Volver al  Índice

 Técnicas Tradicionales de Construcción en Aragón. Los Monegros.                        Ana Maorad y Felix Rivas

LAS ADOBAS. LOS LADRILLOS Y LAS TEJAS

(redactado por Felix A. Rivas)

Los ladrillos y las tejas

El empleo de las tejas

Muchos de los entrevistados coinciden en otorgar una calidad mucho mayor a la teja tradicional fabricada en tejares que a la moderna de origen industrial. Aunque sea menos fina, su mayor tamaño, grosor y fortaleza le garantiza una considerable resistencia a ser levantada por el viento y un poder aislante mucho mayor. Posiblemente todo ello explique el auténtico mercado de tejas antiguas usadas que se ha creado en torno a las obras de restauración, reconstrucción e incluso construcción de nueva planta tanto en la comarca como en general en Aragón.

Su empleo exclusivo en Monegros era como material final de cubierta en los tejados. Estos tejados se componían de una sucesión en altura de dos capas, una de vigas de madera y otra de cañizos, sobre las que se ejecutaba la colocación de las tejas aunque, por lo que nos contaron, se recuerda que existía una solución alternativa a los cañizos y más antigua consistente en tender una capa de tedillos, palos alargados o ramas que creaban un entramado vegetal más rústico que la caña trenzada.

Sobre el cañizo se extendía el barro que previamente tenía que ser masau, en una zanja situada al pie de la obra, y al que se le podía añadir paja. Se masaba con la jada y se iba subiendo en calderos hasta el tejado.

El barro se extendía por toda la vertiente o, en tiras verticales, por el fragmento sobre el que se iba a poner un primer grupo de tejas. Para colocarlas convenientemente, se clavaba cada vez en la parte superior del tejado un clavo del que se ataba un extremo de un cordel al otro extremo del cual se había colgado una piedra o un casco para que sirviera de nivel y marcase exactamente el sentido de la pendiente que las tejas de cada ringlera debían seguir rigurosamente. Se colocaban en primer lugar la teja más baja y la más alta de cada hilera poniendo siempre en primer lugar las canaleras aplastándolas ligeramente contra el barro y yendo de abajo arriba.

Era muy importante colocar correctamente estas tejas canales, así como asegurarse de su buena conservación ya que siempre eran las responsables de las goteras que podían poner en peligro la solidez de toda la construcción.

El cordel iba siguiendo inmediatamente por encima la línea formada por el eje interior de la parte cóncava de las canaleras de tal manera que, cuando se hacían balsas y la teja quedaba ligeramente hundida bajo la cuerda, se le metían un par de cascos de teja debajo con un poco de barro hasta que el cordel indicaba que había alcanzado la altura adecuada. El punto en que se unían dos tejas era conocido como ñudo o nudo, y resultaba crucial para asegurar la buena nivelación del conjunto de las tejas. Por eso se calzaba con un casco que le impedía cojear y con un montoncillo de barro. También se podía asegurar directamente con un casquico de teja o una piedra a cada lado, debajo, para garantizar su estabilidad más adelante en el caso de ser necesario caminar encima del tejado. Estos cascos o piedras también tenían que ser elevados hasta el tejado en el interior de pozales.

Se ponía asimismo una paletaíca de barro y algunos casquicos de teja, en todas la tejas o cada cierta distancia, para asentar sólidamente la línea de los cerros o tapaderas que se iba colocando a continuación.

El delicado punto del alero requería otros cuidados especiales. Para que el vuelo de todo el tejado fuera uniforme, se iba midiendo en cada fila con un palo que servía de referencia. La bocateja, que era como se conocía a cada una de las tejas canales situadas en el nivel inferior y con un ligero vuelo sobre la pared, también se asentaba con un poco de barro o yeso y algunos cascos, y se hacía sobre un tercio cortado de la boca más ancha de otra teja gracias al cual estas últimas tejas podían mantener el mismo grado de inclinación que presentaban todas las demás del tejado.

Por último, siguiendo el camallón, se colocaban unas tejas especiales de mayor tamaño llamados tejones que, con su mayor peso y sujeción de nuevo con un punto de barro a la zona inferior, trataban de ofrecer la mayor seguridad en esta zona del tejado especialmente expuesta a los azotes del viento.

Una solución muy original de cubierta con teja es la que nos contaron en Robres y Torralba de Aragón, localidades en las que se recordaba y se conserva algún ejemplo. Es en parideras, pajares o construcciones auxiliares en el monte en las que puede encontrarse alguna muestra de tejado de media teja, tal como es conocido. Consiste en una cubierta que solo cuenta con tejas de canal siendo sustituidas las de cubrir por un cerro de piedretas, barro y paja que había que rehacer en invierno cada uno, dos o tres años. Más escasa todavía es la solución, recogida únicamente para los tejados de las aldeas de Lanaja, en la que la cubierta carecía totalmente de tejas y se cubría por una capa final de arcilla y paja.

También, aunque de manera poco frecuente, el uso de tejas se puede alternar o compaginar con el de ladrillos en la línea de conjunción entre el remate superior de los muros y la cubierta, tal como sucede igualmente en otras comarcas.

      Volver al  Índice