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 Técnicas Tradicionales de Construcción en Aragón. Los Monegros.                        Ana Maorad y Felix Rivas

LAS ADOBAS. LOS LADRILLOS Y LAS TEJAS

(redactado por Felix A. Rivas)

Los ladrillos y las tejas

 El régimen de trabajo

El régimen de explotación de los tejares en Monegros podía ser de tipo particular cuando tanto el terreno como las instalaciones y la gestión correspondía a una persona o una familia, tal como ocurría en los de Grañén y Perdiguera.

En otros casos sin embargo, como nos contaron en Lastanosa y Leciñena, el tejar era propiedad del ayuntamiento quien lo arrendaba para el periodo del año en que estaba activo. En el primero de estos pueblos se arrendaba a un tejero de Alcolea de Cinca y, en el segundo, a unos tejeros valencianos que venían cada año a desempeñar este trabajo específico. Esta inmigración temporal de tejeros desde Alicante y Valencia ya se conocía para el área prepirenaica aragonesa y catalana y parece que viene a unirse a otros trabajadores valencianos que migraban estacionalmente al valle medio del Ebro para desempeñar diversas faenas como la siega o el esquileo. Concretamente en Lastanosa, el arriendo que el tejero debía abonar al ayuntamiento no se realizaba en dinero sino por una cantidad fija de tejas por hornada (entre 12 y 30). Además, el tejero también se quedaba con la mitad de las tejas o ladrillos de cada hornada, siendo la otra mitad para la persona que quería obrar, que para ello había encargado la hornada de ladrillos o tejas incluso hasta con un año de antelación y que, por su parte, tenía que aportar la paja necesaria como combustible. También en estos casos solía ser un grupo el encargado de las labores de la tejería, adecuadamente jerarquizadas entre las más delicadas como controlar el fuego en la cocción de las que se responsabilizaba el propio tejero y las más sencillas o de mayor trabajo físico que correspondían a sus ayudantes.

Por contra, en los tejares particulares, la explotación solía ser de tipo familiar, a veces entre dos personas que se turnaban durante las horas que duraba la cocción, y la tarea de ir a buscar y preparar la leña era encargada a ciertas personas de la localidad que, tal como ocurría en Perdiguera, solían realizar la misma operación para la puesta en marcha de hornos de yeso.

En cuanto al nombre del oficio correspondiente a esta actividad de elaboración de ladrillos y tejas en el tejar, frente al minoritario yeseros de los realizadores de hornos de yeso y la inexistencia de un término para quienes elaboraban adobas, el nombre presente en toda la comarca era el de tejero, y ese mismo nombre es el que recibían varias casas de la comarca como Casa El Tejero de Huerto, lo que nos habla de la tradición y antigüedad de este oficio en la comarca, y de la posibilidad de su carácter hereditario tal como ocurre en otras zonas aragonesas.

También, en todos los casos que hemos recogido, la actividad del tejar estaba reducida a una época del año concreta que suele situarse en torno a los meses de verano, a partir de marzo o mayo y hasta octubre. El resto del año, el tejero y sus ayudantes volvían a sus lugares de residencia habitual, en caso de haber venido temporalmente, o se dedicaban a tareas complementarias que solían ser las del campo o, como hacía el tejero de Perdiguera, a otras relacionadas con la construcción y la albañilería. Los motivos de esta limitación temporal del trabajo pueden buscarse en la dificultad lógica que suponía realizar las tareas de amasado y secado de las piezas con el mal tiempo, por el peligro más habitual fuera del verano de las precipitaciones de agua, y por la imposibilidad de obrar en días de bajas temperaturas ya que las heladas podían echar a perder todo el trabajo realizado antes de la cocción.

Asimismo, en todos los tejares monegrinos de los que hemos tenido noticia se obraba tanto tejas como ladrillos que podían ser de diferentes tipos entre los que se incluían los empleados para suelos y que no tenían por qué recibir el nombre de "baldosas".

Junto a esta producción común, en algunas localidades nos hablaron de otra más esporádica, la de la cal. Así, en Grañén se realizaba alguna hornada ocasional de piedras de cal, en el propio horno del tejar, y en Lastanosa era una práctica más o menos habitual llenar algunos huecos que dejaban las piezas ya metidas en el horno con piedras de cal traídas desde el río, unas veinte o treinta de promedio, para su cocción simultánea a la de ladrillos o tejas.

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