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PUEBLOS  DEL  ALTO ARAGÓN:EL ORIGEN DE  SUS NOMBRES                                               Manuel Benito Moliner

 

III-TOPONIMIA ROMANA Y ALTO MEDIEVAL. ANTROPÓNIMOS

 

Existen algunos topónimos romanos de recuerdo, puestos por propietarios romanos con orígenes itálicos: Loreto, Plasencia, Sena o Luna, ya en la provincia de Zaragoza. Otros pueden ser de época romana o alto medieval como Toledo (Toledo de la Nata, en Sobrarbe o Tolato en Bolea), Zamora, Yebra del Évora lusitano o Benavente que podría tener origen en Lusitania o en la actual Castilla-León. Quizá el más tardío de todos sea Puente la Reina de Jaca, préstamo del navarro, para denominar un lugar en el Camino jacobeo que tuvo ascendiente pagano, fácilmente identificable en la denominación anterior: Astorito.

 

Este sistema de topónimos de recuerdo -también llamado de préstamo- se extendió también con la labor colonizadora de los pueblos europeos en el Nuevo Mundo, así España, p. ej., salpicó América con topónimos de aquí: Guadalajara, Mérida, Granada, Córdoba... Evocaciones de colonizadores que, al igual que los romanos, sentían nostalgia de sus ciudades de origen.

 

Los romanos evidenciaron, a través de la toponimia y del derecho doméstico, la ligazón de la tierra a la familia. Entre los propietarios y el territorio dependiente se establece la casa como elemento de mediación. Surgieron así los fundos como forma de colonizar un espacio. Estos fundos llegaron a constituir en occidente la base económica. Dependían en lo administrativo de una ciudad o municipio. El fundador o primer propietario da su nombre al fundus añadiéndose habitualmente un sufijo que indica posesión o pertenencia a aquel. El nombre de la propiedad era inalterable, aunque cambiara de dueño persistía la denominación primitiva. Era también un dominio inagregable, es decir que si un propietario compraba un fundo junto al suyo, no podía unirlos. Igualmente si fundaba dos propiedades juntas, ambas recibían el mismo nombre, pero siempre por separado, por ejemplo: Orós Alto y Orós Bajo. La extensión oscilaba entre las 500 y las 1.500 Has., pudiendo aumentar o disminuir esta cifra según se encontrara en el llano o en la montaña.

 

San Sidonio Apolinar, al hablar de los fundos galos en sus epístolas, nos ofrece los siguientes datos: Unas 1.500 Has. de extensión repartidas para tierra de labor (unas 200), para viñas (100), para prados (500) y para bosque y monte unas 700. Varrón nos relata los tres elementos necesarios para su funcionamiento: Instrumento vocale (esclavos, colonos, pastores...), instrumento semivocale (animales) e instrumento mutuo (herramientas). Los colonos y esclavos dependían totalmente del amo o señor que no residía allí, sino que lo hacia en una ciudad o en Roma, y vivían en un régimen cuartelero en las pequeñas propiedades, siendo menos severo en las grandes.

 

Los fundos fueron base de romanización, fuente de riqueza agropecuaria, medio de sostenimiento y entretenimiento para el indígena y forma de defensa del territorio. Esta defensa se ejercitaba sobre todo contra bandoleros que actuaban por las zonas más agrestes, Pirineo y sierras exteriores. Durante esta época debió establecerse un bilingüismo, hablarían eusquera los indígenas que constituían el estrato social inferior: esclavos, servidores, pastores y bandidos. Las clases altas romanas: nobleza y clero (estos en el Bajo Imperio), y las medias: pequeños propietarios, como los soldados jubilados y jefes o príncipes indígenas a los que los romanos permitieron seguir disfrutando de propiedades y de algunas prerrogativas, hablarían latín como signo de superioridad y cultura. Un latín que poco a poco pasaría a lengua romance. De lo expuesto tuvimos un ejemplo a finales de la Edad Media, cuando las clases altas aragonesas adoptan el castellano, quedando el aragonés relegado y utilizado sólamente por las clases bajas hasta su casi exterminación.

 

Este sistema de fundación romano continuó hasta la Alta Edad Media. De época visigótica apenas podemos observar actividad poblacional; quizá sean de este tiempo los Andolfa (Mas Blanc), Ariño, Besaldric, Visalisbons (Villa Ellebonis), Villacarlí, Villacampa, Viacam...

 

Los antropónimos coinciden con frecuencia con los utilizados en otras latitudes. Ocurre lo mismo con los sufijos genitivos: ANUS/ ANO, con variaciones en ÁN/ AÍN/ ÉN/ ENA/ INA/ ÍN... También con los genitivos en OTIUM que dan terminaciones en OZ/ ÓS/ UÉS/ ÁS/ IÁS/ IÉS/ ÉS/ ÍS, incluso a veces con refuerzo final (IESTE/ UESTE). Otros autores como Rohlfs prefieren hablar de un antropónimo con un sufijo OSSE que tiene la misma intención de pertenencia.(Rohlfs, Gerard. Los sufijos en los dialectos pirenaicos. Revista Pirineos VII, pp. 467-525. Zaragoza. 1951.)

 

Los casos más curiosos son los derivados del sufijo celtificado ACUS, utilizado en época latina y que parece claro en nombres como Claraco, Bárcabo, Erdao o Ardao, Rubiñaco... Los que derivaron en IGO tampoco distan mucho del original ACUS: Sabiñánigo, Anzánigo. Pero las formas en OY/ UY/ UÉ/ Ó/ Á/ UÁ/ EU/ ÍU aparecen muy transformadas. Encontramos un mismo antropónimo Paterno con cuatro desinencias diferentes: Paternoy, Paternué, Padarníu y Paternuey (este ya en Cinco Villas). En un documento del siglo VI (Durán Gudiol, A. Colección diplomática de la catedral de Huesca. 2 Vols. C.S.I.C. Escuela de Estudios Medievales. Zaragoza. 1965. El documento aludido dice: In terra Hilardensi Paternianico...) tenemos una forma Paternianico que debe corresponderse con Padarníu (Ribagorza). En la toponimia de la Sierra de Sevil hallé una experiencia casual que aporto aquí con ánimo clarificador: hacia el siglo XVIII, existe en Adahuesca -población a la que pertenece administrativamente la Sierra- el apellido Mostolac. En Sevil esa familia tuvo unos terrenos con una fuente que hoy se conoce como fuente de Mostolay, vemos como el apellido convertido en topónimo y alejado de la forma escrita, evoluciona como lo hicieran otros nombres con igual desinencia. Hoy existen dudas de que estos topónimos acusen una influencia celta. Sin embargo, a lo largo de este trabajo se señalará dicha particularidad, pues sea o no sea un signo de celtificación siempre será un rasgo diferencial.

 

Más tardías aunque siempre dentro del ámbito latino, parecen las denominaciones compuestas de un antropónimo que antecede y la voz VILLA, con igual significado fundacional que el vascón BERRI: Carcavilla, Saravillo, Escanilla, Cornudella...

 

De tiempos romanos son, sin duda, los topónimos Fornillos. Los tres conocidos aparecen en una vía romana comprobada: Vía Lata (Almudévar), Osca-Ilerda (Ilche) y Fornillos de Apiés, en la inédita calzada que de Tarragona/Barcelona iba a Pamplona y que subía a los Somontanos por Castejón del Puente. Esta calzada convergía con la de Zaragoza a Bearn cerca del río Gállego, en el actual Puipullín. La interpretación del topónimo ya no es tan excluyente: En primer lugar pensamos en hornos donde se desarrollaron diversas actividades artesanales, pero hay una interpretación más sugerente, quizá por más complicada, que nos hablaría de una forma original FORUM (mercado) LIGNUM (leña, madera), en el sentido de mercados establecidos a pie de calzada para vender madera, leña o carbón vegetal, extraído todo ello en los bosques próximos. Quedan tres topónimos Tabernas, uno cercano a la via lata o ancha, otro próximo a la vía de Zaragoza al Bearn (por Gurrea de Gállego) y un ultimo en el Pirineo, en una vieja ruta jacobea que entrando de Francia por Benasque llegaba hasta San Juan de la Peña. Respecto a los numerales aparecen siempre en caminos secundarios que comunican Huesca con otras vías alejadas, o con otras comarcas, sin llegar a una ciudad concreta (como ocurre con la Osca-Ilerda, donde no aparecen numerales. De este tipo de vías o caminos conocemos tres:

 

1-El que comunicaba Osca con el bajo somontano. Allí encontramos bien ubicados, respecto a las distancias reglamentarias: Tierz (tercer), Quinto (despoblado) y Siétamo (séptimo).

 

2-El que comunicaba Osca con el Valle de Tena y Francia por El Portalé. Allí están Séptimo (San Pedro de Séptimo en Nueno) y el propio Nueno (noveno).

 

3-En la calzada que conectaba Osca con la Zaragoza-Bearn, y que coincidió en su último tramo con el viejo camino citado Pamplona-Barcelona, tenemos a un kilómetro del camino, en término de Esquedas, una partida llamada La Torraza (El topónimo La Torraza, suele ser sinónimo de despoblado. (Ver Bailo en capítulo VI). En muchas partidas de esta denominación se han encontrado restos arqueológicos.) donde debió de asentar Sexto pues algo más al norte se halla el castillo de Castejón, llamado antaño Castejón de Sexto. Siguiendo el camino y poco antes de llegar a Lupiñén, encontramos el Castillo de Otura que bien pudo ser octura para significar el octavo miliario.

 

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