CONSTRUCCIONES PASTORILES EN LA COMARCA DE MONZÓN Felix A. Rivas
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El mesón
Los mesones fueron construidos en los márgenes de las cabañeras, en aquellas zonas de ladera o piedemonte de los Pirineos donde los rebaños tenían que esperar en ocasiones algunas jornadas hasta descender finalmente hasta el Valle del Ebro (Satué Oliván, 1996, 161). De algunos conocemos su fecha de construcción a mitad del siglo XIX (Mur, 1991), aunque otros evidentemente son de gran antigüedad. Unos pocos se conservan todavía en relativo buen estado junto a las antiguas cabañeras, muchas de las cuales han dejado de ser usadas, y de otros contamos con algunas fotografías antiguas que nos hablan de su gran belleza arquitectónica (Briet, 1990, lám. 16 y 73).
Ya desde antiguo debieron de tener la facultad de cobrar un derecho de paso a las cabañas que pasaran por ellos, tal como atestigua un documento del año 1661 sobre los ganados de la Balle Tena y el Mesón de Arguis (Gómez, 1995, 231-232).
Como si fueran auténticas posadas (Cebollero, 1998, 105) para pasar alguna noche a resguardo, los mesones servían de refugio tanto a pastores como a rebaños (Dieste, 1994 b, 8). Cuando se acercaba a ellos una cabaña, llegaba en primer lugar el mayoral con el burro cabañero para solicitar sitio para esa noche (Satué Oliván, 1996, 166). De hecho, una de las mayores contrariedades que les podía suceder a los pastores que realizaban la trashumancia era el tener que pasar una noche en la mitad del camino sin poder llegar a una posada (Acín y Satué, 1983, 26). Por otro lado, estos establecimientos no gozaban de muy buena fama entre los pastores que solían quejarse de sus comidas y de la incomodidad de sus lechos (Satué Oliván, 1996, 166). Esta misma función de posada al borde de la cabañera podía ser cumplida en algún caso por una casa determinada de un núcleo de población que se encargaba de aprovisionar a los pastores e incluso de cuidar al ganado mientras los pastores comían (Dieste, 1994 b, 8 y Monesma, 1991, 238-239). En otras ocasiones los pastores pasaban las noches de la cabañera en una cueva natural, en la caseta del corral en que encerraban al ganado (Dieste, 1994 b, 8) o, como continúan haciendo en la actualidad, durmiendo al raso (Dieste, 1994 b, 8 y Monesma, 1991, 247 y 251).
Para su conservación y reutilización se ha propuesto convertir los antiguos ejes trashumantes en modernas rutas que canalicen el turismo cultural y aprovechar los mesones como refugios alternativos a los actuales albergues (Satué Oliván, 1996, 221-222).
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