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CONSTRUCCIONES PASTORILES EN LA COMARCA DE MONZÓN                                                       Felix A. Rivas

 

 Puertas

Abrir un hueco en el muro para permitir el paso a través de él y, de esta manera, poner en comunicación el exterior y el interior de cada construcción, ha sido siempre una de las labores más problemáticas para los albañiles, aunque su dificultad podía ser menor en el caso de que el muro no continuase en altura, tal como ocurre en los muros exteriores de los descubiertos de los corrales. En ellos, lo más corriente hasta hace pocas décadas debía de ser, según los pocos restos conservados, una puerta relativamente grande de madera de la que solo he podido encontrar todavía algunos ejemplos en los corrales situados en el interior de los cascos urbanos de las poblaciones. En estos casos particulares, la puerta en si podía presentar algunas diferencias de tamaño entre uno relativamente pequeño (En el caso de la puerta de la parte antigua de la paridera situada en el interior de Selgua.) u otro de tales dimensiones (La puerta del Corral de Calvet en el interior de Almunia de San Juan.) que se optó por dividir la puerta en dos batientes e, incluso, insertar uno más pequeño en un lateral para facilitar el paso a las personas. También este tamaño obligó a colocar un dintel acompañado de un simple tejadillo, con una finalidad estructural para dar mayor solidez a las dos altas jambas de ladrillo macizo, compensando así el peso que cada jamba ha de soportar de su respectivo batiente a través de los goznes (Abad, 1997, 64), o quizás solo como recurso ornamental que en uno de los casos se ve remarcado por dos pequeños remates laterales con forma de tejadillo a cuatro aguas.

En cuanto al modo de unión entre los batientes y el muro, podía realizarse por medio de bisagras de metal o con goznes en forma de huecos en el suelo (Una buena muestra de estos huecos todavía puede observarse en la entrada al raso de la Paridera de la Punta.) y en las piedras laterales superiores o en un dintel de madera (Abad, 1997, 64) de tal manera que un madero vertical hincado entre ellos permitiera el giro a la puerta.

Como material del extremo de cada muro que hace de límite con el vano de la entrada -la jamba-, también podía utilizarse antiguamente el sillarejo o la sillería tal como se conserva en algún ejemplo cuasi monumental (Ilustr. 88) o en otros más modestos y no modificados completamente. (Como en una paridera en la Sardera Baja.) Esto último, sin embargo, es lo menos habitual pues la práctica totalidad de las parideras antiguas que permanecen en pie han sufrido la mutilación de las puertas antiguas de sus rasos, siendo sustituidas por el modelo comúnmente utilizado en los corrales, hecho a base de materiales modernos.

Este modelo actual, gracias a su mayor tamaño, presenta la indudable ventaja de permitir la entrada a los tractores que, desde hace años, se han vuelto imprescindibles para diversas operaciones en el interior de la paridera y, en particular, para su limpieza. Su característica principal es que siempre está fabricado en metal y posee dos batientes que se dividen en altura en una zona de plancha continua de metal y en otra de barras paralelas o cruzadas que puede llegar a ocupar desde la totalidad de la extensión de la puerta, pasando por aproximadamente su mitad (Ilustr. 89), hasta una pequeña parte en la zona superior. Además estas puertas pueden tener un pequeño remate en forma rectangular o de cuña, también de barras de metal pero acabadas en punta, como medida de protección adicional. En cuanto a su aspecto final, pueden conservar el color metalizado del material original, haber adquirido el tono rojizo de la herrumbre o haber sido pintadas de azul o verde.

Debido a la citada ampliación y sustitución de puertas, así como a la masiva construcción de nuevas parideras, las jambas de las puertas de sus rasos van a estar mayoritariamente constituidas por materiales modernos como el ladrillo hueco, que puede tomar cierta altura o llegar únicamente hasta el límite superior del muro, el bloque de hormigón o el hormigón armado.

Acerca del modo de cerrar todas estas puertas, tanto las pocas antiguas que se conservan como las modernas, hay que decir que al día de hoy coexisten los sistemas más habituales en la actualidad como la cadena y el candado, otros más tradicionales como el cerrojo manual, (En un caso particular, la paridera en La Sardera Baja, encontré un cerrojo manual que encajaba en un agujero practicado en una gran losa plana colocada debajo de la puerta, además de la consabida cuerda y el candado para mayor seguridad.) y los últimos, casi tan rústicos como prácticos: una cuerda atada, un palo incrustado en el suelo o una gran piedra que haga de tope.

Un último caso singular entre las modernas puertas de los rasos es uno que encontré en la Paridera de la Minglana, de metal, de pequeño tamaño y con un solo batiente que, por lo que pude comprobar, parecía especialmente pensado para realizar algunas operaciones con el ganado debido a su fácil acceso a una manga de manejo.

Las pocas puertas que comunican algunos cubiertos directamente con el exterior, y de las que hablé en el apartado de la distribución interior de las parideras, son de nuevo grandes y de metal y pueden responder al modelo más difundido entre las entradas de los rasos o presentar alguna característica original como su apertura por medio de railes a sus lados a lo largo del muro, que aportan comodidad a su manejo y permiten ahorrar un gran espacio.

Otra ubicación de un vano de entrada o salida, dentro de algunos corrales, que puede resolverse mediante puertas de metal similares a las ya comentadas es el hueco entre dos rasos de una misma paridera, bien antigua y entonces se habrán modificado las zonas de contacto con los muros, o bien moderna y en ese caso la solución concreta puede variar en el tipo de puerta, aunque siempre de metal, y en el material de las jambas que, repitiendo los ya señalados anteriormente, puede ser bloque de cemento, ladrillo hueco u hormigón armado.

Y una nueva ubicación de este tipo de puerta "estándar" es la de los vanos dejados en algunos corrales entre el cubierto y el raso, aunque aquí comienza ya a aparecer alguna variación significativa en estas puertas que no dan al exterior sino que sirven como simple puesta en comunicación de dos espacios internos del corral. Otro tipo es, por tanto, el compuesto por tablas de madera paralelas, separadas entre sí, y unidas por unos listones transversales. Este modelo, a su vez, puede combinarse con el anterior o verse totalmente sustituido por un tipo de valla alargada y reforzada con barras de metal en su marco y una sencilla malla interna. En el caso de que estas puertas no sirvan de manera fundamental de paso al ganado sino a las personas, se reducen de tamaño, adquieren algún sistema de cierre concreto como un cerrojo o una barra de metal a modo de tranca atravesada y se componen de materiales que forman una superficie continua como la chapa de metal o las tablas de madera, sin huecos entre ellas y ensambladas mediante listones transversales.

Por último, entre las puertas que sirven fundamentalmente como paso a las ovejas, destacan por su rusticidad y apariencia precaria las de los vallados anexos a algunos corrales, elaboradas a base de palés o frágiles vallas a veces reforzadas por simples cartones o paneles.

Cuestiones algo diferentes plantea la apertura de puertas de entrada a las casetas, tanto las aisladas como las que forman parte de los corrales, pues han de solucionar el problema de su buena conjunción con el resto del muro y, especialmente, el de salvar el hueco que crean bajo una parte importante del muro mediante un elemento que distribuya su peso hacia los laterales en los que ya aparece de nuevo el muro de carga. La forma más sencilla de solucionar esta cuestión es mediante la colocación de un elemento horizontal -el dintel- sostenido en los dos puntos de apoyo correspondientes a las estructuras verticales que constituyen los extremos laterales del muro entre las que se sitúa el vano -las jambas-. El elemento más usado para actuar como dintel en las construcciones antiguas es, con gran diferencia, la viga de madera que, gracias a la continuidad de sus fibras en sentido longitudinal, absorbe de manera eficaz los empujes verticales que ha de soportar, a pesar de tener una duración menor que los dinteles de piedra (Acín coord., 1985, 75). Estas vigas de madera, procedentes de troncos de árboles de la zona, pueden aparecer tanto con la forma redondeada del rollizo desbastado como con una sección cuadrada o rectangular después de haber sido escuadradas. En algunas ocasiones estas vigas cuentan con otras soluciones complementarias que colaboran con su labor o que facilitan su conservación. Con este último objetivo, algún ejemplo (Como el de una caseta en el Cordel de Castejón del Puente.) aparece protegido por una tabla de madera adicional y, para mejorar su conjunción con el muro que descansa sobre la viga, (En una caseta junto a la Loma de Fleta.) se ha colocado entre ambos una hilera de ladrillos macizos que ayudan absorviendo y desviando los empujes del peso superior. Para lograr este mismo fin, en otra puerta con dintel de madera (La de la planta superior de una caseta junto al camino del Tozal Gordo.) se colocó embebido en la parte imediatamente superior del muro un arco de descarga de tipo apuntado y formado por dos líneas convergentes de ladrillos macizos. Un paso adelante en la calidad de estos dinteles, debido a su mayor duración como ya he señalado, es su elaboración en una sola pieza de piedra que abarque la totalidad de la longitud del hueco de la puerta (Ilustr. 90), lo cual supone una capacidad económica o constructiva nada común para disponer de este tipo de dinteles monolíticos (Están presentes en la Caseta la Levadura, cuya puerta de entrada destaca ciertamente por su mínima altura y anchura, pero también en las dos casetas situadas en la Valle del Mas, lo que reafirma la excepcional calidad de estas dos construcciones, al menos en comparación con el resto de las casetas de la comarca.) de sección suficientemente gruesa, muy poco frecuentes entre las construcciones populares no dedicadas a vivienda.

Otro tipo de estos cierres superiores que supone un avance técnico y que presenta las ventajas de una mayor solidez y una mayor apertura -o luz- del vano es la solución en forma de arco. Esta sustitución de los dinteles por arcos es especialmente común en las boltas de La Chesa en las que, debido a la pericia que ya demostraron sus constructores al elaborar sus hermosas bóvedas de medio punto, (Estas bóvedas serán analizadas en un próximo apartado dedicado a las cubiertas de las construcciones. ) no debe de extrañarnos que resuelvan la parte superior de sus entradas por medio de arcos de medio punto (Ilustr. 91) o rebajados, (Como el de la cueva Felipe.) elaborados en mampostería y de los cuales muchos no han resistido en el estado de abandono de este tipo de casetas. También en arco rebajado -cuya ventaja es la de permitir una mayor altura de paso últil a cambio de necesitar una mayor resistencia de la estructura de las jambas (Acín coord., 1985, 72)- pero realizado a base de ladrillos macizos

 (Ilustr. 92) Puerta de la caseta de la Paridera de Pitarque.

se conservan todavía, aunque no por mucho tiempo a causa de su precario estado, dos ejemplos de hermosos cierres superiores en las casetas de sendas parideras (La de Borgiles y la de Pitarque.) de la zona entre Alcolea de Cinca y Santalecina.

En cuanto a las construcciones modernas, el elemento elegido en todas las ocasiones para servir de dintel es la delgada, barata y resistente vigueta de cemento. Un caso especial es el de la caseta de apoyo de la Paridera de Ollés, con muros de bloque de hormigón, en la que se resuelve el cierre superior con la ausencia de cualquier tipo de estructura específica.

La fragilidad del fragmento de muro que se pone en contacto directo con el hueco dejado para la puerta es similar a la de esquinas por lo que serán asimismo muy parecidas las soluciones que aparezcan en ambas zonas de la construcción. Lógicamente, en las casetas de la arquitectura popular se reservaron las piedras de mayor tamaño, de la misma manera que para los esquinazos, para las jambas de las puertas en el caso de varios ejemplos (Como las dos puertas de la caseta de la Paridera de los Lunas.) levantados en mampostería. En otros, más abundantes, tanto de mampostería como de adobas se compusieron las jambas a base de piedras labradas y escuadradas con mayor o menor cuidado pudiendo ser consideradas como piezas de sillarejo o sillería, que alcanzan gran tamaño en algunos ejemplos. Otro tipo de paramento empleado en las jambas es el ladrillo macizo que puede componer la totalidad de las jambas o solo una parte de ellas como la correspondiente al zócalo o un pequeño refuerzo en alguno de los laterales. Estas jambas de ladrillo asimismo pueden ser de gran anchura hasta alcanzar, en algún caso (Ilustr. 93), la longitud total del madero que actúa como dintel para asegurar mejor su labor de descarga del peso sobre el vano de la puerta. En todos estos casos y materiales aparecen además algunos ejemplos que, al igual que ocurría en algunos esquinazos, no presentan en su altura una anchura uniforme sino que avanzan y retroceden sobre el espesor del muro para conseguir un engarce más sólido entre jambas y pared.

Otro recurso utilizado esporádicamente (Por ejemplo en la puerta de la Caseta de Balero.) para proteger esta zona de los muros es su revoco con los habituales morteros de arena o cal.

Además de estos recursos a base de materiales propios de la arquitectura popular (un elemento empleado de manera excepcional como parte de una jamba en las construcciones aisladas de la comarca es un ruello de piedra en una entrada a la Torre de playán en Fonz.) también encontré alguna caseta con jambas a base de ladrillo perforado (Ilustr. 53) fruto de una remodelación relativamente reciente. Por el contrario, las construcciones modernas con muros elaborados a partir de ladrillo hueco o bloque de hormigón, gracias a las propiedades de estos materiales, suelen carecer de ningún tipo de recurso especial en las jambas pues estos nuevos paramentos lo hacen innecesario.

La forma más común de estas puertas de casetas es la de pequeño tamaño, típica de las casas de vivienda aunque también he encontrado ejemplos que carecen de puerta o batiente en su vano de entrada. (Algunas casetas pequeñas posiblemente fueron concebidas ya sin cierre de su puerta pero otras muchas han perdido su batiente recientemente.) Hay, sin embargo, otro tipo mucho menos frecuente como aquél compuesto por dos hojas, correspondiente a casetas con otras funciones que la de habitación humana como la de cochera, almacén o cuadra, y en otro caso (La caseta de los Corrales.) con la puerta dividida en dos hojas superpuestas en altura, al estilo de muchas entradas de viviendas de la zona.

El material del que están formadas estas puertas puede ser en unos pocos ejemplos recientes el metal, aunque lo más común es que sea la madera de diferentes tipos y acabados. El tipo de puerta de madera más difundido es el formado por el sistema del machihembrado, ya conocido por la cultura romana (Naval, 1988, 189), en el que varias tablas se encajan unas junto a otras (Ilustr. 92) mediante unos cortes en sus laterales o, sin la presencia de estas pequeñas molduras y rebajes, pegadas unas junto a otras. En ambos casos, las tablas se acaban de ensamblar mediante dos listones horizontales que se sitúan en la parte inferior y superior de la cara interior de la puerta y sobre los que suelen sujetarse las bisagras de metal. Las únicas excepciones a este sistema de construir la puerta de madera son algún ejemplo consistente en una puerta de fabricación moderna y, posiblemente reutilizada, y otro de un palé usado con este fin de batiente. En cuanto al acabado de la cara exterior de las puertas resueltas mediante machihembrado o ensamblado, la mayoría recibió un simple cepillado liso pero unas cuantas cuentan además con clavos o tachones que refuerzan su estructura y les proporcionan un aspecto más seguro. Otros dos casos, sin embargo, resultan francamente inusuales por responder a un tipo relativamante frecuente en puertas de viviendas que trata de imitar las puertas de estructura maciza ensamblada y paneles de cerramiento (Naval, 1988, 189) mediante sobrepuestos moldurados (En la caseta de Polo y en la caseta de una paridera en El Sabinal.) que forman rectángulos. En otro ejemplo, por último, la madera se ha reforzado con algunas planchas de metal.

Los sistemas de cierre de estas puertas de casetas, poco frecuentes, son similares a los ya señalados para las de los corrales: una cuerda, una cadena con candado o una cerraja de llave moderna.

 

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