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Las campanas de Aragón: un medio de comunicación                                                          Dr. Francesc LLOP i BAYO

Las campanas

Nos hubiera gustado abordar en este apartado una serie de aspectos objetivos sobre las campanas en Aragón: a la hora del trabajo de campo recogimos numerosas medidas (unas 30 diferentes por cada bronce), características técnicas, inscripciones e imágenes que las adornan. También hubiera sido interesante estudiar las características estrictamente musicales de cada pieza, estudio interdisciplinar que reservamos para más adelante.

Esta información, muy extensa, pretendía relacionar nombre real, según la epigrafía, con el nombre atribuido a la campana; características físicas, especialmente dimensiones y altura respecto al suelo, con las técnicas empleadas; orientación de la campana de acuerdo con su tamaño y el tipo de población, e incluso el perfil del paisaje urbano. Todos estos datos, que no carecen, en absoluto de interés, parecen ahora redundantes, pues aportan relativamente poco al uso, tan degradado, de los últimos campaneros. Nos referiremos pues a las informaciones estrictamente culturales, es decir que aporten nuevas perspectivas al uso de las campanas como medio tradicional de comunicación.

En esta parte de nuestro trabajo trataremos de reflexionar sobre las campanas, tal y como son consideradas en Aragón: veremos las diferentes categorías atribuidas, su nombre, sus características técnicas, las condiciones acústicas que se les atribuyen, y los procesos de rotura y destrucción.

Campanas y cimbalillos

Entre los campaneros en Aragón no todas las campanas son consideradas como tales. No es infrecuente oír que hay dos campanas y un campano; por un lado hay campanas, que son las que sirven para los toques festivos o de difuntos, el cimbalillo, con otros múltiples nombres, la pequeña campana para los toques diarios, y las del reloj, que están en otra torre o a otro nivel, y que son olvidadas, o despreciadas por los campaneros.

Las campanas suelen ser dos en los pueblos, como Cimballa, Jabaloyas, Latre, Rubielos de la Cérida o Villar del Cobo. En Alcorisa, Ateca, Mora de Rubielos, son tres, mientras que son cuatro en Agüero, Cariñena, Huesca, o Uncastillo, pero en estos casos, para los volteos de fiestas en las tres villas citadas solamente se piensa en dos campanas, las grandes, para los bandeos alternados. Los casos de Albarracín, Jaca o Zaragoza, tres catedrales, ya son diferentes, aunque las campanas pequeñas en esos casos funcionan de manera independiente para algunos toques.

Parece, sin que podamos ir más allá de una conjetura, que los pueblos solamente tienen dos campanas y alguna vez un campano, de mucho menor tamaño y diferente uso. El empleo de tres campanas de tamaño similar ya parece asociado a las villas mientras que las iglesias de villas de cierta importancia o de ciudades, iglesias consideradas generalmente como Colegiatas o parroquias urbanas, suelen gozar de cuatro campanas, afinadas y emparejadas de dos a dos: dos menores, pero no campanos, y dos mayores. Las Catedrales ya funcionan con otros sistemas propios, y con más campanas: dos pequeñas, dos o tres medianas, tres grandes.

La denominación de las campanas

Cabe decir, inicialmente, que no suele coincidir el nombre de la campana con el que lleva inscrito, es decir con el del santo al que fué dedicada. Desde luego, en ningún caso, la campana es nombrada por la nota musical, más o menos límpida, que emite. Tampoco suele ser citada por el uso principal al que es destinada: como veremos más adelante, la mayor parte de los toques requieren el uso de varias, e incluso de todas las campanas de la torre; la combinación rítmica será el mensaje y no el empleo de una u otra campana. Apenas hay un par de casos en los que las campanas reciban el nombre de su orientación, es decir hacia donde están colocadas; en Ateca, por ejemplo, tal referencia a la ubicación es desconocida por el más antiguo de los informantes.

El nombre más usual de las campanas se refiere a su tamaño relativo, a su categoría dentro del conjunto, tal y como ocurre en ciertos lugares del Estado Español. En anteriores trabajos ya mostramos como las campanas de las parroquias de la Ciutat de València eran citadas y usadas por su categoría relativa dentro del conjunto de la torre. En Aragón ocurre algo similar y aunque emerjan en algunos casos los nombres de los santos a los que presuntamente va dedicada la campana, será el tamaño relativo el que marque la distinción: por lo general a mayor campana más grave es su sonido.

En algún momento del trabajo pensamos que el nombre de las campanas pudo haber seguido una trayectoria histórica: primero se nominaban por el uso al que iban destinadas, luego por el lugar hacia donde estaban colocadas, más tarde por su tamaño relativo y después por el nombre del Santo al que estaban dedicadas. Cabría añadir, incluso, en un proceso imaginario de evolución, que el estadio final sería citar las campanas por su nota musical. Tal presunto desarrollo en el cambio de los nombres no parece que pueda ser probado, no solamente en Aragón, sino en otras comunidades autónomas del Estado, al menos a nivel de los campaneros y otros actores tradicionales: la etnografía, al menos, no muestra tal iteración. Cabrá, como nos sucederá a menudo a lo largo de nuestras investigaciones antropológicas, suponer que el nombre de las campanas de una torre concreta está íntimamente relacionado con el modo local de organizar los toques, de entender el uso de ritmos, volúmenes y mensajes sonoros.

La denominación de los campanos

Las campanas pequeñas, como ocurre con los toques para niños difuntos, varían mucho de nombre de un lugar a otro y carecen de dedicación a un santo concreto. Así como las campanas se caracterizan por la casi total ausencia de nombres del uso, al contrario que en Castilla, donde suele haber una campana para cada cofradía y otra para los muertos, los campanos, en Aragón, suelen ser conocidos por el empleo al que son destinados, generalmente el toque de misa diaria, de días de hacienda, y el entierro de niños, que suele ser un toque alegre.

Precisamente, cuando la campanera de Jaca fue elegida para ser Reina por un Día, acontecimiento del que nos ocuparemos en su monografía, mucha gente se extrañó que las campanas de coro carecieran de nombre; en realidad ya lo tenían, pero no se trataba ni del tamaño ni del Santo al que iban dedicadas. Carecían de nombre para los de fuera, pero ésta es una de las peculiaridades del sistema de toques de campanas de Aragón, si es que existe tal cosa.

En Albarracín son los tintines; en Cariñena es el campano: el pequeñico ese; el campano es aparte. En Caspe es el cimbalín; en Huesca el cimbalico. En Jaca son los parvulillos. En Mora es el campanico o el campanito. En Perdiguera dicen la de los intierretes y en Rubielos de la Cérida el campano, igual que en Torrelacárcel. En Uncastillo es la campanilla, y el campanillo en Villanueva de Jiloca. También es campano en Villar del Cobo, y cimbal en San Pablo, en Zaragoza. Destaca el nombre casi siempre masculino, relacionado algunas veces con el uso de entierros infantiles.

Los nombres de campanas y campanos

En los nombres recogidos en nuestro trabajo de campo el tamaño relativo es la característica más aludida, así como la ausencia de orden de citación: en algunos lugares nombran las campanas de mayor a pequeña y en otros al revés.

·                      Agüero (Jacetania): La campana los boyeros, la de los roñosos, la mediana y la mayor

·                      Aguilón (Campo de Cariñena): (antes) Ana María, Cristina, Lucía, otra pequeña; (ahora) la campana

·                      Albarracín (Comunidad de Albarracín): Las dos grandes, la que da al mirador, los tintines y un campanito

·                      Alcorisa (Bajo Aragón): La grande, la mediana y la pequeña; el campanito

·                      Ateca (Comunidad de Calatayud): La primera, la campana la Virgen, la segunda, la campana del Señor y la tercera, la campana de San Blas y el cimbalillo. La de la Virgen, la del mesón, la del fuerte.

·                      Cariñena (Campo de Cariñena): La del Rosario, la Valera, la María, la pequeña; el campanito

·                      Caspe (Bajo Aragón): El cimbalín, la campana de misa, la grande

·                      Cimballa (Comunidad de Calatayud): La grande, la pequeña

·                      Huesca (Hoya de Huesca): (Santo Domingo) La mayor, la mediana, la prima, el cimbalico. (San Pedro el Viejo) La mayor, la mediana, el cimbalico mayor, el pequeño; la del tejado. (Catedral) La mayor o María, la mediana o Santo Cristo, la tercera o del fosal, la de Santa Lucía, el cimbalico Te Deum.

·                      Jabaloyas (Comunidad de Albarracín): No tienen nombre: la pequeña y la grande

·                      Jaca (Jacetania): La de l'Agonía o Petra-Josefa, Ana, Agueda y Orosia o las de bandiar, las de parvulillos o niños o ángeles o de coro.

·                      Latre (Jacetania): Santa Bárbara y Santa Agueda; la pequeña y la grande.

·                      Mora de Rubielos (Maestrazgo): tres campanas; el campanico. El campanito, la campana mediana y la campana grande.

·                      Perdiguera (Monegros): La mayor, la mediana y la pequeña; la de los intierretes.

·                      Rubielos de la Cérida (Cuenca del Jiloca): Dos campanas: la pequeña y la grande; el campano o campanito

·                      Torrelacárcel (Comunidad de Teruel): dos campanas, la pequeña y la grande; el campano.

·                      Uncastillo (Cinco Villas): La de bando, la ordinaria, la de muertos, la campanilla o la campana de Loreto.

·                      Villanueva de Jiloca (Comunidad de Daroca): La grande y la pequeña; el campanillo.

·                      Villar del Cobo (Comunidad de Albarracín): La campana grande, la campana pequeña; el campanito.

·                      Zaragoza (Ribera del Ebro): (Seo) La Valera, la Vicenta o la de la plaza, la Pilar o la de la calle de la Pabostría, la María, la del garito; un campanico que le llaman Miguelico. (Pilar) La Pilar o la grande, las dos medianas, las dos pequeñas o la Santiaga, la Teodora, la Braulia, la Indalecia; la Santa Ana. (San Pablo) Pabla, Petra, Blasa, Nuestra Señora del Pópulo; cimbal.

Las campanas en Aragón: características técnicas

El yugo, jubo o yuguete

Las campanas tradicionales tienen una serie de rasgos físicos que condicionarán el timbre, la velocidad y el ritmo de los toques. No hemos encontrado en Aragón un sistema tan coherente y complejo como el de la Ciutat de València, donde la campana y el contrapeso tenían nombres concretos para diferenciar sus partes. Aquí la campana, de bronce, se distingue del yugo o jubo, y tiene en su interior un badajo o batajo.

El yugo, la parte que sirve de contrapeso a la campana,  suele estar formado de madera, tan ancha en la base, el eje de giro, como en la parte superior, aunque tal yugo suele ser algo más largo que la misma campana. En Mora de Rubielos recibe el nombre de yuguete, por asociación con la pieza que ponen sobre la testuz a los toros de fuego.

A veces el yugo tiene una parte central de piedra tallada, pero tanto la parte baja como la superior son de madera, probablemente por causas acústicas, para aislar el sonido de la torre. No suele estar pintado, o al menos está tan desteñido que ha perdido el color, aunque en Huesca aseguran que le daban cada año una mano de rojo.

La campana está fijada al yugo por una serie de barras de hierro, que también carecen de nombre y se prolongan desde las asas hasta la parte superior de la madera. Algunos sostienen que tales varillas no solo mantienen el bronce sino que transmiten las vibraciones al extremo del yugo para que éste las amortigüe. Sin embargo el único eje de hierro que atraviesa el brazo de lado a lado suele tocar el asa central de la campana, por lo que es difícil inclinarse hacia la fijación o la atenuación sonora. Será preciso tener en cuenta estas posibilidades para un posible análisis acústico de la campana y su colocación.

Las barras de las campanas más antiguas terminan en una especie de argollas donde se introducen cuñas de madera alternadas, que deben ser apretadas de vez en cuando para conseguir que la campana forme un solo bloque con el yugo. Éste sistema, aunque requiere pocos mecanismos, es muy eficaz. Las campanas posteriores llevan unos tornillos con tuerca de palomilla, con una especie de grandes orejas, mientras que las recientes son sostenidas por tuercas industriales, cuadradas o hexagonales.

Las campanas menores solamente tiene un asa exterior, de tres agujeros, perpendicular al asa interior, de hierro, que sirve para fijar el badajo. Tales campanas menores suelen ser fijadas por dos barras de hierro a un lado del yugo, el eje central y dos barras al otro lado. No es usual que las campanas aragonesas, pequeñas o grandes, tengan dos barras suplementarias que crucen el yugo por su interior, como se acostumbra en otros lugares.

Las campanas mayores tienen tres asas en el bronce: una perpendicular, similar a la de las campanas pequeñas y dos que le cruzan, formando una especie de cruz patriarcal, y un total de siete agujeros por donde pasan los barrotes de fijación. Por el central sigue pasando el eje de la campana, y hay a cada lado cuatro o seis barras, según sean éstas atornilladas o tengan cuñas para su fijación.

El asa hexagonal, introducida por el fundidor de las nuevas campanas del Pilar no tiene ningún precedente entre las campanas antiguas que conocemos en Aragón.

El eje de giro suele ser más alto que las asas de la campana: por ello el eje del badajo está por debajo y la lengua de hierro puede girar con libertad, a la hora de bandeos o semivolteos.

El badajo puede ser de hierro o mixto, es decir de madera y metal. En cualquier caso suele tener, en el extremo al que se fija al asa interior de la campana, una forma bífida, parecida a un ancla, mientras que en el otro extremo se trata de una especie de bola férrea, con un agujero o algo parecido para pasar un gancho con las cuerdas de repicar al extremo. La fijación se suele hacer con una badana, una tira de cuero crudo, con sendos cortes a los extremos de manera que el uno es introducido por el otro y por el primero se pasa una maderita para impedir que se salga. En otros lugares se ata con cuerda, más o menos larga y bien dispuesta.

Los badajos de campanas mayores, y sobre todo en las torres más especializadas, tienen un trocito de madera, también innominado, entre el asa de la campana y el extremo de la lengua. En algún lugar, como en Mora, nos dijeron que se colocaba para aislar el sonido del batajo de la campana. También sirve para colocar el plectro a la altura precisa, pues como veremos casi inmediatamente una campana es algo muy frágil, así como para dirigir la lengua en sentido perpendicular al volteo, reforzando y facilitando los golpes en el lugar más sonoro.

No hemos encontrado batajos terminados en una argolla, como ocurre en numerosos lugares de Castilla. Muchas campanas aragonesas tienen el badajo mixto, como hemos anunciado. Solamente el extremo superior, bífido, es metálico, así como una especie de funda metálica al extremo del palo redondeado, de madera. La bola es en este caso algo mayor que la de los badajos totalmente metálicos, aunque el peso del conjunto es sensiblemente menor. Este tipo de lengua va unido precisamente a las campanas muy igualadas de contrapeso. Un informante valenciano nos dijo, en un caso similar, que habían hecho tal badajo porque la campana, excesivamente torpe, rompía las lenguas, debido a la lentitud de su giro.

Esta compensación de las campanas es, precisamente, la característica más peculiar de las aragonesas, con respecto a las que hemos estudiado en el País Valencià, en Catalunya o en Castilla. En Aragón el yugo pesa casi tanto como la campana o incluso más, como descubrimos con sorpresa, que casi nos costó la vida, en Naval, en el Somontano del Pirineo. Estas campanas, cachazudas, exigen, como ya hemos apuntado, poco esfuerzo para el bandeo pero se precisa mucha fuerza parahacerlas voltear de manera alegre. No pocas veces hemos oído que la campana de tal o cual pueblo era tan grande que necesitaba el concurso de varios hombres para su giro; en realidad estaba tan equilibrada que uno solo la podía hacer girar, con una lentitud exasperante.

Las campanas mecánicas, como veremos al hablar de la electrificación, intentarán, en casi todos los casos, equilibrar también la campana con su contrapeso, para tener que poner motores menos potentes y por tanto más económicos. Lo conseguirán de otro modo, rebajando los ejes de giro hasta mitad de la campana o más; una de la Catedral de Barbastro está puesta de tal modo que la parte superior equilibra a la parte inferior. Con ello no solamente se consigue un giro muy lento sino que el badajo, expuesto a múltiples fuerzas por encontrarse más allá del centro de volteo, pegará con menos potencia y calidad de sonido. Si a ello añadimos que los yugos son de metal, fundido o soldado según el fundidor, veremos, y sobre todo oiremos, una campana con una sonoridad muy distinta a la tradicional.

La colocación de las campanas y otros determinantes para los toques

Las campanas suelen estar, en Aragón, en ventanales exteriores de la torre, orientados quizás hacia el lado del pueblo, como en Agüero o Cimballa. La campana mayor estará en el lado de la plaza, de manera general aunque no faltan las torres con ventanales paralelos, quizás restos de antiguas espadañas mejoradas y ampliadas. En los casos de tres campanas la central suele ser la mayor, como en Ateca o Alcorisa, mientras que en torres de cuatro campanas, generalmente cuadradas, las dos mayores están, generalmente, una contigua a la otra, como en Cariñena o Uncastillo, y las otras más alejadas. Destaca el hecho de encontrarse las dos mayores juntas, bien en la misma cara de la torre como en San Miguel de Zaragoza, bien en paredes contiguas como en San Gil o San Felipe de la misma ciudad, o la citada Uncastillo.

Si hay campanas aún mayores están en el interior, aunque solamente hemos conocido una en la Seo y el Pilar, y había otra en San Pablo, todas de Zaragoza. En Albarracín parece que son dos las campanas grandes colocadas en el centro de la torre. Cabe destacar, en todos estos casos, que la colocación interna puede estar motivada por causas técnicas: todas son torres mudéjares, por tanto relativamente frágiles al estar construidas en ladrillo. Un conjunto de gruesas vigas de madera desplaza el intenso efecto de la gran campana en movimiento hacia los dos muros laterales creando fuerzas horizontales y verticales.

También pudiera haber motivaciones acústicas para instalar la campana en el centro: como se trata de paredes gruesas y de torres poligonales, la campana interior, precisamente la más sonora, cuyo eco ha de alcanzar los límites más alejados de la población, extiende sus notas en todas direcciones y no en un sentido dominante. De hecho torres como la de Cariñena tienen todavía, en el centro, un sistema de maderamen con indicios de haber soportado grandes campanas. Incluso la exigua torre de Cimballa tiene vigas internas con trazas de cojinetes. ¿Su posición centrada se debía a causas técnicas o acústicas? ¿El desplazamiento a ventanales exteriores, con una posición más baja de las campanas, tuvo igualmente motivos técnicos (mejor conocimiento de las estructuras arquitectónicas), sonoros (difusión dirigida del eco), o tecnológicos (campanas mejor quilibradas y por tanto más fáciles de manejar)? ¿Incluso, el desplazamiento del centro, con mayor distancia del suelo a los ventanales, no pudo estar relacionado con el cambio de toque, es decir con el paso del semivolteo al bandeo completo? Son preguntas sin respuesta, por el momento, pero que plantean la necesaria y directa relación entre la colocación de las campanas y los posibles toques.

La disposición de las campanas en una torre, su colocación relativa, sus contrapesos, sus tonos ofrecen unas posibilidades de actuación a los campaneros. Gracias a una serie de manipulaciones sobre los instrumentos, las técnicas de trabajo, acciones limitadas físicamente por la disposición de las campanas, y culturalmente por una serie de reglas estéticas y por procesos de comunicación, los campaneros, ayudados por su capacidad de expresión y de improvisación combinaban las voces de las campanas, como aseguraba un informante zaragozano.

La colocación y el número de las campanas, las técnicas empleadas son determinantes para el campanero. Estos condicionantes se aprovechan para el fin del instrumento: producir toques, para comunicar mensajes, y de modo secundario, hacer música. La comunicación era el fin principal de las campanas, y las reglas estéticas y formales iban encaminadas a producir mensajes comprensibles y hermosos, toques que llenaban  con sus ritmos henchidos de información el espacio sonoro colectivo.

Se trataba de tocar bien, de sacarle provecho al instrumento. ¿Cómo se explica esto? Primero era preciso tener un conjunto de campanas completo. Decían, también en Zaragoza:

Yo creo que un repique en condiciones sólo se podia hacer en la Seo, y en el Pilar, pero mucho mejor en el Pilar, porque la disposición de las campanas estaba mejor que en la Seo, eran mejor.

Esta disposición de las campanas era precisamente la que determinaba las técnicas y limitaba las posibilidades de expresión del campanero zaragozano, en una u otra torre:

Sí, se toca distinto, pero es porque la disposición que tienen las campanas, porque en cada iglesia la disposición de las campanas es distinta, y además el sonido, ¡y además el campanero! [Disposición, que quiere decir colocación en cierto lugar de la torre] porque la combinación de los sonidos en todas las partes no se puede hacer igual, y al no poderse hacer, ya no hay una buena composición.

Algo similar dijo el campanero de Cariñena, otra torre importante:

Sí, sí, sí, y están en la misma posición. Estando en la misma posición no hay; peor sería si las hubieran cambiao, entonces ya el toque sería de otra forma, ya no podría calibrarla en la forma de tocar, porque aquí hay varios toques.

La colocación en cierta posición y a cierta altura supone, como veremos más adelante, unas posibilidades y unas limitaciones rítmicas, musicales y tímbricas. También significa ciertas complicaciones tecnológicas, que no siempre pueden ser resueltas, sobre todo en momentos de decadencia como los que estudiamos, y que son obviadas modificando la disposición de las campanas. Ese cambio de lugar, motivado a veces por motivos de seguridad, tiene efectos en la sonoridad de la campana: decían en Villanueva de Jiloca que en San Martín la mejor campana la metieron en medio la torre, en vez de estar a la orilla [...] pero peligraba y la metieron en medio y no se oye.

Como no es fácil desplazarlas, sobre todo porque estas simplificaciones ocurren precisamente cuando la institución se debilita, se suele, al menos en Aragón, duplicar el suelo de la torre, elevándolo hasta las campanas. Hay numerosas torres con doble suelo, a metro y medio o dos metros por encima del antiguo. De este modo ya no se necesita emplear técnicas complejas, y además peligrosas, como las cuerdas para el volteo, sino que basta con empujar la campana a su misma altura, lo que aporta nuevos riesgos pero simplifica la tarea.

Así, en Ateca o en Rubielos de la Cérida construyeron un nuevo suelo, de obra, más próximo a las campanas. Las grandes torres siguieron procesos similares: en la Seo de Zaragoza, como la técnica de volteo con cuerdas enrolladas al yugo era peligrosa y complicada construyeron sendos balconcitos a ambos lado de la campana para facilitar el bandeo merced al esfuerzo de hasta cuatro hombres. En Cariñena, igual que en Jaca, construyeron una pequeña plataforma de maderos a tal altura que las campanas pasaban a la altura de las rodillas. En el Pilar modificaron el yugo de la campana, cambiándolo por otro metálico, de tal modo que pesaba tanto como el bronce y la campana quedaba horizontal: tanto contrapeso requería poco esfuerzo para iniciar el volteo pero era preciso el trabajo de varios hombres para acelerar la campana ya que uno solo podía hacerla girar a velocidad exasperadamente lenta.

La acústica de las campanas tradicionales

No hemos hallado tampoco unidad de criterios: se asociaron ciertos cambios de sonido a condicionantes atmosféricos, sin gran convicción; de los materiales recogidos se desprenden informaciones contradictorias.

En Agüero parece que suena mejor cuando hay humedad, que cuando hay nieve tiene otro sonido, posiblemente más sordo, quizás por la carga que tiene, cuando hay niebla le quita el eco, y cuando hay viento se oye más claro. En Alcorisa, sin embargo, si hace frío suenan más las campanas, más. Y la calor las aplasta más. En Ateca, la del Señor, ésta impone mucho, sobre todo cuando es por la noche. Ni la nieve, ni el agua, motivan nunca cambios de sonido, en las campanas de Jabaloyas. Tampoco en Perdiguera se produce ningún cambio, ni en Uncastillo, donde no ha notao absolutamente nada sobre ese particular. En el Pilar asociaban pérdida de sonoridad con frío: si hacía hielo, el hielo hacía apagar mucho el sonido, apagaba mucho el sonido y en Villanueva de Jiloca, cuando se acercaba lluvia parece que reaccionaban de manera distinta, aunque parece que fuera más bien algo motivado por el tipo de fijación del badajo:

Sí, sí, más que ninguna cosa, una cosa buena tienen las campanas, cuando barruntan agua, los tambores suenan también de otra manera, y había veces que paice que te se atascaba el badajo; que barruntaban humedad. Éso sí que es raro, ¿verdad? Pues estaba yo y me se resentía. Y tenías que sonar más, pero el tambor tiene piel, y la piel puede crecer o menguar con la humedad, pero las campanas paice raro/ pues paice que se atascaban.

La sonoridad se calibra en distancia, que, en la sociedad tradicional, se mide en horas. Así en Agüero se oyen a cinco y seis horas de aquí, aunque el relieve montañoso de los alrededores supone que el trecho caminado no sea mucho; de cualquier modo la metereología influye, disminuyendo el alcance: se oye muy bien, a no ser que a lo mejor estén con nieve las campanas. En Alcorisa se oían las campanas antiguas, mayores que las actuales, en invierno: Y ya digo, desde hora y media, de lejor, por las mañanas, ¡las oíamos tan ricamente! Se oían aquellas, en tiempo de invierno. Así, cuando siembras, que estás en el campo, por las mañanas. En Torrelacárcel, sin embargo, nos dieron una hermosa frase, que auna la influencia de los toques de los otros pueblos cercanos sobre las gente que los escucha; es posiblemente la única expresión que pudiera asociarse muy vagamente a las molestias producidas por el sonido: Antes, a este pueblo, antes le llamaban el pueblo de los locos, todos estos pueblos de alrededor siempre estaban las campanas en marcha. Algo similar apuntaban en Villanueva de Jiloca: antes se oían a mediodía, cuando bandeaban, todas las campanas de los alrededores, al venir el aire de uno u otro pueblo, pero los cambios sobre todo de posición de las campanas cercanas han apagado su sonido.

Pocas referencias estrictamente acústicas, aparte de las meteorológicas, hemos encontrado, aunque en Alcorisa el campanero quita el martillo exterior de las horas, porque como está encima, le mata algo el sonido a la campana. En Ateca, las campanas son consideradas con hermosos calificativos sonoros: la del Señor, que tiene un sonido algo flamante. Y esa campana respeta mucho, porque tiene el sonido muy brillante, no es como ésa [...] que tiene un sonido muy corriente. Impone mucho, imponen mucho. En Caspe nos dijeron que la grande es la que suena menos pero abarca mucho más terreno por la vibración tan enorme que tiene, lo que significa, seguramente, que su tono es más bajo pero su potencia mayor que las otras. En Perdiguera el sonido de cada campana es considerado invariable: Cada una tiene el suyo: cada una responde a su tono. El tono es el mismo.

Hay una cita muy importante, recogida en Zaragoza, que asocia, intuitivamente, las diversas técnicas con distintos timbres: el volteo, imitado con golpes de badajo, estando la campana inmóvil, ¡pegarle con el badajo suene ese vacío! Los repiques, los semivolteos, los bandeos, tratan sacar sonido diferente porque si no [los toques] sonarían todos casi igual.

Solamente en Rubielos de la Cérida, una muy vaga referencia intuía cambio de sonido con el anuncio de una muerte, que es creencia muy arraigada al parecer en Euskadi, pero la cita fué solamente de pasada.

La rotura de campanas

Hay una cierta asociación a la rotura de campanas por el uso de lana o por el empleo de trapos en los badajos, que impidan la natural resonancia del bronce. En Alcorisa dicen que los batajos con trapos son los que causan que la campana se abra. En Mora de Rubielos la identificación es más compleja: después de que acaba una campana de dar un volteo, le pones una manta, una cuerda enrollada y se bada toda, una manta de lana o algo que le pongas, eso se bada. En Villanueva de Jiloca se extrañaban que la lana pudiese romper la campana, aunque se consideraba como hecho cierto:

Ahora, éso, si no se les echa lana, no se rompen las campanas, si se les echa  una bufanda o alguna prenda de lana tocando: "Ban, ban, ban".  Vé, por una prenda de lana, qué cosa es, ¡es bronce! Pues, pues mire, con una prenda de lana, ¡adiós! "Ban, ban" ¡Sí! Que se abre, que se abre.

La destrucción de campanas

La asociación de las campanas a la iglesia tiene una necesaria contrapartida: su destrucción porque la representan. TONI (1936) se alegra de su fundición y de su reconversión en metales de guerra, para vencer precisamente a aquellos de los cuales eran portavoces:

Hoy, vencida la tiranía abyecta del clericalismo y sus huestes batidas por el heroísmo popular, entre montones de hierros y despojos metálicos, yacen las campanas, mudas como aves de rapiña abatidas por el pueblo.

Tan, tan, tan, tan. Ha sido abatido el poder omnímodo del clericalismo. El pueblo, en arrogante gesta vindicativa, ha respondido a la viscosa opresión de los clerizantes vaticanistas con la magnífica eclosión revolucionaria a que asistimos.

En algunos lugares de nuestra investigación recogimos historias de campanas destruidas, de iglesias quemadas, coincidiendo siempre en lugares de zona roja. Este hecho, mal conocido, debió tener connotaciones simbólicas, como acabamos de leer, aunque otros afirmaban que las fundían para hacer dinero en metálico, para hacer perricas. Por lo general la devastación tuvo lugar por gente de fuera, aunque en un lugar de Aragón, no citado a lo largo de este trabajo, fueron los mismos del pueblo los que decidieron, de común acuerdo, pegar fuego a la iglesia, tras poner a buen recaudo archivos y santos más venerados, para evitar la destrucción indiscriminada que unos que venían de fuera querían cometer.

También se afirma que la quema tuvo lugar en fechas fuertemente simbólicas, como el día de la fiesta del pueblo, aunque todos hablan por referencias. Generalmente se cuenta que los que participaron en la asolación murieron de mala muerte y nadie dice haber cooperado. Incluso, en algún lugar, llegaron a fusilar las campanas. En otros sitios, donde quizás los rojos eran menos fuertes, quitaron los badajos y los tiraron a algún pozo profundo lo que equivale al silencio, al menos a corto plazo, sin destruir las campanas.

El tema está ahí, y la ausencia de datos, pues todos de uno u otro bando rehuyen hablar del tema, nos impide sacar conclusiones, aunque esperamos volver sobre esa destrucción no sabemos si sistemática, simbólica o lúdica, fruto de la rapiña, del odio, del placer de destruir o de la sumisión.

Por otro lado no hemos encontrado en nuestro ámbito de trabajo ninguna información, histórica o mítica, sobre campanas desmontadas de la torre, o compradas al enemigo, como presa de guerra, de acuerdo con las reglas marciales al uso, tal y como dicen que pasó en las tierras al norte de Catalunya.

Adornos y otros usos icónicos de campanas

Las campanas y las torres han ejercido, a veces de medios de comunicación visual. Nos referimos a aquellos decorados efímeros, con flores, arcos o pinturas, tan apreciados por el barroco, que no han llegado a nuestros días.  También pensamos en las luminarias, alumbrados de monumentos, calles y plazas, realizadas con motivos extraordinarios.

Pero nadie recordó, posiblemente por no haberla conocido, ninguna iluminación de la torre, por causas festivas. Tampoco nos hablaron de cintas de colores en el badajo de la campana, como acostumbran a hacer en Siete Aguas, en el País Valencià, aunque he de decir que es el único caso que conozco. No vimos que pusieran Ramos, bendecidos el domingo anterior a la Pascua, y que en otros lugares colocan, o mejor colocaban, quizás para proteger la torre y sus campanas.

En ningún lugar escuchamos que pusieran estampas o monedas en el yugo de la campana mayor, para evitar marchar al servicio militar, como se acostumbraba en la Catedral de València.

Tampoco echaban las cuerdas por las ventanas, durante el Triduo Sacro, de Jueves a Sábado Santo, que permanecen mudas las campanas. Sin embargo, en Zaragoza sí que mataban las campanas, dejándolas horizontales, proponiendo un signo visual ante el silencio sonoro.

No escuchamos informaciones sobre algún telégrafo, basado en globos, banderas, hogueras u otras señales, para comunicar de torre en torre o desde la torre a la población circundante.

Las campanas preparadas para el volteo, invertidas, en Jaca, que pudieran ser asimiladas a cierta sensación de fiesta, puesto que si permanecen preparadas es señal que los regocijos no han terminado, tampoco eran asociadas a lo lúdico.

En Huesca adornaban antes el yugo de las campanas, con hiedra y otras plantas verdes, e incluso, en momentos de fervor político, con las cinco rosas simbólicas de Falange. Tal adorno no tiene otro ejemplo en todo Aragón: lo preguntamos en casi todos los lugares, y todos asociaban adornar la campana con poner objetos sobre el bronce, cosa que les parecía imposible por ser el metal liso y retumbante. Nadie, excepto el de Huesca, pensaba en el yugo como lugar de adorno.

En resumen, solamente pudimos encontrar dos rasgos visuales con cierta intencionalidad comunicativa: el adorno de yugos en Huesca, y las campanas muertas en Zaragoza. Como quiera que otros usos icónicos, que hemos recogido en otros lugares, fueron contestados negativamente en el resto de lugares de Aragón, la negación se convierte, también, en una información sobre los limitados y postreros usos de la torre y sus campanas como medio de comunicación visual.

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