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 Monroyo: El habitat disperso (Las masías)                                                          Asociación Cultural Sucarrats

 

Siempre es motivo de satisfacción para un representante de los ciudadanos inaugurar una obra importante, cortar la cinta para dar inicio a un acontecimiento esperado, realizar aquello que, en definitiva, aumenta el bienestar de los representados. Pero lo que ahora estoy anticipando al lector mediante estas líneas es algo muy distinto, pero no por ello menos gratifi cante.

Y es que no resulta fácil resumir en el breve espacio que ha de ocupar un prólogo el ímprobo trabajo llevado a cabo durante más de doce largos años por un grupo de jóvenes que, animados al principio y alentados después por José Antonio Carrégalo, han conseguido que la mayor parte de las masías de Monroyo «perduren» en el tiempo o, por lo menos, el recuerdo impreso de que un día existieron.

Pero no voy a ser yo quien explique la importancia que ha tenido esta forma de vida para todos aquellos que, en mayor o menor medida, somos herederos de aquellos masoveros y masoveras, a los que ahora queremos rendir un especial homenaje. A lo largo de estas páginas se podrá comprobar la cantidad de personas que han colaborado para que el hábitat disperso de nuestro pueblo no pase por más tiempo inadvertido, a las que desde aquí quiero mostrar mi más sincero agradecimiento.

Aprovecho la ocasión para felicitar a la Asociación Cultural Sucarrats, que ahora cumple diez años desde su constitución, por la edición de este magnífico libro, pero también, y sobre todo, por el intenso trabajo desarrollado durante este tiempo en benefi cio de nuestra comunidad. Y, en relación con la presente obra, quiero felicitar muy especialmente a esos chicos y chicas que en su día se comprometieron con su esfuerzo y su tiempo en un proyecto cultural de envergadura, ahora hecho realidad.

Mi aliento y mi ánimo para vosotros y para todos los que quieran seguir trabajando por nuestro pueblo, porque soy consciente de que en una localidad como Monroyo no es fácil emprender este tipo de tareas tan arduas que ayudan, eso sí, a recuperar un poco más la pequeña historia que se esconde a nuestro alrededor. Se trata de una labor, a veces, dura y difícil, casi nunca recompensada, pero siempre importante. Porque la historiografía de las naciones y de los estados se nutre también, de manera destacada, de las pequeñas (y en ocasiones grandes) historias locales.

ANDRÉS CROS GIL

Alcalde del Ayuntamiento de Monroyo

(abril de 2003)

 

Recientemente visité, en compañía de un amigo, algunas de las masías que aparecen en este libro. Fue como una vuelta al pasado, muy transformado por el paso del tiempo.

Nos produjo cierta tristeza ver cómo unas edifi caciones que albergaron una vida incipiente hace varios lustros sufren hoy un abandono y deterioro tal que, en la mayoría de los casos, las hacen del todo inhabitables.

Estas páginas quieren ser un especial tributo a todas las personas que habitaron un día las masías que aquí se relacionan. Es volver la mirada al pasado más reciente de esta sociedad montrogina para conocer y descubrir lo que muchos de los ahora habitantes de Monroyo, aunque también de otros lugares, han visto y vivido. Ellos nos han legado los vestigios de una cultura integrada y cohesionada perfectamente con el medio natural, del que supieron extraer todo lo bueno que posee para subsistir de una forma muy distinta a la actual.

Las masías y «la vida dels masos» han encontrado en José Antonio Carrégalo, coordinador de esta obra, y en todos los que con él hemos colaborado el reconocimiento a la labor, los esfuerzos y trabajos de varias generaciones en su empeño de seguir adelante y crecer. Refl ejamos aquí un compendio de información e intentamos mostrar la realidad de unos masoveros y masoveras que, en el ocaso de su existencia, observan cómo todo lo acontecido en aquel hábitat disperso tiene poco que ver con la realidad presente, aunque les quede el consuelo de recordar con nostalgia los tiempos vividos entre las cuatro paredes de sus masías, condenadas a desaparecer en el olvido si nadie lo remedia.

Desde la Asociación Cultural Sucarrats queremos ofrecer también nuestro pequeño homenaje y consideración a esta gente que, con la esperanza e ilusión de trazarse un futuro mejor, aunque también con gran pena, tuvo que abandonar sus raíces para buscar otro lugar donde asentarse y empezar una nueva vida. A ellos dedicamos este libro, en la seguridad de que les traerá a la memoria algún fragmento de esa historia pasada que creían haber olvidado.

DAVID ALBESA BURGUÉS

Presidente de la Asociación Cultural Sucarrats

(abril 2003)

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