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 Música y tradición de un pueblo aragonés: Valtorres                                        Sergio Bernal Bernal

CUENTOS

166.- LAS ZAPATILLAS DE MANTECA

"Érase una vez un padre que tenía tres hijas y un hijo. Como las hijas eran muy guapas, pronto encontraron marido. Primero se casó la mayor con un caballero muy rico y poderoso, que se la llevó muy lejos; después se casó la mediana con otro caballero más rico y poderoso y también se la llevó muy lejos; por último se casó la más pequeña con otro caballero, el más rico y poderoso de los tres y como sus hermanas, también se marchó muy lejos quedándose solos el padre y el hijo.

Pasó el tiempo y el padre que ya era anciano falleció, pero antes de morir le dijo a su hijo que le dejaba por herencia unas zapatillas de manteca que eran mágicas y podía ir con ellas donde quisiera. Como se encontraba solo decidió ir a visitar a sus hermanas, pero no sabía dónde vivían. Entonces se acordó de las zapatillas de manteca que su padre le había dejado, se las puso y dijo: "Zapatillas de manteca, llévame donde está mi hermana la mayor", y apareció en casa de su hermana, que se puso muy contenta al verlo. Estuvo allí un tiempo y decidió ir a ver a su hermana la mediana. Se despidió de su hermana la mayor y su cuñao, que le dijo: "Si te ves en algún apuro, dices: Que me salve mi cuñao el del pez". Se puso las zapatillas de manteca y dijo: "Llevadme a ver a mi hermana la mediana". Apareció en casa de su hermana la mediana, donde también se quedó un tiempo hasta que decidió ir a ver a su hermana la pequeña. Cuando se despidió de su hermana la mediana y su cuñao, éste le dijo: "Si te ves en algún apuro, dices: Que me salve mi cuñao el del carnero". Se puso las zapatillas de manteca y dijo: "Llevadme a ver a mi hermana la pequeña". Llegó a casa de su hermana la pequeña y se quedó mucho tiempo porque era el cuñao con el que mejor se llevaba. Cuando ya había pasado el tiempo, decidió irse a ver mundo con las zapatillas de manteca y cuando se despidió, le dijo su cuñao: "Si te ves en algún apuro, dices: Que me salve mi cuñao el del pájaro verde".

Después de recorrer mundo, llegó a un país donde la gente estaba muy triste y preguntó qué sucedía. Le dijeron que la princesa estaba muy enferma y sólo la podían salvar si le llevaban vivo el pájaro verde, que estaba en el fondo del mar, dentro de una gran piedra y que el que lo consiguiera se casaría con la princesa. Entonces se acordó de lo que le habían dicho sus cuñaos y decidió intentar salvar a la princesa. Se fue a la orilla del mar y dijo: "Que me salve mi cuñao el del pez" y todos los peces que hacían falta acudieron a sacar del fondo del mar la piedra, donde estaba el pájaro verde. Cuando la sacaron dijo: "Que me salve mi cuñao, el del carnero" y todos los carneros acudieron a romper la piedra. Cuando la rompieron, salió el pájaro verde volando y entonces dijo: "Que me salve mi cuñao el del pájaro verde" y todos los pájaros acudieron a apresar al pájaro verde que había salido de la piedra. Cuando tuvo el pájaro verde, se puso las zapatillas de manteca y se fue al castillo donde estaba la princesa enferma que al coger el pájaro verde se curó repentinamente. La princesa era muy hermosa y se enamoró de ella. Como el rey había ofrecido la mano de la princesa al que la salvara, se casó con ella, sus hermanas con sus maridos, que eran magos, fueron a la boda y como era muy bueno, todo el pueblo lo quería y fueron muy felices, comieron perdices y los huesos pa tus narices.

167.- EL POLLINO DE PERICO

"En cierta ocasión un mozo del pueblo se fue a la feria a comprarse un burro. Cuando venía con el burro, a la entrada del pueblo le preguntaron en plan de guasa: "Perico, cuánto te ha costado el burro" y él les contestó: "Cuando estéis todos juntos os lo diré". Siguió hacia su casa y a todos que le preguntaban con guasa les decía lo mismo "Cuando estéis todos juntos os lo diré".

Llegó el domingo y Perico fue a misa y se escondió detrás de la imagen del Cristo. Cuando terminó la misa y sólo quedaba en la iglesia el sacristán dijo "¿Estáis todos?" El sacristán al oír esa voz creyó que había hablado la imagen del Cristo y lo dijo por todo el pueblo, así que el siguiente domingo fueron a misa todos los vecinos del pueblo y cuando terminó la misa se quedaron todos esperando oír la voz que les había dicho el sacristán. Estaban todos en silencio cuando se oyó una voz que salía de la imagen del Cristo y dijo: "¿Estáis todos?" Y el sacristán le contestó: "Sí, espíritu divino". "Pues catorce reales y medio me costó el pollino", dijo Perico, y así fueron burlados los que se burlaron de él.

168.- LAS MORAS

"Érase una vez tres amigos jóvenes que se fueron al campo a comer moras de zarza y se les hizo tarde. De pronto vieron unos caballos a galope que se dirigían a donde ellos estaban. Se asustaron y se subieron aun frondoso árbol. Llegaron los caballos y se pararon debajo del árbol donde ellos estaban. Se apearon los jinetes y empezaron a repartir el botín que habían robado, porque eran ladrones y decían: "Tanto pa ti, tanto pa ti, tanto pa ti..." y uno de los jóvenes que estaba subido al árbol dijo "¿Y pa mi no hay nada?" Los ladrones al oírle, dijeron: "Baja pues, baja". El joven bajó y lo mataron. Dijo un ladrón: "Qué tripa más negra tiene" a lo que contestó uno de los dos jóvenes que quedaban subidos al árbol: "Porque ha comido moras". Y dijeron los ladrones: "Baja tú también, baja" y lo mataron. Dijo el mismo ladrón: "Si éste no hubiera dicho nada, nadie sabía que estaba ahí". "Por eso yo no digo nada" dijo el joven que quedaba subido al árbol. Entonces le dijo el ladrón: "También tú estás ahí, pues baja aquí, baja" y también lo mataron.

Moraleja: No hay que hablar demasiado o cuando no se debe."

169.- EL HERRERO DE CARENAS

"Érase una vez el Herrero de Carenas, y un día, harto de ser tan pobre dijo: "Mi alma vendo al diablo, si me concede dinero y salud pa veinte años". No hizo más que decir eso y apareció ante él el mismo demonio. Le preguntó si estaba dispuesto a cumplir lo que había dicho y el herrero accedió pidiéndole que le concediera tres deseos: "Cuando alguien se siente en un banco, que no se pueda levantar hasta que lo diga yo. Cuando alguien se suba a un árbol que no se pueda bajar hasta que lo diga yo. Y tercero, que cuando alguien meta la mano a mi zurrón, que no la pueda sacar hasta que lo diga yo". El demonio accedió y se marchó. El herrero tuvo todo el dinero que quiso durante veinte años hasta que cumplido el plazo, apareció en su casa un ayudante del demonio para buscarlo. El herrero, que ya estaba preparado, le dijo: "Sube que siéntate en el banco a calentarte que hace frío, mientras yo me preparo". El enviado del demonio se sentó en el banco y al rato le dijo el herrero: Ya estoy preparado, ya nos podemos marchar". Pero cuando el enviado del demonio quiso levantarse del banco, no pudo. El herrero de Carenas cogió un palo y empezó a pegarle tanto tanto, que el ayudante del demonio dijo: "No me pegues más, no me pegues más, déjame que me voy". Se marchó solo y al llegar al infierno le dijo el diablo: "¿Dónde está el herrero de Carenas?" Y le dijo su ayudante: "No lo he podido traer. Me senté en un banco y no me podía levantar. Empezó a pegarme con un palo hasta que le dije que no me lo llevaba". Entones el diablo envió a otro ayudante de más categoría a buscar al herrero de Carenas. Cuando apareció, éste le dijo: "Mientras me preparo, sube a esa higuera y coge unos higos para el viaje". Se subió el enviado del diablo a la higuera y cuando apareció le dijo: "Ya nos podemos ir". Pero el diablillo ni podía bajar de la higuera. Entonces el herrero de Carenas llamó a todos los chicos del pueblo y empezaron a tirarle piedras hasta que le prometió que lo dejaba y se marchaba solo al infierno. Al llegar, le dijo el demonio: "¿Dónde está el herrero de Carenas?" Y le dijo su ayudante: "No lo he podido traer. Me subí a una higuera y no me podía bajar. Empezaron a tirarme piedras los chicos del pueblo hasta que le prometí que no me lo llevaba". Entonces el diablo creyendo que sus ayudantes no eran capaces de hacerlo, decidió ir él mismo a buscarlo. Cuando apareció, le dijo el herrero de Carenas: "Ya te estaba esperando. Mira, hasta llevo el zurrón con la comida para el viaje". Se fueron camino del infierno y cuando llevaban un rato caminando, le dijo el herrero de Carenas al diablo: "Vamos a almorzar y a descansar un rato. Mete la mano en el zurrón y saca la merienda". El diablo metió la mano en el zurrón y cuando fue a sacarla, no podía. Entonces, el herrero de Carenas le dio tal paliza, que el diablo le prometió que lo dejaba y que no volvería a buscarlo. Así, el herrero Carenas se vio libre del trato que hizo con el diablo y vivió varios años sin que el diablo le molestara. Cuando el herrero pensaba que se iba a morir pronto, cargó el trabuco que tenía y le dijo a su familia que cuando se muriera le metieran en la caja el trabuco que tenía preparado. Así lo hicieron y como el herrero de Carenas no había sido muy bueno fue al infierno. Cuando llegó se encontró con el diablo que le dijo: "Hombre, por fin estás aquí. Te estaba esperando". Entonces le dijo el herrero enseñándole el trabuco: "Mira, mira qué puro te he traído": Se lo puso en la boca y disparó, matando al diablo. Quedándose él como dueño del infierno. Ahora, el que manda en el infierno es el herrero de Carenas. Y cuento acabao, de la calle al tejao, del tejao al coso, pa que no se entere ningún mocoso.

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