Volver al  Índice

Las campanas de Aragón: un medio de comunicación                                                          Dr. Francesc LLOP i BAYO

Las técnicas para tocar campanas

La disposición de las campanas en una torre constituye el marco que determina el uso de las campanas. Las técnicas recogidas en los lugares estudiados no aprovechan todas las alternativas que ofrece cierta colocación, sino que limitan, aún más, las posibilidades de empleo. Estudiaremos a continuación, desde los más sencillos a los más complejos procedimientos recogidos en las localidades propuestas, procurando ilustrarlos con digitalizaciones adecuadas. Intentaremos comparar lo que hacen con lo que dicen, así como las simplificaciones ocurridas en los últimos tiempos, con sus correspondientes consecuencias acústicas.

La lista no agotará las técnicas encontradas ya que, si algo sigue despertando nuestro asombro al realizar nuevos trabajos de campo es la diversidad tanto en el modo de tocar (modo de colocar las cuerdas y de pulsar esas sogas con diversas partes del cuerpo) como en los toques (ritmos y combinaciones muy diversas) aunque los significados se parezcan muchísimo, como ya analizaremos más adelante.

El tañido de campana fija

Cuentan numerosos autores que, en los principios del cine mudo, los rusos se reían de los demás europeos al ver que, para tañer sus campanas, movían la pesada masa de bronce, dejando casi parado el badajo, cuando lo más lógico, tal y como hacían ellos, era desplazar el pequeño badajo, siempre menos pesado que la copa, dejando que el timbre permaneciese inmóvil.

Ciertamente, el repique parece el modo de tocar la campana más sencillo e incluso el más racional, ya que se puede variar a voluntad el ritmo de los golpes así como la potencia de las badajadas. Sin embargo su uso no está exento de connotaciones culturales, y así algunos autores como NABUCO (1964:53) desprecian esta técnica y sus resultados sonoros:

Amarrar uma corda na ponta do badalo, para puxá-lo à vontade, dando marteladas, ora fracas demais, ora tao fortes, que chegam a rachar o bronze, constitui, campanològicamente falando, uma brutalidade, e disto nao tratamos aqui.

·                     Una sola campana: el badajo es tocado directamente con la mano. Alcorisa (Bajo Aragón)

·                     Una sola campana: el badajo está ligado a una cuerda ligada al otro lado de la torre; se toca tirando de una cuerdecita atada a la principal. Huesca (Hoya de Huesca)

·                     Repique de dos campanas con sendas cuerdas atadas a los badajos. Latre (Jacetania)

·                     Repique de dos campanas, asiendo a medio recorrido las cuerdas usadas para tocar desde la iglesia. Ateca (Comunidad de Calatayud)

Los repiques constituyen, culturalmente hablando, en Aragón, la forma más compleja y creativa de emplear las campanas. Están basados, precisamente, en el uso alternativo, voluntario y controlado, de golpes de diferente volumen sonoro, de dos o más bronces.

El toque de una sola campana: el repiquete

Hemos dicho dos o más, aunque a veces el toque es de una sola, pero en este caso se trataría de un repiquete, palabra con la que también se señala en muchos lugares un breve repique de campanas pequeñas.

En un caso poco usual, y motivado por el deterioro final del sistema, uno de los tocadores golpeaba la campana por fuera con el mismo badajo, cuyo atado se había soltado; en vez de religar la lengua a su lugar el informante de Perdiguera prefería tocar a muerto exteriormente, lo que da una clara sensación de abandono y dejadez; otro compañero tañía tres campanas a la vez, como veremos más adelante.

El repiquete realizado con una sola campana, por necesidades imperiosas, como en Aguilón, ya que no tienen otra, o por obligaciones del toque, suele ser realizado tirando del badajo hacia sí, asiéndolo generalmente con la mano, y no empujándolo como hacen en otros lugares. La atracción del badajo pudiera estar relacionada con la altura a la que se encuentran las campanas. A veces se emplea la mano, nada más, o la misma cuerda de tocar a misa. El repiquete ha de ser tocado desde arriba para hacer ritmos rápidos, como veremos luego.

El toque de dos o más campanas fijas: el repique

El repique, propiamente dicho, requiere el uso de dos campanas, al menos. En los lugares estudiados se tañían siempre con sendas cuerdas engarzadas generalmente mediante un gancho al badajo.

En Alcorisa vemos la posición de las manos, asiendo las cuerdas, y de los brazos, formando aproximadamente ángulo recto con los codos, de manera que las extremidades no estén en posición forzada, para un toque más o menos prolongado, y realizado con comodidad.

·                     Repique de dos campanas, tirando de gruesas sogas. El cuerpo, echado hacia atrás, se recuesta en un madero central. Alcorisa (Bajo Aragón)

·                     Repique de dos campanas, tirando de sendas sogas. El cuerpo echado hacia atrás para facilitar el toque. Jabaloyas (Comunidad de Albarracín)

·                     Repique de dos campanas pequeñas. Uncastillo (Cinco Villas)

·                     Repique de dos campanas, tirando con la mano derecha de una cuerda directa hacia la menor. La izquierda pulsa hacia abajo la cuerda que une el badajo de la campana mayor al muro. Mora de Rubielos (Maestrazgo)

En Alcorisa emplean cuerdas gruesas; en realidad es la misma soga la que va unida a las tres campanas, y cada uno de los extremos tiene sendos ganchos para unir a los batajos, y poder quitarlos cuando los toques lo requieran. Las cuerdas gruesas facilitan la aprehensión, pero en muchos otros casos la cuerda, más fina, o bien se enrolla de las manos o bien tiene un nudo o una lazada al extremo de manera que la mano se desliza hasta el final de la soga y permaneciendo cerrada no tiene que forzarse a retenerla, ocupando la atención del tañedor en producir los ritmos y volúmenes sonoros deseados.

El campanero de Cimballa enrollaba las cuerdas con un par de vueltas en cada mano, con los brazos levemente extendidos, sin llegar a tenerlos en cruz, lo que hubiere resultado muy cansado. Sentado en uno de los lados y por tanto al centro de la minúscula torre, producía el sonido alternado de las dos campanas. La posición recostada era casi obligatoria ya que las campanas se encuentran a la altura del inexistente suelo, ocupado totalmente por la escalera de acceso.

En Latre el campanero agarra ambos cabos de cuerda, orientando su cuerpo hacia una campana pero mirando la mayor, que es la que marca los ritmos de referencia; ésta una posición bastante usual entre los que repican, sobre todo cuando las campanas vienen a una altura tan buena como éstas.

El repique con tres campanas

El problema se complica cuando aumentan las campanas y por tanto las cuerdas necesarias para su manejo. En estos lugares emplean a menudo un pie para tañer la tercera campana. Ésta suele ser la mayor, que marca los ritmos de base y requiere un mayor esfuerzo para su tañido.

Así, en Alcorisa el campanero se apoya en un madero, en un tronco central que hay en la torre, de manera que su pie derecho permanece semidoblado y bajándolo pulsará el centro de la cuerda, atada al tronco y conectada al badajo de la campana mayor.

También en Mora de Rubielos se recostaba el campanero, pero la electrificación de las campanas obligó a cierta improvisación; así se apoyaba en un banco de escuela de madera, que se encontraba de modo casual en la torre, y ejercitaba la misma actividad que el de Alcorisa: sendas sogas en las manos y la campana mayor con el pie.

·                     Repique de tres campanas: la mayor con el pie izquierdo y las otras con las manos. El cuerpo, recostado en un pequeño banco de escuela, se apoya en el pie derecho. Mora    de Rubielos (Maestrazgo)

·                     Repique de tres campanas: la mayor con el pie derecho y las otras con las manos. El cuerpo, recostado en un madero, se apoya en el pie izquierdo. Alcorisa (Bajo Aragón)

Los toques de muertos en Perdiguera, eran tocados por dos hombres. El segundo tañía tres campanas, de manera que una cuerda unía dos badajos, de dos bronces situados en caras perpendiculares y una segunda cuerda iba unida al badajo de la campana mayor. Al desplazar hacia adelante o hacia atrás la cuerda doble sonaba alternativamente una o la otra campana, en una técnica que veremos luego mejor desarrollada.

En Ateca las cuerdas van, actualmente, desde el badajo de las campanas, que están en tres lados de la torre, hasta una ruedecilla que dirige, en un ángulo recto, las sogas hacia las profundidades del campanario. Para tocar tres campanas cogían, generalmente, una cuerda en la mano derecho y otras dos con la izquierda, de modo que el movimiento alternativo hacía sonar una o la otra. Como se trataba de dos cuerdas distintas, durante el toque, la mano iba tanteando la mejor posición.

El repique de cuatro campanas

El aumento de campanas supondría, al menos sobre el papel, la complicación de la técnica necesaria para producir los toques. Sin embargo no siempre es así.

Recogimos en Uncastillo la más sencilla de las técnicas, pero los repiques son de una tal complicación que probablemente sea imposible transcribirlos musicalmente sin la ayuda de ordenadores. El sacristán se pone en medio de la torre y tiene, solamente, dos cortas cuerdas, con sendos ganchos en cada extremo, conectados al badajo de cada una de las cuatro campanas de la torre cuadrada: dos grandes y dos pequeñas, instaladas en lados adyacentes. El campanero semeja tener dos alas, de manera que al mover hacia adelante un brazo suena una campana, al moverlo hacia atrás tañe la otra y al bajar la mano tocan las dos. Los brazos están extendidos, sin llegar a estar en cruz. Si tuviéramos que medir la relación entre complicación técnica y resultados, estas simples cuerdas, que se instalan en breves segundos, ofrecen no solamente una inmejorable proporción entre esfuerzo y ritmos producidos sino que se colocan a la cabeza de todos los sistemas de cuerdas conocidos, algunos muy complicados, como veremos a continuación.

·                     Repique de cuatro campanas, con la más sencilla y eficaz técnica: cada cuerda unida a dos badajos. Las campanas han de estar a cierta altura. Uncastillo (Cinco Villas)

·                     Repique de cuatro campanas. Huesca (Hoya de Huesca)

·                     Repique de cuatro campanas. Las dos pequeñas están tras el campanero y la cuerda va hasta el madero central. La mano izquierda ase la cuerda de la campana mediana y la mayor es tañida con el pie derecho al ser flexionado hacia atrás. Cariñena (Campo de Cariñena)

·                     Repique de las cuatro campanas: las dos menores, como antes, con la derecha, y las dos mayores con la izquierda, produciendo polirritmia. Cariñena (Campo de Cariñena)

En Agüero, donde tienen también cuatro campanas, estando en lados adyacentes las dos grandes y las dos pequeñas, pero en la misma cara las dos campanas intermedias, nos presentaron una técnica compleja, y relativamente eficaz. La cuerda unida a la campana mayor se ata a una argolla clavada en el muro a baja altura, un metro del suelo o así, dejando el badajo algo desplazado de su centro natural de caída. Dicha argolla se encuentra en un saliente de la pétrea pared, de manera que el campanero se coloca mirando al pilar y teniendo la soga tras su cuerpo, a la altura aprocimada de su trasero. Con la mano izquierda ase la cuerda que va desde la iglesia hasta la campanas mediana y la mano derecha se coloca en el centro de una cuerdecita que une el badajo de las dos campanas pequeñas. Las manos realizan los movimientos usuales, mientras que un violento golpe de caderas, hacia la derecha, desplaza la cuerda de la grande, marcando unos golpes regulares, no muy potentes, que sirven de base rítmica al repique.

En Huesca, en la torre de Santo Domingo emplean una técnica similar a la recogida en Uncastillo. En San Pedro el Viejo, donde realizamos las grabaciones, la complicación es mucho mayor. De la bóveda de la habitación pende un alambre con una argolla a su extremo, que en algún momento llaman la araña, por su aspecto. Por ahí se entrecruzan las cuerdas de las cinco campanas, aunque el sistema se basa en cuatro, ya que la menor, que parece ser añadida de hace poco tiempo, se enlaza con dificultad en los toques. Las cuerdas van desde el badajo hasta la pared de enfrente donde se regula su posición enrollándolas más o menos en una especie de ganchos clavados.

En el tramo más cercano a la campana,  a un metro de la argolla central, hay una maderita cruzada en la cuerda entreabierta, una de las dos partes de una pinza de tender la ropa. Según las necesidades de los toques se une una cuerdecita de aproximadamente un metro entre dos de las pinzas, diferentes según los toques. Las dos cuerdecitas (ya que la campana pequeña tiene su cuerda independiente como hemos anunciado) permanece a la altura de los ojos y el campanero ase las dos cuerdas, combinando los repiques de una, otra o todas las campanas a la vez. Sus manos se elevan hasta su cara en una postura aparentemente difícil: el puño, cerrado, es atravesado por la cuerdecita, que carece de nudos u otros asideros, y el dorso permanece de cara al intérprete.

·                     Repique de cuatro campanas: con la mano derecha tañe alternativamente o a la vez las dos pequeñas y con la mano izquierda la campana mediana. La mayor es tocada con movimientos de las caderas. Agüero (Hoya de Huesca)

En Cariñena también tienen cuatro campanas, en una gran sala y a cierta altura: los bronces se encuentran en cuatro ventanales sucesivos de la octogonal torre, comenzado de mayor a menor, y estando contiguas, como en Agüero aunque en el otro sentido, las dos mayores y las dos menores. La técnica empleada es un tanto peculiar, y cambia según los toques. Una misma cuerda une los dos badajos de las campanas pequeñas, pasando por un madero que se yergue en el centro de la gran habitación. La cuerda es mantenida paralela hasta un par de metros del madero, por una pequeña cuerdecita que engloba los dos cabos y que se puede desplazar a voluntad. Tras esta lazada las dos sogas se separan hacia sus respectivas campanas, y esta pequeña atadura es asida con la mano derecha.

Una cuerda sale hacia la campana menor y otra, pasando entre el brazo y el cuerpo, por el sobaco, se dirige a la otra campana. La campana mediana y la grande tienen dos cuerdas: una va, sin mucha tirantez, del badajo al madero central, mientras que otra, a medio camino va hacia la mano o el pie del campanero, aunque nuestro informante se quejaba de la falta de una carrucha de madera que le facilitaba el toque de primera. La mayor parte de los toques requieren tres campanas: las dos menores siempre con la derecha y con la izquierda o bien la mayor o la mediana o incluso ambas para las clases.

Para los toques de muerto de adulto la campana grande era pulsada con el pie, en una lazada. El campanero permanecía apoyado en el izquierdo y desplazaba el derecho atrás, como si diera un paso, sin moverse de sitio. Alguna vez, para ampliar el desarrollo del movimiento, se inclinaba hacia adelante atrasando la pierna.

Los repiques de cinco campanas o más

Estamos, todavía, subidos a la torre y cercanos a las campanas; este matiz es necesario para comprender, posteriormente, otros toques.

En las catedrales zaragozanas, el último lugar que nos queda por tocar, había al menos seis campanas útiles, y para los pequeños repiques diarios empleaban dos menores, con una soga en cada mano. Para el gran repique de primera clase, que podía ser de Pontifical y entonces giraba también la campana central, o simplemente de primera, y repicaban igualmente todas menos la grande que permanecía en silencio, en el Pilar unían una cuerda del badajo de una a la otra mediana, que estaban en lados digamos casi adyacentes, realmente perpendiculares en una torre octogonal. Para ciertas fiestas unían a esta soga, que tenía en su centro un pedal, la cuerda engarzada al badajo de la Ana, la única campana fija del conjunto. El campanero, recostado, con un pie en el pedal, presionando hacia abajo tañía todas las campanas, pero modificando la dirección de la pisada reforzaba más o menos uno u otra badajada. Las dos campanas menores eran tañidas con sendas asidas manualmente.

La distinta combinación de la Seo, algo diferente, motivaba un cambio: solamente las dos campanas mayores eran pedaleadas, mientras que la del Garito, precisamente encima de la posición del campanero, y la otra pequeña era tañida con la derecha, y el Miguelico con la izquierda.

Conocemos todas estas técnicas por la descripción pero no pudimos, por diversas causas, recogerlas en las torres, aunque suponemos que alguna foto habrá, sobre todo del campanero del Pilar.

El peculiar sistema de repique de la catedral de Jaca

Las campanas de Jaca, dispuestas en dos pisos a una sola cara de la torre, y orientadas hacia la ciudad, tenían un sistema propio de repique, que nos introduce en otros contextos. Hemos dicho seis campanas y dos pisos, aunque quizás hubiera que computar la que se encuentra encima de la torre, en una especie de espadaña de hierro forjado, y que sirvió para el reloj. En efecto, un primer artículo de prensa, de los años cuarenta, menciona el uso de siete cuerdas. Nos limitaremos, sin embargo a las seis que hemos conocido y que nos citaron siempre.

Los badajos, al menos de las cuatro campanas mayores, iban unidos con una larga cuerda a la pared de enfrente, dejándolos a pocos centímetros de la campana. Aproximadamente al centro de cada soga había otra que emergía de unos agujeros colocados en el suelo y que comunicaban con la estancia inferior, en realidad la entrada de la vivienda de la familia de sacristanes y campaneros. Justamente donde llegaban las cuerdas había un banco, de madera, alto, de modo que los pies de la persona que se sentaba, generalmente mujer, no llegaban al suelo. Las dos cuerdas, más gruesas, procedentes de las dos campanas mayores, eran pulsadas por cada uno de los pies, mientras que las dos campanas siguientes eran tañidas respectivamente por las manos. Parece que el orden era de mayor a menor, de izquierda a derecha, comenzando por los pies. En cuanto a las campanetas de coro, las versiones se contradicen, y no sabemos exactamente lo que ocurría, pues las grabaciones realizadas, por las dificultades apuntadas en la monografía, solamente pudieron ser interpretadas con las cuatro mayores. Parece ser que la mano derecha tiraba de tres cuerdas, alternativamente, aunque en algún momento tenían dos cuerdas en cada mano.

Este pequeño alejamiento de las campanas, necesario para el tipo de toques de Jaca, nos exige hablar de la colocación de cuerdas y campanas para los repiques.

La posición de las campanas para los toques

Cuando se tañe campanas muy pequeñas, como el badajo, leve, ejerce una pequeña resistencia a la tracción por su poco peso, no es fácil repicar, pues no tiende a despegarse de la boca que ha golpeado.

Al crecer un poco más el tamaño de las campanas, digamos con un diámetro de cuarenta a sesenta centímetros, el badajo se opone con mayor firmeza, con una presión de uno o dos kilos, que permite los mejores efectos rítmicos, pues se retira fácilmente por su peso, y con poco cansancio, ya que un repique prolongado no hace perder la sensibilidad.

Pero con campanas mayores, a partir del metro de diámetro, el badajo pesa demasiado para ser pulsado con una sola mano y para que los leves movimientos de muñeca necesarios para el ritmo se expresen de manera clara. Entonces hay que tirar con las dos manos, lo que contradiría el principio de los repiques en Aragón, es decir el toque por una sola persona de varias campanas a la vez. Se recurre, entonces, a diversas técnicas, para que con el menor esfuerzo posible sea factible mover varios badajos, algunos de gran peso.

La cuestión plantea varios problemas, si se va a tocar desde las mismas campanas o desde pisos inferiores. En el primer caso, la posición de los bronces respecto al nivel del departamento de trabajo generará técnicas alternativas.

Si las campanas están muy bajas, digamos que a medio metro del suelo o menos, será preciso agacharse para repicar, postura incómoda y solamente rentable en pequeñas campanas. Sin embargo, en lugares como Ateca aprovechaban la misma cuerda de tocar desde abajo y la asían como un metro más allá del lugar de inmersión. El peso de la soga hasta el nivel de la calle atraía el badajo y el pequeño tirón de la mano lo desplazaba hasta golpear el bronce.

Las campanas mayores de San Pedro el Viejo de Huesca están a una altura aproximadamente similar, pero el gran tamaño de la torre, casi la decena de metros de lado a lado, y la elevada posición de la argolla central, elevaba su recorrido hasta la altura de los ojos. Por otro lado, como ya hemos indicado, las cuerdas iban atadas a la pared e enfrente, dejando a las lenguas a una distancia de un palmo o menos de la campana. La técnica, que puede ampliarse a más campanas, tal y como ocurría en la catedral oscense, parece necesitar campanas altas o, en su defecto, amplias torres.

La sencilla pero eficaz técnica de los toques de Uncastillo se ve facilitada porque las campanas se encuentran en más elevada posición, aproximadamente a la altura del pecho del campanero, y la torre es relativamente amplia; en torres menores no sería posible.

En Zaragoza, aunque parezca extraño, los pesados badajos no iban unidos a largas cuerdas fijadas al muro de enfrente, que parece ser la mejor solución para grandes lenguas. Acercaban, en ambas catedrales, los badajos de una forma peculiar, pero posible por el relativo equilibrio entre campana y yugo: la cuerda, que permanecía enrollada en varias vueltas a la parte superior del contrapeso, era enganchada a una especie de clavijas de modo que la campana no permaneciese perpendicular, como es su postura natural, sino vencida hacia afuera; el badajo, por su peso, seguía permaneciendo recto y al desplazarse al exterior la campana se acercaba al lugar de percusión. La técnica era también sencilla, aunque exigía campanas muy equilibradas, pero un pequeño tirón de la soga repercutía en el golpe sobre el metal. Por eso es fácil distinguir, en las fotos antiguas zaragozanas, cuando había aún campanero en esas y otras torres urbanas: si las campanas están muy dobladas, como trompetas hacia la calle es que están dispuestas para alguno de los toques diarios. Esta solución, que puede valer provisionalmente y que exige contrapeso igualado, como hemos repetido, tiene una desventaja, y es que al mantener la campana torcida alguna de sus asas sufre más que las otras, aunque no conocemos casos de rotura por esa parte superior de los bronces. Parece que en Jaca también utilizaban esta técnica para completar las sogas dispuestas de campana a pared, aunque parece más probable que solamente sirviera para fijar las campanas de manera que no se desplazaran para el repique.

Éste es otro de los problemas causados por las campanas muy equilibradas de yugo: al repicar, si no está fijada, la campana se va levantando y hay un momento en que es casi imposible producir repiques armoniosos, sin levantar las manos, con el consiguiente esfuerzo.

Las campanas tradicionales estuvieron, generalmente, altas; aunque eso dificultase los repiques, aunque había más soluciones que las citadas, la posición elevada permitía mejor el bandeo.

El toque de una campana desde el nivel del suelo

El toque de una o varias campanas para los avisos diarios se realizaba mediante un sistema de cuerdas, desde el nivel del suelo, que solía corresponder a una dependencia de la iglesia, a la que se accedía mediante llave, con lo que quedaba garantizado el acceso al medio. En Perdiguera, de forma poco usual pero significativa, la cuerda llegaba hasta un armarito donde se guardaba y recogía el extremo, tras los toques.

En pocos lugares, como en Caspe, las cuerdas se dirigían directamente hasta uno de los rincones del templo, desde donde tañían.

Un ejemplo diferente es el de Jabaloyas, una pequeña población, donde la cuerda para tañer la campana, en este caso específico el cable telefónico acondicionado para pulsar la pequeña, se encontraba por el exterior de la torre y llegaba hasta el pie del campanario, en la calle.

Recordemos nuevamente de que modo se tocaba una sola campana desde abajo: hoy en día, con las tecnologías muy degradadas y mal conservadas, la cuerda, a veces una sirga de alambre, llega hasta el suelo de la torre, mediante uno o varios agujeros que atraviesan los diferentes pisos del campanario. Estos agujeros, para su mejor protección y para evitar roces prematuros de la cuerda, suelen estar formados por botellas rotas, de modo que la cuerda pasa por el cuello y apenas se desgasta con el vidrio.

La soga, una vez arribada al departamento de las campanas, suele desplazarse, en ángulo más o menos recto, según la altura del suelo con respecto a los bronces, guiada a menudo por una carrucha de madera o metal.

Esta posición final, unida a la inercia producida por el roce y el gran tamaño de la cuerda, permite solamente realizar toques lentos y de volumen mal controlado: prácticamente se limitan a todo o nada. Por otro lado las campanas tampoco están fijadas como antes y los sucesivos golpes, tal y como ocurría con los repiques, desplazan el bronce, modificando y disminuyendo la intensidad de las badajadas.

La mayor parte de las técnicas recogidas para tocar desde abajo consistían en carruchas o ruedas puestas, generalmente, a la misma altura del bronce para que la cuerda tirase horizontalmente del badajo y que el peso de la lengua sirviera de resorte para que no se quedase pegada a la campana, con lo que ahogaría el son: ésta podría ser la manera tradicional de tañer en Aragón, desde el suelo. Parece que en Ateca tenían, en vez de las ruedas centralizadas, antiguamente, otras cuerdas conectadas a la pared de enfrente, pero no formando ángulo recto.

En otros lugares, como en Jaca, ya apuntado, se servían de una cuerda intermedia, con una pequeña al centro que se dirigía hacia abajo. Esta técnica, más compleja, y común en otros lugares, apenas era empleada aquí, entre otras cosas porque las torres mayores carecían de cuerdas para tocar desde abajo: como había campaneros dedicados en exclusiva a los tañidos, tenían que subir para casi todos los toques.

En Zaragoza, para alguno de los toques diarios tenían cuerdas para sonar a distancia, pero la ausencia de campo nos impide conocer como eran. Para el alba, las dos o tres campanas, según fuera fiesta de diario o de la Virgen, tenían los badajos aunidos, y en vez del pedal para los repiques había una larga soga para tocar desde la puerta de la vivienda. Las mismas cuerdas hacían un especie de triangulación por lo que al desplazar la inferior hacia abajo las otras, sin ser forzadas, se movían horizontalmente y golpeaban correctamente los bronces.

El sistema más elaborado para tocar desde la iglesia, aunque los resultados no correspondían con la complicación técnica, era el de Santa María de Caspe: en el nivel de cada una de las dos campanas mayores había una especie de escuadra metálica, con dos brazos desiguales. La cuerda iba unida a la bifurcación más larga de modo que un pequeño tirón, realizado con poca fuerza aunque con gran desplazamiento, repercutía sobre el badajo.

Organización del grupo de trabajo para tocar el repique

El repique requiere, en Aragón, el toque de todas las campanas, al menos de todas las inmóviles, por una sola persona. No hemos encontrado, ni siquiera por referencia, la posibilidad de repiques comunitarios, por llamarlos de algún modo, en los que cada uno se encarga de una sola campana fija y lleva cierto ritmo en consonancia con los demás, asiendo con las manos el badajo, como encontramos en algún lugar de Castilla.

Tampoco encontramos algo que, sobre el papel parecía de gran belleza: los repiques coordinados, con una persona produciendo unos ritmos de base con una o varias campanas graves y otra u otras  haciendo variaciones con las campanas más agudas.

Sin embargo, en las catedrales zaragozanas se producía cierta forma de repique coordinado: el ritmo base no era, en este caso, un repique de la campana grave, sino su bandeo, su giro completo, a velocidad variable, producido por el esfuerzo de los ayudantes. El campanero, recostado en un rincón de la torre, con manos tañía las campanas menores, más rápidas, y con un pie (el otro lo empleaba para sostenerse) las campanas mayores.

El campanero de Alcorisa, por falta de ayudantes, ha tenido que improvisar una técnica para el toque de muertos más importante, el entierro gordo: toca la campana grande a semivolteo controlado, mientras que dos cordeles, enganchados en un cinturón, unen su cuerpo a los dos otros badajos. La solución fue motivada por la falta de ayudante ya que él de joven, ayudaba al anterior campanero: uno de los dos tocaba la campana y el otro repicaba.

Los grupos de trabajo para volteos, de los que nos referiremos mucho más adelante, exigían por el contrario la coordinación y la asistencia de mucha fuerza, de muchos hombres que subieran a tocar.

Las campanas en oscilación

No pocas veces repetiremos a lo largo de este trabajo que las campanas, en Aragón, repicaban o giraban completamente. El semivolteo, la oscilación más o menos lenta, que parece ser, de acuerdo con los tópicos de cine y televisión la forma usual de tocar, apenas era empleada en estas tierras y tenía unos significados muy concretos: generalmente se empleaba para toque de difuntos, y sobre todo de muertos ricos o eclesiásticos. También se empleaba, en coordinación con otras campanas, para los toques de coro en catedrales o parroquias, pero siempre oscilaba una campana nada más; si se echaban a medio bando dos o más el toque era siempre de difuntos.

·                     Medio bando de la campana para toque de difuntos. Se empuja al bronce de manera que oscile. El cuerpo levemente echado hacia atrás para evitar ser alcanzado. Jabaloyas (Comunidad de Albarracín)

·                     Medio bando de la campana para el entierro gordo. La campana mayor es mantenida hacia arriba con una mano, haciéndola oscilar cada vez en sentido alternativo. Las cuerdas que salen de la cintura van unidas a las dos pequeñas, para su tañido. Alcorisa (Bajo Aragón).

La oscilación de las campanas, en Aragón, es lenta, porque suelen tener, como ya hemos dicho, un contrapeso muy equilibrado. Cuando se mueven el badajo golpea en la parte baja, y con varios golpes seguidos, quedando finalmente apoyado sobre el bronce; el efecto es buscado.

Las campanas tienen, generalmente, si están elevadas, cuerdas atadas o enganchadas al extremo del yugo que permitirán, con un poco de esfuerzo, ponerlas a oscilar. La buena conservación de campanas, cojinetes y otros accesorios hará que el trabajo sea rentable. Si están bajas, como ocurre en los pueblos, el movimiento se logra empujando de vez en cuando el bronce, para mantener la oscilación.

El semivolteo puede lograrse de otro modo, más sonoro y breve, es decir parando y manteniendo la campana invertida, hacia arriba. La técnica es más compleja y ya exige campanas más elevadas, para poder manipular sobre ellas: la campana debe dar una vuelta, y solamente una, en sentidos alternados, para que únicamente produzca un golpe.

También en Perdiguera, para el toque de los intierros tocaban a medio bando la campana mayor, dejándola parada hacia arriba: lo hacían dos hombres, y uno de ellos también se encargaba de dar un golpe con otra cada dos badajazos de la mayor.

En Alcorisa la campana, con yugo de hierro fundido, era dejada invertida y mantenida con las manos, pasadas por unos huecos del metal.

La campana tenía una cuerda enganchada en Uncastillo al yugo, que también servía para preparar el bandeo, de manera que ponían la campana levantada, sirviéndose de la soga para iniciar y frenar el movimiento alternativo.

Del mismo modo en Huesca dejaban alguna campana invertida para los toques de difuntos aunque, mediante unas cadenas era dejada así el tiempo necesario, sin tener que estar sosteniéndola continuamente.

Los toques de coro de las catedrales zaragozanas, así como alguno de difuntos exigían también estas medias vueltas controladas, incluso de las medianas, campanas de grandes dimensiones y colocadas en los ventanales exteriores de la torre.

En ninguno de los casos encontramos barras o piezas metálicas como las que emplean los ingleses o los catalanes, de manera bien diferenciada, para impedir que las campanas volteen y permanezcan, por sí solas, invertidas y paradas.

Medio bando de la campana para el entierro de primera. La campana mayor es mantenida hacia arriba con una mano, haciéndola oscilar cada vez en sentido alternativo. La cuerda asida con la izquierda toca una campana pequeña tañida alternando con otra tocada a semivolteo por otro ayudante. Uncastillo (Cinco Villas)

Medio bando de la campana para el entierro. La campana mayor es mantenida hacia arriba por dos campaneros, haciéndola oscilar cada vez en sentido alternativo, mientras que el de la izquierda tañe, cada dos golpes de la mayor uno de la mediana con una cuerda. Perdiguera (Monegros)

El bandeo

El volteo total de las campanas es llamado en Aragón, de manera usual, bandeo o incluso, en el noroeste, en las zonas aragonés hablantes lo nombran como baldeo. En las zonas catalanohablantes dicen bandejà o voltejà.

El bandeo es el toque festivo por excelencia. No supone, como creen algunos una forma brutal y descompasada de tocar las campanas, sino que constituye la más elevada y satisfactoria manera de usarlas. A pesar de la belleza y complejidad de los repiques, los campaneros y los que no lo han sido, añoran y colocan siempre en primer lugar los bandeos, los que supondrían, en cierto modo, la culminación técnica de las campanas.

Presumiendo cierta escala de complejidad tecnológica, y suponiéndola un proceso de evolución, el estadio más primitivo supondría el repique, e incluso, aún antes, el golpeo exterior con mazas de la campana, colgada con sogas o lianas, de cualquier lugar.

El repique, con el badajo interior, y con un aumento en el número de campanas ya supondría otra evolución tecnológica, sin abandonar la simplicidad de las campanas simplemente suspendidas.

El semivolteo, tal y como se practica en Europa, ya supone cierta complicación: un eje de giro y un badajo interior que se mueve al compás que marca la campana. Probablemente al inicio el badajo pudo ser pequeño, y golpeaba al caer por peso sobre la campana, golpeando repetidas veces y ahogando el sonido a la vez. Una lengua mucho mayor ya pudo suponer mayores conocimientos físicos: no golpeaba al bajar sino al subir, porque su momento de oscilación es mayor que el de la campana y la hiere, apenas un instante, al subir, produciendo largos ecos, que asemejan al que los oye por primera vez el retumbar de un gran órgano.

El semivolteo, al mismo tiempo, acarrea un gran movimiento de masas metálicas, de un lado para otro, que tienden a marcharse de su lugar de amarre: no se puede colocar la campana en un ventanal y se instala dentro de la torre, en un complicado y pesado armazón que debe absorber las oscilaciones de manera que la torre no caiga a pedazos.

El bandeo requiere, de alguna manera, más complejidad, pero evita las inconveniencias del semivolteo. La campana ha de ser equilibrada, y éso llega a duplicar casi su peso, pero la masa puede oscilar o girar completamente sin producir apenas extorsiones a la torre.

Y en cuanto al sonido, desde luego que produce otro que el repique o el semivolteo al estilo centroeuropeo, o incluso al semivolteo dejando la campana parada hacia arriba: precisamente por éso se hace, para que al girar repetidas veces en un sentido dé dos golpes, un primero más potente y prolongado pues al caer la campana el badajo desciende también con toda la fuerza de su peso, pero al girar la campana el badajo se separa del bronce y vuelve a dar en el lado contrario, con menos fuerza y apoyándose ya en el metal.

Que este sonido sea más armonioso o más brutal es una cuestión de gustos, de culturas diferentes, de estéticas, en las que entraremos mucho más adelante. Ahora nos limitaremos a describir, y en lo posible a ilustrar las técnicas del bandeo recogidas en Aragón.

El bandeo a mano

La primera y más sencilla manera de bandear una campana era empujándola o tirando de ella; el sentido dependerá, como veremos luego, de la altura a la que se encuentre la campana.

Aquí también interviene no solamente el tamaño del bronce, y por tanto su volumen, sino la relación del contrapeso. Ya hemos anunciado que, con un contrapeso muy equilibrado, la campana era fácil de poner en marcha, pero giraba muy lentamente, por lo que se requería el concurso de varios hombres.

El inicio del toque, en campanas muy equilibradas y que bandean siendo empujadas, solía ser tirando de ellas hacia sí, de manera que quedasen algo elevadas de este lado. Aprovechando el momento que comenzaban a caer para recuperar el equilibrio, se daba un empujón fuerte al bronce, y cuando llegaba el yugo, que casi alcanzaba la vertical, bastaba agarrarlo y seguir empujando. Por lo general un solo golpe era suficiente para ponerlas en marcha, siempre que el primer retroceso hubiera sido bastante importante, aunque en muchos lugares escalaban por el bronce y se agarraban al yugo, dejándose caer sin soltarlo; así la campana ya estaba pina para comenzar el bandeo.

·                     Bandeo de una gran campana a mano. Apenas visible, a la izquierda uno de los dos o tres que la tocan. El eje de giro de la campana se encuentra a la altura de los ojos. Ateca (Comunidad de Calatayud)

·                     Bandeo a mano. El campanero de la derecha, tras empujar el yugo se agacha para no ser alcanzado por la boca de la campana mayor. Alcorisa (Bajo Aragón)En algunos lugares donde ésto era posible, se subía alguien encima o al lado de la campana y daba patadas cuando pasaba la parte de madera; lo más normal es que los que tocasen, a mano, estuviesen junto o frente a la campana, en la parte inferior.

A veces se hacían bandeos alternados, como los que describiremos en Agüero; en este caso la campana mayor está muy equilibrada y la mediana, la que interviene en los toques, mucho menos, de manera que gira más rápida. Como el toque debe ser alternado, y la grande gira más lentamente, la pequeña puede y debe ser mantenida parada y movida en el momento preciso para tocar en el intervalo de silencio de la otra.

En otros lugares el bandeo era de tres campanas, como en Alcorisa, y cada una giraba a su aire, sin que ninguno de los tres tuviese en cuenta la velocidad ni el ritmo del otro.

Estas dos maneras de tocar a bando, es decir con las campanas coordinadas o cada una a su aire, es solamente posible con aquellas tañidas a mano; las que giran por el impulso de cuerdas llevan ritmos propios, como veremos a continuación.

El bandeo a cuerda

El bandeo a cuerda constituye la más complicada técnica para hacer girar una campana, a gran velocidad, controlando algo más que a mano los efectos rítmicos producidos.

Hemos de confesar que así como pudimos recoger en algunos lugares, no en todos, las técnicas tradicionales de bandear a mano, en ninguno grabamos las diversas posturas corporales para tocar a cuerda, siempre por imposibilidades técnicas (electrificación de campanas y consecuente cambio de yugo, campanas en mal estado y sin cuerdas) a las que se añadían, en algunos casos, la elevada edad de los informantes.

Parece seguro que las campanas muy equilibradas necesitaban ser impulsadas con fuerza para que girasen con cierta rapidez. Esto lo conseguían enrollando la cuerda por todo el yugo, e incluso por la barra de hierro que sirve para levantar inicialmente la campana, en un como triángulo de cuerda, que ya citamos al hablar de las características técnicas de las campanas en Aragón.

Si las campanas estaban más descompensadas de yugo, la cuerda solamente se enrollaba en el brazo o eje de madera. Esta técnica parece que en Aragón estaba limitada a las campanas pequeñas, y nos la contaron en Cariñena, en Mora de Rubielos.

De cualquier modo, con mucho o poco contrapeso, y con más o menos cuerda, enrollada por el yugo o por el brazo, la campana tenía que estar alta para que los gestos fueran efectivos: en muchos casos no podían tocarla ni extendiendo el brazo, estando colocados debajo de ella. Esto quería decir que el control, tanto para dejarlas paradas, como para iniciar el bandeo, se hacía desde la cuerda, que era muy larga y cuyo extremo no se soltaba, a no ser que, como nos dijeron en San Pablo, la campana estuviese demasiado engrasada y girase tan rápidamente que se llevase toda la cuerda, con lo cual no solamente pegaba latigazos, sino que no había manera de pararla, hasta que ella quisiera.

Las campanas, altas, si tenían la cuerda enrollada por el yugo, necesitaban un apoyo, que en Zaragoza consistía en un madero, un tronco descortezado y que en algunos casos giraba algo dentro de su posición en la pared. La cuerda se apoyaba sobre el madero cuando la campana venía al revés, digamos que por bajo, y a cada vuelta llegaban un par de metros o tres de cuerda a las manos del campanero, según el tamaño de la campana. El tronco, como describimos en la monografía de Zaragoza, servía no solamente para dirigir y apoyar la cuerda sino para defender al que tocaba, que de algún modo se podía agarrar si la cuerda lo arrastraba hacia afuera. La campana se dejaba finalmente con la cuerda enrollada al yugo de tal modo que al tirar de ella se levantase ligeramente y que con un par de oscilaciones comenzara a bandear.

Las campanas grandes centrales, como la Valera de la Seo, tenían solamente cuerda enrollada al yugo, sin hierro que hiciese de triángulo ni madero que sirviese para apoyar la cuerda, y era preciso efectuar grandes saltos para agarrar más arriba la cuerda, sin soltarla, y dejarse caer para, con el impulso del peso del propio cuerpo hacer girar la pesada pieza.

Es comprensible que las técnicas se simplificaran y se tendiera hacia el bandeo manual, aunque todos eran conscientes que el abandono de las cuerdas deterioraba el resultado: los toques eran más lentos y menos graciosos, y, sobre todo más monótonos, ya que la campana giraba siempre en el mismo sentido y a velocidad más o menos constante.

Hay una característica de los bandeos en la que es preciso insistir, porque nos introducen en un mundo de estética tradicional: aquí en Aragón no se acostumbra a levantar las campanas, prepararlas para el bandeo como algo anterior y separado del volteo, y menos aún a dejarlas caer, tal y como se acostumbra en otros lugares, al final de los toques; al terminar el bandeo, a mano o con cuerda, se paraba la campana lo más rápidamente posible para que dejara de oscilar, mientras otras aún seguían dando vueltas: el propósito implícito de esta detención a veces brusca y no pocas peligrosa era evitar que el final de un toque de fiesta pudiera sonar a toque de muerto.

Otros bandeos, a distancia

Algunas campanas pequeñas, las de tocar a misa, eran movidas a distancia, mediante largas cuerdas. A menudo estas sogas atravesaban el tejado de la iglesia y llegaban hasta el medio del coro bajo, pues su tañido sirvió antiguamente para indicar al campanero en su torre que era el momento de interpretar ciertos toques; como hemos dicho apenas se tocaba desde abajo, ni siquiera para las badajadas de la consagración o del toque de oración.

Pocas campanas antiguas tenían, al contrario de otros lugares, un cigüeñal para ser bandeadas a distancia; se trata de un eje doblado de tal manera que al tirar de la cuerda la campana oscila y al hacerlo un par de veces, con la inercia que tiene comienza a voltear, sin que la cuerda se enrolle.

Muchas campanas de misa tenían una como barra, generalmente de madera y no de hierro, como en otros lugares, y no en el brazo sino en la parte superior del yugo. Pero aún en este caso se empleaban como campanas de bandeo y no de semivolteo, ya que el tirón dado desde abajo no se limitaba a hacerlas oscilar, produciendo golpes alternados, sino que producía dos golpes seguidos y un tiempo de silencio, tal y como hacen las campanas que bandean.

Sentido de bandeo y altura de las campanas

Ya apuntamos anteriormente que la colocación de las campanas determinaba algunas de las acciones técnicas. Vimos que las campanas que tocaba a cuerda lo hacían, necesariamente, en dos sentidos, ya que la cuerda al enrollarse en un lado, para deshacer el camino la campana ha de girar en el otro.

Pero las campanas tocadas a mano pueden tocar en uno o en otro sentido, y siempre en el mismo.

Nos dijo el campanero de Huesca que las campanas tenían un sentido propio: unas se tocaban empujando de ellas y otras tirando, y no se podía cambiar la manera.

Sospechamos que dicho sentido viene dado por la altura de la campana con respecto al campanero que la ha de tañer, entendiendo por altura la distancia entre la parte más baja de la campana y sobre todo del yugo, que suele ser mayor, con respecto al suelo de la sala de campanas: si se encuentra desde unos pocos centímetros sobre sus pies, hasta la altura del pecho, es decir un metro y medio aproximadamente, la campana será empujada para ser volteada, aunque a distancias superiores a metro y cuarto, digamos ciento veinte o ciento veinticinco centímetros, es probable que emplee una cuerda para ponerla en oscilación.

A partir del metro y medio y hasta la altura de su cabeza, digamos uno ochenta o así, la campana será tocada al revés, yendo a buscarla, agarrándose de alguno de los hierros de la parte alta del yugo y atrayéndolo, mientras se hace cierta fuerza con los pies sobre el muro.

A más de unos dos metros, como es evidente, la campana se usa sólo para repicar o para toques con cuerdas, semivolteos y bandeos.

 

Gente precisa para los bandeos

Sin agotar el tema, pues ya nos referiremos de los grupos de campaneros más adelante, hemos de decir que, para los bandeos, tal y como se tocan en Aragón, se precisa el concurso de varias personas.

Si las campanas son lentas, hará falta un grupo de dos o tres para hacerlas girar a cierta velocidad, a lo que habrá que unir el generalmente malo estado de conservación que dificultará y entorpecerá el esfuerzo. Si las campanas van a cuerda, como no se acostumbra a soltar el extremo de la soga, será necesario al menos uno por campana.

En cualquier caso, si los toques son prolongados, como en las procesiones, la larga duración del esfuerzo requerirá la presencia de dos o más grupos de relevos, para que la gente que toque lo haga descansada y con interrupciones.

Volver al  Índice