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Las bodegas moriscas de Puibolea                                                                               Sergio Aurensanz Campo

 

 ANÁLISIS DEL MODELO TIPO

 

  1. DESCRIPCIÓN TIPOLÓGICA.

La presencia de bodegas excavadas en el terreno natural en las proximidades de nuestros pueblos o formando parte de sus cascos urbanos es muy habitual, no sólo en la Península Ibérica, sino en todo el ámbito Mediterráneo, y no sólo para usos agropecuarios sino también como vivienda.

 

No es el caso de la zona que nos ocupa. Siendo el Somontano un área geográfica cuya economía ha girado históricamente en torno al cultivo de la vid, no es muy usual encontrar este tipo de construcciones. Generalmente encontramos las bodegas y lagares formando parte de la casa popular, ubicadas en la planta baja, allí donde los gruesos muros de sillería y tapial proporcionan las condiciones necesarias de temperatura y humedad para la conservación el vino(ver documentación gráfica).

 

De todos modos encontramos casos aislados como Almudévar, o los menos conocidos de Arascués o Puibolea, siendo en este último donde las bodegas alcanzan, tanto por su ubicación con respecto a la trama urbana como por la grandiosidad de algunas de ellas, peculiaridades únicas que las convierten en elementos muy importantes de nuestra arquitectura popular.

 

Las bodegas de Puibolea se excavaron en el cerro del Tozal, cerro que corona el pueblo, dispuestas en hilera a lo largo de una calle conocida como calle de las bodegas que constituye un largo aterrazamiento de la montaña. En antiguas escrituras de propiedad se alude a ellas como "situadas extramuros de Puibolea", lo que nos pone en la pista de viejos sistemas defensivos ya desaparecidos y cómo las bodegas se encontraban fuera de este recinto fortificado.

 

En esencia las bodegas de Puibolea responden a una morfología sencilla y funcional. Su objetivo era primordialmente conservar el vino en buenas condiciones de temperatura y humedad. La tipología es muy variada y se concibieron, generalmente, como largas y rectas galerías horadadas en el Tozal, con ensanchamientos laterales regularmente distribuidos para alojar enormes cubas de madera. Larguísimos conductos de ventilación denominados fumeros que rasgan el declive de la montaña y pequeños ventanucos en ocasiones enrejados sobre las puertas de acceso, comunican las bodegas con el exterior. Insistiendo en que la tipología es variada, podemos afirmar que los accesos merecieron la mayor atención por parte de los maestros de obra, pues alcanzan un inusual desarrollo para este tipo de construcciones.

 

La diferencia de tamaños de estas bodegas es acusado, algunas apenas los seis metros de longitud, otras sobrepasan la veintena, llegando a los treinta y un metros en la bodega de Los Frailes.

 

Lamentablemente hoy se encuentran abandonadas en su mayoría. Paradójicamente, este estado de abandono en que se encuentran ha facilitado la labor investigadora, ya que al quedar en desuso antes de la introducción en el mercado de los nuevos materiales de construcción y en la mentalidad de muchos las nuevas modas rurales, han mantenido intacto su aspecto original. Bodegas aragonesas de otras comarcas que quizás respondieron a las mismas características constructivas han sido enmascaradas, disfrazadas y convertidas en merenderos y lugares de reunión. Esta práctica se ha generalizado tanto, que hoy no se concibe una bodega sin bancos y mesas, barbacoas,…..etc. Nada más lejos de su misión original. Las bodegas nunca fueron lugar de reunión. Únicamente se permanecía en ellas cuando se elaboraba el vino o cuando se iba a buscarlo para llevarlo a la casa. La casa somontanesa contaba con lugares mucho más adecuados, como la cocina-hogar y la denominada sala, solamente utilizada en las grandes ocasiones.

 

Muy importante también en esta arquitectura bajo tierra fue su mobiliario. Víctima de nuestra última guerra civil, quizá haya sido éste, formado por cubas, toneles, prensas y tinas, el que más haya sufrido el paso del tiempo. A pesar de todo aún encontramos en Puibolea una buena colección de cubas que constituyen preciosos trabajos artesanales cuya elaboración sigue todavía la técnica medieval de montaje a base de zarcillos de madera. Suelen ser enormes y algunas pueden llegar a contener 3500 litros o incluso más.

 

Los portones de entrada giran por el sistema de gorronera y están austeramente claveteados. Se han conservado también los curiosos sistemas de cerrajería cuyas llaves nunca bajan de veinte centímetros, llegando a los treinta y dos en el caso de la llave de la Bodega del Cura, y cuentan con tijas y paletones muy elaborados, representando muchas veces éstos últimos un número, siendo el más común el dos. Algunas de ellas alcanzaba tal desarrollo que previamente calentado el paletón al fuego y agarradas por la tija servían como improvisadas marcas de ganado.

 

Si tratamos de buscar diferentes tipologías de bodegas en Puibolea podríamos dividirlas entre aquellas en las que la inconsistencia del terreno requirió la presencia de arcos de refuerzo y aquellas en las que no, pero funcionalmente las podemos clasificar en bodegas de elaboración y almacenamiento de vino y bodegas exclusivamente de almacenamiento.

 

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