Música y tradición de un pueblo aragonés: Valtorres Sergio Bernal Bernal |
RELIQUIAS EN VALTORRES Uno de los santos más queridos en Valtorres es San Gregorio. Sobre la historia de este santo hay un escrito del párroco de Valtorres Mosén Juan (Mosén Juan: Historia de San Gregorio Hostiense. Prodigiosa venida de la Santa reliquia a este pueblo de Valtorres. Tipografía de Cristóbal Pérez. Bilbao, 1.878. Es una copia literal de un manuscrito de 1.740 que permanecía en el archivo parroquial de Valtorres Se imprimió por acuerdo del párroco D. Manuel Abad. Pág. 8-12 y 15-18. En el Libro de la Cofradía de los Gloriosos Santos San Gregorio y San Higinio aparece mencionado fray Andrés Salazar como escritor de la Historia de San Gregorio Hostiense, fechado en 1624.) fechado en 1.740, y en el que se relaciona la vida de este Santo, cómo su reliquia llegó a este pueblo y los numerosos milagros que se produjeron. Presento aquí una selección de algunos fragmentos de relevancia, especialmente le llegada de la reliquia a Valtorres y algunos de los milagros que se dieron: (CÓMO VINO LA SANTA RELIQUIA A ÉSTE DICHOSO LUGAR DE VALTORRES) Hallábase este pobre lugar en la mayor tribulación, con el desconsuelo de que todos los años les talaba el gusano sus cosechas, y en especial las viñas, y aunque recurrían al único remedio, que es el agua de San Gregorio, enviando por ella todos los años a Navarra, no cesaba la plaga de las nocivas sabandijas, pues llegó a tal extremo de calamidad, según he oído decir a mis mayores y a mis antecesores vicarios, que dejaban las heredades sin sembrar y las viñas sin el cultivo necesario por medio de la tala de los gusanos todos los años. En medio de esta tribulación acordó el cura, que entonces era de esta iglesia mosen Domingo Marco ir en persona a visitar el Santo Cuerpo de Nuestro San Gregorio y suplicar a aquellos PP. en cuyo poder y custodia estaban las Santas Reliquias del Santo glorioso, consolaran por su piedad y caridad a este pueblo concediéndole un pedacito de sus santos huesos. Hízolo así, y aunque representó a los Padres Clavarios (que dicen ser cuatro los que tienen las llaves del arca a donde está su Santo cuerpo) lo más bien que pudo la calamidad que padecía este pueblo, y como se hallaba con suma necesidad y pobreza a causa de que hacía muchos años que padecía la plaga del gusano que les talaba las cosechas, por cuya causa les suplicaba por Dios se dignaran concederle la reliquia en que esperaban firmemente hallar el remedio de tan gran trabajo, y aunque en esta súplica perseveró algunos días, haciendo vivas instancias, rogándoles con humildes afectos la concedieran, no lo pudo conseguir. Viéndose, pues, el santo cura, mosen Domingo Marco, ya sin esperanza de conseguir su petición, les pidió por Dios que ya que no le concedían la reliquia le permitieran el consuelo de enseñarle el cuerpo para adorar reverente sus santos huesos; esto le concedieron, y levantándose los Clavarios abrieron el arca; postróse el cura de rodillas y se puso a hacer oración al Santo; inclinóse para adorarle y a este tiempo puso los dientes en uno de los santos huesos que adoraba, del cual se quedó en la boca con un pedacito. Notáronselo los circunstantes Clavarios, abriéronle con presteza la boca para sacarle de ella la reliquia que ya el cura tenía debajo de la lengua y le dijeron con palabras de toda resolución y fortaleza la dejara porque en ninguna manera había de lograr su intento, a que respondió: vuestras mercedes hagan de mi lo que fuere su voluntad, porque ya no puedo, aunque quiera, volver la reliquia porque eme la he tragado; sintiéronlo muchísimo, e impacientes le dijeron algunas agrias razones, mas al fin lo hubieron de dejar. Todos estos pasajes le sucedió al Reverendo mosen Domingo Marco, siendo vicario de esta iglesia de Santa María del lugar de Valtorres. Luego, pues, que pudo escapar de aquellos Padres Clavarios, se fue derecho a la posada y sin detenerse montó en la caballería que tenía mandado al criado de antemano se la tuviese prevenida, emprendió presto y contento su viaje para este lugar, trayendo en la boca la dulce miel del panal, que si aquel sirvió de sustento al mismo Sansón y si esta Santa Reliquia sirvió de sustento al mismo cura, Padres y sus feligreses, ha servido y sirve de sustento a todos los vecinos de este pueblo por tener en su iglesia semejante inestimable tesoro, hallando en él, así en lo temporal como lo espiritual, todo su consuelo. Avisó, pues, el cura de una jornada antes de llegar al lugar, cómo traía la Santa Reliquia y la hora a que llegaría al otro día, en la que salieron todos los vecinos, hombres, mujeres y niños a recibir con sumo gozo, júbilo y alegría la Santa Reliquia, con aquellas demostraciones de afecto que en esta cortedad y pobreza pudo por entonces brevemente disponer la cordial devoción de todos. Bien podía la majestad de Dios hacer el milagro de resucitar al hijo de aquella pobre enfermita que dio hospedaje al Profeta Eliseo, sin que Eliseo fuera en persona y pasaran todas las circunstancias que refiere el caso en el tratado de los Reyes, cap. 4, y no obstante aunque fue para resucitarle el criado de Eliseo y ejecutó cuanto éste le dijo para resucitarlo, no lo pudo conseguir, hasta que el mismo Eliseo fue personalmente y luego resucitó. Bien podía también Dios Nuestro Señor hacer que se extinguiera la plaga de los gusanos que padecía este pueblo sin que su Santa Reliquia hubiese venido a él, pues se traía todos los años agua pasada por su Santa Reliquia y tenía la misma virtud que el agua, que bendita, tocamos con la reliquia que tenemos; y no obstante, aunque se traía la dicha agua no cesaba la plaga hasta que vino su misma reliquia a esta iglesia, lo que se experimentó con sumo consuelo de esta pobre feligresía; pues apenas llegó su Santa Reliquia a ella, cuando desterró totalmente de todos sus campos todo género de gusano nocivo a las cosechas, y desde entonces, a Dios las gracias, se ve libre de semejantes plagas, y aunque es así que muchos años por el territorio aparejado a producir semejantes sabandijas se manifiesta cantidad de gusano en el término; pero tenemos la experiencia de que en haciendo el conjuro que tiene esta iglesia para este fin, con el agua bendita tocada por la Santa Reliquia, cesa totalmente el daño de los gusanos, aunque estos queden, como ha sucedido en alguna ocasión, vivos hasta llegar a la mayor magnitud por permitirlo Dios así para confusión nuestra, y para que tengamos a la vista el castigo de nuestras culpas, para que con el temor del azote de la justicia divina salgamos de ellas, díralo el caso siguiente: El año de 1680 entré a ser cura indigno de esta Santa Iglesia; el de 1682 se hallaba justicia de este lugar Antón Lozano, hombre de aquella candidez antigua, de sana conciencia y limpia intención, sin artificio alguno en su trato, palabras y obras. Dígolo, porque pongo aquí las mis razones que me dijo con aquella maciza fe que tenía en el Santo bendito; llamó en la puerta de mi casa una mañana al tiempo que bajaba de oír misa: No lo oye; bien puede salir y quitarnos el gusanos que hay en la viñas; porque en dos días ha nacido tanta multitud que si se deja crecer se nos tragaran las uvas! Respondíle iría aquella misma tarde a conjurarlo, y me respondió; pues no deje de hacerlo; quedé lleno de confusión considerando la gran fe, candidez y limpieza del buen viejo, y mi mucha tibieza, menos fe que la suya y poco fervor. Salí luego que se despidió de mi a una heredad que tenía cerca de mi casa, entonces viña, y hoy tierra blanca, y vi que era así como me dijo el venerable Justicia, porque negreaban los pámpanos cuajados de un gusanillo muy chiquito, delgadillo, con una cabecilla como de alfiler y negra. Subí inmediatamente a la iglesia, bendije el agua, la toqué con la Santa Reliquia y aquella misma tarde salí e hice tres conjuros en tres partes distintas del término; al otro día no se vio un gusano en las cepas, cayeron todos a tierra y se salieron a la que estaba inculta poblándose todas las hierbas silvestres de ellos, de suerte que mondaron en cosa de quince o veinte días hasta las aliagas e iniestas, y crecieron hasta su mayor magnitud en tanta abundancia que entraban en confusos rebaños por las calles y plazas del mismo lugar y por los caminos se veían correr en bandas correr como en busca de su sustento natural, sin tocar, por permisión divina e intercesión del Santo glorioso una hoja ni de las viñas ni e los sembrados del término; por los días de San Juan Bautista llegaron a morir y se veían apegados como en piñas ya en paredones arruinados, ya en piedras, ya en barrancos... De este caso son testigos cuantos viven hoy que en aquel año tenían ya edad para poderlo notar. [...] Era el de 1683, hacía la fiesta del Santo, Miguel Cantarero, vecino de Terrer, que por entonces vivía en este de Valtorrés, trajo para mayor solemnidad algunos cohetes y ruedas de fuego que se gastaron la víspera del Santo por la noche, y en un saco media arroba de pólvora poco más ó menos para que el día siguiente se gastára en la procesión en forma de soldadesca.. Esta pólvora la dejó inadveridamente en el cuarto principal de la casa á donde se concurría, como es costumbre, á la casas de los que hacen las fiestas, después de haber cenado la víspera del Santo. Concurrimos, pues, como otras veces á la casa de dicho Miguel de Cantarero, y en el dicho cuarto, en que estaba el dicho Fray Miguel Rubio y gran concurrencia de gente, que asistían al baile que en semejantes funciones se acostumbra en estas aldeas, sin acordarse de la pólvora que estaba como dicho es en un rincón de dicho cuarto, cebaron los otros cohetes dentro de él; riñóseles á los que les cebaron y les hicieron salir fuera; bajáronse á la calle y empezaron desde allá á tirar cohetes por la ventana de dicho cuarto; entró el primero y sin caer abajo anduvo por alto y se volvió á salir por la misma ventana untes de consumirse. Lo mismo hizo el segundo; enró el tercero que cayó abajo y cebó el saco de la pólvora que dijimos, la que rompió en alto dos suelos, levantanda en alto las tejas de los tejados; rompió arcas, bufetes y hasta arrancó los marcos de las ventanas; levantó á los que existían en el dicho cuarto hasta las huertas y una niña llamada Ana María Bernal, hija de la casa y que hoy vive y está casada en Villalengua, la cual estaba sentada al lado mismo del saco de la pólvora la dejó envuelta de tejas, tierra y pedazos de vueltas que cayeron sobre ella sepultando toda la casa, la cual estuvo en el aire, como observaron los que estaban fuera de ella, y en medio de esta turbulencia y ruina, quieso la Majestad Divina, por medio de Nuestro Santo según creemos piadosamente, que la niña salió de tanta ruina sin lesión alguna, y aunque algunas con algo de los vestidos quemados, pero fuera de peligro en sus personas. Hoy se ve la casa quebrantada por diferentes partes, pero firme y habitable; soy testigo de vista del sobredicho caso, porque fui uno de los que allí estaban. Dios no hace milagros sin necesidad ni á temerarios arrojos pone su divina mano como no quiso hacer de las piedras pan en el desierto ni arrojarse del pináculo del templo como se lo perjudía el enemigo común, aunque uno y otro pudi hacer la majestad de Dios sin lesión alguna, que para todo tenía infinito poder. Por ignorante de esta máxima cristiana pudo por intercesión del Santo librarse de su temeridad y riesgo voluntario José Santuy, que hoy vive, una mañana del día de Nuestro Santo en que junto con otros subió á hacer la alborada, como se acostumbra, con su escopeta, y después de haber disparado unos y otros algunos escopetazos, él con la viva fé que profesa al santo y mucha devoción llenó casi el cañón de pólvora diciéndolo primero a sus compañeros quienes le disuadieron diciéndole se podía matar, porque era una temeridad echarle tanta cantidad de pólvora a la escopeta, á que respondió: no hay cuidado que me suceda desgracia, porque va este tiro por nuestro Patrón Gregorio, y diciendo y haciendo dio fuego al polvorín, y se le hizo cuarenta pedazos la escopeta, quedando sano el pedazo de cañón que tenía en la mano sin padecer él ni los concurrentes lesión alguna; temeridad fue y en otro sujeto más perito, tentar a Dios: pero en él fue pura devocion y cordial fé que tenía al Santo, y en el Santo bajó a la ermita y le dió gracias porque le libró de aquel riesgo voluntario. Dejó en memoria en dicha ermitacolgados los pedazos de la quebranta escopeta, como hoy se ven en ella. [...] Por los años de 1688 una tarde de verano se puso sobre estos términos un horrorosa nublado, y estábamos conjurándole los sacerdotes á la puerta de la iglesia con aquellos exorcismos que tiene para este fin, y comenzó desde luego á caer gran cantidad de granizo con una gran tempestad de aire a cuya causa nos hallamos todos en grande tribulación; en ella se recurrió á nuestro ordinario patrocinio, que es, en semejantes trabajos, sacar la santa imagen de Nuestro Santo; sacábanla en su peanita, que con la turbación de los que la sacaban traían la imagen de espaldas a la puerta, gritaron unos y otros: vuelvan la imagen! Vuelvan la imagen! ¡Oh gran misericordia de Dios! Volvieron la imagen cara á cara del nublado é instantáneamente se levantó un aire á manera de huracán ó remolino que se duice vulgarmente, y aún el granizo que estaba en el aire se levantó en alto sin llegar á tierra un granizo más si quiera y luego salió el sol por sereno, cesaron los truenos, relámpagos y tempestad tan instantáneamente, que parece echó el santo de su bendita agua para apagar el fuego que arrojaba el cielo. Hallábanse,acaso, aquella tarde en este lugar algunos vecinos del de Terrer, y entre ellos Jaime Tomey, Jurado de allí y Notario, los cuales se habían metido, como los demás del pueblo a la iglesia; y el dicho Jaime Tomey, viendo el caso referido comenzó a llorar de gozo y dijo: no he visto prodigio más sensible y palpable en mi vida; todos ustedes son testigos y yo, como Notario que soy, hago acta de ello, y luego que llegue a mi casa lo he de poner en mis notas; no se si lo hizo así, lo que se es, que hemos experimentado tales consuelos en semejantes ocasiones otras muchas veces. Cuerno para introducir la pólvora a la escopeta También podemos encontrar la narración de otro acontecimiento milagroso con la reliquia de San Gregorio en otro documento más cercano. Reproduzco aquí el contenido manuscrito de un documento de 1.923 recogido en el archivo de la parroquia de Valtorres:
26 de agosto, domingo: A causa de una plaga de gusano u oruga que se comía las hojas de remolacha y su tallo y hasta taladraba la remolacha estaban en este pueblo como en todos de la provincia de Zaragoza, Teruel, Rioja y Navarra consternados. Con el fin de extinguir dicha plaga fue sacada en procesión combinados con los de Terrer los que esperaban en el puente bajo la estación con Santa Bárbara a los de este vecindario con la reliquia del Santo de Hostia. Llegados a la ermita de San Gregorio de Terrer en el cual celebró el Sr. Párroco D. Luis Matute. Se cantó la misa y el sermón a cargo del S. Coadjutor de Terrer; se dieron al final de la misa a adorar ambas reliquias y juntos ambos pueblos volvieron hasta dicho puente marchando cada uno a su parroquia. A los dos días se vieron gusanos muertos un 70 por 100 muertos por el suelo y los restantes moribundos. Todo esto lo hizo constar el Sr. Párroco para perpetua memoria de los hijos de Valtorres y en honor de San Gregorio Obispo de Hostia. Y continúa más adelante, un escrito de 1.924: Enero 17. Celebró este pueblo con lo recogido por colecta una solemne fiesta en la ermita de San Gregorio con la música de Paracuellos de Jiloca en acción de gracias por haber escuchado sus súplicas cuando el 26 de agosto fueron en unión de los vecinos de Terrer en romería implorando su auxilio para la extinción de la oruga. Finalmente continúa otro escrito de esta manera: Enero 18. Se celebró otra fiesta costeada por los 40 compradores de la Torre Finca de Dña. Caridad, viuda de D. Vicente Mochales [...] en el oratorio de la casa en honor de san Gregorio en acción de gracias y pidiendo su protección, bendición y amparo para todos los campos. El Sr. Párroco dijo la misa después de bendecir la imagen de N.S. del Carmen recientemente traída de Zaragoza por el Sr. Alcalde de este pueblo D. Mariano Bernal Bernal y costeada por los nuevos dueños de la torre o finca y colocarla en el altar como titular del dicho oratorio público. Fue cantada la misa por la banda de música.
Imagen de la reliquia de S. Gregorio Instante de una celebración en que los fieles valtorrinos besan una reliquia (seguramente sea la de San Blas) En el Cabreo de 1.726 podemos encontrar una alusión directa a dos reliquias que en aquella época tenía el pueblo: 20 marzo 1.727. Se hizo el inventario de la Iglesia de Santa María de Valtorres. Entre los objetos de plata están: un pie de plata donde están las reliquias del Señor San Gregorio y San Ramón. En ese mismo documento manuscrito, aunque más de un siglo después aparecen citados los relicarios de Santa Bárbara, San Blas y otros Santos y la reliquia de San Gregorio antes mencionada. Además de estas reliquias, existe un Cristo relicario en el pueblo, propiedad de un particular, de gran valor artístico y religioso.
Espectacular Cristo relicario, tallado y repleto de reliquias (pertenece a un valtorrino) |