre, como los de oración, a lo largo del día, o los de incendios eran interpretados sin embargo por otro medio sonoro de comunicación local, la sirena instalada en otro importante edificio comunitario, el Ayuntamiento, que no solamente tiene connotaciones temporales sino espaciales:

No, porque a fuego aquí yo no he conocido tocar las campanas, por el hecho de que está, hay una sirena montada en el Ayuntamiento de Caspe, y lo mismo que hoy la oirá usted, o sea la oireis vosotros tocar a la una para el cierre de comercios...

El mismo se toca para un incendio, si es en el pueblo. Por ejemplo, simplemente para cerrar el comercio nada más es el toque; si es un incendio dentro del pueblo, hace dos toques, y si es un incendio fuera del pueblo, digamos ya en el extrarradio del pueblo, en una casa de campo o algo así, son tres toques de sirena.

Los toques de campanas, de matracas y de sirenas que acabamos de describir no parecen ser, por su sencillez, muy antiguos, aunque cumplen todas o casi todas las funciones comunitarias que cabría esperar de un medio de masas tradicional. Ahora bien, ¿fueron antiguamente así? No tenemos ninguna referencia oral sobre esos toques antiguos, que una torre de la importancia de Caspe debió interpretar. No sabemos nada sobre técnicas, ni sobre ritmos empleados. Tenemos, sin embargo, un precioso documento manuscrito, incompleto, que vamos a copiar e intentar comprender. Se trata de un texto cuyo soporte es poco usual, pues está pintado sobre una capa de yeso en la pared, en un cuartillo que se encuentra subiendo al campanario, justo debajo del tejado. El documento está manuscrito, a varias manos, y algunos de los datos están fechados. La parte más importante está realizada con pintura roja, y con letras irregulares, de 5 a 10 cm. de altura, y el resto está escrito con lápiz negro, con frases intercaladas entre las otras. Faltan trozos del manuscrito, realizado como decimos sobre yeso, que está desconchado y desparramado por el suelo, y cuya reconstrucción sería quizás demasiado penosa para los resultados posibles: los trozos de yeso caidos de la pared están rotos en minúsculos y múltiples fragmentos. Transcribimos el texto más o menos en el mismo orden en que está redactado, escribiendo en letra normal las frases pintadas en rojo, y respetando la grafía:

3.10.19

NATIBIDAD = 1ª

CORPUS = 1ª. 14 reales

BALMA 2ª C Los Santos Reyes = 1ª clase

Los días de Carnabal se toca a misa de 11

los días de Carnabal se toca a bisperas alas 2½ Se continua asta Pascua. a Pascua se toca alas 3 a san Anton San Blas San Balero se toca la campana a misa.

1ª derecho del campanero del día CARNABAL   juebes santo 9 pesetas

LOS DIAS 15 16 y 17 DE FEBRERO SERAN = 2ª

Año 1920 dia de San Jose fue de 1 clase

JUEVES SANTO = 1ª C.S SEBASTIAN = 1ª C

Mes de Setiembre fiesta de los Dolores Comunion General

Pascua Resurrección 1ª Clase

Domingo de la Rosa 2ª Clase

En este dia alas 2 y ½ se toca la campana Grande á Nona

3 toques como para Visperas

Ascensión del Señor [borrado] Clase

La Trinidad 2ª - Jose [ilegible]

Pascua Pentecostés 1ª Clase

San Pedro 1ª Clase Santo [falta yeso pared]

San Roque 2ª clase

Asunción de Nª S.a 1ª N. Sª de [falta yeso pared]

Todos los Santos: 1ª CL [falta yeso pared]

Natibidad [falta yeso pared]

El salto cualitativo y cuantitativo entre esta lista de toques de los años veinte y los toques de los años sesenta es impresionante. En esta lista los días tienen clase, con respecto a un ciclo litúrgico anual. Vemos también que se toca para las antiguas partes del día, según una medida litúrgica, pero que no carecía de afectos sobre la vida de los habitantes de Caspe: tales toques debieron marcar, como en tantos otros lugares, los ritmos de vida diarios de la comunidad. Así se habla de Bisperas, que varía de horarios, a lo largo del año, y también de Nona, otra antigua hora romana, trasvasada a la liturgia y mantenida, en muchos lugares hasta los años sesenta. El análisis permite poca información más, ya que este texto, insólito en cuanto a las costumbres de los campaneros, serviría sobre todo como referencia mnemotécnica, pero no nos dice como se podría tocar a primera o a segunda, o a vísperas. Lo único que sabemos es que tocan la campana grande (antes habían hablado de la campana: debe ser otra) tres toques como para vísperas.

No es mucho pero quizás podamos encontrar, todavía quien nos sepa interpretar este texto, por haber colaborado en esos toques perdidos.

Los últimos toques, tan simplificados, no requerían grandes grupos para su interpretación, y la mayoría podía ser tocados por uno solo, generalmente el mismo sacristán:

Para tocar, si era ordinaria, si era una cosa ordinaria... pues uno sólo se bastaba... [¿Y generalmente era el sacristán?] ¡El sacristán! Ahora, ésto no quiere decir que algunas veces el sacristán estuviera por la sacristía, con los monaguillos, y ya tenías alguno que lo tenía un poquitín encarrilado y decías: "Oye, Fulano, anda y toca pa misa!" [Éso, para el ordinario] ¡Exacto! Ahora, luego, para cuando había que repicar pues claro, entonces uno sólo no puede.

El campanero, al tocar, sabía que transmitía un conjunto de mensajes. Y no lo hacía solamente por el placer de tocar, aunque a veces su estado de ánimo podía traslucir a través de sus campanadas:

No, hombre, ruido, ruido... si es cosa de la campana, pues si trata según la desto que se encuentra a veces uno porque uno no tiene el cuerpo siempre igual, uno se encuentra del mismo desto de moral; aparte la moral un poco más baja, más deso, con más ilusión, con menos, y hay veces que tocas con un poco de intuición, de desgana, digámoslo así vulgarmente; otras veces parece que la persona se encuentra más alegre, más activa, más desto, y llegas y tocas con "bam, bam, bam, bam, bam," y haces más ruido que en otras ocasiones.

También compartía los sentimientos de aquellos por los que tenía que tocar:

[¿Cuáles son los toques más feos?] Los más feos, por desgracia, pues los difuntos, la defunción. Desde el punto de vista, porque si no a mí es a otro, que se le marcha un ser querido y aunque no sea mío pues por el hecho de ser el sacristán, por ejemplo, en aquellos tiempos sabía que tocaba, que hacía un toque que a mí moralmente me dolía y a otros les hacía llorar.

VICTOR BONDIA insistió a lo largo de sus respuestas en la recepción: él tocaba, para enviar mensajes a la gente del pueblo. Así dice para los toques de misa ordinaria:

Ésto indicaba al pueblo, ya comprendía que se ha hecho el primer toque... Pues dabas dos toques: "Tan..." y al ratico otro. El pueblo hacia: "El segundo toque"... Dando tres golpes pa finalizar y dar a entender al pueblo que era el tercer toque...

Y para el toque de descubrir:

Cada repique podías tocar un poquitín más deprisa... porque la gente decia: "¡Coño! ya tocan a descubrir, ésto no es a misa!"

Los toques se emitían  para ser interpretados, y esa interpretación, al no poder basarse en la forma, tan poco diferenciada, se basaba en el contexto:

Pues las campanas se dejaban ya, digamos, paralizadas, y se tocaban las matracas... se paralizaba el jueves, se paralizaba la misa y metá, y el día de Resurrección... ya se continuaba con la misa, que se había quedao cortada el jueves y se hacía el repique, después de Resurrección...

Los toques de campanas, en Caspe, marcaban también aspectos puntuales del tiempo: el momento en que ocurrían las cosas. Para todo tipo de avisos (misa, procesión, difuntos) se realizaban dos toques casi seguidos (tres cuartos de hora antes y media hora antes) y luego había un largo tiempo en blanco hasta el tercer toque, que indicaba momento y movimiento, el instante justo en que comenzaba la acción ritual:

Y a la hora de empezar, que el sacerdote ya iba a salir, digamos de la sacristía al altar, para celebar la misa, entonces ya se tocaba el tercero... Se daba ya el tercero, y ya los familiares del difunto... y toda la concurrencia... dice: "Pues bueno, ya es el tercero, ya sale el cura de la iglesia... Los tres toques, hasta que sale la procesión; en el tercero ya sale la procesión, ya están los pasos preparados.

La conmoción de la guerra, que supuso el fin de un modo de vida, y la destrucción de tantas cosas, incluso físicamente, supuso también el fin de viejos oficios: el campanero desapareció y tuvo que ocupar su lugar el sacristán, que ya tenía otras obligaciones. Ésto explicaría una simplificación de la forma, y también un recorte de los toques, que eran interpretados desde abajo, y por otro lugar, auxiliando las funciones rituales litúrgicas.

Sin embargo los toques, estilizados, casi abstractos, seguían llenos de connotaciones temporales y espaciales, como lo demuestran las múltiples explicaciones que arrastra cada simple repique.

Hay una frase de nuestro informante que ilustra bien este proceso de simplificación, de pérdida de importancia de las campanas. Al hablar de los toques de procesión señala:

... y está ya cogiendo la calle Santa Lucía, y ya hacías otro toque por regla general, y si no se hacía no pasaba nada...

Cimballa - (Comunidad de Calatayud)

Cimballa es un pequeño pueblo de la Comunidad de Calatayud, con un centenar escaso de habitantes, lo que no impide que cuente, todavía, con escuela abierta. Fué famoso en tiempos no muy lejanos por los cangrejos de río, que se extinguieron totalmente hace media docena de años, y por sus jugadores de pelota. En este pueblo, al que nos ligan múltiples lazos familiares, conocimos a FRANCISCO ENGUITA GOMEZ, que había sido sacristán, y que falleció con noventa y tantos años en 1985. Lo entrevistamos en muchas ocasiones de manera informal e incluso recogimos sus toques un par de veces, que volvió a subir por petición nuestra, grabándole en una de ellas para el programa "Documental" de Radio Nacional de España, dirigido y presentado por Salvador Martín Mateos, en octubre de 1980. Para hablar de nuestro informante, lo nombraremos de la manera más respetuosa y tradicional, es decir "Tío FRANCISQUILLO". Creo profundamente que no hay otra manera más seria y cariñosa de nombrar a alguien que, gozando como gozaba del privilegio de ser el vecino más anciano de Cimballa, nunca dudó en prestarnos su palabra y su esfuerzo para que conociésemos los tiempos lejanos que él vivió.

En este caso no recurriremos a la transcripción directa de sus palabras, sino a la ordenación de unas notas más o menos literales tomadas en su casa del pueblo el 10 de setiembre de 1982.

Hay dos campanas, de las que desconocía el nombre, denominadas usualmente la pequeña y la grande:

Sólo había dos campanas. No tenían nombre aunque me parece que tengo idea que lo tienen escrito; para llamarlas, la grande y la pequeña.

No fueron destruidas en guerra las campanas, pues le tocó en suerte a Cimballa caer del lado nacional, aunque hubo, al inicio de la revuelta un hecho menos violento pero cargado del mismo simbolismo: los rojos del pueblo quitaron los badajos y los echaron a un pozo profundo del río. La autoridad y el prestigio del párroco de entonces consiguieron que los mismos que habían arrojado las lenguas al agua, las sacaran y las restituyesen a su lugar.

La torre, la más estrecha de las estudiadas en Aragón, apenas supera el metro cuadrado, lo que dificulta el bandeo de las campanas, a lo que se une su mala conservación. Por ello solamente volteaban la mayor, mientras que la pequeña, impedida para ello según nuestro informante, era tocada a golpes, imitando el volteo:

Para bandear sólo se bandea la campana grande y con la pequeña al mismo tiempo se toca, como si se bandeara, pues no se puede bandear.

Para bandiar se mueve el yunque, poco a poco. Una vez da la vuelta, ya se bandean bien. No, no es yunque, es... yugo [palabra aceptada con dudas, a propuesta del entrevistador; ¡lo siento!]. La grande no se bandiaba bien.

La pequeña no s'ha bandiau pero hace como que se bandeaba.

El repique tenía lugar desde la misma torre, sentado en uno de los laterales de manera que cada cuerda venía a la altura de la mano. Unos preferían sentarse a un lado y otros enfrente, para tener la campana mayor a la derecha o a la zurda; éso dependía de la costumbre personal:

Para repicar yo me sentaba [con la grande a la derecha y la pequeña a la izquierda], aunque algunos se ponen en el otro lado, con la pequeña a la derecha. Para repicar bien hay que sentarse.

A pesar de la extraña posición de la torre, sobre la antigua puerta románica, hoy tabicada, y de acceso un tanto retorcido, pasando por un pequeño puente desde el coro de la iglesia, la campana pequeña tenía una cuerda para realizar algunos toques desde el nivel del suelo:

Antes había una cuerda, que pasaba por un agujero de la bóveda; no repicando, se tocaba la pequeña desde abajo.

Había una cuerda, un agujero en la bóveda y un cordel largo para la pequeña.

El encargado de los toques era el mismo sacristán, que nuestro informante recuerda:

El sacristán que había, que se llamaba Francisco, repicaba y tocaba. El sacristán era el que tocaba. El sacristán subía a hacerlo.

Los días laborables no eran anunciados con repique, ya que solamente se tocaba para misa, un par de veces con la campana pequeña, desde la iglesia; las campanadas, el breve, segundo y último toque, indicaban el principio del acto. También se tocaba a la oración a mediodía y quizás al atardecer:

Los días de hacienda no se repicaba: tocaban el primer toque con la pequeña y luego las campanadas con la pequeña [sólo dos toques].

Los toques son con la pequeña. Las campanadas, antes, se tocaban con la campana pequeña, cuando iba a empezar la misa. Sólo había dos toques.

Por la mañana no había oración; a los medios días se tocaba, hace mucho.

El toque de la oración era con la campana grande. Los toques de los domingos ya incluían el repique de ambas campanas, en el primero de misa; no había ninguna campanada para la consagración. El repique festivo era interpretado los sábados a las oraciones, aunque por el contexto no sabemos si tales oraciones eran las vespertinas o las meridianas. El mismo toque festivo se empleaba para las novenas, un repique para el primer toque, pero no se tañía cuando se llegaba a la culminación del acto, la adoración del Santísimo Misterio, una reliquia eucarística, patrón de la localidad:

Si era víspera de fiesta, para las oraciones se repica y el último se tocan los toques con la campana grande.

Y si es día de fiesta, se repica.

Cuando adoran el Santísimo Misterio se cantan los gozos: entonces no se tocan las campanas; tampoco para la consagración de la misa.

El repique se ampliaba a bandeo para las grandes fiestas:

Para una misa de fiestas después de repicar se bandiaba un rato.

El repique no era solamente el toque festivo o al menos dominical; también se empleaba para ciertas ocasiones extraordinarias como visita de personalidades:

Cuando viene algún personaje se repica: no se para de repicar hasta que entra a la iglesia.

Había un pequeño repique y unas campanadas para llevar el viático a los enfermos, aunque no se hacía la distinción de sexo que se representaba por el distinto número de clamores, a la hora de anunciar el óbito y para el entierro:

Para la comunión de un enfermo se repicaba un poco, y se daban ocho o diez campanadas de la grande, muy lentamente: igual se tocaba si era hombre o mujer.

Para un enfermo se iba en procesión, y cuando morían [...] se tocaban los clamores: tres para un hombre y dos para una mujer.

Si es niño, a lo mejor hay que tocar un clamor nada más: no lo sé, nunca se dió el caso, y éso si está bautizado.

Hasta que no se entierra no se vuelve a tocar.

La víspera de San Roque, los de su cofradía, la única del pueblo, que acoge a ciertos hombres y mujeres, celebran las vísperas. El acto es anunciado por el usual repique, pero si ha habido una defunción de cofrade en el año, se tañe un poco a muerto y luego se vuelve a repicar hasta que sale la comitiva desde la iglesia hacia la casa del Prior, en busca de los palos, símbolo de su mandato anual.

A diario se tocaba, al atardecer, para el rosario:

El rosario se toca con la pequeña.

El toque de fuego iba asociado, para el tío FRANCISQUILLO, al de tronada; parece ser que en ambos casos el repique rápido precedía la ceremonia de sacar el Santísimo Misterio, a la puerta de la iglesia:

Para incendio o tronada se repicaba un poco y salían y sacaban la urna del Santísimo Misterio a la puerta.

Para tormenta e incendios se tocaba deprisa con una campana sólo, con la grande.

Para tormenta o fuego se toca de prisa.

En Semana Santa las campanas eran sustituidas por matracas manuales:

En la semana santa no s'han tocau, y al alzar o al santus se tocaban las matracas.

Durante las procesiones se tocaba todo el rato, pero si esas procesiones salían o llegaban al pueblo, entonces se repicaba hasta los límites comunitarios. Las rogativas tenían solamente toque de llamada, y no parece que durante el trayecto se tocaran las campanas:

También se repica cuando van a la Virgen de Jaraba. Cuando hay rogativas para llover se toca como a la novena.

Antes ibamos el tres de mayo a la era más alta, por el anchocerro. Para el día de san Marcos ibamos a una cruz que había en el molino, donde están los chopos: antes había dos molinos y los molineros no estaban bien y mató el uno al otro y por éso estaba la cruz allí, en la chopera. Iban con el pendón.

Para la procesión se tocaba toda la procesión.

Para santa Agueda hay allí [en la ermita de la santa, frente al actual cementerio] campanas que giran, en una madera. Antes había más, pero no hay campana grande. Pero cuando se van hay que tocar aquí: ese día no suben mujeres [a tocar las campanas].

Y para Jaraba se sale a esperarlos con los pendones.

Como ya hemos señalado, el antiguo sacristán se encargaba de realizar igualmente los toques de las campanas. La imposibilidad, según nuestro informante, de poder bandear la pequeña, justificaba la presencia de una sola persona para tocar sin peligro:

Para bandear lo hacía uno solo; a lo mejor dos.

El antiguo sacristán, levemente recordado, era el único que tenía alguna paga. Era llamado cada mañana por el cura para que comenzase los toques:

No les pagaban por tocar. El sacristán cobraba algo. Vivía allí, enfrente de casa del cura. Cuando se levantaba el cura le llamaba y se iba a tocar.

El proceso de búsqueda del último especialista tradicional de Cimballa era el usual: mientras pudo hacerlo, y lo hizo hasta cerca de los noventa años, iban a buscarle, generalmente su sobrina, para que anunciase, con los clamores correspondientes, el sexo del muerto y la circunstancia de su defunción:

Una vez se muere, avisan, y se va a tocar inmediatamente. Hasta hace poco cuando había un muerto venía la Marina y me llamaban a mí, que no sabía ninguno tocar los clamores.

Hay que notar precisamente una serie de hechos relacionada con estos toques que anuncian, inmediatamente, la muerte de uno de los habitantes o incluso de los emigrados, hijos del pueblo. En el verano de 1986, durante nuestra estancia vacacional quise completar notas epigráficas de la campana mayor, ya que tenía dos notas con fecha distinta, así como dudas sobre el nombre del fundidor. Aproveché ese momento de relación que tienen las mujeres ancianas, tras el rosario en la iglesia, para tomar los datos; era cosa de un momento nada más. Al verme subir quedaron calladas y me preguntaron quien se había muerto; el acceso de alguien a la torre a deshora solamente podía ser interpretado como el deseo de comunicar la muerte de algún cimballero.

El orden de los toques festivos era el usual:

El repique es siempre el mismo; repicar es siempre lo mismo.

Para tocar a misa un día de fiesta es primer toque repicar; segundo toque sólo con la campana pequeña y dos toques con la grande y el tercer toque también con la campana pequeña y tres toques con la grande después del último.

Bandiar o repicar ná más en el primer toque sólo.

En cuanto al cambio y a la desaparición de toques, el tío FRANCISQUILLO opinaba:

¿Por qué tocan menos? Porque no saben o porque no quieren.

El estado actual de las campanas y de sus toques es el siguiente: su mala conservación impide el bandeo, de manera que solamente se repica o se toca a misa, siempre desde arriba, puesto que no hay ninguna cuerda para tocar la pequeña desde abajo.

A pesar del aumento de monaguillas, esto es de niñas que revestidas del traje talar ayudan a la misa en torno al altar, nunca hemos visto a ninguna de ellas subir a realizar los tres toques que se hacen los domingos, media hora, un cuarto de hora antes y en el momento de iniciar la única misa. A veces lo hacen los monaguillos, repicando en el primer toque de misa los domingos las fiestas, o alternando mejor un golpe de la pequeña, uno de la mayor y un momento de silencio. El toque termina con unos pocos golpes de la pequeña, mucho más lentos, y un solo golpe de la mayor. Los otros dos toques son realizados con la campana pequeña, dando unos cuantos golpes, más o menos regulares, y tras ellos dos o tres golpes de la mayor, más lentos y espaciados.

Los únicos toques diarios son los de rosario, o mejor dicho, el de rosario, que está constituido por un número variable de campanadas de la pequeña, tan lentas como cuando se trata del segundo o tercer toque de misa, y otro número de campanadas más lentas de la grande, entre las cuales hay unos segundos de silencio. Como observamos en julio de 1986 la campana pequeña da de 30 a 35 golpes, y la mayor de 8 a 12, con un silencio intermedio y un ritmo distinto de un día para otro. Este año de 1987 solamente daban de 10 a 20 golpes con una campana, unos días con la pequeña y otros con la grande. Parece que las variaciones en velocidad como en número de campanadas, dependen de la mujer que sube a tocar.

El encargado de las campanas de manera habitual es un deficiente mental adulto, a quien alguien dijo que tenía que tocar muy fuerte, porque en el Chorrillo, el barrio alto, en línea con las dos campanas, no se oían los toques. En consecuencia ase el badajo de la menor con la mano, en vez de con la cuerda, con tanta violencia que, sin haberse pillado nunca ningún dedo, aplica tales mazazos que se desprenden laminillas de bronce de la campana; el badajo está seriamente deformado y la pequeña suena cada vez peor, por lo que es posible que pronto deba ser refundida. En la primavera de 1987 el badajo se rompió por la mitad y el herrero de un pueblo cercano hizo una especie de argolla atornillada que acorta sensiblemente la longitud de la lengua, con gran peligro de rotura de la boca.

Para las procesiones apenas se toca, excepto el primer toque festivo, aunque no tengo por qué ocultar que, si estoy en el pueblo hago variaciones del repique recogido al tío FRANCISQUILLO durante la media hora o los tres cuartos que se encuentra la comitiva en la calle. Nadie sube a ayudarme, aunque tampoco nadie se queja de mis repetidos toques.

Para semana santa las campanas siguen siendo sustituidas por matracas manuales; los monaguillos presentes, casi siempre chicos ya que las niñas aún no se atreven a hacerlo, aunque es de prever que pronto se ocupen de todas las actividades auxiliares en la iglesia debido a su mayor interés y empuje, recorren el pueblo, siguiendo aproximadamente el recorrido de la procesión pero en sentido inverso. Hacen dos o tres vueltas, las que les da tiempo, diciendo entre matracazo y matracazo aquello de Primer toque para los oficios.

En cuanto a los difuntos siempre hay alguien que sube nada más conocerse el óbito a tocar los dos o tres clamores que correspondan según el sexo, cosa que la gente de treinta y tantos años para abajo desconoce. Solamente se vuelve a tocar a muerto para el primer aviso de la misa de entierro pero no se tañe durante el tiempo que el ataud está en la calle, desde la casa mortuoria hasta la iglesia, ni tampoco cuando sale hacia su definitiva morada.

No hay toque de oración, ni la gente lo evoca, así como han olvidado los toques de tormentas o de llevar la comunión a los enfermos. Algunos hombres de cincuenta y tantos años recuerdan que, cuando eran monaguillos, subían la noche de los Santos a tocar a muerto toda la noche, y asaban patatas.

Hay dos altavoces sobre la parva torre, que son conectados muy pocas veces para transmitir la misa en directo, cosa que hemos conocido apenas cuatro o cinco veces en los casi quince años que visitamos el pueblo. Tampoco se emplean para sustituir las campanas de misa por música clásica o religiosa, y menos aún para publicar los pregones municipales, tarea a la que se dedica el alguacil, empleado del ayuntamiento, que se desplaza con su trompetilla a las esquinas marcadas por la tradición, para recitar el mensaje que le ha sido encomendado.

En teoría se toca si hay una quema, toque que no hemos tenido la fortuna, o mejor la desgracia, de escuchar.

Lo que si parece claro es la sustitución del mensaje por el medio: la gente ya no atiende a la forma del toque, sino que se guía por el mismo toque para suponer el mensaje: las ancianas, en verano, a media tarde, esperan escuchar un leve rumor campanil (leve, pues la torre y las campanas son pequeñas, y apenas hay buena difusión del sonido producido) para interpretar que tocan a rosario. Fuera de ese toque esperado, otro sonido , que no sea tocado en un ambiente festivo, será reconocido como toque de muertos, sin atender a la forma sino al simple hecho del tañido.

Parece interesante añadir un breve relato muy común en Cimballa, recogido a NERI GONZALO, que se refiere a un mito de creación del pueblo como ente autónomo, con ayuntamiento propio, citando animales, vecinos y campanas:

[¡Cuéntame por qué llaman a Cimballa el pueblo del barraco, o por qué llamaban!]

Sí, pues yo te lo repito lo que me contaba mi abuela, era un barrio de Cubel y entonces pues ya los vecinos de aquí querían, pues claro, que hubiera su ayuntamiento y formar un pueblo. Entonces pues faltaba gente para el ayuntamiento, faltaba uno para, los que hacían falta entonces para el ayuntamiento y claro pues como faltaba gente pues todo era cavilar a ver y ya vinieron, se ve que vinieron a transformar el ayuntamiento y ya pensaron en subir a la torre un tocino, un barraco y le pusieron una, la comida se ponían retirada. Entonces iba a comer y el barraco tiraba de la cuerda al ir a comer y tocaba la campana. Entonces vino el gobernador, o el que viniera a formar el ayuntamiento pues dijo: "¡Hombre, aquí falta uno!" Dice: "No, no, no, si es el que toca las campanas, pues el otro, el otro que falta para el ayuntamiento." Y así pues claro, se formó el ayuntamiento y desde entonces ya pues fué pueblo, ya tuvimos ayuntamiento y eso. Ésto era un barrio de Cubel, según contaba la abuela Petra.

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