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Las campanas de Aragón: un medio de comunicación                                                          Dr. Francesc LLOP i BAYO

Cariñena - (Campo de Cariñena)

El proceso de recogida de los toques de campanas en Cariñena ilustra bien el estado actual de estos toques tradicionales. En primer lugar, tal y como describiremos más adelante, las campanas están actualmente electrificadas, y por tanto fueron parcialmente modificadas. En la localidad solamente vive la última persona que las tocaba, y cuya dedicación quedaba limitada a tocar a muerto y repicar algo para las fiestas. Sus palabras tenían algún interés, en especial lo relativo a la conservación de los badajos. Grabamos sus leves recuerdos, que no servían para reconstruir técnicas, ritmos y significados tradicionales: los restos de toques recogidos, las pocas explicaciones únicamente mostraban el estado final, la decadencia, antes de una necesaria (aunque desdichada y mal realizada, como ya veremos) electrificación.

La pista parecía truncada. Pero alguien nos habló del antiguo sacristán, que a lo mejor vivía aún en Zaragoza. En efecto, tras varias gestiones conseguimos localizar a JOAQUIN PINTANEL LOSILLA, octogenario, que nos prestó la palabra y sobre todo reconstruyó los más importantes toques antiguos, más de una docena. El sentido del ritmo, la agudeza en sus observaciones, su total colaboración y el cariño que nos tiene tanto él como su esposa lo convierten en el informante ideal. Sin él, Cariñena no sería mas que una etapa más, una etapa gris, en nuestro trabajo. Tras él, no solamente cobra sentido la tradición absolutamente perdida de su villa, sino que ha valido la pena todo el esfuerzo realizado a lo largo de Aragón: con lo que nuestro amigo JOAQUIN PINTANEL nos dijo y nos hizo bastaba para comprender el esplendor, la complejidad y la vida de los toques tradicionales de campanas en una pequeña ciudad tradicional. Hemos de agradecer aquí la mediación de MIGUEL ANGEL MAINAR, de Cariñena, que nos ayudó a establecer unos difíciles primeros contactos y que nos acompañó también por la comarca, para recoger los toques de Aguilón y Villanueva de Huerva.

Es preciso aclarar que Cariñena no es una ciudad en sentido estricto, para nuestros efectos. El título de ciudad es reciente, de este siglo, así como la capitalidad de una comarca. La villa de Cariñena y su entorno formaban parte de la Comunidad de Daroca, e incluso la misma torre fué uno de los archivos documentales de esta Comunidad. La actual parroquia fué primeramente iglesia de Santa María y más tarde Colegial de la Asunción, por privilegio de Jaime I. En 1500 se funda el Capítulo eclesiástico, formado por veinte sacerdotes. Toda esta información, procedente de la Gran Enciclopedia Aragonesa, nos introduce en un contexto de Iglesia Colegial, con varios sacerdotes dedicados principalmente a la oración comunitaria cantada en el coro. Es una villa importante, que incluso fué sede de Cortes, con una estratificación social relativamente compleja, y cuyo cultivo casi exclusivo de la vid, evolucionando en la actualidad hacia otros de regadío, la ha convertido en cabeza de una nueva comarca, bien definida.

Centrándonos en nuestros informantes, JOSÉ GALINDO, JG, fué entrevistado en su casa el 28 de abril de 1984, mientras que las principales entrevistas con JOAQUIN PINTANEL, JP, fueron realizadas a la ida y a la vuelta a Cariñena, desde su actual residencia de Zaragoza, el 4 de junio de 1984, el día de la grabación. Hubo otros contactos con el señor PINTANEL, al que invité a participar en el III Concierto de Campanas de las Fiestas del Pilar en Zaragoza, el 13 de octubre de 1984. Con ello podíamos divulgar, aún en vivo y en directo, su capacidad improvisadora, rítmica y comunicativa, al mismo tiempo que recogíamos nuevamente, en soporte audiovisual, sus técnicas y sus toques. Este concierto fué asimismo grabado por Radio Nacional de España, para sus archivos sonoros. He de hacer notar que los toques recogidos en Cariñena fueron grabados igualmente, en base digital, para una misión de grabación del Consejo de Música de la Unesco.

JOAQUIN PINTANEL comenzó a tocar a los nueve años, y estuvo cuarenta y ocho allí; era hijo de sacristán y aprendió del campanero, que era otro empleado de la Colegial; más tarde entre su padre y él se encargaban de ayudar al desarrollo de los cultos:

Desde la edad de ocho años que me enseñaron, cuarenta y ocho que estuve allí [en Cariñena], diez que llevo aquí [en Zaragoza], setenta y nueve. [Nació en Cariñena] Sí, sacristán, campanero, cantador, de todo, y aún les hacía el papel para llevarlos al cementerio. Mi padre ya era; él era sólo sacristán y había un campanero que se llamaba Julio, que es el que me enseñó a mí. Que es el que me enseñó a mí, y después nos quedamos mi padre y yo, los dos. Entonces estaba mi padre abajo, porque mi padre ya murió de ochenta y dos años, tenía ochenta años y subía a ayudarme a tocar a lo mejor, lo que voy a hacer yo a los ochenta años, subir a tocar. [Se ríe] JP

El sacristán tenía que ejercer múltiples actividades para ganar lo suficiente para poder vivir: hacer las labores del sacristán, cantar y muchas otras cosas, como la toma de datos para el Observatorio Metereológico; hasta las palomas de la torre eran fuente de ganancia:

A los que había, en la iglesia había que tocar cuarenta pitos para poder comer, desde luego, porque aparte de la iglesia, pues si hacía falta, en tiempo de la vendimia se iba a picar uvas, a prensar, mil cosas. ¡Ay! Y si no había entierros y eso, pues iba de peón de albañil, a lo que venía bien.

Claro, yo cantaba el gregoriano... ¡Uh! ¡Madre mía! Pero en latín, no se crea que no me acuerdo aún de todo; ¡igual canto ahora el Dies que canto el Iriquitatis!

Y las palomas de la torre... Yo bajaba que parecía una locomotora por las escaleras, pero no tropezaba con las cagarritas de las palomas, ni nada. Las cogía muy a menudo, y palomas tampoco había en la torre; solo había palomos. Las tenía en aquel granero que hay, allí, a lo mejor tenía veinte, treinta o cuarenta, cuando faltaba carne... una palomica o dos a revueltas, y a comer. Es que en la posguerra era criminal, ¿eh? Ustedes no la conocieron. Ustedes no conocieron la posguerra, pero hijo mío, del año cuarenta al cincuenta se pasaron de a metro. Y, mira, querías tener una cosa y a lo mejor me decían: "¿Hay un par de pichoncicos, que tengo un enfermo?" Y yo decía:"Si me traes aceite, a mí me hace falta aceite, yo te daré pichones, los que quieras, pero si no, hijo mío, no puede ser."

[Se ayudaba también dando clases de cura] Sí, cuatro chicos llevé al Seminario, tres de ellos son curas... De escuela, pero de primario. Yo es que estuve haciendo la carrera de cura pero tuve un desprendimiento en este ojo y no pude ya seguir; mire, me quedé sin vista en él.

La iglesia, cuando hay que quedarse allí, no daba de comer; tenía que dedicarse uno a cuarenta oficios y yo estaba porque estaba por mi padre y yo, estando mi padre conmigo, pues yo le asistía a él. Ese, cuando tenía yo un trabajo o algo, pues él se quedaba en la iglesia y tocaba el rosario y yo me iba a hacer lo que fuera para llevar el cocido a casa.

En la posguerra, fueron años muy criminales, menos mal que estaba en el servicio metereológico y me daban quinientas pesetas para... Y es que el servicio Metereológico, se ve que como... La iglesia, pues llevo desde el año treinta y dos hasta el cincuenta y seis, en Cariñena, que quitaron la torre; en la torre. Allí tenía el anemómetro para la velocidad del aire, el pluviómetro lo tenía en el colegio de las monjas. [¿Y como lo enviaba?] Por telégrafo. Durante la guerra por teléfono, después de la guerra por telégrafo, que también tenía que dar la posición de vuelo de los aparatos y aeronáutica y después pues ya me coloqué en la Caja de Ahorros y ahí ya he pasao el tiempo ahora ya. Yo por mi aún me hubiera venido a vivir aquí, pueblos tranquilos...

Poco, poco que te pagaban y otro poco que te daban de propina, total pa morirse, porque yo estando de sacristán yo me corría con todo, yo hacía el certificao de defunción al juzgado, yo hacía todo, y el que más y el que menos pues ocho o diez duricos te daba de propina, que hacía falta. JP

La Caja de Ahorros, en Zaragoza, a los cincuenta y tantos años, supone una posibilidad económica y laboral extraordinaria: el salario se multiplica por dieciseis, y es posible iniciar una nueva vida en Zaragoza. A cambio es preciso buscar un sustituto que realice las menguadas tareas de sacristán; afortunadamente en aquellos tiempos la Caja sabe esperar unos cuantos días para que el nuevo empleado no deje desasistida la iglesia que va a abandonar:

[¿Y cómo se lo dejó?] Pues porque tuve otra cosa mejor, en la Caja de Ahorros, y ande las ganancias son seguras, de ganar mil pesetas o mil quinientas al mes a ganar dieciseis mil hay una diferencia, ¿no? Porque allí como no se murieran o se casaran, yo muchas veces les decía: "¡Yo no os deseo que se muera nadie, pero a mí que no me falte trabajo!"

A ése [al actual sacristán] le metí yo por poder venirme a Zaragoza, antes con antes, que no quería, pero le digo "¡Pues si no haces más que venir a rezar!"... ... Y lo pude convencer y se quedó.

Y yo como le veía por la iglesia mucho y eso, digo "Al salir fuera", digo "lo mejor para irme a Zaragoza, éste; a ver si lo encatuso." Y lo encatusé. Se lo dije al cura: "¿Le parece bien? Pues ¡hala! ¡Fuera!" Y no esperé más que quince días a venir aquí. También me corría el sueldo aunque no estuviera mientras no estuviera aquí y hablé con él y me dijo: "Nada, no se preocupe usted, usted desde el uno de mayo recibe, ni que esté uno ni dos, no se preocupe, hasta que no encuentre usted no se preocupe." Era muy católico el director que había entonces en la Caja, porque no crea usted que para entrar a los cincuenta y ocho años en la Caja... JP

JOSÉ GALINDO, sobrino de PINTANEL, nuestro primer contacto con los toques de Cariñena, se ocupó de las campanas cuando se fué su tío, y se limitaba a tocar cuando el sacristán tenía que asistir a algún entierro:

Yo le ayudaba al chico este que entró nuevo [el sacristán] que no sabía nada, y yo tocaba... si no ocurría algún día que había muerto y todo eso. [Los domingos] ya subía el otro. Yo no iba na más que el día que necesitaban que por ejemplo había entierro, como el sacristán tenía que llevar la cruz, ¡pues tenía que subir yo! JG

JOAQUIN PINTANEL aprendió, por tanto, de un campanero, que era oficio distinto del sacristán, su padre, y llegó a reunir ambas actividades litúrgicas, en momentos de simplificación eclesial. Su sobrino subía a ayudarle a bandear, y algo aprendió de su tío, para ir tocando a muertos y algo del repique de fiestas.

No había, que ellos sepan, lista escrita de toques, y puede que JOAQUIN simplificara los toques de difuntos, no marcando tanto las clases sociales de los entierros de adultos; al menos éso asegura:

Yo le dije al cura, al que murió, le dije: "Mire, mosén, a mí no me venga con clases de entierros que a los pobres les tocaré lo que me de la gana y a los ricos igual, así que ya lo sabe. ¿Usted va a cobrar mucho y yo voy a cobrar dos perras gordas y me voy a fastidiar a tocar? ¡Ni hablar!" JP

Luego veremos que la diferenciación social del difunto se basaba en Cariñena en una mayor o menor duración del toque; de cualquier manera esta propuesta del sacristán no es exactamente una innovación en los toques; a todo caso, más allá de una propuesta personal, puede reflejar un estado de ánimos que, como hemos visto en casi todas las demás monografías, llega a ser general, es decir la (presunta) desaparición de clases de entierros.

La torre parece convertirse en la representación de Cariñena, desatando profundas emociones en nuestro principal informante, al aproximarnos:

Yo cuando llego por aquí, parece que se te alegra el corazón, al ver la torre; es una cosa... JP

Precisamente la torre se encuentra ahora en un lamentable estado de abandono, a causa de las palomas y otros animales que por allí viven y mueren a sus anchas, así como por la electrificación que hace innecesaria la subida regular para tocar.

Hay cuatro campanas que no han sufrido roturas ni destrucciones por guerras, así como un campano o campanico, que podría haber sido retirado del tejado donde se encontraba:

La una se llama Valera, la otra Rosario y la otra María. Y Angeles... No decía nunca más que la Valera, que esa es la primera que hay entrando por aquí, la primera a la izquierda, esa es la Valera. JG.

Si, las mismas, no hay otras. Si, y el campanico donde está... JP

El campano... Ese, el pequeñico ese, que hay una cuerda un poco antes, pasao el Santismo, a mano derecha, allí hay un cuartico y allí está el campano... El campano es aparte. JG

Esta permanencia de cada campana en su mismo lugar es importante, puesto que cualquier cambio hubiese modificado el sistema de toques:

Sí, sí, sí, y están en la misma posición, estando en la misma posición no hay, peor sería si las hubieran cambiao, entonces ya el toque sería de otra forma, ya no podría calibrarla en la forma de tocar, porque aquí hay varios toques. JP

El único cambio que han sufrido las campanas, ha sido la electrificación parcial, que ha exigido la modificación del yugo de las dos campanas que actualmente bandean:

No están, no hay más que una campana, dos, la del Rosario y la Valera que están auténticas a como estaban antes. La María, ésa la que bandea, la que está al lao de las dos grandes, la pequeña, pues esa está a la misma altura, aproximadamente, pero el yubo, la madera, la han quitao toda y la han puesto toda postiza de hierro, porque la madera era igual que la grande. JP

Los bandeos, anteriores a la electrificación, de alguna de las dos campanas grandes se producían con el esfuerzo de cuatro o seis hombres, subidos a un tablado, mientras que otra de las pequeñas era tocada sola mediante una cuerda que se enrollaba en el eje:

Sí, sí, con las manos, así [hace gestos de empujar]. Y seis también hemos estao porque llevabamos a lo mejor las [dos] a la vez, la cuadrilla que subíamos o sea que... Bueno, a lo mejor se ha bandeao siempre con la grande, porque ha ido siempre mejor que ninguna y estaba más arreglada... Pa la grande, tres nos poníamos siempre. Y pa la otra que le sigue, que es como la grande pues tres; pa las demás no, porque las otras son pequeñas. JG

Una, una, es que para bandear ésta nos hacían falta tres hombres en la grande, y en la pequeña y en la del medio otros tres... Y también se han bandeao las dos a la vez si ha habido gente, pero es muy peligroso, porque el tablao, no sé como estará ahora...

La pequeñica, la más pequeñica de todas, ésa no se bandea nunca, ahora que la del Rosario y la María la que más y en las fiestas principales la grande. Y a veces se bandeaba si no era para la procesión del Corpus, o cuando venía el Santo Cristo o cuando lo traían de la Virgen, el día de Pascua de Resurrección ese día.

Muchas veces la bandeaba solo... Pegándole a la campana y al jubo, sino yo no hubiese podido darle la vuelta, yo ... que la que me costaba era la primera.

[La del Rosario la bandeaban también] Ésa con una cuerda. Con una cuerda se enrollaba la cuerda en el eje y tirabas otra vez y otra vez se desenrollaba y después como llevaba mucha fuerza, se volvía a enrollar, hasta que la podías parar y ya no la dejabas enrollada. Cuerda solo en un palo en saliente, la tenía la del Rosario solo; la otra la de repicar nada más, las otras era todo a pura sangre, a puro esfuerzo. JP

El medio bando se empleaba para un par de toques, uno de ellos diario y el otro de difuntos. La técnica era sencilla, y la duración y efectividad del esfuerzo dependían de la buena conservación de la campana:

Las tardes, un solo toque. Un toque largo. Y yo la tocaba un toque largo, porque como la dejaba con mucho brío, la dejaba tocando y me bajaba, y llegaba a la calle y aún estaba tocando; así da gusto, tenerlas bien engrasadas. Trabajaba yo menos. JP

Los repiques de las campanas tenían que realizarse desde arriba, con diversas combinaciones según los toques. La solidez de la torre impedía los toques desde el suelo y requería la necesaria subida para cualquier repique:

[¿Y si bandeaban solo la grande,las pequeñas que hacían?] Pues aquellas a lo mejor con unos cordeles; otro estaba repicando "trintran, trintran", namás; esa es la faena que hemos hecho toda su vida. Pues se ponen las cuerdas, tiene, hay unas cuerdas que llevan un gancho, se enganchan al badajo, y en el centro de la torre hay un palo, y allí se ata y vienen así en esa dirección, al palo, y ya puedes cogerlas con esta mano y tocar las dos a la vez. Y a las otras, y a las otras, tienen otro cordel, las llevas allí, si quieres tocar a muerto, a muerto se tocaba antes muy bien; ahora no es a muerto ni nada; yo me ataba una aquí y  la otra en el otro lao, "pan, pan". [O sea en la mano izquierda dos, en la otra mano una, y otra en el pie izquierdo.] JG

Si hubiera una carrucha en medio de éso que cruzaba, para tocar el toque de primera clase que es el de las fiestas principales, ése se toca, con esta mano tres campanas y luego ésta en la grande; sin embargo para entierro se toca con ésta dos, [con la derecha dos], con esta una y con el pié la otra, y para parvulillos se toca con las dos pequeñas y para medio capítulo se toca con las cuatro.Y aquel portalillo que hay allí, se apoyaba, y aparte tenía una cuerda, de un tornillo a donde he puesto la cuerda esa para sujetar la de la campana y la otra también tenía otra allá a aquel palo que hay allí. [El tocar la primera clase] Porque, ésa porque me faltaba la... Sí, sí, sí, si las campanas, si hubieran estao la barrica y la tabla esa del centro, una tabla iba desde, desde donde estaba el clavo aquel, el agujerico ese de la campana que ha tocao usted, pues en el centro unido a las dos cuerdas pequeñas, de las dos campanas pequeñas, caía la de la María pero con una carrucha, claro, y al tocar las unas tocabas las otras, y la otra la tocabas con la mano, así como en el iquierdo, una la toco con la mano y la otra la toco con el pie... Desde arriba, había que subir siempre arriba; allí no se ha podido poner cuerda porque no se podía hacer volar; para la luz la habrán hecho por fuera, no creo que la hayan subido por la escalera. JP

No, había que subir arriba. Abajo, no. Siempre, ahora sí, ahora se toca desde abajo. [¿No hubo una temporada que, que tenía una cuerda entrando a, a la iglesia, a la derecha que había?] Pero éso es para el campano solo. JG

Unas campanas como las de Cariñena, tan grandes y empleadas todos los días, requerían ciertas técnicas de conservación, como son el atado de los badajos o el engrase de los ejes:

Sí, eso sí, a eso hay que engrasarlas. Eso es; claro, a lo último no se podría dar vueltas... Nada, no se ha pintao nada, que yo sepa no la han pintao. [Y atar los badajos, ¿con qué los ataban?] Eso es, eso me ha tocao a mí, el último lo atamos el año pasao: con unos trozos de badana, se les dan vueltas, se les ponen después, se le hace una agujero, se les mete un pasador y ya vale.Si, ahora se gastan más. se gastan más. porque como va doble vueltas con la eléctrica, con la electricidad pues se gastan mucho más; todos años hay que cambiarlos. [Dibuja en un papel la forma de la badana] Y es... a ésto se le daba unas vueltas así arriba en el, en el badajo que lleva una horquilla. Y... y haces ésto, después metes por este agujero y por este otro, te pasa el pasador, y ya no se va... Un trozo de madera, un trocico de madera para que no se pasara ésto y ya está. JG

Así da gusto, tenerlas bien engrasadas, trabajaba yo menos. Las grandes, las dos, todas, engrasaba todas, porque la única que no tocaba a dar la vuelta, era la pequeñica, aquella que está, que estaba... JP

El gran tamaño de las campanas es también una causa de peligrosidad para aquellos que las tocaban, especialmente a bando, aunque la misma escalera, oscura y llena de animales, podía causar caídas:

[Entonces, ¿era peligroso?] Pues según y como, peligroso, pero claro, todas las cosas tienen peligro, todas las cosas tienen peligro. Peligro, sí que tienen las campanas, ¡no han de tener! No ha pasao ninguno [accidente]; a mi me pegó en la cabeza un día, no me pasó nada. [¿Y lo más pesao de tocar?] Bandear. Lo otro no, lo otro es suave. JG

Mi hijo me llama desde la cama: "Padre, ya tendrás cuidao, no se vayas a ir y te vayas a caer." Digo:"No te preocupes, que no será la primera vez"; de joven [¿subiendo las escaleras?], bajándolas, pero era de noche y yo no llevaba luz ni nada, y ¿qué pasO? Que como allí se crían tantos bichos raros, voy a echar el pié, piso una rata, y ¡Hala! ¡Joaquín escaleras abajo!...

Estaba en la misa del entierro y me subía otra vez para tocar, mientras el responso... al final. Pero, mira que era menuda paliza; hoy ya no podría hacerlo, aunque estoy ágil, no podría hacer eso. Ahora chasco me llevo que no me cueste un par de minutos y medio subir, y subía en cuarenta y cinco segundos, lo que le costaba a las campanas del reloj dar las doce: empezar yo en la calle para subir, y pa tocar la última ya estaba yo tocando, pero yendo por casa; por donde ahora no.

También se han bandeao las dos si ha habido gente, pero es muy peligroso, porque el tablao, no sé como estará ahora, ahora porque no se toca más que una. Por que, por que no le agarrara a uno el brazo a uno, mire: me agarró a mi en un dedo. Pero prefería que me agarrara a mí, porque yo tenía accidente, pero el otro no... Mira si era peligro que si no estabas aleryta te podías coger la cabeza en... y... una vez se partió el badajo. Menos mal que salía la procesión que... no se podía parar; sino no sé que pasa aquel día... con la gente que había. [Cayó] al tejao; otra vez se partió... y cayó dentro. Al partirse dió la vuelta a la campana y lo dejó caer abajo. JP

Una de las peores incomodidades sufridas por el sacristán, aparte del esfuerzo de subir, a menudo corriendo, para realizar cualquiera de los toques, era el frío sentido en la torre. Este frío, en una época de decadencia eclesial, pudo haber sido motivo para una simplificación de los toques de difuntos:

Sin parar, tenía que, paraba a lo mejor algún rato para calentarme porque hacía un frío que cualquiera aguantaba allí. Porque un día en el mes de febrero de esta mano me se helaron tres dedos y le dije, era un entierro de primera; digo: "Hija mía, porque tengas muchos dineros a mí no me fastidias más." Dejé las cuerdas y até una gavilla de sarmientos secos y me calenté y me escocían los dedos. Digo: "Pues hija mía, ya no toco por tí." Así que, después me viene que aún había otra cosa que tocar. Digo: "Haber subido usted a tocar, que a mi se me helaban los dedos y comprenderá usted que, para tocarle a la muerta que ya no ha de volver, no me voy a morir yo." JP

El último campanero apenas recordaba los toques de cada día, quizás porque él solamente se encargaba de tocar a muertos:

Nada, se tocaba con una que daba vueltas al Rosario por la tarde... Y por la tarde; ¡no! Al mediodía, nada. Al mediodía, se tocaban, se toca, si hay un entierro pa por la tarde, tienen que tocar al mediodía. Si es por la mañana se tiene que tocar por la tarde. JG

El antiguo sacristán y campanero, sin embargo, realizaba varios toques a lo largo del día, toques lógicos en una gran iglesia, que él llegó a conocer con siete sacerdotes. Estos toques, abandonados paulatinamente, marcaban como es usual, las diversas partes del día, la "clase" del día así como otras actividades litúrgicas:

[Por la mañana a las seis tocaba, sólo la campana grande. Luego a las ocho bandear dos veces] Luego a las doce, a la oración. A las cinco de la tarde y a las ocho de la noche, y en este tiempo a las nueve, en verano... Tocaba ahora en este tiempo, a las cinco de la mañana a la oración, que es la campanica esa del Rosario y seis campanadas con la grande. Después tocaba a las ocho con la campanica pequeña, la del Rosario, esa que ha tocao usted. Y tocaba el cuarto, a las ocho y al cuarto. A continuación tocaba, repicaba para la misa mayor, y a la media salía la misa mayor. Después tocaba a las doce, que es el toque aquel que he tocao, "Tin, tata, tin, tan, tin, tan, tin." [¿Ese es el de las doce de día normal?] No, de cruz a cruz; el día normal no era más que la campanica esa que ha tocao usted y campana.Un día normal pues para la misa mayor, el toque de tercera que le llamaba, después hay otro parecido, de segunda clase, pero que ese se tocaba con la campana grande y las dos pequeñas... El campanico que tocábamos a misa... Ese toque del campanico, lo tocábamos porque antiguamente se tocaba también para el Rosario, se tocaba esa campana que le decía yo, no sé si estará electrificada... Al mediodía tocábamos la campanica del Rosario un poco y después seis campanadas... Les tocaba el entierro de primera, pues tenías que empezar a tocar a las once y media para terminar a las doce menos cinco; que era de segunda, pues tocabas a las once menos veinte y que era de tercera tocabas a los tres cuartos.

[Las tardes un solo toque] Un toque largo. Y yo la tocaba un toque largo, porque como la dejaba con mucho brío, la dejaba tocando y me bajaba y llegaba a la calle y aún estaba tocando. JP

A lo largo de la semana solamente destacaba el toque para el viacrucis, los viernes por la tarde:

Los viernes, a las cinco [hora dudosa en la grabación] de la tarde se tocaban treinta y tres campanadas para el Via Crucis. Todos los viernes. JP

Los días de fiesta, en los últimos momentos, se acompañaban del repique, más o menos indeterminado, que precedía y seguía a uno o varios bandeos. Entre toque y toque no dejaban las campanas preparadas, invertidas:

Y los días de fiesta pues a lo mejor si había que bandear, pues íbamos tres o cueatro. Que yo solo no iba. Porque esas no se pueden navegar con uno. Repicar y bandear. Si, si, lo primero repicar y después bandear. Se bandeaba a lo mejor dos o tres veces. [¿Y entre vez y vez, las dejaban caer?] Sí. [O sea que cada vez había que ponerlas...] Éso, precisamente, así es. JG

Los campaneros tradicionales tenían diversos repiques según la clase o importancia de la fiesta:

Si hubiera una carrucha en medio de eso que cruzaba, para tocar el toque de primera clase, que es el de las fiestas principales, ese se toca con esta mano tres campanas y luego ésta en la grande.

Y las vísperas era por ejemplo en días como el Corpus, la Ascensión, entonces se tocaba volteo de primera clase para bandear. Los días de fiesta pues se tocaba el [¿coro?] con la campana grande y después el volteo de campanas... al mediodía, la víspera. JP

Los toques de difuntos, como ya habíamos anunciado, tenían una gran diversidad para indicar la edad, sexo, importancia social y posición del difunto. También estos toques habían sido simplificados al final:

A muerto se tocaba antes muy bien; ahora no es a muerto ni nada. Yo me ataba una aquí y la otra en el otro lao, "pan, pan". [Describiendo los gestos: "O sea, en esta mano, en la mano izquierda dos, en la otra mano una y otra en este pie, otra en el pie XXXX"]

[¿Toques de muertos había muchos?] No, que no hay más que uno, toques de muerto aquí no ha habido más que uno [Ya, pero ¿se tocaba distinto si era hombre y mujer?] No, éso es igual a todos. [Pero... ¿si era pobre se tocaba igual?] Nada, yo he tocao siempre igual. Siempre, allí no se distinguía el toque con ningún rico ni pobre ni nada.

[¿Y para los críos pequeños?] Éso se tocaba de otra manera, una campana solo... Para niño, depende. Pero como ahora ya se han ido esas d'éso, lo mismo tocan pa una cosa que pa otra, o sea que... JG

La forma tradicional de tocar a muerto incluía sin embargo una serie de informaciones que encuadraban socialmente al difunto. Es de destacar que la clase, la posición social y económica, no se señala con toque distinto sino con diferente duración, al menos en los adultos. En consonancia con ésto, el sexo no se indica con cierta combinación rítmica, sino con un distinto número de toques realizados:

Sin embargo, para entierro, se toca con ésta dos [con la derecha, dos] con ésta una y con el pié la otra. Y para parvulillos se toca con las dos pequeñas, y para medio capítulo se toca con las cuatro. Medio capítulo es para el que le hacen misa de ángeles. [¿Qué es misa de ángeles?] ¡Hombre! Chicos que mueren y les hacen misa de ángeles que les llaman, los chicos que pecaos no tienen ninguno, los que no han podido pecar... El toque de cura...

Muertos hay tres, uno de parvulico, otro de Angelis, otro de adultos, y otro el que se tocaba para los curas, el que se tocaba para los curas. De no funcionar esa campana no se puede tocar. Y aunque no le diésemos la vuelta a la campana pequeña, pues la otra se podría tocar y daría otro la vuelta y yo tocaría las otras dos, tres.

[Entonces para los muertos, si era hombre o si era mujer se tocaba igual] Sí, para los hombres tres toques; para las mujeres dos. Eran, eramos distinguidos hasta para cuando se morían las mujeres les tocaban luto [¿?] y cuando se les daba la extremaunción para las mujeres se tocaban seis campanadas, antes del toque de oración; para los hombres nueve y si era cura, doce. [Con la campana grande] Sí; doce campanadas justas... Para la mujer se distinguía en que a la mujer le tocaba sólo dos toques y al hombre tres, el mismo toque. Si por ejemplo se moría uno, llegaba aquí al mediodía, a las once y media y tocabas tres toques; después tocabas a la oración del mediodía; y si era mujer pues tocabas dos... El mismo toque tres, parando y volviendo a tocar... Tocaba cinco minutos en cada toque, y si era de primera clase tocaba más. [O sea tocaba igual dos o tres veces pero más rato] Sí, pero más rato porque pagaba más, jé, jé.

[¿Entonces había clases de entierros también?] Sí, hombre, sí. Primera, segunda y tercera. El toque era el mismo, más rato o menos rato. [Y como se sabía si eran de primera, o sea] Por el, se sabía que era el de primera, por el rato. En los entierros de primera salían los curas con terno, la cruz...

Lo de agonías no [lo hemos grabado], porque no son más que campanadas. Con la campana grande aquella, "Tam, tam..." Para éso no hace falta, para la agonía no hace falta. La agonía, cuando se le exponen, cuando se le exponían, que se ponía el Señor expuesto en la iglesia, y se tocaba una hora. Estabas dándole allí con la campana una hora, el que te pagaban, sino no tampoco se tocaba; como no pagaran no había tu tía, los curas de antes no hacían nada gratis.

Y después estaba el toque de comulgares, el domingo de Quasimodo, que ese de "Tam, tin tin, tan, tin tin tam, tin tin, tam, tom"... El de los viáticos y domingo de Quasimodo, pues ese tampoco se bandeaba y se tocaba ese toque.

Y el día de Todos los Santos pues se enganchaba a tocar a las diez de la noche y terminaba a las cinco de la mañana, y se tocaba todas las clases, desde chavalicos, desde parvulicos, desde mayores y el de los curas. Sin parar, tenía que, paraba a lo mejor algún rato para calentarme porque hacía un frío que cualquiera aguantaba allí. JP

Los toques de difuntos eran interpretados cierto número de veces, durante el día, dependiendo del horario del óbito y del entierro así como de la clase; también hubo una simplificación de los toques, según los informantes:

Al mediodía, se tocaban, se toca, si hay un entierro pa por la tarde, tienen que tocar al mediodía. Si es por la mañana se tiene que tocar por la tarde. [Y sólo se toca una vez] Sólo. [Una vez y luego el entierro] Sí. JG

[Para un muerto cuando tocaban] Para hacer señal, que había muerto, tres toques, y uno al final que la otra campanica del Rosario, que ésa hace "Tin, tin, tin"; la campanica del Rosario "Talan, talan, tam pon" y la pequeñica sin parar, ese es el final del toque de muertos para enterrarlos. Y durante el entierro, pues tocaba un toque de señal para parar a la gente, un cuarto de hora o media hora antes, y después cuando salían los curas tocabas ya y ya parabas cuando se te ocurrías. Si celebraban la misa, cuando entraban a la iglesia se paraba. Bajaba, estaba en la misa del entierro y me subía otra vez para tocar mientras el responso en el... al final, pero mira que era menuda paliza; hoy no podría hacerlo.

Les tocaba el entierro de primera, pues tenías que empezar a tocar a las once y media para terminar a las doce menos cinco. Que era de segunda, tocabas a las doce menos veinte y que era de tercera tocabas a los tres cuartos: hasta para eso había clases. JP

Aparte de los toques para fiesta o para difuntos, había un par de toques que ya hemos señalado, en los ciclos diarios o semanales: el de Rosario a media tarde y el del Via Crucis los viernes. El toque de fuego se realizaba con la grande, teniendo que subir siempre por las características de la torre:

Para fuego, sí, eso ha habido siempre. Se tocaba siempre con la, con la grande se tocaba... Había que subir arriba. JG

Y a quema, ése, ése na más la campana grande aprisa, ese no hace falta tocarlo, creo yo. JP

También hubo toques comunitarios, por llamar de algún modo a los realizados de noche, cuando había niebla o nevaba, y poder atraer así a los extraviados; toque que aún permanece en la memoria del último campanero, que no lo tocó:

Antes, antiguamente, pues por la noche cuando había un d'eso de nieve cerrada que se le llamaba, pues tocaban la campana pa que si acaso le cogía alguno fuera de aquí, por ejemplo retirao, al... al sonido de la campana acudir allí, eso es lo único que... JG

Lo único que yo tocaba era para los perdidos, cuando nevaba y estaba todo nevao, ¿verdad? Y entonces se tocaba la campana grande a medio bando, se hacía "Pom". Después al otro lao, "Pom". [Pero a medio bando, parándola arriba] Sí. [O sea parándola] Éso es. Ahora ya... Así cuestión de media hora. JP

Las actividades litúrgicas cambian de horario, a lo largo del año, como era usual en las iglesias importantes; adelantando y retrasando en verano, de Cruz a Cruz, el toque de oración de la mañana y de la tarde, e interpretando, durante el verano, después de la oración, el toque del verano, que probablemente fuese una protección contra las tormentas, pero que el señor PINTANEL no asociaba como tal.

También hay "clases" de días, a lo largo del año, más allá de diario, domingo y festivo, o quizás elaborando más esa graduación, esa relación inversa entre fiesta y trabajo.

Para las procesiones también había cierta clasificación: el tipo y la importancia del recorrido eran acompañados con toques diversos. Esta diversificación quedó limitada al bandeo en los últimos años de las campanas mayores:

[¿Y para una procesión que tocaba?] El de segunda o el de primera, el que se me ocurría. Éso ya era al libitum, que se dice en latín. [Éso antes de la procesión, y durante la procesión bandear] Bandear, y si no había fuerzas para bandear, según. La procesión era insignificante, por ejemplo la procesión del Corazón de Jesús, era una procesión de cofradía y se repicaba nada más las campanas. Los viáticos, si, el de los viáticos y domingo de Quasimodo, pues ese tampoco se bandeaba y se tocaba ese toque.

No, la pequeñica, la más pequeñica de todas, ésa no se bandea nunca, ahora que la del Rosario y la María la que más y en las fiestas principales la grande, y a veces se bandeaba si no era para la procesión del Corpus o cuando venía el Santo Cristo o cuando lo traían de la Virgen, el día de Pascua de Resurrección, ese día. JP

Una procesión, a bandear. Eso era a lo mejor cuando salía la procesión, se echaba a tocar y se estaba un rato y al rato pues, se ponían otros a tocar otro rato y así. JG

Para las tormentas, concretamente, no había toques, por su peligrosidad. Y sin embargo, el toque de mediodía del verano parece cumplir el papel de protección preventiva contra las tronadas:

Si, y después está ese otro que se tocaba de Cruz a Cruz, que es "Tin, toco, tin tan, tin, tan tum", que ése se tocaba con la campana grande y las dos pequeñas. Ese se tocaba a mediodía, desde el día tres de mayo hasta el cuatro de setiembre. El día tres terminaba y el dos de mayo empezaba. [¿Y para qué era ese toque?] Pues estos toques se tocaba después de la oración del mediodía, del Angelus, pues claro está, al mediodía tocábamos la campanica del Rosario un poco y después seis campanadas y a continuación al terminar la última campanada empezaba "Tam, tam, tam, tamrrrrponpon" y ya empieza con las pequeñas. En verano nada más.

Para tormentas, no, para tormentas no se tocaba nunca, porque para las tormentas había mucho peligro, el eco de la campana llamaba el trueno y podía venir.

[¿O sea, ese es el del verano, que decía algo del tintinublo o algo así?] Ése del tintinublo, ese era otro. JP

El grupo de trabajo, de ayudantes, solamente era requerido para los bandeos; para los toques diarios o semanales el campanero se bastaba, y no había problemas mientras se trataba de una persona distinta del sacristán. Sin embargo, al concentrarse las tareas, es preciso organizarse de manera que, durante algunos actos litúrgicos como procesiones o entierros, puedan sonar las campanas mientras que el sacristán canta o precede la comitiva con la cruz parroquial:

Desciende de familia, como necesitaban   ayuda a lo mejor pa bandear, porque antes se bandeaba con la mano y ahora no, es a base de botones, o sea que... Necesitaban que, por ejemplo había entierro, como el sacristán tenía que llevar la cruz, pues tenía que subir yo. Y los días de fiesta pues a lo mejor si había que bandear pues íbamos tres o cuatro... Y seis también hemos estao, porque llevábamos a lo mejor las [¿dos?] a la vez, la cuadrilla que subíamos, o sea que... Pa la grande, tres nos poníamos siempre, y pa la otra que le sigue, que es como la grande, pues tres. Pa las demás, no, porque las otras son pequeñas. JG

También se ha bandeao las dos a la vez, si ha habido gente,pero es muy peligroso, porque el tablao no sé como estará ahora... Muchas veces la bandeaba solo... Pegándole a la campana y al jubo, sino yo no hubiese podido darle la vuelta...

[Pero usted tenía que estar arriba] Yo sí, pero entonces estaba mi padre abajo. Porque mi padre ya murió de ochenta y dos años; tenía ochenta años y subía a ayudarme a tocar a lo mejor, lo que voy a hacer yo a los ochenta años, subir a tocar.

Y yo estaba porque estaba por mi padre. Y yo, estando mi padre conmigo, pues yo lo asistía a él. Ese, cuando tenía yo un trabajo o algo, pues él se quedaba en la iglesia y tocaba el rosario y yo me iba a hacer lo que fuera, para llevar el cocido a casa.

[Y este mozo que ha subido ahora también tocaba] No, ése fué monaguillo.... Cuando estaba yo de sacristán, venían a lo mejor a tocar, la campanica que ha tocao usted para el Rosario, por las tardes, y las misas de entierro me ayudaba a cantar; es el único vivo hoy.

[¿Y a sus hijos no les gustaba?] No, no les gustaba la iglesia; les gustaba la iglesia sí, pero no para estar allí. Tocar las campanas el mayor sólo tocaba, pero toque de a muerto y por ahí, pero tampoco le llamaba, porque como tenía su oficio él, yo no lo iba aclimatar allí, porque la iglesia, cuando hay que quedarse allí no daba de comer. JP

Las motivaciones para tocar las campanas parecen superar la simple cuestión económica o laboral: se toca o se tocaba por capricho, y por eso mismo se volvería a hacer:

¡Bah! ¡Nada! ¡Nada! Por... por yo por un capricho que tenía un pariente que se marchó a Zaragoza, iba por capricho, porque me ha gustao y aún voy a lo mejor.

No, nada, yo nada, no tenía ninguna consideración, yo lo hacía por hacer un favor al sacristán que era pariente mío también. Y bandear, ¿no? Si no hubiera querido, pues no hubiera ido. Sin ninguno [problema]. JG

Pues en la Seo las he tocao también! Pero allí yo he tocao de capricho, con un chico que ya se murió, un campanero que había... En la Seo, pero yo iba porque quería, ¿eh? JP

No parece que comiesen o bebiesen, de manera más o menos formalizada, en la torre, los grupos de ayudantes; no hay que olvidar que la mayor parte de los toques eran realizados por uno solo, y que los bandeos podían atraer pocos ayudantes.

No tocaban en otro lugar ni venía gente de fuera a hacerlo; ésto no tenía sentido cuando había un campanero estable, cualificado, o cuando los toques estaban empobrecidos, casi abandonados.

 PINTANEL, tras emigrar a Zaragoza, gustó de tocar alguna vez en la Seo, e incluso parece que enseñó alguno de sus toques. No hablaremos de esto aquí, tiempo habrá de hacerlo cuando lleguemos a la Inmortal Ciudad. Destaquemos solamente que tocó allí de capricho, porque quería yo.

Lo que parece evidente es que los campaneros de Cariñena, como profesionales cualificados, cobraban por su trabajo, aunque fuera un salario mínimo, que debía ser completado, como ya hemos apuntado, con múltiples tareas: sacristán, cantor, maestro, gestor (en el sentido de encargarse del papeleo de entierros y bodas), metereólogo, albañil, peón agrícola, vendimiador... e incluso criador (y consumidor) de los palomos de la torre. Su vivienda, adosada a la iglesia e inexistente en la actualidad, debía formar parte del pago, que se redondeaba con las propinas recibidas por sus trabajos en la iglesia:

Yo sí, yo vivía en la iglesia; está deshecha la casa esa ahora... No podía ahorrar uno más que pa comer... Ya, pero le quiero decir, yo en los entierros de tercera cobraba menos, porque mire, de cobrar un entierro de tercera, entonces se cobraba veinticinco pesetas; del entierro de segunda cuarenta y del de primera cien. Ahora reparti-la para siete curas y el sacristán y los monaguillos y mira a ver lo que les toca [Se ríe] Y menos mal que yo cobraba de cantar en los entierros, cobraba siete pesetas, de los de segunda cobraba nueve y de los de primera doce. Ahora no, porque ahora no cobran de nada y se sacan más dinero, porque ahora el que más y el que menos, como sacan la bandeja a pedir, la familia del muerto por lo menos quinientas pesetas echa en la bandeja y a poco que vayan un poco regular cien pesetas cada uno, se sacan dos mil pesetas de un entierro y antes para sacar dos mil pesetas había que hacer cuarenta viajes para ir a cobrar, si te lo pagaban. Pues ¡cuantos entierros tendría que cobrar yo! Ahora ya no, porque ahora ya no vive la familia, algunas familias, que los he puesto yo de mi bolsillo y aún no los he cobrao, porque sabía que si me pagaban el entierro eran cien pollos, y si me pagaban el entierro estaban una semana sin comer. Pero los curas, los curas de entonces no. Eran, en cuanto esperan la peseta, para ellos, no tuve yo más que tres curas buenos...

La agonía... y se tocaba una hora, estabas dándole allí con la campana una hora, el que te pagaban, si no tampoco se tocaba; como no pagaran no había tu tía. Los curas de antes no hacían nada gratis.

Poco, poco que te pagaban y otro poco que te daban de propina, total pa morirse, porque yo estando de sacristán yo me corría con todo: yo hacía el certificao de defunción al juzgado, yo hacía todo, y el que más y el que menos, pues ocho o diez duricos te daba de propina, que hacía falta. JP

Los toques eran conocidos y reconocidos por la gente de Cariñena, que era capaz de saber quien los interpretaba, como supone nuestro informante. Los toques actuales son incomprensibles, confusos:

Cuando oigan las campanas dirán: "¿Pues quien tocará?" "¿Quien tocará?" Ya se lo figurarán, ya lo habrán revuelto el pueblo... Si no han dicho que he venido yo, dirán: "Ése que toca las campanas es Pintanel."

Después ya no tocó nadie ya; tocaba pero, como tocan ahora, que no sabes si tocan a muerto, tocan pa todos igual. Si saben que es fiesta, porque le dan el volteo de campanas que es lo que tocarán, pero... JP

Los toques de campanas son para los entrevistados un trabajo por el que son pagados, así como una afición, algo voluntario, que les atrae; los toques más bonitos son los de fiesta y los más imponentes los de difuntos:

Esto, entonces las campanas, claro que es un trabajo, más que deporte; claro, deporte también es, también ha sido un deporte. El toque más bonito el bandear, porque si tocas a muerto, malo, se va alguno p'allá. Qué es tocar mal las campanas, si, pues si no sabe tocar uno, mal tocará; la puede tocar cualquiera, pero de cualquier manera. JG

Ahora un capricho. Yo si me hubiera venido a Cariñena, les hubiera tocao las campanas gratis, ¡madre mía! Entonces no las hubieran electrificao, seguro, no se gastan el dinero que se gastaron. Y además les hubiera ayudao a cantar y a todo, je, je. JP

Tienen conciencia de tocar distinto: cada lugar tiene su manera propia de hacer sonar las campanas, y desde luego no hay ninguno como Cariñena:

¡Cada pueblo tiene su toque! JG

Sí, porque torres así que se toquen las campanas como aquí... Tocar, como he tocao yo, nadie ha visto usted. JP

No es preciso repetir las normas que rigen, o mejor dicho, que regían los toques tradicionales. Baste decir que, como otras importantes iglesias en Aragón, se tocaba por la mañana para la misa conventual, anunciándola con dos bandeos y un tercer toque que era repique apropiado a la clase del día. Para las fiestas importantes bandeaban una u otra de las campanas mayores o incluso las dos, precedidas y seguidas del repique del día. El toque de oración era más complejo que en los pueblos, con una primera parte a base del semibandeo de una campana y seis golpes de la mayor. Sin embargo, si había que avisar o recordar una muerte en la villa (actualmente ciudad) el toque de difuntos se realizaba antes. Por otro lado, si era en verano, entre cruz y cruz, se hacía un repique, que había perdido el significado, pero que era plausiblemente un toque de protección contra las tronadas. Hay otra peculiaridad: el toque de difuntos de personas adultas se estructura en base a dos coordenadas, duración y número de veces en que se interpreta, fórmula poco usual en cuanto la diferenciación suele marcarse con diversas combinaciones de campanas o ritmos. El sexo se indica claramente en los toques de extremaunción, pero no la clase, mientras que para el entierro solamente señalan cuando el muerto está en la calle, sin otros datos.

El esquema de los toques de mediodía, en verano, de un día cualquiera, en el que hay que anunciar un difunto, sería:

·          toque de difuntos

·          (si es de adulto el número de veces indica el sexo y la duración de cada

·          vez la clase social)

·          toque de oración

·          (semivolteo de la campana del Rosario y seis golpes de la mayor)

·          (si fuera solamente semivolteo podría ser toque de Rosario)

·          toque de verano

Los toques tienen cierto parecido y no es posible hacer música por el bajo número de campanas:

Porque es parecido casi todo, ¿verdad? Aunque hay alguna variante...

Sí, pa decir tocar con música, no, yo tocaba de oido. Sé música, ¿verdad? Pero tocaba de oido. No, porque para las campanas... es bastante difícil, habiendo sólo cuatro y al no tener un pentagrama completo, si hubiera habido ocho, con... sólo las ocho, pues sí. Pero ya en el repicoteo cuasi, cuasi cuasi, toco la Marcha Real, je je... JP

Sabemos, repetidamente, las causas por las que JOAQUIN PINTANEL dejó de tocar: un trabajo muchísimo mejor remunerado, estable, considerado. Esta es la misma causa por la que no quiso que se dedicaran a ésto sus hijos, que ya tenían oficio.

En este contexto resultó coherente la electrificación: se trataba de facilitar el trabajo del sacristán, de interpretar unos toques muy simplificados. Pero los que se encargaron de motorizar las campanas hicieron lo mismo que en los demás lugares por donde pasaron, es decir no preguntaron nada de la tradición anterior a ellos, colocando motores y martillos eléctricos a su libre albedrío. El resultado no tenía apenas relación con los toques consuetudinarios: si antes volteaban una u otra de las dos campanas grandes, e incluso las dos, ahora solamente voltea la manor; si antes no volteaba jamás la campana pequeña y lo hacía la campana del Rosario, la menor ha sido motorizada y gira completamente, mientras que aquella que era bandeada varias veces al día permanece inmóvil. Además los repiques de difuntos empleaban las cuatro campanas, mientras que los festivos requerían tres o cuatro. Sin embargo los actuales martillos, colocados únicamente en la campana mayor y en la del Rosario, impiden por su construcción cualquier ritmo rápido.

Pues bandear, bandean mejor; ahora, tocar los toques no, porque no pueden tocar lo mismo que a mano. JG

Hubo un ofrecimiento por parte de JOAQUIN PINTANEL para asesorar durante la motorización, propuesta que fué despreciada con resultados tan contrarios a la tradición, como acabamos de ver. A pesar de ello colaboró con cierta cantidad, para no perder el contacto con su pueblo:

Pero para repicar, que además se lo dije yo, "si quieren electrificar bien las campanas, me llamen ustedes y yo les orientaré y podrán acoplarse a la forma de tocar yo, porque ahora con la electricidad se puede hacer muchas cosas". Pero no han dicho nada; pues digo: "Vais a hacer puñetas."

Después de la electrificación no he estao, no estuve más que una vez a darle XX duros, para ayudarle a la luz, y no quiero ser menos que los del pueblo. JP

La electrificación ha supuesto cambios radicales: por un lado es necesaria una conservación distinta pues las campanas, al girar más rápidamente y con cualquier motivo (antes los bandeos, que requerían un esfuerzo cierto, eran reservados para algunas festividades) desgastan más fácilmente las ataduras de los badajos. Del mismo modo, pero a la inversa, la torre está mucho más abandonada y las campanas peor cuidadas, pues solamente se sube muy de tarde en tarde para reparar alguna avería.

Las campanas, electrificadas, fueron diseñadas sin tener en cuenta ni los toques tradicionales pasados, ni su posible interpretación posterior: suponían el fin de una época, de unos toques, de unas técnicas.

Pero la desaparición de los toques tradicionales no fué una consecuencia de la motorización: el mal, por llamarlo de algún modo, venía de antes; la simplificación de los toques venía causada por la emigración del campanero, pero éste tuvo que marchar por su bajo salario. Al mismo tiempo, el número de sacerdotes de la iglesia se había reducido de siete a uno...

Los dos informantes no asocian la desaparición de los toques a un proceso de simplificación eclesial, sino que culpan del cambio a los motores:

¡A muerto se tocaba antes muy bien; ahora no es a muerto ni nada! ... Para niño, depende, pero ahora como ya se han ido esas deso, lo mismo tocan pa una cosa que pa otra, o sea que...JG

En cuanto al sentido de la recogida, nuestro primer informante mostraba poco interés; el otro no llegó a expresar el suyo, pero su colaboración continuada y dispuesta, y las ganas de tener una copia en video de los toques grabados para poder enseñarlo a sus amistades y darlo a sus nietos, nos da a entender, al menos, su interés personal:

¡Ah! A mí me es igual que lo guarden. JG

Dirá: "Se ha ido más contento este hombre que si le hubieran dao el premio gordo de la lotería"... En cuanto me lo dijeron ya ha visto que no puse impedimentos de ninguna clase, aquí estoy a disposición de ustedes para lo que me dijeran. JP

La colaboración de los dos fué grande, cada uno en la medida de sus posibilidades, y si de JOSÉ GALINDO solamente pudimos recoger dos toques, PINTANEL nos interpretó una docena en dos ocasiones, en su torre de Cariñena y en la de San Nicolás de Zaragoza, como describimos y analizamos en su lugar.

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