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 Técnicas Tradicionales de Construcción en Aragón. Los Monegros.                        Ana Maorad y Felix Rivas

LAS ADOBAS. LOS LADRILLOS Y LAS TEJAS

(redactado por Felix A. Rivas)

LAS ADOBAS

El uso constructivo

Por la información oral recogida, las medidas de la adoba más común en Monegros son las mismas que las propuestas para la más extendida en todo Aragón: 40 cm de longitud, 20 cm de anchura y 10 cm de grosor. Y no son dejadas al azar estas medidas ya que algo que resultaba fundamental para facilitar la resolución de las esquinas y para lograr un aparejo homogéneo era especialmente que la anchura fuera exactamente la mitad de la longitud, tal como comprobaremos más adelante en la descripción de los diferentes aparejos.

Un segundo tipo de adoba, mucho menos corriente, del que nos hablaron en Grañén, Lanaja y Robres es la de 35 cm de longitud y entre 15 y 18 cm de anchura que, de nuevo, vuelve a cumplir aproximadamente la regla ya enunciada. En Grañén en concreto nos contaron que esta adoba había sido posterior a la otra, de 40 cm de longitud, que denominaban arrobera y que dejó de utilizarse por su peso excesivo.

En cuanto al grosor parece que es uniforme en todas las localidades con 10 cm de media, salvo en Lastanosa en donde se elaboraban unas adobas no muy habituales algo más altas y que permitían adelantar más en la obra.

Hay que tener en cuenta además que al hablar de las medidas de las adobas puede que los informantes se estén refiriendo directamente a las propias adobas o que tengan en cuenta las medidas exteriores de los adoberos con lo que habría que restar entre 2 y 3 cm de media y, además, quedaría resuelto con más facilidad el ajuste del material usado para asentarlas.

Aparte de estos tipos de adobas, podemos reseñar algunas citas de otras medidas relativamente excepcionales en la comarca que valdrá la pena al menos nombrar: en Villanueva de Sijena nos hablaron de una adoba especial de gran tamaño para las tapias o muros aislados de 48 cm de longitud y 24 cm de anchura, y en Robres existían unas adobas más pequeñas de 30 cm de longitud y con anchura entre los 25 y los 20 cm.

Otro caso excepcional, ya citado en Castilla y León, es el adobero que pudimos ver en Lanaja y que, con su particular forma, estaba pensado para la elaboración de adobas trapezoidales que se ajustaban a la perfección en la construcción cupulada de los tradicionales hornos de pan. De un solo hueco, y con asas en los lados, tenía forma de estrecha pirámide truncada y de base rectangular.

La adoba de cemento u hormigón es un último tipo de adoba a caballo entre los materiales de la arquitectura popular y aquellos actuales provenientes de la industria de la construcción. Su presencia en la comarca, que hay que situar según los testimonios conseguidos por lo menos desde comienzos de la década de 1930, se ha documentado en buena parte de los pueblos prospectados e incluso en alguno de ellos como Grañén pudieron llegar a igualar en cantidad y en un momento determinado a las de barro.

Las medidas de ambas adobas podían ser iguales, de tal manera que incluso se llegaba a utilizar el mismo molde, o podía ser algo mayor en las de cemento tal como nos contaron en Huerto. La preferencia por ellas parece ser generalizada por razones como su gran duración y resistencia o el menor trabajo que al parecer conllevaban por su amasado más sencillo y su menor adherencia al molde. Pero aún con todo, solo las familias más pudientes podían permitirse la construcción de una obra solo a base de ellas o, como segunda opción, destinarlas a algunos de los puntos más importantes del edificio.

La colocación de las adobas para la conformación de la pared responde siempre a un principio diríase universal: que alterne las juntas o, como dicen en la comarca, que haga matajunta cuidando que la junta entre dos adobas de la misma hilada quede justo encima y debajo del centro de una adoba de las hiladas inferior y superior, con la finalidad última de evitar la formación de peligrosas grietas en la pared. Para ello, además, se podía comenzar el lateral de un muro con media adoba para que, en la hilada siguiente, no coincidieran las juntas verticales.

El material usado para asentar y mantener unidas las adobas era casi en todas las ocasiones el mismo barro, procedente de parecido origen al de la materia prima de las adobas como una balsa y, de manera excepcional, era mezclado asimismo con paja. De hecho, lo más recomendable sería usar una tierra con la misma composición de las adobas que se iban a colocar, lo cual le aportaba a la pared una mayor uniformidad y resistencia, aunque en la comarca en ningún caso hemos oído que se hiciera así. En contadas ocasiones, como nos narraron en Grañén, Lanaja y Perdiguera, podía emplearse yeso en lugar de barro, bastante granulao, siempre que se contase con medios suficientes para afrontar este gasto superior al de la simple tierra. Aunque algún albañil nos advirtió del riesgo que suponía no revocar la pared de adobas asentadas con yeso ya que las inclemencias del tiempo acababan por deshacer en mayor medida las adobas, asomando entre ellas la tirica de yeso y perdiendo por ello resistencia al paso del tiempo, mientras que si es con barro va todo a una y resiste más la paré.

Otra opción era emplear un mortero más fuerte al asentar una de cada 5 hiladas y esto podía hacerse con un mortero de cal y cemento. También el mortero de cemento era el elegido como material de unión de las adobas de hormigón.

Los aparejos, o maneras de alternar la colocación de las adobas en la pared, que hemos tenido la oportunidad de recopilar en Monegros son en total cinco:

-En soga. Cuando la longitud o lado más largo de la adoba coincide con la dirección del paramento. Tal vez sea el paramento más habitual en la comarca. Con él se conseguían paredes de unos 20 cm de espesor por lo que era preferido en las paredes laterales o de cuchillo que soportaban un peso mucho menor al de las paredes maestras o de carga. Incluso en algunas construcciones secundarias y de pequeño tamaño como las casetas de apoyo a las faenas agrícolas se puede observar cómo las adobas se colocan de tizón hasta la altura de arranque de la cubierta tras la que, en los muros que se prolongan con forma triangular pueden ser sustituidas por adobas en soga.

-De tizón. Cuando la longitud o lado más largo de la adoba va colocada perpendicularmente a la dirección del paramento quedando paralela a él la anchura o lado menor. Con esta colocación, las paredes solían tener 40 cm de anchura por lo que era uno de los paramentos con mayor poder de carga y, por tanto, era utilizado en ocasiones para sustituir a la más frecuente mampostería en los muros de carga de las viviendas. Como caso excepcional vale la pena citar las paredes de adobas de tizón de un almacén en Villanueva de Sijena en las que se insertaron regularmente unos tochos o ladrillos huecos, dando como resultado un sorprendente efecto de luz y contraste sobre la superficie del muro.

-Inglés. Ese nombre recibe el paramento en el que se colocan consecutivamente una adoba de tizón y dos en soga. También fue recogido en Leciñena y en Huerto, donde se le veía vinculado especialmente con la tipología de los graneros cuyas paredes, por su función de almacenaje de granos, debían de ser capaces de soportar un gran peso de manera habitual.

-De hiladas alternas, en las que alternativamente una se compone de dos adobas en soga y otra de adobas de tizón. Este paramento, que solo pudimos testimoniar en viviendas de Huerto, también es nombrado como "de ladrillos opuestos" y es el de mayor resistencia al empuje aunque dificulta la apertura de vanos y resulta en general escaso.

-De canto. Cuando se colocan las adobas apoyadas sobre una de sus dos caras más largas de entre sus cuatro caras menos gruesas. Su mínimo espesor, de 10 cm más la capa de enlucido, convierte a esta manera de colocar las adobas en una de las soluciones posibles para resolver los tabiques o paredes de división en el interior de las construcciones. Así nos lo contaron en Lanaja y Robres.

Las propias características del barro crudo y su fragilidad ante el agua y la humedad hacen que en todos los casos las paredes de adobas cuenten con un alazet o zócalo de otro material más resistente. Las funciones de esta base aislante, resumidas por uno de los informantes en el objetivo de que la pared con la humedá no se blandiara, son de manera más detallada el fortalecimiento del asentamiento del muro y la imposibilidad de la penetración de lluvia por la base del muro y del ascenso de la humedad por capilaridad desde el suelo.

En Los Monegros y hasta la llegada de los materiales de origen industrial, lo más corriente eran unos alazetes de mampostería que podían tener 1 m de altura o llegar a ser mínimos como en las casetas de apoyo a las faenas agrícolas con unas 4 o 5 hiladas de piedra que no levantaban del suelo más de 20 o 30 cm y que resultan más que suficientes en un entorno árido en el que la humedad raramente es excesiva.

Si este zócalo correspondía a un muro de corral, podía producirse una discordancia entre la anchura del muro de piedra, de unos 50 cm, y su continuación mediante un paramento de adobas a soga, de no más de 25 cm, por lo que según nos relataron en Robres, el rafe o diferencia entre ambos paramentos se dejaba sin disimular hacia el interior de la obra. En Perdiguera asimismo nos dijeron que para aumentar la solidez de estas bases de mampostería, como material de unión de los mampuestos se prefería el yeso al barro. Posteriormente, este material de unión pudo ser de mortero de cal y cemento y, en una siguiente fase, llegar a ser sustituido totalmente por un encofrado de hormigón.

A partir del zócalo, podía haber ligeras variaciones respecto a las partes del edificio que eran realizadas preferentemente con adobas. Mientras en la mayoría de las localidades prospectadas las adobas podían emplearse para todos los muros de la casa o, en todo caso, solo para los que no fueran de carga como los laterales o cuchillos, en algunos casos nos contaron y pudimos ver que se habían empleado las adobas para recrecimientos posteriores de muros de mampostería en corrales o casas y para, como nos contaron en Huerto, los segundos pisos de las viviendas. También, tal como ya hemos nombrado, los tabiques interiores podían ser realizados, entre otros, por este material.

Junto a la base, otro punto débil de los muros de adobas que podía recibir un refuerzo especial eran las esquinas. En la comarca nos han hablado y hemos visto esquinas de mampostería pudiendo constituir una simple continuación en altura del zócalo, de adobas de hormigón y, de manera excepcional, en una casa de Poleñino de ladrillos macizos. En otros muchos ejemplos sin embargo, si no había poder, las esquinas se resolvían con las propias adobas sin ningún refuerzo especial que no fuera quizás, como se ha detallado en otras zonas del Alto Aragón, la complementación de adobas a soga en muros de tizón o la partición de las adobas con golpes de paleta para su mejor adaptación a los rincones.

Las cadenas son otro elemento que se puede emplear para trabar mejor el aparejo de adobas un muro y para reforzar su resistencia aunque en este caso se trate de un elemento vertical. Son como unas costillas insertas en el muro que se encargan de absorber las diferencias de volumen producidas en el conjunto, estabilizándolo en algunos puntos determinados. Durante las entrevistas solo nos hablaron de ellas en Robres, donde se denominaban pilares y se realizaban de mampostería asentada con mortero de yeso, cada 4 o 5 m en paredes de corrales de considerable longitud. Y también pudimos verlas en una caseta de Farlete en la que, tal como suele ocurrir, la cadena presentaba unos pequeños apéndices o brazos horizontales que aumentan la trabazón de este elemento con el conjunto del muro.

Un nuevo elemento de refuerzo es el pilar, muy similar a una cadena pero que a diferencia de ella, tiene como misión principal recibir un peso superior que si recayese directamente sobre la pared de adobas podría poner en peligro la resistencia del conjunto. Su emplazamiento más común era en el centro de ambas fachadas o cuchillos de una vivienda con el fin de recibir el peso de los dos extremos de la viga de cumbrera o trebesana en los tejados de dos vertientes. El material en que se realizaba, inserto dentro de un lienzo de adobas en soga tal como hemos visto, solía ser mampostería o más raramente ladrillos macizos. También recientemente pudieron ser de adobas de cemento o de hormigón encofrado.

Además del caso de este pilar para el apoyo de la viga cumbrera, en casos no muy abundantes podía ser también que el extremo inferior de los cabios o maderos de la cubierta paralelos a su pendiente, apoyasen asimismo sobre un pared de carga de adobas y en esas ocasiones lo hacían directamente sobre las adobas sin ningún tipo de refuerzo añadido.

La apertura de vanos en una pared de adobas también podía conllevar ciertas dificultades que convenía tener en cuenta para garantizar la duración de la obra. Aunque se podía abrir una ventana en la pared una vez ya elaborada, lo normal era dejar un hueco durante la propia obra y colocar en la parte superior un elemento horizontal, denominado cabezal o sobreportal, de madera. A los lados, las jambas de puertas y ventanas podían recibir un refuerzo extraordinario de piedra o de adobas de cemento, o ser resueltas únicamente con las propias adobas de barro por lo que, si no eran cubiertas por algún material o lavadura, corrían un serio riesgo de desgaste especialmente por el agua de lluvia.

Esta necesidad de una cubrición del paramento que lo protegiera de las inclemencias del tiempo se constata igualmente para las amplias superficies al exterior que suponían las paredes de adobas. Por ello, y también probablemente con una intención de ocultación del material, se solían cubrir con una lavadura aunque tampoco se hacía en todos los casos siendo bastantes las que quedaban sin tapar tal como nos describieron en Grañén o Perdiguera. La lavadura utilizada podía ser igualmente de barro o de yeso aunque si era de este último material podía dar problemas de sujeción respecto al lienzo de adobas.

En Lanaja nos contaron que algo que podía hacerse era dejar la pared al descubierto uno o dos años antes de rebozarla para que el paramento se volviera menos liso, las piedras que formaban parte de las adobas quedasen más sobresalientes y, por tanto, la lavadura se sujetara mejor. Otra opción se podía poner en marcha nada más acabado el muro de adobas. Consistía en pegar unos golpes con una piqueta distribuidos por la pared, aplicar un tirau de lavadura con la paleta para tapar los huecos, otro para igualar y hacer una última pasada con la llana o la talocha para dejar lisa toda la superficie con la sola ayuda de la experiencia y el ojo humano. Es decir, una de tapar aujeros, otra de jarrar y otra de lucir.

Durante ese mismo periodo se conocía una variable del mortero de cal utilizado para revoco que solo estaba al alcance de los más pudientes y que consistía en añadir una palada de cemento cada diez paladas de cal. Posteriormente se impuso como lavadura universal el mortero de cemento que parece ofrecer asimismo algún problema sobre los paramentos de adobas de barro.

También se puede considerar como protección del muro de adobas, especialmente si no ha recibido una capa de lavadura, el alero del tejado que puede hacer contacto con el muro de adobas mediante una hilada de ladrillos macizos o, de manera más rústica, mediante una delgada capa de barro y fragmentos de tejas. Asimismo era todavía más importante asegurar la cubrición o protección del remate superior de los muros de adobas exentos como los de cierres de corral que resultaban muy sensibles al desgaste por el agua de lluvia. Para cubrir este remate superior hemos recogido información sobre dos técnicas de las que la más sencilla y accesible a cualquiera consistía en formar un lomo redondeado a base de barro y piedras. La otra, que implicaba un gasto algo mayor, introducía una capa de dos ladrillos macizos colocados a tizón, visiblemente volados sobre la pared y sobre los que a su vez se volvía a colocar un montoncillo de barro y grava que, más adelante, acabó siendo rebozado de mortero de cemento.

En general, además, puede generalizarse la relación entre la distribución de la mayor o menor presencia de las adobas en los pueblos de la comarca con los tipos de edificios en los que solía emplearse pues, mientras que en las localidades con poca o escasa presencia de adobas eran únicamente algunas de las construcciones secundarias las que se levantaban con adobas como cubiertos o pajares, en los pueblos con amplia tradición en el empleo de adobas en las construcción eran toda clase de edificios los que se hacían de este material: casas, construcciones auxiliares tales como pajares, parideras y paredes de corrales, y otros edificios poco numerosos como graneros, escuelas o almacenes.

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