CONSTRUCCIONES PASTORILES EN LA COMARCA DE MONZÓN Felix A. Rivas
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La borda
Podría definirse la borda como un edificio auxiliar y aislado cuya función es la de servir de refugio a personas y animales, aunque este mismo término es muy empleado para designar la construcción de carácter exclusivamente agrícola que preside la era de trilla (Garcés, Gavín y Satué, 1991, 97, 164 y 187 y Krüger, 1995 a, 108-109 y 117-118). El tipo de construcción de carácter agropastoril al que se refiere, se define asimismo por dividirse en vertical en dos pisos superpuestos, de los cuales el primero serviría de cuadra o corral y el segundo como almacén de forraje y dormitorio (Acín, 1990-1991, 19, Alvar, Llorente y Buesa, 1979-83, lam. 617 bis, Baselga, 1999, 137, Bernad y Castellanos, 1982, 45, Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 571 y 572, Flores, 1973, 292, Garcés, Gavín y Satué, 1991, 99, Lisón, 1984, 36, Pallaruelo, 1988, 151 y 153, Pallaruelo, 1993, 48, Quintana, 1997, 296, Rábanos, 1993 a, 18, Satué Sanromán, 1997, 50 y Violant, 1989, 160).
Esta separación entre animales y personas (Acín, 1992, 35) en los dos pisos ya se ha presentado como uno de los estadios en la evolución de la casa pirenaica (Ballarín, 1972, 47, Bernad y Castellanos, 1982, 44-45, Garcés, Gavín y Satué, 1991, 45 y 97, Krüger, 1995 b, 11, Pallaruelo, 1988, 164 y Satué Oliván, 1983). Al parecer, durante mucho tiempo (Violant, 1989, 162) este tipo de construcción (Ilustr. 8) constituyó la vivienda habitual pirenaica hasta aproximadamente el siglo XVII (Satué Oliván, 1983). Otros autores hablan de su antiguo empleo estacional que, en algunas ocasiones, llegó a hacerse permanente siendo así el origen de algunos pueblos como Las Bordas, Labuerda, etc. (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572). En Serrablo conocemos, gracias a las fechas inscritas en las placas que conservan, el periodo en el que se construyeron la mayoría de estas bordas: fue a mediados del siglo XIX y se debió a un incremento demográfico y de las cosechas (Garcés, Gavín y Satué, 1991, 98). Hoy en día, las bordas han perdido su carácter polivalente de refugio para personas y animales y, en general, su función actual es únicamente la de cuadra y pajar (Flores, 1973, 292).
Respecto a la posible orientación de las bordas, parece ser que algunas siguen una alineación este-oeste (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 571 y 572). Su ubicación siempre se encuentra en una pendiente con el objetivo de facilitar el acceso a su piso superior (Bernad y Castellanos, 1982, 45 y 51, Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572, Garcés, Gavín y Satué, 1991, 99, Lisón, 1984, 38, Pallaruelo, 1988, 152 y 154, Rábanos, 1993 a, 18, Rábanos, 1996, 34 y Satué Sanromán, 1997, 50).
Algún autor afirma que su distribución se limita a los altos valles pirenaicos (Pallaruelo, 1988, 155 y Pallaruelo, 1993, 48) pero existe alguna otra descripción de este mismo tipo de borda como refugio mixto para ganado y personas en zonas prepirenaicas (Satué Sanromán, 1997, 50). En los altos valles, esta construcción está muy ligada a la abundancia de prados de siega (Bernad y Castellanos, 1982, 45) y a un tipo de poblamiento altamente concentrado (Pallaruelo, 1988, 155 y Pallaruelo, 1993, 48).
De planta rectangular (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572, Garcés, Gavín y Satué, 1991, 99, Pallaruelo, 1993, 48, Rábanos, 1993 a, 18, Rábanos, 1996, 34 y Satué Sanromán, 1997, 50) o cuadrada (Acín, 1990-1991, 19, Acín, 1992, 35 y Acín coord., 1985, 89), la borda suele estar construida en piedra de mampostería (Acín, 1990-1991, 19, Acín, 1992, 35, Acín coord., 1985, 89, Baselga, 1999, 137, Bernad y Castellanos, 1982, 45, Pallaruelo, 1988, 154 y Pallaruelo, 1993, 48) que suele carecer de revoco alguno (Baselga, 1999, 137 y Bernad y Castellanos, 1982, 54) y presentar los esquinazos a base de sillares toscamente labrados (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572, Garcés, Gavín y Satué, 1991, 99 y Satué Sanromán, 1997, 50). También puede ser de otros materiales como adobe o cañizos recubiertos de argamasa (Acín, 1990-1991, 19, Acín, 1992, 35 y Acín coord., 1985, 89) e incluso se conoce un caso de borda troglodita (Pallaruelo, 1988, 156). En los últimos años estos materiales se han visto acompañados por el cemento (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572).
La adecuación de los dos pisos de los que se compone la borda para sus respectivas funciones, como alojamiento para animales para el inferior, y almacén y dormitorio el superior, se ve reflejada en los elementos que presentan interiormente. La planta baja contiene los pesebres (Pallaruelo, 1988, 154) y puede estar dividida en varios departamentos para separar el ganado por medio de tabiques de obra o madera (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572 y Lisón, 1984, 36). También puede contar, al igual que ocurre en el cubierto de algunos corrales, con un cuarto protegido para guardar ovejas viejas, débiles y para facilitar el ahijamiento de un cordero (Lisón, 1984, 36). Entre ambos pisos se sitúa un suelo que suele ser de tablas o losas de piedra (Bernad y Castellanos, 1982, 45) sostenidas sobre vigas de madera (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572, Pallaruelo, 1988, 154 y Pallaruelo, 1993, 48) aunque se conocen otros materiales en este suelo como el yeso o, más modernamente, el cemento sobre vigas de hierro (Lisón, 1984, 37). En él hay unas aberturas o trapas (Baselga, 1999, 137, Lisón, 1984, 37, Pallaruelo, 1988, 154 y Pallaruelo, 1993, 48) por las que poder arrojar directamente el forraje al piso inferior. En el piso superior puede haber un pequeño hogar (Violant, 1989, 160) que denotaría su utilización pastoril (Acín, 1992, 89). En ciertas zonas, este piso superior tiene la parte final del frontal de su muro exterior sustituido por láminas de madera (Pallaruelo, 1988, 154 y 155 y Violant, 1989, 161) para facilitar la ventilación (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572) y, por tanto, la conservación de los productos agrícolas que en él se guardan.
En cuanto a los vanos hay que destacar su orientación preferente al sur (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572 y Lisón, 1984, 38), el carácter adintelado o adovelado de algunas puertas (Baselga, 1999, 137) así como la particularidad de la puerta del piso superior que aprovecha el desnivel (Acín, 1992, 35 y Acín coord., 1985, 89) y que suele colocarse en el frente distinto al que ocupa la de la planta inferior (Lisón, 1984, 38). También en algunas fachadas existen unos pequeños nichos para dejar en ellos diversos objetos (Baselga, 1999, 139).
Uno de los elementos que más interés ha suscitado en las bordas es su cubierta ya que algunos ejemplos conservan un material que había desaparecido del resto de construcciones: los haces de paja de centeno sobre placas de madera (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572, Pallaruelo, 1988, 154, Pallaruelo, 1993, 48, Rábanos, 1993 a, 20 y Violant, 1989, 161). Otros materiales de los que también se revestían antiguamente las bordas son la losa de arenisca (Acín, 1990-1991, 19, Acín, 1992, 35, Acín coord., 1985, 89, Garcés, Gavín y Satué, 1991, 100, Lisón, 1984, 38, Pallaruelo, 1988, 155, Pallaruelo, 1993, 48 e il.22 y Satué Sanromán, 1997, 50), la pizarra (Pallaruelo, 1988, 155 y Pallaruelo, 1993, 48), la tablilla de abeto (Pallaruelo, 1988, 155) y la teja (Acín, 1990-1991, 19, Acín, 1992, 35, Acín coord., 1985, 89, Lisón, 1984, 37 y Pallaruelo, 1993, 48) aunque modernamente han sido sustituidos por el fibrocemento (Lisón, 1984, 37 y Pallaruelo, 1988, 154) y la chapa (Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 574). Estos materiales se asentaban sobre una capa de barro o hierba (Garcés, Gavín y Satué, 1991, 100) que descansaba sobre una trama de boj (Garcés, Gavín y Satué, 1991, 100 y Satué Sanromán, 1997, 50) que, a su vez, se apoyaba sobre un armazón de madera (Garcés, Gavín y Satué, 1991, 100 y Pallaruelo, 1988, 154) más o menos complejo (Bernad y Castellanos, 1982, 45 y Blanco, Expósito y Sobradiel, 1981, 572 y 574-577). Estas cubiertas siempre presentan dos vertientes (Acín, 1992, 35, Acín coord., 1985, 89, Baselga, 1999, 137, Garcés, Gavín y Satué, 1991, 99, Pallaruelo, 1988, 154, Pallaruelo, 1993, 48, Rábanos, 1993 a, 18, Rábanos, 1996, 34 y Satué Sanromán, 1997, 50) y un grado de inclinación bastante variable (Pallaruelo, 1988, 154 y 155) según las zonas. En ocasiones pueden poseer un alero o porche delantero muy volado (Baselga, 1999, 137, Rábanos, 1993 a, 18 y Rábanos, 1996, 34).
Algunas bordas que carecen de hogar en la planta superior pueden tener una pequeña caseta anexa, que sirve como dormitorio para los pastores (Daumas, 1958, 62 y Pallaruelo, 1988, 153), y cuyo origen podría ser el peligro de incendio (Pallaruelo, 1993, 48) debido a la proximidad del forraje y la paja.
En algunos valles pirenaicos era muy común la costumbre de colocar placas en el exterior de los muros de las bordas con inscripciones (Acín, 1997, 136 y Baselga, 1999, 137) que señalaban el año de construcción, el nombre del amo que la había encargado y, a veces, el del albañil o piquero que la había realizado. También solían marcarse cruces y triangulos en los revoques así como anotaciones a lápiz relacionadas con labores agrícolas o ganaderas en paredes y vigas (Garcés, Gavín y Satué, 1991, 98).
Aunque las bordas eran usadas para guardar ganado tanto ovino como vacuno (Bernad y Castellanos, 1982, 48), en la actualidad casi no quedan bordas que sirvan para guardar ovejas y prácticamente todas se han convertido en meros establos para vacas con almacén (Pallaruelo, 1993, 48). Las actividades que se desarrollaban en la borda respondían a un ciclo estacional ya que se vinculaban con las labores agrícolas de recolección de la mies (Pallaruelo, 1988, 153). Además de refugio esporádico para los pastores, en algunas zonas las bordas constituían una residencia estacional (Krüger, 1995 a, 116). En algunos pueblos incluso se tiene constancia de la antigua existencia del bordero, un pastor que vivía de manera continua en la borda, a veces acompañado de su familia, y cuya función era cuidar del ganado que se guardaba en ella (Pallaruelo, 1988, 153). La vida en la borda podía llegar a ser realmente dura en invierno (Pallaruelo, 1988, 153-154) y si los pastores no se quedaban a dormir en ella, en muchas ocasiones costaba un gran esfuerzo llegar cada día hasta ella desde el pueblo a causa de las pesadas horas de camino (Pallaruelo, 1988, 156).
Algúna narración de tradición oral se ha recogido en relación a las bordas, como la de la mujer que se protege de los lobos (Quintana, 1997, 295-296), y se ha escrito también algún poema que recrea la decadencia y el valor de esta construcción como testimonio de un tiempo y una forma de vivir que ya ha pasado (Yagüe, 1997, 47-48) en una tierra en la que esta construcción casi podría considerarse una de sus principales señas de identidad, hasta el punto de poder servir de base para el establecimiento de una ruta turística de las bordas (Pallaruelo, 1998, 15).
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