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CONSTRUCCIONES PASTORILES EN LA COMARCA DE MONZÓN                                                       Felix A. Rivas

 

 

                                                                                                                      ... la larga historia de los hombres que, gracias a sus 

                                                                                                                     manos, algunas herramientas y sus inalterables ganas de 

                                                                                                                    vivir, han sabido adaptar y modelar su entorno natural para 

                                                                                                                    hacer de él una "tierra de hombres".

                                                                                                                                                                          George Buisan

La construcción como proceso

El proceso de la construcción de un edificio supone en última instancia una intervención del ser humano, sobre la materia y el espacio que lo rodea, en la que los condicionantes de su entorno tanto como los suyos propios han de jugar un papel esencial. La edificación de una construcción pastoril es una buena muestra de este proceso, de un valor ejemplar debido a su uso exclusivo en una actividad laboral realizada mayoritariamente fuera de las poblaciones. En todo caso, como cualquier otra realización constructiva, sus características arquitectónicas van a depender de dos tipos de factores diferentes pero interrelacionados entre si: los geográficos, que podrían determinar algunos aspectos como la disponibilidad o accesibilidad de ciertos materiales, y los humanos, materializados en unas técnicas de construcción concretas que pueden estar condicionadas por su entorno natural y ser fruto del respeto a una tradición autóctona, añadiendo además todo lo derivado de las variaciones particulares de cada constructor o grupo de constructores, es decir, la visión personal e individual de lo generalizable a nivel colectivo.

Todo este proceso, o mejor aún todos estos procesos, han cristalizado en un conjunto de construcciones que puede dividirse fácilmente en dos grupos según la utilidad que posee en potencia a nuestros ojos actuales. Las construcciones antiguas, realizaciones de la arquitectura popular, han perdido en gran medida su uso práctico pero a cambio se han convertido en patrimonio cultural, es decir, en parte de la identidad comarcal. Por el contrario, las realizaciones modernas con nuevos materiales de uso estandarizado son vitales para la actividad cotidiana pero se han convertido en perfectos exponentes de una honogeneización empobrecedora.

 

A continuación intentaré reunir los materiales que he recopilado a lo largo de mi investigación con referencia a los aspectos humanos y materiales de la construcción entendida como proceso, contando con que algunos ya se han incorporado al capítulo anterior, especialmente los referentes al "diseño" de las instalaciones, y que otros, buena parte de las técnicas y las variables constructivas, conformarán el grueso del siguiente capítulo.

 

 

Quiénes

 

El relato del aprendizaje y de la vida laboral del siñó Pedro de Fonz, el único albañil que entrevisté, podrá servirnos como ejemplo e ilustración de muchos otros que conocieron y utilizaron los viejos materiales y las viejas técnicas de la arquitectura popular.

Nacido en un pequeño pueblo del Somontano de Barbastro en el primer tercio del siglo XX, aprendió pronto los primeros rudimentos de su oficio de manos de su padre, albañil también de profesión. Siendo todavía adolescente pasó a ser aprendiz de un amigo de su padre, maestro de obra en un pueblo cercano, y de reconocido prestigio. En este puesto de lejanas resonancias de la antigua estructura gremial -en la que había que pasar obligatoriamente por las diversas escalas de la profesión para poder desempeñarla con todas las garantías- permaneció tres años en los que "aprendí mucho" y de los que recuerda con extraodinaria claridad los efectos que, en un mozo como él, causaba la rígida jerarquía establecida en el grupo de albañiles. Este grupo lo componía el maestro de obra, que "no trabajaba mucho, cuando venía a revisar la obra a las cuatro o por ahí", otros dos operarios de mayor edad y conocimientro del oficio, y él mismo, que recibía como salario " la comida y un par de alpargatas, el año siguiente un real además". Esta rígida jerarquización se manifestaba en una relación entre maestro de obra y aprendiz basada en una enseñanza continua muy exigente, ( Al menos en este caso. Alguno de los episodios relatados así lo demuestran, como el de una vez que el maestro empujó al aprendiz en lo alto de un andamio para que perdiera su miedo a las alturas, como el que después de pasar la mano por una pared que había enyesado el aprendiz le dijo que "aquí se podría colgar la chaqueta", o como el de dejarle sin cenar por no hacerlo tan rápidamente como los demás.) que provocaba situaciones difíciles para el joven aprendiz que, incluso, en una ocasión decidió escapar y volver a su casa hasta que su padre le obligó a regresar. Otro contexto en el que se manifestaba plenamente esa diferenciación jerárquica era la comida en común: "en aquel tiempo se enganchaba cuando salía el sol", trabajaban durante todo el día y, al parar, "por la tarde nos aseábamos un poco y estábamos un poco de tertulia los tres" -el aprendiz y los dos operarios-, "cuando nos llamaban a cenar subíamos, Santiago el mozo mayor, el segundo y el último yo. El amo( Amo: patrón.)  ya estaba sentado. Saludábamos y comíamos deprisa, sin hablar, como yo era el más joven, me daban el último plato", hasta que, cuando acababan, "dábamos buen provecho, buenas noches y en fila india para abajo".

Este aprendizaje se truncó repentinamente en julio de 1936 cuando, al estallar la guerra civil y estar en una zona que permaneció fiel a la república, su maestro fue detenido a causa de sus ideas conservadoras y, pocos días después, él junto a sus dos compañeros fueron enviados a sus respectivos pueblos de origen con la consigna de que "ya no hay esclavos, ya no hay sirvientes".

Tras pasar por diversos avatares durante la guerra y los primeros años posteriores a ella, el siñó Pedro acabó por establecerse en Fonz donde, hasta su jubilación hace pocos años, desempeñó de manera constante su oficio de albañil. En aquellos años había varios albañiles, "cuatro o seis", en el mismo pueblo y todos "habían seguido el oficio del padre", por lo que, al parecer, la transmisión de este oficio era mayoritariamente de carácter hereditario, al menos en un primer momento. Desde Fonz trabajó especialmente en este pueblo y también en el cercano Cofita. Su ocupación más numerosa fue la construcción de viviendas aunque de igual manera realizó otros trabajos como "casetas de monte y reformas en muchas casas".

Este análisis no debe confundir pues, contando con la no aparición de ningún ejemplo de paridera o caseta de tipo tradicional construida con posterioridad a la guerra civil de 1936, son todo suposiciones las que pueden hacerse acerca de los autores de las construcciones pastoriles de la arquitectura popular. Quizás a partir de analizar con detalle sus características constructivas pueda aventurarse la posibilidad de que en unos casos fueran albañiles profesionales quienes se encargaban de realizar la construcción y, en otros, aficionados con alguna noción o habilidad constructiva o los simples usuarios de cada construcción, quienes haciendo uso de unas nociones básicas posiblemente conocidas por gran parte de la población se pusieran a la tarea de levantar una edificación para ellos totalmente necesaria. Estas suposiciones se apoyan, en general, en la diferente calidad de la realización de estas obras.

De qué manera

Continuando con el relato del siñó Pedro, había dos maneras de planificar y cobrar una obra: una era por contrata y consistía en hacer un presupuesto previo, la otra era por alministrazión y en ella ( Según me conto el siñó Pedro. él siempre había preferido trabajar según esta segunda modalidad pues de la otra manera "hay que hacer buenos presupuestos" y, de todos modos, "estoy contento, de la otra forma igual hubiera hecho dinero pero así la gente me apreciaba y es que trabajaba como un demonio".) el albañil y el manobra, o cuantos peones le ayudasen, cobraban cada uno su jornal correspondiente. El encargante se responsabilizaba de conseguir los materiales y de traerlos hasta el lugar de la obra. El albañil, según la idea que llevase el contratante, "hacía un croquis a mi manera y, con el visto bueno del dueño y la dueña, rectificábamos", el caso era estar "siempre de acuerdo con los dueños". La duración de la obra podía variar según la época del año pues dependía de las horas de luz que tuviese el día, "en verano he llegado a trabajar hasta catorce horas", y por supuesto según la entidad y tamaño del proyecto que, por término medio podía suponer "un par de meses" una casa, y una caseta de monte de unos 20 m2, unos "quince o veinte días".

En la actualidad, es necesario cumplir una serie de pasos y requisitos para llevar a cabo una construcción que eran totalmente inexistentes en el pasado. En el caso concreto de las instalaciones para ganado ovino, es siempre un albañil profesional el que realiza la obra siguiendo el proyecto de un arquitecto o un ingeniero. De este proyecto se hacen cinco copias que recibirán diferentes usos: una la recibe el encargante, otra es para el arquitecto, otra para su manejo en la obra, otra se envía al Colegio de Arquitectos que le da un visado y la última al ayuntamiento que habrá de aprobarla en relación a sus propias Ordenanzas Municipales, si las posee o, en caso contrario, en relación a las Normas Subsidiarias y Complementarias de ámbito provincial ( En el caso de la provincia de Huesca, estas normas se recogen en la Orden del 17 de mayo de 1991, del Departamento de Ordenación Territorial, Obras Públicas y Transportes, por la que se da publicidad al Acuerdo de aprobación definitiva de las Normas Subsidiarias y Complementarias de ámbito provincial de Huesca, publicada en el BOA número 69 de 6 de junio de 1991.). Estas normas, cuyo espíritu han de respetar las ordenanzas municipales y que han de aplicarse en caso de su falta, recogen cierta reglamentación entre la que se encuentra la relativa a las instalaciones ganaderas y que se refiere únicamente a la distancia mínima que los diferentes tipos de instalaciones han de guardar respecto a los núcleos urbanos. Las instalaciones ganaderas de ovino-caprino se clasifican en tres categorías: hasta 2 cabezas se considera una "explotación doméstica"; hasta 100 cabezas constituye una "pequeña explotación" que en "núcleos eminentemente agrícolas y ganaderos" deberá situarse a una distancia mínima de 100 m.; y con más de 100 cabezas pasa a ser una "explotación industrial" que, en esos mismos núcleos claramente rurales, deberá guardar la distancia de 200 m. No parecen intrascendentes estas normas, que reflejan el ánimo anteriormente comentado de mantener las explotaciones ganaderas fuera de las poblaciones, pues incluso en algún caso un pastor me contó que hubo de levantar una parte de su corral situado en el interior de una población durante la noche para eludir este tipo de normas.

Otro hecho que se constata en algunas parideras (Ilustr. 62) es la ausencia de un proyecto definitivo y duradero en algunas modernas instalaciones que muchas veces se van construyendo mediante la adicción de diversas dependencias a lo largo de un extenso periodo de tiempo -como en el ejemplo expuesto, casi veinte años- al depender de la disponibilidad económica para afrontar los considerables gastos que supone una obra de este tipo para la que, normalmente, hay que contar con un préstamo bancario.

Por último, no quiero dejar de nombrar la antigua costumbre de hacer una fiesta al acabar una obra, en la que participaban todos los que habían colaborado en ella. Esta fiesta solía consistir en una comida comunitaria como las que se organizaban en Fonz, en algún bar, a base de una merienda de codornices y la bebida que hiciera falta.

Con qué materiales

La paleta era, y es, uno de los instrumentos imprescindibles, "lo principal", para el trabajo de los albañiles, sirviendo fundamentalmente para manejar la argamasa necesaria con la que ensamblar las piezas que van formando la pared. Para retocar o intervenir sobre las piedras se utilizan asimismo la maza ( También se conoce para est función la pujarda, un tipo de maza que le proporcionaba a la piedra un aspecto"como granulado") , la picoleta y el escople o cortafríos. Otros útiles son el nivel y el plomo, para asegurar la horizontalidad y verticalidad de los muros, y la llana y la talocha, utilizadas en el revestimiento de las paredes. No se recuerda que estas herramientas fueran elaboradas por ningún artesano ni herrero, sino que eran compradas en almacenes o ferreterías y, por tanto, fabricadas industrialmente.

De una etapa inmediatamente anterior, se tiene constancia también del uso de otros instrumentos como la jada, para hacer la mezcla de la argamasa, el bayarte, una especie de parihuelas para transportar materiales y escombros de las obras, y la bazieta, un recipiente de madera en el que se llevaba y manejaba el mortero (Alvar, Llorente y Buesa, 1979-83, lam. 1456, 218 y 1455).

Tratamiento aparte merece el capítulo de los materiales de construcción. Aquellos que se encuentran en el entorno natural de la zona, o que pueden elaborarse de manera sencilla a partir de ellos, son los protagonistas de las construcciones pertenecientes a la arquitectura popular. De la composición geológica de la comarca, en general muy abundante tanto en areniscas como en materiales de diverso tamaño procedentes de la erosión fluvial, no puede deducirse -como sí es posible en otros sectores del Valle del Ebro- un previsible predominio de los paramentos fabricados a base de tierra cruda como la adoba o el tapial. Al contrario, entre las construcciones analizadas se perfila una igualdad aproximada entre las construidas a base de mampostería y las de adoba. Ambos materiales, además, se encuentran presentes de manera más o menos uniforme por toda la comarca y, posiblemente, las mínimas diferencias que puedan aparecer, como la abundancia de parideras con adoba en Alcolea de Cinca y Santalecina y la de casetas de mampostería en Fonz y Almunia de San Juan, se deban más bien a la falta de una prospección sistemática en el trabajo de campo.

Con el paso del tiempo, otros materiales modernos y fabricados de manera industrial se han superpuesto -a veces literalmente- a estos que podríamos denominar autóctonos. Son sobre todo el ladrillo hueco, también conocido en la comarca como "bloque de cerámica", y el bloque de hormigón.

Y aparte de los materiales mencionados, que fundamentalmente forman parte de la composición y articulación de los muros, no hay que olvidar otros que cumplen o cumplían otras misiones más específicas pero no por ello menos relevantes como los diversos componentes de los morteros y los revocos, la madera de cubiertas y vanos, el cañizo, el yeso... En torno a todos ellos haremos un recorrido y comentario a partir de lo encontrado en la comarca.

La piedra

Las diferencias en el color y la textura de la imagen exterior de las parideras y las casetas de la comarca construidas a base de piedra, responden de manera casi exacta a la diferente composición mineral de los suelos sobre los que se asientan (Ilustr. 12). Esta circunstancia, que se explica por la fidelidad de la arquitectura popular a los materiales que puede conseguir en su entorno más inmediato, conforma dos grupos especialmente diferenciados: las construcciones con mampuestos de yeso en la zona de La Chesa, en los términos de Fonz y Almunia de San Juan, con su característico tono blanquecino-grisáceo y aspecto rugoso, y la mayor parte de las restantes esparcidas por toda la comarca y formadas por piedras, de forma generalmente irregular pero con una cara relativamente plana al exterior, de calizas, margas y, sobre todo, areniscas, de un color marrón muchas veces casi anaranjado o rojizo. En muchos ejemplos, además, los mampuestos de diferentes materiales como los ya citados y algunos tipos de brechas y conglomerados se combinan merced a la cercanía entre unos y otros afloramientos y a la acción transportadora de las corrientes de agua.

Una excepción a este predominio de la arenisca y, en menor medida, del yeso, lo constituye el afloramiento de un importante yacimiento calizo en el extremo nororiental del término municipal de Fonz. Posiblemente a este tipo de piedra, de gran calidad y muy raramente usada en las construcciones pastoriles, se refería el albañil con el que estuve conversando cuando hablaba de la piedra "campanil, una piedra del pais, cojonuda", al contrario que la "arenosa", de menor calidad y que puede tratarse de la arenisca tan presente en el resto de la comarca.

Lo más común era emplear los fragmentos pétreos tal como se extraían del entorno o desgajándolos de manera sencilla mediante algún golpe de la maza o la picoleta. Estos han sido los elementos habitualmente más usados en la construcción dada su accesibilidad, su consistencia y su reducido coste (Naval, 1988, 111). Esta forma quebrada e irregular es la que predomina entre las construcciones de piedra analizadas (Ilustr. 63) aunque en algunos ejemplos se emplean asimismo cantos rodados, en lugares cercanos a cursos de agua, en un intento de economizar al máximo los medios y la mano de obra a pesar de necesitar para su empleo un grueso asiento de argamasa que le proporcione la estabilidad necesaria (Naval, 1988, 114).

La irregularidad de la forma de los mampuestos suele observarse de la misma manera en su tamaño, tanto en una misma construcción como comparando distintos ejemplos, en algunos de los cuales destacan las grandes dimensiones de las piezas que le confieren al muro un mejor aspecto y calidad. En estos ejemplos de mampuesto de gran tamaño suele ocurrir, al igual que en otros casos, que la materia prima es fruto de un material estratificado en capas poco gruesas que proporciona unas formas bastante regulares, posiblemente subrayadas por unos pocos golpes (Naval, 1988, 111). El paramento resultante del empleo del material con esta forma bastante regular ( Que resulta especialmente abundante en los términos de San Miguel de Cinca y Alcolea de Cinca.) puede resultar incluso de difícil distinguir del sillarejo (Ilustr. 64), nombre que recibe un sillar de pequeño tamaño y labra tosca. En cuanto al sillar -una piedra escuadrada y con todas o algunas de sus caras finamente labradas- su obtención es relativamente fácil debido a la abundancia de bancos de arenisca a partir de los que puede elaborarse sin dificultad (Naval, 1988, 102) y a pesar de ello, su empleo más común en los edificios analizados es como refuerzo en las partes más débiles como esquinas, pilares o marcos de vanos.( Solamente aparece conformado un muro en un lateral del Corral de Monte Pallarols aunque la existencia, al otro lado, del arranque de una bóveda también de sillería explica su pertenencia a un antiguo edificio, posiblemente una ermita, al que se ha añadido la paridera aprovechando de esta forma uno de los muros que se conservaban así como muchos de los sillares del resto de la edificación en los pilares que sostienen el cubierto.)

La forma de asentar los mampuestos puede ser en seco, es decir, directamente unos sobre otros sin ningún tipo de argamasa o mortero entre ellos, aunque ésta es la manera menos frecuente. El mejor ejemplo de esta modalidad es la Caseta la Levadura que está hecha, como me dijeron en Conchel, "solo con tosca de piedra".

Lo más corriente es encontrar asentadas las piedras sobre una capa más o menos gruesa de una argamasa que podía ser simplemente barro -arena o tierra humedecida con un poco de agua- mezclado a veces con paja, o suavizado con cal y en ese caso denominado "mortero de cal". Esta argamasa podía fabricarse, como me contaron en Fonz, a partir de la tierra que se conseguía de cavar los fundamentos.

La colocación de las piedras puede formar una mampostería ordinaria cuando los mampuestos de diferentes tamaños no se sitúan bajo ningún ordenamiento, puede además estar enripiada cuando se han insertado pequeños trozos de piedra o ripios en las juntas de mortero para calzar las piezas de mayor tamaño, o puede conformar una mampostería por hiladas en la que los tendeles -los lados largos de la caravista de cada piedra- están sensiblemente nivelados creando la sensación de unas hileras bastante regulares. Éste último tipo cuenta con un buen número de ejemplos entre las construcciones analizadas, especialmente abundantes en las zonas suroeste y noreste de la comarca. En algún caso ( Una caseta junto a la Loma de Fleta.) por otro lado, las piezas del paramento aparecen, además de ordenadas en hileras, dispuestas de manera oblicua al tratarse de cantos rodados de complicada conjunción entre si.

De cualquier manera, la estructura más común de los muros de estas construcciones es la de dos líneas paralelas formadas fundamentalmente por grandes mampuestos, cada uno de ellos con "la cara siempre para fuera", y entre ambas filas un relleno de piedras menudas y barro. 

(Ilustr. 65) Aspecto interior de un muro en el Corral del Fiscal.. 

Para esta conformación del muro, que facilita su rápida elevación y que garantiza una gran estabilidad, algunos albañiles solían acudir a la cantera de la que se extraía la piedra, como la Artiga Pallás en Fonz, y elegir las piedras de forma y tamaño adecuados que les permitiesen "adelantar" en la obra.

Y además de en los muros, la piedra es el un material necesario en otro tipo de elementos constructivos como pilares, bóvedas, contrafuertes, etc.

La tierra cruda

El adobe, o adoba como se conoce en la comarca, es un elemento de construcción de gran antigüedad y cuyo uso se ha prolongado en estas tierras hasta hace bien pocos años. De hecho, las excavaciones arqueológicas realizadas en Aragón testifican que ya en el Bronce Final, hace unos 3.000 años, la adoba está plenamente extendida y, tal como ha sucedido hasta nuestros días, los muros formados a partir de ella se levantaban sobre unos zócalos de piedra (Burillo, 1985, 114) que les proporcionaban estabilidad y les servían de protección frente a la humedad.

En zonas muy cercanas a la comarca de Monzón, sin embargo, se plantea la posibilidad de un uso de la adoba a partir de una época relativamente reciente y no muy anterior a la mitad del siglo XIX, momento a partir del cual sustituiría mayoritariamente el uso del tapial (Naval, 1988, 114-115). Sea o no de la misma manera en el área estudiada, lo cierto es que las construcciones, tanto parideras como casetas, levantadas a partir de adobas están bien representadas a lo largo y ancho de la comarca, no correspondiendo exactamente al material predominante en cada uno de los núcleos de población, en los que puede darse una preferencia concreta por la mampostería o por la adoba (Naval, 1988, 115).

En Fonz, el proceso de fabricación de este elemento, generalizado en su entorno, comenzaba con la adicción a la tierra de agua y paja y seguía con su posterior amasado. La paja era un componente fundamental de la futura adoba pues le proporciona al barro una estabilidad que disminuye su capacidad normal de contraerse y expansionarse según la diferente humedad del entorno. Y otro integrante muy importante es la inevitable gravilla del barro que, con su irregularidad, garantizaba la perfecta compenetración de las partículas de arena (Abad, 1997, 15). Al día siguiente de haber echado el agua, el barro se había empapado lo suficiente y era éste el momento adecuado para amasarlo, moviéndolo "un poco con el azadón" y "ya con la paja". Después, "tenía que estar un poco duro" para colocarlo dentro de un molde de madera, abierto por las dos caras mayores y que se apoyaba en el suelo, en el que tomaban forma dos adobas de medidas cercanas a los 40 cm. de largo, 20 cm. de ancho y 10 cm. de alto (Abad, 1997, 14). Cuando ya estaban formadas, las adobas se dejaban apoyadas al sol en una superficie plana y abierta, sobre sus lados largos durante uno a tres días. Luego se cambiaban de posición para dejarlas sobre los cantos "y ya se secaban del todo". La duración total del secado solía ser de unos cuatro o cinco días, al cabo de los cuales las adobas se amontonaban en pilas y ya se podían emplear.

Esta fabricación de las adobas podía ser realizada por los mismos albañiles o, tal como me relataron en Pueyo de Santa Cruz, podía haber tres o cuatro personas en el pueblo dedicadas a esta ocupación.

La forma en que se aparejan las adobas en todos los muros de carga elaborados con este material que se han observado en parideras y casetas de la comarca es la de juntas alternadas y a tizón. En ella se colocan las adobas sobre su superficie mayor y mostrando la cara de menor supeficie de la pieza. Al mismo tiempo se alterna la colocación de las junturas rellenas de barro en cada fila de tal manera que el hueco de unión entre una adoba y la situada a su lado quede justo encima y debajo del centro de la adoba correspondiente en la hiladas inferior y superior.

(Ilustr. 66).Muro de adobas a tizón en una caseta en Los Sosiles Bajos .

Unas contadas excepciones a esta forma de colocar las adobas son algunos tabiques que no cumplen una función de sostén en la construcción, algún fragmento superior de muro o algunos esquinazos y pilares insertos en el muro, que se han elaborado con un aparejo a soga (Ilustr. 67) en el que, aun manteniendo las juntas alternantes y las adobas apoyadas sobre su superficie mayor, éstas muestran su cara lateral de mayor superficie. Con ello, el grosor del muro puede disminuir hasta la mitad de los habituales treinta a cuarenta centímetros.

La accesibilidad de los materiales con que se elaboraban las adobas, así como la sencillez de su fabricación y de la edificación de muros con ellas, explican la abundante presencia de este material en las construcciones pastoriles de la comarca, aunque tampoco se pueden olvidar las inmejorables condiciones como aislante térmico de este aparejo (Gargallo, 1992, 44) que el mismo albañil de Fonz con el que hablé reconocía al considerar que "en verano aprieta mucho el sol y las paredes de barro aislan muy bien".

El tapial, conocido como tapiera en la mitad meridional de la comarca, es junto a la adoba el otro material formado por tierra cruda de las parideras estudiadas, ya que está completamente ausente de la totalidad de las casetas que he registrado.

Su uso se remonta en Aragón, como mínimo, a la época ibérica (Burillo, 1985, 115), es decir hace más de 2.500 años. Sus ventajas térmicas (Naval, 1988, 109) así como la solidez que proporciona, junto a la sencillez de su construcción, lo hizo desde el comienzo de su uso ideal para todo tipo de muros y especialmente los amplios y sin vanos (Abad, 1997, 23) como los de las parideras. En la comarca de Monzón, sin embargo, solo he podido rastrear su presencia en tres de las parideras estudiadas, lo que podría explicarse por la posibilidad ya aludida de una sustitución de este aparejo por la adoba a lo largo del siglo XIX, cuestión apuntada por algún estudio sobre la arquitectura popular de algunos pueblos de la comarca (Naval, 1988, 110) y corroborada por alguno de los testimonios orales recogidos, como uno de Pueyo de Santa Cruz. En esta misma localidad me describieron la antigua y difundida técnica de construcción a base de la tapiera. Se preparaba un encofrado de tablones reforzado por tirantes para que no cediera y "se echaba tierra húmeda con algo de paja para que no se agrietara". La coherencia de esta tierra se conseguía con los golpes que un hombre situado sobre ella le daba con un mazo que, al acomodarla al encofrado, iba ajustándola al grosor de los muros (Naval, 1988, 105). Cuando habían acabado una parte, "lo dejaban cuatro o seis días y a meter otra tablonada", aumentando de esta manera la altura del muro. Cada vez que el encofrado se retiraba, se quitaban los rollos sobre los que se apoyaba y que dejaban, por tanto, unos agujeros que perforaban el muro y que se cerraban posteriormente (Naval, 1988, 107) pero que, con el paso de muchos años, han quedado de nuevo a la luz en algunos muros. 

(Ilustr. 68).Muro de tapiera en la Paridera de la Punta.

Al igual que ocurría con la mampostería, en el tapial también está perfectamente reflejado el material del que se compone el suelo del entorno de cada construcción y, de esta manera, las diferencias son evidentes entre el color y la textura de la tapiera de dos parideras de Alcolea de Cinca, marrón y con abundante gravilla, y la tapia de una paridera de Fonz en la zona de La Chesa, exclusivamente de ches y, por tanto, de un peculiar color blanquecino y de una textura rugosa a causa del desgaste por parte del aire y la lluvia (Ilustr. 69).

La tierra cocida

El ladrillo antiguo, de tipo macizo, es un material de construcción que, en la comarca de Monzón, aparece vinculado a casas y edificios de singular importancia (Naval, 1988, 116) y que, por tanto, presenta una significativa ausencia como elemento principal de las construcciones pastoriles que he analizado. Este hecho fue confirmado por el llamativo contraste entre el testimonio del albañil de Fonz con el que hablé, "aquí nunca se ha usado el ladrillo", y las casas palaciegas del casco urbano de la citada localidad levantadas a base precisamente de este mismo material. En los corrales y casetas de la comarca, en cambio, el ladrillo macizo ha tenido un empleo significativo en ciertos elementos y partes destacadas de la construcción como jambas y dinteles de puertas, arcos, pilares, aleros, etc.

Su elaboración, de la que no he recogido testimonio alguno en esta zona pero que debió de producirse en ella con toda seguridad, comenzaba con la selección de la tierra. Una vez bien cribada, se amasaba y, con la ayuda de un molde, se daba forma a los futuros ladrillos que, durante varios días se secaban al sol y, después, se introducían en un horno para ser cocidos (Gargallo, 1992, 45). La ventaja fundamental de la tierra cocida frente a la cruda deriva de su escasa dilatación y su corte más preciso que la hacían ideal para construcciones más exigentes (Abad, 1997, 37) o, como en el caso de la arquitectura pastoril, para las partes más comprometidas de las construcciones.

Las tejas, otro elemento de gran importancia en las construcciones antiguas tenían un uso fundamental como material de cubrición en los tejados aunque podían utilizarse igualmente en otros lugares como el remate de muros exentos o las zonas de unión entre diferentes paramentos. Su fabricación requería estirar la capa de tierra húmeda hasta dejarla con un espesor de unos 2 cm. Después se recortaba de nuevo con un molde de forma trapezoidal y se le daba la forma curva a cada pieza asentándola sobre un tronco limado para después, al igual que los ladrillos, ser cocidas en el horno (Abad, 1997, 39).

En la actualidad, el uso de las tejas de tierra cocida artesanalmente ha desaparecido por completo de las nuevas construcciones pastoriles, al igual que ha ocurrido con los ladrillos macizos. Otro tipo de ladrillo, sin embargo, de fabricación industrial, comenzó a usarse a partir de la década de 1950 en la arquitectura doméstica de la comarca y, al mismo tiempo, en sus edificios de uso pastoril. Esta fecha fue aportada por el testimonio del albañil de Fonz así como por un pastor de Pueyo de Santa Cruz que recordaba haber levantado la cuadra de su antiguo corral ya en ladrillo hueco "hace cuarenta y dos años" -hacia 1957- y eso que "aquí ya se llevaba años construyendo con eso". También contamos en la Paridera de Ollés con una inscripción (Ilustr. 38), la más antigua incisa sobre un añadido de ladrillo hueco, que indica la fecha de "1964".

El uso de estos ladrillos huecos parece que debió de ocupar algunas décadas entre la introducción de los nuevos materiales estandarizados y la generalización del bloque de hormigón que, en la actualidad, es el que se emplea de manera general en todas las nuevas construcciones pastoriles que he podido encontrar. De hecho, el paramento de ladrillo hueco se considera hoy en día más apropiado para la construcción de tabiques -también se le llama ladrillo tabiquero o tabicón- y en absoluto para muros exteriores, y menos todavía si carecen de revoco, pues su comportamiento como cerramiento exterior es mucho peor  que el de los materiales tradicionales así como el de

(Ilustr. 70) Muro del raso de la Paridera de la Punta.

su sustituto, el bloque de hormigón. A pesar de ello, es relativamente frecuente en corrales y algunas casetas, mayoritariamente en ampliaciones y reparaciones (Una excepción es la caseta situada cerca de la Acequia Principal de Valcarca, construida íntegramente en ladrillo hueco aunque revocada con mortero de cemento. ) y no solo en los muros sino también en otros elementos como contrafuertes, pilares, jambas o remates de muros exentos.

El hormigón

El último de los materiales que forma parte fundamental de los muros de muchos corrales es el bloque de hormigón vibrocomprimido, también conocido de manera inexacta como bloque de cemento, y usado igualmente en zócalos, contrafuertes, pilares y jambas. Otro importante formato que toma este material es el hormigón armado, elaborado durante la obra o prefabricado, que se encuentra bastante presente en vigas, pilares y cadenas.

Todas las parideras recientemente construidas y buena parte de las reparaciones y ampliaciones de las anteriores se han realizado a partir del bloque de hormigón. En cuanto a las casetas, solo he encontrado una levantada a base de bloque de hormigón, lo que certifica el parón que se ha producido en la construcción de esta tipología antaño tan abundante y que, no solo en relación a lo pastoril, ha perdido sus antiguos usos.

Las ventajas de ese aparejo fabricado a partir de agua, arena, cemento y grava derivan de que, en la actualidad, es el material de construcción más barato y, por tanto, más accesible de los empleados. Es, además, más resistente que el ladrillo hueco en el exterior ya que al ser menos poroso aguanta más la acción del agua y el hielo y, por otro lado, supone un ahorro de faena en la obra gracias a su mayor tamaño que permite levantar mayores superficies de muros con menor número de piezas, materiales complementarios, esfuerzo y tiempo total. Uno de sus inconvenientes, sin embargo, que tiene una especial incidencia en las construcciones para guardar ganado es su baja capacidad de aislamiento térmico. Sobre esto, algún pastor opinaba de manera contundente que "el cemento pa los animales ni pensarlo" y proponía el uso de otro tipo de material similar pero más aislante, el bloque de cerámica o termoarcilla, que ya se ha usado en la comarca para la construcción de alguna granja para cerdos.

Tanto estos bloques de hormigón como los anteriormente mencionados ladrillos huecos fueron colocados desde sus primeros usos con una argamasa diferente a la tradicional y que incorporaba a su vez componentes provenientes de la fabricación industrial. Se trata del llamado mortero de cemento ( También se utiliza este mortero como revoco. ) compuesto por agua, arena y cemento y al que también se le podía añadir en algún caso cal hidraúlica con lo que "era más compacto y se pegaba mejor". Este cemento, así como la cal, ya se empezaron a conseguir, según me contaron en Fonz, en los almacenes de construcción de Monzón y Barbastro. El momento en concreto que debió de comenzar a ser utilizado coincide una vez más con la llegada generalizada de los nuevos materiales, la década de los años cincuenta. Estas fechas resultan ratificadas por testimonios orales así como por las primeras inscripciones con fechas sobre revocos de mortero de cemento: en la caseta del Cordel de Castejón del Puente, "1947", y en una reparación de la Paridera de Mombrún, "1953".

Otros materiales

Cumpliendo el papel de los materiales ya comentados, encontré asimismo algunos otros como la valla metálica, los palés y otros elementos reutilizados como parte de vallados situados sobre los muros externos de los rasos o como límites de superficies valladas anexas a algunas parideras. También de un uso relativamente moderno son el material plástico y el cristal en las ventanas, el fibrocemento ( Más conocido por uno de sus nombres comerciales, la uralita.) como material de cubrición más empleado en la actualidad, la chapa en tabiques, puertas y cubiertas o el acero en cerchas y viguetas. Otros tipos de metal también aparecen en construcciones antiguas en forma de bisagras, cerrajas y rejas que se encargaban de fabricar los herreros que existían en la mayoria de las poblaciones.

La cal es otro material muy presente en estas construcciones ya que puede no solo formar parte de la argamasa y de los revocos, sino que además se usaba "para blanquear paredes, las protege y desinfecta mucho". En Fonz me contaron que a "la cal le cuesta cien años fraguar" y que "cuantos más años tiene, mayor es su resistencia". Su elaboración se realizaba antiguamente en la misma comarca. El material a partir del cual se fabricaba, la "piedra de cal", podía conseguirse en las orillas del río Cinca. Se trataba de piedras calizas que se encontraban entre los cantos que el río arrastraba desde las zonas pirenaicas y prepirenaicas con abundancia de ese material y que se recogían en nuestra comarca en la forma de "una rechola d'estas pllanas, un poco blanca". También en la zona de Fonz existen todavía varias canteras que extraen piedra caliza, "la cantera de aquí es toda piedra de cal". Esta obtención de piedra caliza era una condición previa que determinaba en general la elaboración de la cal en una zona determinada, a la que había que añadir las elevadas temperaturas y el largo tiempo necesario para la cocción, por lo que este trabajo era una faena de personas especializadas (Abad, 1997, 42-43 y Dieste, 1995, 12).

En la actualidad ya no hay nadie en la comarca que continúe fabricando la cal a la manera tradicional ( Contamos con la reciente aparición de un artículo que describe con detalle este proceso de fabricación de la cal en un pueblo de la Hoya de Huesca (MONESMA, 1999, 55-60).) aunque me informaron que "en Balbastro había un horno de cal que hacían hasta hace poco". Una vez fabricada según el modo tradicional o, tal como ocurre en la actualidad en los procesos de carácter industrial, la cal se presenta en unos "tormos" que "hay que poner en agua para que hierva" mientras "se revuelve con el palo" para poder ser utilizada en el encalado de paredes.

El yeso también aparece en diversos elementos como revocos, pavimentos, asentamiento de rejas y vigas en los muros y, entre madero y madero, como recubrimiento de la parte inferior de los cañizos de algunos forjados de planta y cubiertas. Su proceso de fabricación, que presenta ciertas similitudes con el de la cal (Dieste, 1995, 12), se veía facilitado en la comarca gracias a la abundancia de la piedra de yeso que constituía su materia prima. Como particularidad de este proceso hay que reseñar la necesidad de triturar las piedras resultantes de la cocción en el horno y su posterior criba (Abad, 1997, 42).

Los dos últimos materiales que no pueden dejarse de lado en este somero enunciado tienen un origen vegetal. El primero de ellos es la madera, presente en puertas, ventanas, dinteles y, especialmente, en forma de vigas en escaleras, forjados de planta y cubiertas. Estas vigas procedentes de los relativamente escasos árboles de la zona, chopos y pinos sobre todo, podían desbastarse de una manera sencilla y usarse en forma de rollizos o, con las herramientas apropiadas, se escuadraban hasta conseguir unas vigas de sección cuadrangular o rectangular.

El cañizo es otro material imprescindible en algunas escaleras y, en todos los casos, en los forjados de plantas y las cubiertas de las construcciones antiguas estudiadas. Los cañizos presentan la forma de una "pieza de 200 por 80 centímetros" (Ilustr. 71) y están "hechos por el cañizero" que, antaño, era un oficio relativamente abundante en muchos pueblos del Alto Aragón. Su proceso de fabricación contaba con varias fases como el arrancado de las cañas, el pelado, la puesta a remojo, la partición mediante una pieza puntiaguda de madera y el trenzado final (Andolz, 1998, 41-42) de las varillas resultantes de la partición de las cañas.

 

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