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CONSTRUCCIONES PASTORILES EN LA COMARCA DE MONZÓN                                                       Felix A. Rivas

 

 

... porque las piedras, después de haber sido muro o              

tejado gracias a la magia del gesto, vuelven inexorable-       

mente al dominio de las piedras                                                   

Georges Buisan                   

Magia y pérdida

Si alguien todavía puede conformarse con la imagen de algo muerto o que está muriéndose que dan las construcciones pastoriles analizadas, ha de tener en cuenta que, sencillamente, esa muerte es una grave pérdida que debemos de lamentar por un nutrido conjunto de razones que confirman el interés y la importancia de estas construcciones habitualmente olvidadas y menospreciadas.

En primer lugar ha de saber que las construcciones pastoriles de la comarca de Monzón son unos inigualables testigos de la historia cercana de la comarca, de esa historia de la vida cotidiana -tan revalorizada en estas últimas décadas por las nuevas corrientes historiográficas- que nos habla de un pasado eminentemente rural de la zona y de las dos principales actividades de sus habitantes hasta hace bien poco: la agricultura y el pastoreo, tanto estante como trashumante. Estas construcciones presentan, asimismo, una serie de ejemplos de unas técnicas de elaboración y empleo de materiales de construcción de origen ancestral y que hoy en día han desaparecido o han quedado totalmente fuera de uso.

Como parte del patrimonio histórico y etnográfico de la comarca, estas construcciones por tanto constituyen parte de la identidad local y comarcal y con ellas, si desaparecen, se perderá una parte insustituible e irrecuperable de las características culturales propias de la comarca de Monzón.

Porque, además, las construcciones de la arquitectura popular se caracterizan -frente a las modernas- por constituir una realidad extremadamente variada y diversificada tal como hemos podido comprobar al analizar los recursos empleados en la colocación de los paramentos o en las soluciones de los diversos problemas inherentes a cualquier obra de construcción de este tipo, haciendo uso de variadas y dispares posibilidades en referencia a arquitecturas excavadas, zócalos, cadenas, remates de muros exentos, esquinazos, revocos, pilares, contrafuertes, apertura de vanos, estructuras de plantas superiores, escaleras, cubiertas, aleros...

Y toda esta variedad no es la única lección que estas construcciones pueden dar a la moderna sociedad en vías de uniformización y despilfarro de los recursos. Pueden también servirle de ejemplo por la autonomía -sostenible- de la labor de sus constructores y usuarios en su interacción cotidiana con un medio rural concreto. Y por la hegemonía que ejercen en ellas la sobriedad y la funcionalidad, traducidas en una rigurosa adaptación a los recursos disponibles en el entorno con un uso exclusivo de los materiales presentes en la comarca así como con el empleo de técnicas de transformación poco agresivas con el medio. Y por una minuciosa adecuación de las construcciones a las características ambientales y geográficas de su emplazamiento, como la consideración de la pendiente del terreno, de la orientación o del grado de apertura de las zonas cubiertas.

Otro factor que debe tener en cuenta es el interés medioambiental de estas construcciones, derivado de su condición de soporte y complemento de las explotaciones extensivas de ganado ovino que -es opinión casi unánime ya entre los ecólogos- son imprescindibles para el mantenimiento del medio rural en óptimas condiciones, no solo para su uso por el ser humano sino asimismo para la supervivencia de otras muchas especies animales y vegetales que le han proporcionado, hasta ahora, su alto grado de biodiversidad frente a los espacios más intensamente ocupados o utilizados por el ser humano. Asimismo, la utilización de estos edificios ha favorecido -y puede favorecer de nuevas formas- el contacto del ser humano con su entorno natural, un contacto que la sociedad urbana actual reclama cada vez con mayor premura.

También, cómo no, el interés económico se encuentra presente entre los criterios de valoración positiva de estas construcciones, pues su buen estado de conservación favorecería la existencia de unas mejores condiciones sanitarias que resultarían útiles para el mayor rendimiento de las explotaciones radicadas en ellas, al igual que sucedería en general con su disponibilidad y uso, como uno más de los recursos ya existentes, por parte de las explotaciones ovinas que quieran garantizar su futuro en la comarca. Además, la investigación y difusión de las características de estas construcciones y de sus cambios en la actualidad -completamente descuidadas hasta este momento- constituirían una parte importante del conocimiento del pasado y presente de la actividad pastoril de la comarca. Un conocimiento que, a su vez, se ha vuelto necesario para la tarea de dignificar el oficio de pastor ante el resto de la sociedad, un objetivo absolutamente indispensable para intentar garantizar el futuro de esta profesión "ecofavorable".

Un último aspecto que obliga a valorar estas construcciones, en mucha mayor medida de lo que se ha hecho hasta la actualidad, es el de su consideración como parte insustituible de la gran belleza plástica del paisaje rural. El valor estético de las sencillas construcciones populares, como parideras y casetas, va más allá de su aspecto fugaz de paramentos irregulares y armónicos a un tiempo. Tal vez se deba al número de construcciones que he contemplado, a las horas o a la atención que les he dedicado, pero finalmente he acabado por descubrir en ellas una belleza que me atrevo a llamar mágica, una belleza que nace de su condición de espacios vividos, de espacios construidos para cobijar una parte importante de la vida de muchas generaciones de hombres desarrollando su trabajo y sus faenas diarias en una actividad en contacto directo con la naturaleza y con su entorno inmediato. Y no solo de eso, creo que también es una belleza que procede de la manera en que fueron construidos esos ámbitos, de una forma de sentir el oficio propio -y, por tanto, de sentir el producto material del trabajo cotidiano- que está a punto de perderse(O desde la ciudad al menos esa sensación se tiene.). En definitiva, de esa magia del gesto que solo con unas piedras y un poco de barro es capaz de crear un pequeño edificio, haciendo gracias a él un poco más humano el medio en el que nuestra especie no debería dejar de sentirse integrada.

 

Y sin embargo, a pesar de contar con todo este cúmulo de valores positivos, las construcciones pastoriles tradicionales de la comarca, y especialmente los corrales, se encuentran en trance de rápida desaparición. Así, desde luego, lo confirman los testimonios de muchos de los pastores que entrevisté: "las parideras de Alcolea están todas deshechas ya", "están muy mal, se caerán dentro de tres o cuatro años", "están mal todas, en el suelo", "se han caido casi todas"...

Entre los corrales analizados, esta negra perspectiva no resulta mucho más halagüeña. Teniendo en cuenta que la elección de las muestras que estudié fue relativamente aleatoria y contando únicamente con las parideras construidas con materiales propios de la arquitectura popular, del total de 23 corrales analizados

(Ilustr. 106),Estado de conservación de los corrales analizados y construidos a base de materiales de la arquitectura popular.

 9 de ellos están en ruinas (Ilustr. 107), otros 9 han sido considerablemente modificados con procedimientos constructivos modernos, 4 presentan serios problemas de conservación (Ilustr. 108) y solamente 1, la paridera en Ripol, podría considerarse que se mantiene en buenas condiciones. Y junto a su mal estado de conservación habría que añadir las cifras de su empleo que, dentro de lo que cabe, continúa bastante extendido ya que 11 de ellos continúan plenamente en activo, 3 son empleados esporádicamente y otros 9 han quedado ya en desuso.

Es precisamente esta falta de uso la principal causa de la pérdida, tanto en número como en calidad de conservación, de las parideras antiguas. Este abandono de su empleo puede deberse a diversas causas entre las que la más importante parece ser la transformación en el manejo y en la estructura de las explotaciones de ganado ovino que se han experimentado a lo largo del siglo XX y que va conduciendo a una concentración del número de cabezas en un menor número de explotaciones, por lo que éstas van necesitando cada vez menos y nuevos corrales de mayor tamaño. Otro factor ha sido, según me relataron varios pastores, el hecho de que la propiedad de los antiguos corrales estuviese de manera mayoritaria en manos de antiguos grandes propietarios (Un caso particular parece ser el de los antiguos corrales, ahora ya en ruina absoluta, de la zona de monte del término municipal de Fonz que, siendo de propiedad comunal, no fueron atendidos en su día por su ayuntamiento y acabaron por perderse irremediablemente.) de ganado que, una vez vendidos los rebaños, continuaron alquilando los terrenos de pastos y, junto a ellos, los corrales pero que, al no tener ya un interés directo en el mantenimiento de esas instalaciones para ganado, se inhibieron de realizar las habituales reparaciones en este tipo de edificios, lo que fue mermando su estado de conservación. Esto, a su vez, persuadió a los nuevos propietarios del ganado que encerraba en estos corrales a construirse sus propias instalaciones, en unos años en los que la práctica de la arquitectura popular había desaparacido de la comarca.

En cualquier caso, al abandono del uso de los corrales le ha seguido inevitablemente su deterioro evidente y, muchas veces, el expolio de sus materiales. Entre ellos destacan las tejas que, en cierto caso según me contaron, fueron utilizadas incluso para la cubierta de alguna iglesia como la de Santalecina.

En cuanto a las casetas, su estado de conservación 

(Ilustr. 109)Estado de conservación de las casetas analizadas y construidas a base de materiales de la arquitectura popular.

 es en este momento sensiblemente mejor que el de los corrales, posiblemente por el carácter más secundario y marginal de su utilización que, por un lado continúa produciéndose en buena medida hasta hoy en día y, por otro, no ha hecho necesarias importantes reformas. De las 29 casetas analizadas y construidas en materiales propios de la arquitectura popular, 14, casi la mitad, puede considerarse que se encuentran en un buen estado de conservación (Ilustr. 54), 7 presentan ciertos problemas estructurales, 3 están muy modificadas y solo 5 se encuentran en ruinas. La distribución por nivel de uso actual anda sin embargo muy pareja entre las 13 casetas que parecen en desuso y las 16 que son usadas, tal como ha sido siempre en casi todos los casos, de manera ocasional. Al igual que los corrales, la falta de su uso parece la causa principal de la pérdida (En Castejón del Puente me contaron la triste razón que explica la pérdida en ese término de muchas casetas. Al parecer, a raiz de las ferias de setiembre en el cercano Barbastro, los gitanos tenían prohibida la entrada en la ciudad del Vero hasta el mismo día de comienzo de las ferias y solían ocupar desde unos días antes las casetas solitarias de las poblaciones de alrededor por lo que algunos de sus habitantes optaron, para librarse de su presencia y "proteger las almendreras" que se encontraban en sus cercanía, por derruir directamente muchas de estas casetas.) de las casetas aunque, al darse la circunstancia de existir un buen número de casetas fuera de uso pero en buen estado de conservación, podría aventurarse la idea de su abandono relativamente reciente y de su próximo futuro igualmente bastante incierto.

 

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