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CONSTRUCCIONES PASTORILES EN LA COMARCA DE MONZÓN                                                       Felix A. Rivas

 

 Los abrevaderos

 

No es fruto de la casualidad el hecho de que sean estas pequeñas construcciones las que mayor número de datos históricos ofrezcan ya que el derecho a las aguas era el complementario y más importante después del de los pastos. El único inconveniente de la amplia documentación jurídica y administrativa que se ha analizado en el estudio de la ganadería medieval aragonesa, y que contiene abundantes datos sobre los abrevaderos, es que no suele especificar si se trata en cada caso de abrevaderos naturales o construidos por el hombre.

Al igual que ocurría en las balsas, los abrevaderos también podían distinguirse entre los exclusivos para el ganado del término en que se hallaban -o particulares- y los reales que podían ser utilizados por vecinos, extraños con derecho a pastos o ganados trashumantes (Canellas, 1988, 18, Fernández Otal, 1993 a, 166 y Fernández Otal, 1993 b, 253).

Durante la Baja Edad Media, la Casa de Ganaderos de Zaragoza contó con amplios derechos en grandes zonas de Aragón. Entre ellos se encuentra el derecho de uso de los abrevaderos y la posesión de un buen número (Fernández Otal, 1993 a, 167, Fernández Otal, 1993 b, 263, Fernández Otal, 1995 a, 138 y Fernández Otal, 1996, 1380-1383). Se estableció con respecto a estos abrevaderos un sistema de mantenimiento así como unas condiciones de acceso mediate convenios y acuerdos (Fernández Otal, 1993 a, 166 y Fernández Otal, 1996, 1377-1379). De esta manera, la Casa de Ganaderos tenía derecho a su visita notarial para constatar su estado de conservación y uso, y se han conservado varios documentos de estas visitas durante los siglos XIV y XV (Canellas, 1988, 19 y Fernández Otal, 1996, 1353-1365 y 1376). También se produjeron muchos pleitos y amonestaciones cuyos motivos eran en su mayoría la mala conservación por acumulación de suciedad en el abrevadero y la existencia de obstáculos a su entrada (Fernández Otal, 1993 a, 181, Fernández Otal, 1993 b, 260 y Fernández Otal, 1995 a, 14, 37 y 137-138).

A lo largo de todos estos documentos podemos entresacar algunos datos de interés sobre las dimensiones de los abrevaderos o su ubicación, que ponía siempre en relación zonas de pastos, de aguas y de refugio para animales y personas (Fernández Otal, 1993 b, 261 y 263).

En el siglo XIX, al igual que ocurría con las balsas, el propietario de las tierras que se alquilaban para pastos era el responsable de los abrevaderos que existían en ella. También en este siglo se produjo un deterioro generalizado de los que se encontraban al pie de las cabañeras (Sabio, 1997, 88).

 

El material del que se fabricaban los abrevaderos podía ser madera (Gil, 1987, 69 y Satué Sanromán, 1996, 30), piedra (Alvar, 1986, lám. 92-94 y Carbó y Romero, 1981, 585) y, más modernamente, cemento (Carbó y Romero, 1981, 585, Marco, 1998, 277, Pallaruelo, 1993, 50 y Satué Sanromán, 1996, 30). Un sistema particular era el de ahuecar troncos de árboles (Carbó y Romero, 1981, 585, Garcés, Gavín y Satué, 1991, 112 y Wilmes, 1996, 140-141) y resultaba especialmente abundante en la Alta Ribagorza (Krüger, 1996, 426). Otros ejemplos en piedra pueden poseer un gran valor artístico como el del casco urbano de Castellote perteneciente a la época medieval (Rábanos, 1996, 191) o el de Navasa que, en realidad, se trata de una antigua pila bautismal por inmersión reutilizada (Gómez, 1980, 15).

 

El origen del agua que alimenta los abrevaderos puede ser una fuente (Baselga, 1999, 159, Bernad y Castellanos, 1982, 52 y Krüger, 1996, 425), un aljibe (Gargallo, 1992, 69 y Gómez, 1997, 182) o un pozo (Gil, 1987, 69 y Rivas, 1997, 78). Si el manantial quedaba lejos o era de difícl acceso, podían unirse varios troncos ahuecados a modo de un sencillo canal (Krüger, 1996, 427).

También puede establecerse una estrecha relación entre abrevaderos y vías pecuarias y, así, pueden ser registrados como parte de ellas tal y como aparece en varias cabañeras de Cinco Villas (Fernández Otal, 1995 b, 111, 117 y 118).

 

En algunos lugares, como en Serrablo, era costumbre realizar algunas tareas de manera comuntaria o de bezinal. Entre ellas estaba la limpieza de los abrevaderos que consistía en sacar el barro y las piedras que los encenagaban (Satué Sanromán, 1996, 30).

La hora del día en que se lleva el ganado a abrevar es, en Ribagorza, por la mañana y a última hora de la tarde, y siempre fuera del corral (Krüger, 1996, 427).

 

En la terminología que se ha recogido para nombrar los abrevaderos aparece una característica distinción entre los de origen natural y aquellos construidos por el hombre (Alvar, Llorente y Buesa, 1979-83, lam. 622-623, Garcés, 1987, 119, Garcés, 1990, 76-77, Krüger, 1996, 428-430 y Vázquez, 1995, 138).

 

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