Las campanas de Aragón: un medio de comunicación Dr. Francesc LLOP i BAYO |
Las campanas en Aragón: tópicos generales
Los tópicos que alimentan las
creencias actuales en Aragón sobre campanas se refieren a lo que pudiéremos llamar
aspectos periféricos del tema: alguna campana milagrosa, que tocaba sola, o que escondía
en su seno una imagen sagrada; campanas míticas, relacionadas con acontecimientos, más o
menos reales, de la Historia. Destaca por encima de todas ellas la llamada Campana de
Huesca, que se refiere a una presunta matanza de nobles, por orden de Ramiro II el Monje,
rey de Aragón, para acabar con los caudillos de una rebelión. Sus testas, cortadas y
dispuestas en círculo estaban encabezadas por la del obispo Ordás, como recoge BELTRAN
(1980). Otra historia mítica, aunque muy documentada, relata los toques milagrosos de la torre de San Nicolás de Velilla, que tañía sola, anunciando desgracias, victorias, muertes reales desde 1435 a 1674, como muestra en una documentada monografía, con argumentos a favor y en contra, LOPEZ DE AYALA (1886). No faltan las imágenes aparecidas
bajo las campanas, escondidas supuestamente ante la llegada de los moros: en Calatayud la
Virgen de la Peana fue hallada bajo un vaso metálico, ya que tanto la imagen de María
como la campana estaban perseguidísimas por los malignos invasores. Una tradición más cercana en el
tiempo, y más próxima a la realidad, es la referida a la Campana de los Sitios, en la
Torre Nueva de Zaragoza, que forma parte de la parafernalia en torno a los míticos Sitios
de Zaragoza, y que detallaré al hablar del tiempo. Estas leyendas cultas, que
formarían parte del conjunto de creencias en Aragón sobre las campanas y sus usos
tópicos, carecen de interés para nuestros propósitos, ya que no fueron recogidas jamás
en boca de nuestros informantes. Ni siquiera en Calatayud, donde también encontramos
quien nos hablara, se nos nombró la leyenda de la aparición de la Virgen, que supimos
más tarde al leer los impresos que nos había vendido precisamente nuestro entrevistado. La emigración y el abandono
de Aragón
Las campanas aparecen asociadas
modernamente a la emigración y a la consecuente despoblación en Aragón. ZAPATERIA
(1974) se extraña de su sonido continuado, que enloquece, en ciudades y villas desiertas: Campanas. Oír campanas sin saber dónde. No escuchar las campanas, que ya son una lluvia rutinaria e hiriente en nuestro sistema nervioso. Torres estirando el cuello para soñar sobre el proyecto de una vega que multiplique su vientre en cien mil hijos de verdes ilusiones. [...] ¿Por quién doblan las campanas? Las torres sacan sus lenguas y se ríen de sí mismas. Quitemos el interrogante. Por quien doblan las campanas es por la región muerta, entre los cirios de unas campanas que se consumen entre la llama de la indiferencia. Céspedes interminables de hortalizas condenadas a problemáticos solares de industrias en crisis. Tierra seca porque un canal, porque cien canales, no se convierten en un brazo, en cien brazos de un río, ni para convertir tierra en alimentos, ni para poner en marcha la industria que aproveche toda la riqueza agrícola. [...] Calatayud es un paisaje de torres repletas de campanas, que nunca aprendieron a caminar, tan sólo a dar vueltas como el bufón de la torre. Mientras estas torres no sean chimeneas de otras tantas industrias, absorbiendo la riqueza de su tierra, Calatayud seguirá desterrando a sus hijos, mientras los viejos, los conformistas, los cobardes se limitan a vivir la hermosa locura de unas campanas que tocan y llaman a la fiesta de hace cientos de años. LABORDETA, el abuelo de la
canción aragonesa, relaciona el sonido de las campanas no tanto con el abandono de la
tierra sino como señal de regreso, de vuelta a casa. En el himno Canto a la libertad, las
campanas gozosas se volverán a oír al ser repoblados los territorios abandonados: Sonarán las campanas - desde los campanarios y los campos desiertos - volverán a granar unas espigas altas - dispuestas para el pan. En Cantata para un país
desarrolla más la asociación, iniciando la canción con una copla tradicional: Cuatro campanas había - en la torre de Berdué Catalina, Pepa y Juana - y el cimbal de San José. La canción, llevada por la voz
recia de su autor, prosigue observando lo contentas que repican las campanas, porque la
gente ha regresado; no se trata de una corta estancia (para pasar unos diícas o por el
permiso) sino de la vuelta definitiva, arrastrando los que padecieron en la emigración,
sus hijos y sus allegados: Hoy repican muy contentas - porque os vuelven a ver a Catalina, a Pepa, a Juana - y al viejo señor José Catalina trae los yernos - Pepa el marido también Juana viene con los hijos - y los nietos con José. La canción, esperanzada, queda
cerrada con una llamada a la utopía: Entre ellos y nosotros - vamos a tener que hacer una Tierra en donde quepan - todos de una santa vez. Las campanas han sido consideradas
como instrumentos de llamada, al servicio de la Iglesia. Su existencia era favorecida por
la paz, mientras que la guerra suponía, al menos, su silencio, y, a menudo, su
destrucción. Campanas por tanto ajenas y
lejanas, en un mundo aparte, intermedio e intermediario entre Dios y los hombres, que
acompañaban las pequeñas, miserables, existencias personales, y que destacaban los
acontecimientos comunitarios, gozando con los vivos y llorando por los muertos. Su silencio no es considerado tan
solo como signo de guerra: también va unido a la emigración, al abandono, al
envejecimiento. Las campanas, cada vez más silenciosas, parecen retraerse, ocupar un
oscuro, lejano rincón de la memoria, lleno de sentimientos de paz y armonía... Todo esto, que no carece de
belleza, no nos sirve apenas para comprender como fue, y como ha llegado hasta nosotros el
toque de las campanas en pueblos, villas y ciudades de todo el Aragón. |