Las campanas de Aragón: un medio de comunicación Dr. Francesc LLOP i BAYO |
Fundición artesana y ambulante de campanasLas campanas son construidas a
través de un largo proceso, que requiere la elaboración, a menudo artesanal y con pocas
herramientas, de dos moldes distintos, entre los cuales deberá ser vertido el metal
derretido para que solidifique en forma de campana. Estos sonoros instrumentos se funden
en bronce, una de las aleaciones más
antiguas, que puede ser reciclado, refundido, en caso de rotura de la campana, cosa que
suele ocurrir cada dos o tres siglos. Las guerras podían adelantar este proceso de
refundición de campanas en cañones y las revueltas anticlericales solían comenzar con
el incendio de las iglesias y la destrucción de casi todas las campanas de la torre.
Apenas conocemos la existencia de constructores de campanas en Aragón. Un anticuario de
Barbastro vendía algunas herramientas y grabados, cuyo uso desconocía, pero que
pertenecieron seguramente a un fundidor ambulante del Alto Aragón. Las Industrias AVERLY,
unas fundiciones de Zaragoza, debieron construir y electrificar campanas en la década de
los cincuenta y sesenta, en la ciudad y su comarca, aunque carecemos de más información. Describiremos este proceso
artesano y ambulante de la fundición de campanas, gracias a las informaciones de
VISITACION DEL CAMPO y su esposo RICARDO VILLA, de Ambel, en el Somontano del Moncayo,
entrevistados entre otras ocasiones el 16 de agosto de 1984. Ellos conservan alguna
documentación y numerosas tablas y otras herramientas de su padre PABLO DEL CAMPO,
fallecido en 1951 a la edad de ochenta años, y constructor de campanas aragonesas,
castellanas y catalanas. El interés de su testimonio así
como la información que encontramos en los documentos conservados, apenas radica en el
conocimiento sobre el proceso de fundición, bien estudiado, entre otros por SANCHEZ REAL
(1982), sino en las relaciones espaciales que podemos reconstruir a través de los
contratos conservados por la familia, y de modo muy especial en el trabajo de refundición
de las campanas en torno al pueblo de Bayubas de Abajo, en el año 1940; allí instaló un
taller provisional donde fueron rehechas numerosas campanas de los pueblos circundantes. Biografía
PABLO DEL CAMPO ALBARADO, con la
grafía que él empleaba en la firma de los contratos, era natural de Castillo, un pueblo
de Santander, en la actual Comunidad de Cantabria, donde aprendió su oficio de fundidor
de campanas. Llegó a Ambel, para reconstruir la del reloj, rota, que aún existe. Se
enamoró de la hija en cuya casa se hospedaba y casó con ella, permaneciendo el resto de
su vida en esa población aragonesa, con desplazamientos temporales a las áreas de
trabajo: Que casi todos los fundidores descienden de Santander, era de la provincia de Santander [...] al lao de Santoña. Mi padre vino aquí a hacer una campana. Hizo aquel año las de Magallón y estando allí se enteró que había una rota en Ambel, y subió y la hizo. Vino aquí de joven cuando tenía veinticinco años a hacer unas campanas de [...] y se hospedó en una casa que era de la mujer de él, y se enamoraron y se casó aquí y aquí vivieron y aquí murió, éste es, ésta es toda la genealogía de él. Aún hizo de setenta y dos años, después de la guerra, el año cuarenta y dos, aún hizo una. Murió en el año cincuenta y uno con ochenta años. Como señalaron sus hijos, era un
campanero: Vamos a puntualizar, es que es distinto tocar las campanas que les llaman campaneros a ser fundidor de las campanas, ¿eh? Pues éste es el verdadero, el auténtico fundidor de las campanas. Los demás son tocadores de campanas. Pero no es mi padre [solamente] que yo he visto fundidores en Santander que ir al pueblo de mi padre, en un pueblecico de al lao que vivía un señor y igual o sea que era de artesanía. Aprendizaje y enseñanza
PABLO DEL CAMPO llegó a Ambel con
el oficio aprendido en su tierra natal, pero no quiso compartir con nadie sus
conocimientos, que se llevó a la tumba, a pesar de haber tenido incluso proposiciones
industriales: No le enseñó a nadie. Nunca. Y le voy a contar un caso, hubo unos señores de Zaragoza una vez con unos señores que eran de aquí, estuvieron una tarde entera dialogando, explicando, como sacándole a ver que decía y no dijo una palabra, ni una, no le enseñó a nadie, se llevó su arte, su secreto se lo llevó ande está. Y si hubiera sido de otra manera que hubiera tenido por ejemplo vocación de enseñar a alguno pues, bueno, la idea de, porque claro, siempre hace falta gente joven para hacer las cosas, pero podía haber seguido hasta que se hubiera muerto dirigiendo la cosa, vamos. Una vez un señor amigo tenía un hijo. Dice: "Mire, se lo doy el hijo y le enseñe el oficio." Dice: "No, no." |