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CONSTRUCCIONES PASTORILES EN LA COMARCA DE MONZÓN                                                       Felix A. Rivas

 

 Cubiertas

La cubrición de las superficies que no quedan al descubierto dentro de las construcciones pastoriles -casetas y cubiertos de los corrales- es uno de sus elementos fundamentales encargados no solo de solventar unas necesidades de resguardo y protección del interior frente a las inclemencias del exterior sino también de asegurar en la medida de lo posible la durabilidad del edificio, ya que la protección que ejerce la cubierta afecta en la misma medida tanto a las personas y animales que hacen uso del edificio como al edificio mismo.

Al igual que ocurría al tratar de los muros, existen una serie de arquitecturas alternativas que evitan la construcción de cubiertas como las cuevas o la excavación de pequeños refugios en bolos de arenisca. Dejando a un lado estos ejemplos, los tipos de cubierta que presentan las casetas y cubiertos de corrales de la comarca responden a tres tipos claramente diferenciados: de falsa cúpula por aproximación de hiladas, de bóveda de cañón, y de vigas y material de cubrición, el más abundante con diferencia de los tres.

La primera de estas cubiertas, la de falsa cúpula por aproximación de hiladas, únicamente se da en la Caseta la Levadura (Ilustr. 48). Este tipo de cubierta, tal como ya se trató en el estado de la cuestión introductorio, pertenece en general al ámbito mediterráneo y, en Aragón, está presente alrededor de tres focos principales: Pirineos, Maestrazgo y sierras exteriores pirenaicas.(Sería necesario una prospección más sistemática ya que, además de ésta de Conchel, he podido encontrar alguna otra en la comarca de Monegros, por ejemplo.) Quizá en relación con este último foco se encuentre este ejemplo tan raro en la comarca que algunos pastores, al ver la foto que yo solía llevar a las entrevistas, negaban en principio que fuese de la zona y la identificaban con otras casetas parecidas que habían encontrado en sus itinerarios trashumantes por las altas comarcas pirenaicas. Esta relación con los ejemplares cercanos de la mitad septentrional del vecino Somontano de Barbastro, (Y otra posibilidad sería que estuviera relacionada con los modelos pirenaicos de valles ganaderos cuyos rebaños pasaban el invierno en el Cinca Medio.) de cualquier manera, habría que comprobarla en cuanto al tipo de caseta puesto que en aquella comarca, al menos por los ejemplos que yo he podido observar, parece más frecuente un tipo de caseta de falsa cúpula en la que la solución de la cubierta es bastante diferente a la de Conchel. En ésta, al presentar una perfecta planta circular, la falsa cúpula arranca directamente del muro inferior sin necesidad de ningún elemento que haga de transición y careciendo de un material adicional de cubrición ya que las propias piedras que forman la falsa cúpula sobresalen al exterior formando el "tejado". De igual manera que el muro inferior, la falsa cúpula está construida en piedra seca a base de mampuestos de considerable tamaño que se van colocando mostrando sus dos caras más cortas al interior y exterior, formando al interior un voladizo cada hilera sobre la inferior y haciendo de esta manera las piedras superiores de contrapeso de las inferiores, cerrándose el círculo (Ilustr. 100) conforme va subiendo la estructura, y quedando su peso bien repartido y equilibrado.

La presencia de las boltas con sus características bóvedas de cañón probablemente sea la nota más peculiar de las soluciones arquitectónicas empleadas en las casetas de la comarca de Monzón. Estas bóvedas, que suelen ser de tipo rebajado, se forman a partir de lajas alargadas de yeso que se colocan de manera paralela (Ilustr. 81) al sentido de los muros mayores sobre los que descargan, quedando de esta manera el muro frontal o hastial (Ilustr. 90) prácticamente libre de la función de sostén de la cubierta, y siendo sustituida la pared del fondo del todo o en parte por una zona excavada en el talud, "están metidas dentro de la tierra" me contaron en Fonz. Otra de las notas más destacadas de estas cubiertas es su carencia de un material de cubrición elaborado ya que siempre están rematadas por tierra, "con tierra de buro que no filtre el agua" como me dijeron en Fonz, sobre la que pueden crecer algunas matas de hierba. En su aspecto exterior, este tipo de cubiertas pueden variar ligeramente. Entre las boltas analizadas, las más comunes son de un tamaño pequeño y aparecen unidas a un talud posterior. En un caso particular, sin embargo, la caseta adquiere un tamaño excepcional quedando de esta manera casi totalmente exenta (Ilustr. 101). Otro ejemplo destacado es el de la Caseta de Polo, una bolta de planta cuadrada y cuya cubierta se resuelve al exterior mediante un arco de medio punto rebajado para cada uno de los lados sobre los que apoya.

Este tipo de caseta con cubierta de bóveda de cañón también es común en todo el ámbito mediterráneo y, al parecer, dejó de construirse alrededor de la década de 1920. Su principal función era dar cobijo tanto a labradores como a los animales que utilizaban en las labores del campo (Rovira, 1999, 186).

Su procedimiento de construcción, a cargo de los albañiles del pueblo o de los propios futuros usuarios, tenía mucho de original, tal como se conoce de una localidad de la cercana comarca de La Llitera (Rovira, 1999, 186). En primer lugar se levantaban las dos paredes laterales hasta alcanzar un metro de altura, después se llenaba de tierra su interior hasta presentar la forma abombada de la futura bóveda. Entonces se construía la bóveda y, una vez acabada, se sacaba la tierra del interior para aprovecharla, a su vez, en el refuerzo de los laterales y en la impermeabilización de la cubierta. Finalmente, la obra se concluía con las paredes delantera o hastial y, en el caso de que la tuviera, trasera.

La adscripción de este tipo de solución arquitectónica a la zona de la comarca con presencia de yeso en su suelo es, a mi parecer, una de las cuestiones de mayor interés en la arquitectura popular de la comarca y viene confirmada tanto por los testimonios recogidos de los pastores ("solo están donde el suelo es de yeso", "en la zona de La Chesa", "en terreno de chesa") como por la ubicación de todos los ejemplos encontrados en la franja que forma el núcleo yesífero del anticlinal de Barbastro a lo largo de Castejón del Puente, Almunia de San Juan y Fonz. (Me han hablado de ejemplos similares en la continuación de esta franja yesosa a la altura de Tamarit de Llitera, hay referencias bibliográficas sobre otros en Albelda (ROVIRA, 1999) y Altorricó (ROVIRA, 1998), y he podido encontrar algún otro ejemplo de este tipo de cubiertas, de gran prestancia, en otras zonas de Aragón con presencia mayoritaria de yeso en su suelo como la parte meridional de los Monegros.) A falta de una investigación más específica, parece interesante intentar adelantar alguna razón que pudiera explicar el porqué del condicionamiento del material del suelo para la existencia de una fórmula arquitectónica determinada como en este caso la bóveda de cañón. Quizás esta explicación pudiera tener que ver con la escasez de vegetación arbórea en estas zonas que dificultaría la adquisición de maderos procedentes de troncos de árboles para la elaboración de las cubiertas a base de vigas de maderas o tal vez también con las propiedades impermeabilizantes del yeso que permitirían fabricar bóvedas de cañón sobre las que únicamente sería necesario un cubrimiento de arena para garantizar el aislamiento del interior.

La fórmula usada de manera abrumadoramente mayoritaria entre las casetas y los cubiertos de los corrales de la comarca para resolver sus cubiertas es la de una sucesión en altura de tramas hasta alcanzar la cubrición total de la superficie de la construcción. En las casetas y los cubiertos de la arquitectura popular, estas tramas consisten ineludiblemete en una primera de vigas de madera separadas y paralelas entre sí, provenientes de troncos de árboles de entorno, una segunda más tupida formada por cañizos, de fabricación artesanal y sujetos con clavos a los maderos, una penúltima de barro, que puede faltar en algunos ejemplos sobre todo de casetas, bien por haberse perdido con el paso del tiempo o bien por colocar directamente la tradicional capa de teja, la última del sucesivo entramado, directamente sobre los cañizos, al igual que se hacía en las viviendas según el testimonio del albañil entrevistado, en lugar de sobre el barro (En todo caso, ambas posibilidades aparecen ya recogidas en la comarca (Alvar, Llorente y Buesa, 1979-1983, lám. 1124) junto a una nueva modalidad que no he podido encontrar durante mi trabajo de campo, el asentamiento de las tejas directamente sobre tablillas en Pueyo de Santa Cruz.) que, en las construcciones que he analizado, era lo más corriente. La última de las capas es la de tejas árabes, fabricadas con toda seguridad en tejerías situadas en la propia comarca o en sus aledaños, y cuyo uso parece ser que se generalizó en el ámbito rural altoaragonés solo a partir del siglo XVI por lo que puede especularse que el tipo de cubierta anterior, formado por ramas y tierra (Naval, 1988, 130) se continuaría usando hasta hace no muchas décadas en la comarca de Monzón (Y además compartiría el material de cubrición final, la tierra, con las muestras conservadas de boltas en la franja norte de la comarca), tal como se recoge en un testimonio oral recogido en Santalecina, en concreto a base de buro amasau (Alvar, Llorente y Buesa, 1979-1983, lám. 1113).

La variante más sencilla y extendida entre la estructura sustentante de vigas de madera es la que se compone únicamente por maderos, apoyados en cada uno de sus extremos sobre sendos muros de altura desigual y sobre los que apoyan las placas de cañizo. Este sistema, que en varios ejemplos (Como en la caseta de la Paridera de Mombrún.) se complementa por otra viga de madera denominada técnicamente correa y dispuesta de manera transversal a las demás a la altura de su mitad con el fin de aumentar la solidez de la estructura, es el que aparece en todas las construcciones cubiertas por tejado de una caida. Entre las construcciones analizadas, todos los cubiertos de los corrales pertenecen a este tipo y, entre las casetas, se reparten a la mitad entre las que tienen una vertiente y las de dos vertientes. Entre estas últimas, el muro de mayor altura sobre el que se apoyaban los extremos superiores de las vigas en las cubiertas de una vertiente se ve lógicamente sustituido por una nueva viga, el piletón (Ilustr. 102), situada inmediatamente debajo de la arista superior del tejado y que recibe el asiento de los extremos superiores de las vigas de madera de ambas vertientes del tejado. En ocasiones este piletón, cuya solidez y buena conjunción con los muros resulta fundamental para el mantenimiento de la cubierta y por tanto de toda la construcción, puede verse reforzado por una pequeña traviesa, en algún caso de ladrillo hueco entre adobas, que reparte mejor su peso sobre el muro, o por el muro de separación entre las dos dependencias de la caseta, sobre el que descansa, en caso de que la construcción aparezca dividida de esta manera. Otro elemento de apoyo para la viga de cumbrera es el jabalcón, que aparece en la caseta de una paridera junto al Valle del Castillo. Este elemento consiste en un pequeño madero situado de forma diagonal en el ángulo entre un piletón y el muro para evitar que la viga superior llegue a flexionarse al recibir el peso de toda la cubierta (Los jabalcones aparecen de nuevo en un antiguo pajar, utilizado en la actualidad como corral en las afueras de Valcarca, aunque situados esta vez entre la viga de cumbrera y un pilar central de ladrillo macizo.) que, en este caso, es especialmente considerable por la longitud de sus vigas.

Otro punto fundamental es el buen encaje del extremo inferior de la vigas de madera con el muro sobre el que apoyan. En este caso, los maderos pueden apoyar directamente en el muro, estar asentados con mortero de arena, yeso o cemento, o -y es éste el ejemplo más destacado- descansar sobre una tabla de madera incrustada a lo largo del extremo superior del muro,

(Ilustr. 103) Solera en el interior de una caseta en Los Sosiles Bajos.

denominada solera, y que hace funciones de lo que en arquitectura se denomina durmiente: repartir de manera más uniforme el peso de las vigas a lo largo del muro de carga. En otro caso (La Caseta de Corvinos.), además, la parte superior de un muro de adobas estaba reforzada por una hilera de ladrillo macizo y otra de adoba a soga, tal vez para robustecer esta parte del muro cercana al contacto con la cubierta.

También hacia el interior, lo más común es dejar al aire la estructura formada por los maderos y los cañizos aunque en algún caso podía enyesarse, "cuando la teja estaba puesta", el espacio que quedaba entre madero y madero, tal como se aprecia en un único ejemplo.(Una caseta junto al Camino del Tozal Gordo.)

Hacia el exterior, aparte de la extendida ordenación de las tejas en hileras alternantes entre las puestas boca arriba o canales y las boca abajo que solapan en parte a las anteriores, lo más destacado es la relativa frecuencia con que aparece una hilera de grandes piedras que pueden situarse sobre la fila superior de tejas (Ilustr. 86) o sobre todo el contorno del tejado (Ilustr. 72) y cuya finalidad es impedir que el viento levante o desplace las tejas más exteriores, las más vunerables del conjunto de la techumbre.

Una variante específica dentro del análisis de las cubiertas de las construcciones pastoriles la constituye el modo de resolución del apoyo del extremo inferior de las vigas de la techumbre en el caso de los cubiertos de los corrales, ya que para poder ofrecer un vano que abarque todo el frente de la cuadra que da al raso, con la finalidad de facilitar el movimiento del ganado entre ambas dependencias de la instalación, ha de sustituirse el muro de carga habitual por una serie de pilares, ya analizados, sobre los que apoyan unas vigas especialmente robustas que, a su vez, recibirán el peso de todos los maderos de la cubierta que siguen la dirección de la vertiente. Así, mientras en las construcciones antiguas son grandes maderos escuadrados o en forma de rollizos desbastados, menos abundantes, los que se apoyan sobre los pilares, en las parideras modernas en cambio la madera se ha sustituido como en tantas otras ocasiones por otros materiales industriales como la vigueta de hormigón o de metal.

También es significativa la manera en que los maderos del techo se aseguran sobre estas vigas trasversales ya que aunque lo más corriente es que no cuenten con ningún sistema especial, pueden presentar una muesca que los fije o unas cuñas de madera que ajusten tanto por debajo como por arriba. Por último, estas vigas de los frentes de los cubiertos pueden aparecer machembradas (Ilustr. 85) a base de dos cortes en ángulo que las hace solaparse perfectamente y prestar, de esta manera, mayor solidez a la cubierta.

Entre las cubiertas de estructura moderna, sobre las que realizaré un corto repaso, la variedad de soluciones que acabamos de encontrar en las antiguas se queda reducida, de nuevo, en favor de unos nuevos materiales muy versátiles, prácticos y baratos para las actuales técnicas y procesos de construcción. Estos materiales son en concreto el hormigón en las viguetas y cerchas, el acero en estos dos mismos elementos aunque bastante menos abundante y, como material de cubrición, la poco frecuente chapa y el siempre abundante fibrocemento (Ilustr. 83) que en ocasiones se sostiene sobre materiales modernos y, otras muchas veces, sobre los mismos rollizos de madera de las cubiertas tradicionales. Gracias al empleo de estos materiales, la evolución estructural de las cubiertas de casetas y cubiertos de corrales ha derivado en una mayor simplificación al quedar reducida la suma de tramas superpuestas a únicamente dos, las vigas y el material de cubrición que se instala directamente sobre ellas. Otra diferencia consiste en el cambio que suele experimentarse en la posición de las vigas, especialmente en los cubiertos de las parideras, ya que si anteriormente apoyaban sobre el muro de carga trasero y los pilares de la parte delantera, en las construcciones modernas con la reducción de los puntos de apoyo, las vigas se colocan habitualmente de manera paralela al frente del cubierto apoyando sobre otras trasversales a las anteriores y que descargan sobre los pilares del frente y sobre unos puntos determinados del muro trasero. Una última novedad es el cambio del sentido habitual de la vertiente en los cubiertos de los corrales que, como ha ocurrido en otras comarcas (Rivas, 1997, 83), no dirige el agua de lluvia hacia el interior del raso sino hacia el exterior del corral, al contrario que en las parideras antiguas para las que el estiércol tenía una gran importancia como abono de los campos y que, en algún caso, tenían que llegar a instalar un agujero de desagüe en la parte más baja del raso para evitar excesivas concentraciones de agua. Por ello en algunas parideras modernas ha habido que instalar canaleras y sistemas de desagüe, también en el caso de que un cubierto de dos aguas vertiera una de ellas ineludiblemente hacia el corral descubierto. En algún caso concreto (El Corral de Monte Pallarols.) incluso se ha impermeabilizado a base de mortero de cemento el suelo que recibía el desagüe del tejado en el exterior, para prevenir las fallas en la base de ese lateral del cubierto.

En general, las construcciones populares se caracterizan frente a las de la "arquitectura culta" por la preferencia de lo útil frente a lo decorativo, preferencia que aparece incluso más pronunciada en unas construcciones aisladas, secundarias y con una única finalidad laboral como las pastoriles. Este hecho queda claramente demostrado, al contrario de lo que ocurre en muchos edificios populares de viviendas, en el detalle de la resolución del encuentro entre los muros exteriores y la cubierta, es decir, en el alero, conocido en la comarca de Monzón como ráfil. Frente a su utilidad como fuente de prestigio para los propietarios de algunas casas en las poblaciones, en las construcciones pastoriles el ráfil cumple una doble e importante función como protector de la superficie exterior de las paredes ante el desgaste producido por el arrastre del agua de lluvia y como elemento que aporta solidez en el engarce estructural entre el muro y la cubierta.

(Ilustr. 104) Aspecto exterior de una caseta junto a la carretera entre Monzón y Almunia de San Juan.

 

Para ahorrar cualquier complicación constructiva su dimensión nunca será muy importante -en Fonz me hablaron de "ocho centímetros de voladizo"- y su solución priorizará siempre la sencillez. Uno de los ráfiles más abundantes, y por tanto más sencillos, es el compuesto por una simple hilera de ladrillos macizos (Una curiosa variación de este tipo de la imposta de ladrillos es el que se forma gracias a una segunda vertiente compuesta por una sola hilera de tejas y cuya función es asimismo la de una mayor protección del muro de más altura (Ilustr. 82).) que, en algunas ocasiones son sustituidos por ladrillos huecos planos o complementados por una tabla superior. O el formado simplemente por el extremo de las placas de cañizo que forman parte de la estructura de la cubierta (Ilustr. 105). En este útimo caso, es el extremo de las vigas de madera -o canete- lo que sostiene y asegura el fragmento de cañizo que actúa como alero, aunque también se pueden añadir unas tablillas cuya función es únicamente prestar una mayor consistencia a esta estructura saliente. Otros tipos mucho menos frecuentes de rafes son los formados por una tabla como sustentante (En la caseta antigua de la Paridera de la Roya.), el de lajas de piedra (En la caseta de la Paridera de los Lunas.), el formado por una fila de tejas colocadas con la parte cóncava hacia abajo y aseguradas con mortero de arena (En la caseta del Corral de Balero.) y el más simple de todos, o falso alero (Como el de la Caseta de Almuzara.)(Abad, 1997, 74), en el que las mismas tejas de la hilera inferior, o el final de la placa de fibrocemento, forman un corto voladizo sobre el muro.

La colocación de estos aleros puede variar desde uno a los cuatro costados de la construcción y otro de sus detalles más interesantes suele aparecer en sus ángulos del muro de menor altura ya que suelen estar compuestos por varios ladrillos superpuestos tomando una forma en cuña para asegurar la conjunción entre los dos muros perpendiculares y la esquina de la cubierta, o presentar algún otro elemento como una placa de metal con ese mismo fin de refuerzo.(Como en una caseta en el Vedau.)

 

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