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Las campanas de Aragón: un medio de comunicación                                                          Dr. Francesc LLOP i BAYO

Rotura de campanas

A pesar de su gran tamaño y aparente fortaleza, las campanas son frágiles y por tanto fáciles de romper, al ser producto de fundición. Se dice que es fácil de hacerlo, voluntariamente, con una bufanda:

Esas campanas las fundió antes de casarse, cuando vino aquí a fundir la de la iglesia y se rompió el yugo de una estando volteándolas y pegó a la otra y se rompieron las dos y el año veinticinco las hizo, las volvió a hacer y en Malacán pasó igual. Se salió del eje de la torre y también pegó a la campana y cayó, éso que hubo suerte que no había nadie y también las volvió a fundir. Éso de que echan una bufanda y se rompe, éso es. Sí, porque la lana es muy, si quieres romper la campana, es verídico. Echa algo de lana, en la de Alcalá mismo cuando el entierro de don, del cura, don Plácido, que subí yo me quedé atónita cuando la oí tocar, dice: "Pues mira, ésto, echando una bufanda, estando golpeándolas." Mi padre garantizaba siempre, siempre por diez años las campanas, y no ha tenido que refundir nunca, yo no he conocido. [...] En Alcalá de Moncayo, que por cierto la tienen rajada, le echaron una bufanda y la han roto.

Durante la República casi desapareció la fabricación y el uso de las campanas, mientras que la guerra civil causó la destrucción de muchos bronces. Nuestro fundidor, aunque ya era anciano, aún rehizo algunas tras la contienda, para lo que tuvo que ser proveido de un salvoconducto:

Bueno, en la República ya no hacían campanas: lo que pasa. Si le hubiera pillao de cuarenta años hubiera sido el más rico de, del país. Aún hizo de setenta y dos años, después de la guerra, el año cuarenta y dos aún hizo una. El obispo o el arzobispo de Sigüenza después que terminó la guerra, como ya, claro, vosotros sois jóvenes, pero para ir de aquí a Borja y otros sitios tenían que hacerte un salvoconducto, si no no podías salir, pues ese señor le dió [...] un salvoconducto para que, si podía, para refundir todas las de la provincia porque como tocó la guerra. Ya le digo, la de la iglesia que era de [nombre incomprensible], de la provincia de Huesca, de las más grandes que haya fundido mi padre, ya sé de gente que estuvo allí cuando la guerra, que las tenía abajo, que ésta no la habían roto, pero la tenían abajo.

La locura humana.

El proceso seguido: desde el contacto hasta la colocación

Los materiales recogidos, tanto orales como escritos, permiten recomponer el proceso ideal de refundición de las campanas.

Por lo general era un sacerdote el que tomaba contacto con el fundidor, dirigiéndose a veces al taller provisional donde tenía sentados sus reales de temporada. El campanero contestaba su oferta, aunque debía ir a menudo al lugar para ver in situ las características de la campana y el trabajo que tenía que realizar. El mismo sacerdote contestaba tras la reunión del Ayuntamiento, ya que por lo general los trabajos iban a ser pagados a medias por cada una de las instituciones. A veces la respuesta era negativa, como en Matanza de Soria, donde el párroco escribe:

Muy señor mío: El Sr. Alcalde hizo saber al vecindario el asunto de la campana y como la cosecha ha sido tan escasa parece que acordaron dejarlo para después de primavera...

o estaba supeditada a otro pueblo vecino; si los dos refundían, eso disminuía los costes y facilitaba la toma de la decisión. A continuación tenía lugar el contrato formal, a menudo en el mismo Ayuntamiento del lugar, aunque a veces tenía lugar en la Casa Consistorial del pueblo en el que se encontraba la fundición provisional. El lugar citado es siempre el mismo, lleno de formalidad, puesto que se trata de un acto solemne: por ello muchos contratos son redactados con fórmulas quasinotariales. Por un lado se compromete el alcalde, a veces, o los miembros de una junta o comisión, en nombre del pueblo. A menudo interviene también el sacerdote del lugar, también por parte del pueblo. Por el otro lado interviene Pablo del Campo Albarado, de ... años de edad, vecino de Ambel (Zaragoza), de profesión campanero. A veces también señalan que es natural de Castillo (Santander), y que es casado. Su segundo apellido varía desde Alvarado hasta Algarado, pero ninguno escribe Albarado, del modo que firma el propio interesado.

El pago queda establecido por kilo, teniendo en cuenta que los kilos de mermas, que tienen que ser añadidos para que la nueva campana tenga el mismo peso que la anterior, suelen ser cobrados prácticamente al doble. A veces se contrata un precio global por la fundición, pero solamente en los primeros contratos. No pocas veces, en los contratos de 1940, se añade una cantidad fija para gastos de fundición (leña, huevos, sebo, cera...) y alguna vez se da un plazo de finalización, penado económicamente, para coincidir con alguna fiesta simbólica.

El pago tendrá lugar tras colocar la campana y probarla, aunque no faltan los plazos en varios años, en los primeros contratos. En algunos contratos se especifica que se considera inaugurada la campana cuando esté precisamente colocada en la torre, para evitar ambigüedades. Así, en Ciruela, el pago lo hará el Ayuntamiento el dia, que se inaugure la Campana, entendiendose que la inauguracion sera el dia que se halle colocada en el sitio.  En Torreblacos, en el contrato mecanografiado, concuerdan que el pago la hara el Ayuntamiento el dia que se inagure la campana. Hay un añadido manuscrito que matiza notablemente la claúsula: o el mismo dia que quede colocada.

Los precios del trabajo de fundición

Los precios, por kilo, son casi siempre indicados, pero apenas señalan el peso total antes y después de la refundición de la campana. En los contratos catalanes, entre 1900 y 1901 solamente se acuerda un precio global sin especificar el peso ni el importe de cada kilo, tanto de fundición como de merma. En la temporada 1925/1927 se especifica una cantidad por kilo que gira en torno a las dos pesetas, excepto en Andaluz, donde nuevamente se acuerda un precio conjunto, práctica que vuelve a repetirse en 1929 (dos pueblos) y en 1939. La campaña de 1940, en torno a Bayubas de Abajo, introduce nueva y definitivamente el precio por kilo, que suele variar de 2,50 en la mitad de los casos a 2,75. En algún lugar se señalan ambos precios, como en Valdelubiel o Barcebalejo: si la campana es mayor de 200 kg, se cobrará a 2,50 mientras que si es menor a 2,75, al contrario de lo que viene siendo práctica actual de los fundidores. En estos  pueblos introducen una cantidad fija, generalmente de 100 pta., como gastos de fundición (leña, sebo, huevos, alquiler de local), excepto en el pueblo donde se instala el taller provisional, donde ceden los materiales necesarios y el local para los trabajos.

El contrato modelo

Los contratos se parecen bastante en cada una de las tres épocas; hay cierta coherencia interna, tanto en el aspecto legal y formal como en los precios. Aunque sigan un modelo común, expresan de manera más o menos velada las condiciones locales. El siguiente documento se aproxima al Contrato-tipo:

CONTRATO PARA LA FUNDICION DE UNA CAMPANA

En el pueblo de Bayubas de Abajo a quince de mayo de mil novecientos cuarenta, se reunieron en la Sala Capitular de una parte los señores Gestores que forman el Ayuntamiento y que lo son D. Isaac Molina Mateo, D. Pedro Molina Manrique, D. Francisco Bañuelos Minguez y D. Meliton Sanz Molina, así como D. Julian Garcia Garcia Cura Económo de la Iglesia de este pueblo y de la otra D. Pablo del Campo Algarado de 69 años de edad, vecino de Ambel (Zaragoza) de profesión campanero, y, de común acuerdo estipula las condiciones siguientes para la fundición de una campana para la Iglesia Parroquial de esta localidad:

CONDICIONES

1ª.- D. Pablo del Campo se compromete a fundir una campana aproximadamente de las mismas dimensiones y peso de la actual, comprometiendose a poner el material necesario para compensar las mermas que tenga en la fundición.

2ª.- El Ayuntamiento abonará a dicho señor la cantidad de DOS pesetas CINCUENTA centimos (2'50) por cada Kilogramo de peso a excepción del material que tenga que adicionar que le sera abonado a razon de TRES pesetas CINCUENTA centimso (3'50) Kgm., el Ayuntamiento tiene que facilitarle local para establecer el taller, peonaje, acarreo de tierra, leñas, huevos, cañamo, cera, sevo y otros.

El local le sera concedio hasta el mes de Noviembre proximo, por si tuviera necesidad de emplearlo para fundir campanas de otros pueblos y sin derecho a retribución.

3ª. La campana ha de ser de forma Romana o sea como la actual.

4ª. El Sr. Pablo se obliga y compromete a dejarla colocada en el Camapanario de la torre de forma que se pueda tocar, y, responde por espacio de DIEZ años de la rotura de la nueva campana siempre que sea originada por defecto de fundición.

5ª. El pago lo hará el Ayuntamiento el dia que se inaugure la campana, entendiendose que la inauguración sera el dia que halle colocada en su sitio.

Y para que conste se firma este documento por duplicado entregandose uno al campanero y el otro reservandose en el Ayuntamiento para constancia, fecha utsupra.

Hay siete firmas con sendas rúbricas: Isaac Molina, Pedro Molina, Francisco Bañuelos, Melitón Sanz, Julian Garcia, Pablo del Campo Albado, así como Ciriaco Moreno, que no figura en la lista de nombres que encabeza el Contrato. Hay igualmente un sello a la altura de las firmas, con el escudo franquista de España, y con la leyenda "AYUNTAMIENTO NACIONAL DE * BAYUBAS DE ABAJO * "

El texto es mecanografiado, en una hoja de tamaño holandesa. A pié de página comienza el texto, manuscrito, que sigue por el dorso, donde se indica, como ocurre con todos los demás, cuando fué colocada la campana y lo que se pagó por ella:

No/

ta:Se hace constar que la Campana aque se refiere el contrato anterior fué colocada en la Iglesia parroquial, el día diez y seis de Junio del presente año y que la cantidad a que ascendieron los trabajos del Campanero son ochocientas cincuenta y nueve pesetas, cincuenta centimos que se le entregaron con fecha diez y seis de Julio siguiente.

Bayubas de Abajo, 11 octubre 1940

Hay dos firmas: Isaac Molina; Pablo del Campo, y el sello precitado.

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