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EL MONTSEC DE L'ESTALL: ESTUDIO ETNOGRÁFICO                                                           Manuel Benito Moliner

 

 GASTRONOMÍA

 

Una zona austera como ha sido esta no ha podido dar una gastronomía florida. Las comidas eran reiterativas con un aporte calórico importante: grasas, hidratos de carbono y, los domingos y fiestas de guardar, proteínas. El aporte vitamínico venia, especialmente, de las verduras, recargándose el hígado en verano con alguna fruta.

 

En (ES) nos hablaron del recap de dadó, guiso con manteca de cerdo y huesos de lo mismo. Se comía también verdura, algo de legumbres y farinetes de agua y harina con algún trozo de pan torrat que hiciera menos penoso el momento de la ingestión. La brenda o merienda, tocino o embutido con pan; los niños pan tostado y untado con aceite y sal o azúcar. Los días que había que estar en el campo las mujeres acercaban la fiambrera con un plato de recau, pan con tomate o ajo y alguna chulla.

 

Los días de fiesta se mataba un cordero, hemos visto como en (E) criaban uno al efecto el maiet. Este se convertía en: caldo, bullit, carne de olla, carne a la brasa o guisada con hierbas aromáticas autóctonas, sal, pimienta, pimiento rojo, etc.; no faltaban las chirelles o chiretas. Si eran menos rumbosos: sopa, garbanzos y judías y tocino. El pollo y, en menor medida, el conejo solían ser el revulsivo culinario de domingos y fiestas.

 

Otra especialidad eran los panadors que en otros puntos llaman pastillos o empanadicos, con pocas sorpresas en su interior: patata, calabaza, espinacas y aire. Las coques o tortas de tomate, a pesar de la sencillez de los ingredientes: pasta de pan, aceite, sardinas, tomate, pimiento y guisantes, resultan excelentes. Digo resultan porque al igual que los panadors se siguen elaborando.

 

Los postres se consumían en contados días y porque formaban parte de los rituales festivos:

 

En Semana Santa y Virgen de La Encarnación se comían los crespillos o crispells, cuya finalidad ultima era estimular la fuerza fertilizadora de la luna. Se hacía con una hoja de borraja rebozada con huevo, pudiéndose añadir miel. Con el tiempo degeneraron en buñuelos, bunyols de borranyes que, aparte de borraja podían, llevar patata, calabaza o, en última instancia, viento.

 

En Pascua eran preceptivas las monas y las tortades. Las primeras se comían en el campo y se elaboraban con masa de pan y longaniza o chorizo o carne... Las segundas eran mas dulces, como pastissos.

 

En las romerías se comían unas tortas con forma especial: de rosco o redots, de cuerna (S), de barrita (LU)...

 

El postre festivo podía componerse, también, de tortas normales de harina y huevo, de frutas de sartén, uva pansa y alguna fruta en su tiempo.

 

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