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 Monroyo: El habitat disperso (Las masías)                                                          Asociación Cultural Sucarrats

Características de las edificaciones y técnica constructiva

 

La gran capacidad de adaptabilidad arquitectónica de las masías ha sido una de las causas de su expansión por nuestras tierras, de tal manera que ni la climatología, ni el relieve, ni tampoco la problemática socioeconómica más adversa han sido obstáculos para su asentamiento en los lugares más insospechados. Así, la coexistencia masía-entorno ha dado origen, a través del tiempo, a las formas más variadas y a las tipologías más diversas que hacen de la masía un patrimonio arquitectónico, sencillo en la mayor parte de los casos pero de una riqueza formal sorprendente. Y los componentes más importantes de este entorno han sido cuatro: el nivel de vida, el factor social, el elemento climatológico y las características físicas de cada lugar.

Debido a las circunstancias del aislamiento, el masovero ha ido forjando un carácter que le es muy propio, tanto en su manera de ser como en su obra: la masía. De esta manera ha ido creando a su alrededor un microcosmos, un mundo bien peculiar hecho a su medida y a sus conveniencias. Y es que el masovero acostumbra a distinguirse por su viveza e ingenio, que vienen motivados por la continua necesidad de resolver en soledad desde los problemas más insignificantes hasta los más grandes.

Nuestras masías son, por regla general, construcciones rurales de dimensiones amplias, ya que están destinadas a albergar una familia cuyos medios de subsistencia son la agricultura, la ganadería y las actividades forestales. Acostumbran a situarse sobre suelos rocosos, junto a las tierras de labor y algo separadas del bosque. La edificación principal es la casa-habitación, que destaca sobre las restantes.

Su compleja estructura es fruto de la evolución impuesta por las necesidades y por la experiencia. Y el diseño (salvadas algunas excepciones) acostumbra a ser sencillo y austero, aunque sujeto siempre a la adaptación al medio físico (media montaña), a los elementos climáticos de la zona (temperaturas, precipitaciones y vientos dominantes) y a la especialización de cada casa.

La vida de las masías se ha mantenido casi siempre al margen del lenguaje de las formas, lejos de seguir unos determinados estilos. Y aunque bien podríamos decir que las manifestaciones de la arquitectura popular son el arte de la sencillez por excelencia, lo cierto es que las expresiones artísticas sólo llegan a rozarla tímidamente, limitándose a la modesta decoración de interiores, a algunos relojes de sol, a pequeños detalles ornamentales exteriores o a alguna modificación de las aberturas (puertas y ventanas), de tal manera que el arte casi nunca afecta a la estructura. Podemos por tanto concluir que en las masías no se reflejan estilos, sino espontáneos arreglos ornamentales sin pretensión artística, aun cuando, en definitiva, puedan resultar bellos. Los portales de medio punto con grandes dovelas de piedra tallada son muy contados y la sobriedad ornamental se impone en casi todos los casos. En las jambas, en la clave (La clave < < la clau> > es la piedra central del arco que tiene forma de cuña.)  o en el dintel de piedra de algunas de estas puertas pueden hallarse escudos o inscripciones alusivas al propietario de la casa o a la fecha en que se edificó. Como decimos, algunas de estas puertas abren en arco de medio punto, otras lo hacen en arco escarzano, en carpanel o en deprimido, pero las más comunes son las adinteladas con piedra o piedras en cuña o con madera.

Como decimos, normalmente las masías no se levantan siguiendo un determinado estilo artístico y la técnica constructiva es la tradicional de la zona. El masovero acostumbra a utilizar los materiales que le facilita la propia tierra. La planta es rectangular y habitualmente se mantiene invariable en el tiempo, aun cuando se pueda elevar la estructura con otro piso o se le adosen nuevas edificaciones.

Parece ser que el apogeo en la construcción rural familiar se produjo durante el siglo XVIII, de tal manera que la mayoría de las masías que se conservan en la actualidad corresponde a dicha época. Y el sistema constructivo es el tradicional del entramado de madera a partir de ponts, llumeres y cabirons, que son de melis (El melis es un tipo de madera de pino muy apreciada porque no se carcome.), si la economía familiar lo permite, y que se sustentan sobre paredes maestras. En casos de luces importantes, la colocación de un grueso puente de pino (casi siempre de melis), dispuesto transversalmente a las vigas, soluciona el problema del soporte intermedio. Para su construcción se utilizan las piedras del país  (Las piedras más comunes en esta tierra son el sauló (roca arenosa) y el conglomerado conocido como roca de fava.) , superpuestas y ligadas normalmente con mortero < < morter>> (El morter se obtiene a partir de una mezcla de arena de río de un tamaño regular, con agua y cal.).  Las de las esquinas acostumbran a ser de sillería. La pared levantada con la técnica de la piedra en seco no es muy habitual en las edificaciones principales, pero, en cambio, sí que hallamos con relativa frecuencia la pared conocida en la zona como de tàpia (La pared de tàpia se construye a base de una argamasa formada con pequeñas piedras, tierra y cal, y en ocasiones se le añade también paja a la pasta resultante)., normalmente en los pisos elevados.

Las paredes exteriores y las maestras en general presentan una anchura media de entre los 70 y los 100 cm. Y la cubierta es siempre de teja árabe y, en la mayor parte de los casos, a doble vertiente.

La condición social y económica de los moradores de las masías determina el número de estancias y el tamaño de las mismas.

La distribución interior se realiza por medio de tabiques, con entramado de madera en vertical, a partir de amplias pero finas losas < < lloses> > o de cañizos < < canyissos> > enlucidos posteriormente con morter o yeso < < algès> > . El remate final de los interiores es el del clásico encalado  La calç es el resultado de la cocción de las rocas calizas en hornos y su posterior trituración.)  en color blanco o teñido con unas gotas de azulete. Y en muchos casos se encalan también los exteriores.

Los edificios destinados a casa-habitación suelen ser de dos plantas más el desván < < la falsa> > , que se sitúa directamente bajo el tejado y acostumbra a ocupar todo el espacio disponible.

En la planta baja se alojan los servicios más elementales de la familia. En primer lugar, la entrada, que se utiliza como primer almacén y desde la que asciende la escalera que conduce a los pisos superiores; una habitación que alberga el hogar < < lo foc> > , con la gran chimenea < < la xumenera> > , que se convierte en el espacio principal en el centro vital de la casa, ya que normalmente hace las veces de cocina, comedor y sala de estar, con un pequeño cuarto anejo destinado a despensa < < lo rebost> > y, a veces, otro en el que se aloja el fregadero < < l’escuradora> > . Cuando no dispone de despensa se utiliza como tal un armario o bien una alacena. Completan esta planta el horno para cocer el pan < < lo forn> > (en ocasiones, integrado en el hogar; otras, en una habitación próxima a él, aunque, esporádicamente, puede situarse en una construcción independiente), la cuadra de las caballerías y la bodega con el trujal. La puerta principal acostumbra a ser de dos hojas cortadas en horizontal: la inferior, dotada de cerrojo < < ferrollat> > , con una abertura en la parte de abajo < < la gatera> > para permitir el paso de los animales de compañía, esencialmente los gatos; y la superior, con pestillo < < balda> > y cerradura < < pany> > . En este aspecto, podemos concluir que las puertas principales de las masías aparecen orientadas a todos los puntos cardinales, pero la mayoría lo hacen bien al este o bien al sur; algunas (muy pocas) abren hacia el oeste y otras (menos aún) al norte.

En el piso superior se encuentra la sala o saleta, más grande o más pequeña, que recibe luz y ventilación del exterior a través de un balcón y a la que dan las habitaciones interiores < < les alcoves> > , normalmente dos. La sala se utiliza únicamente en ocasiones excepcionales, con motivo de fiestas, bodas, bautizos, comuniones, entierros, recepción de visitas, "de cumplido", el día de la matanza, etc. En esta planta se hallan también ubicadas otras habitaciones destinadas a dormitorios o los cuartos que se utilizan para amasar el pan < < lo pastador> > , para el secado de los productos de la matacía, para almacenar las patatas, etc.

Y desde el piso y a través de una escalera más o menos angosta, construida sobre bóveda, se accede a la última planta, la falsa, cubierta con un tejado que suele ser a doble vertiente y abierto en amplio frontis en la fachada principal, aunque hay edificaciones en las que presenta tres y cuatro vertientes debidas al achaflanamiento de alguna o algunas de las fachadas. Esta dependencia acostumbra a estar muy ventilada, ya que se utiliza, entre otras cosas, para guardar los aperos, para secar y almacenar el forraje del ganado, y también como granero < < lo graner> > y para almacenar trastos, utensilios y herramientas, presentando normalmente en la fachada una abertura a nivel del suelo de la planta para poder izar desde el exterior, por medio de la carrucha o polea < < corriola> > , todo aquello que deba almacenarse. Y en ocasiones puede acoger también el gallinero < < lo galliner> > y el conejar < < lo conillar> > .

Las tejas se disponen sobre asiento de barro < < fang> > o de morter, normalmente encima de tablas < < taules> > o de canyissos, o bien sobre barras de sabina, sujetas a las vigas < < llumeres> > que se apoyan en el puente superior y en las paredes maestras laterales. El porcentaje medio de la pendiente de los tejados la podemos situar entre un 25 y un 35 por ciento. Y como característica especial, en relación con la colocación de las piezas, en la zona de l’Alt Matarranya se acostumbra a poner doble teja en la línea de las que cubren < < los cavallons> > , pero únicamente en el extremo inferior de la cubierta. Los aleros < < ràfecs> > más frecuentes son los de tablas sobre mamperlans (El mamperlà es una barra o viga corta de madera que se sujeta en la pared de cerramiento de las edificaciones y sobre la que se sustenta el alero. En ocasiones, el mamperlà puede haber sido ornamentado con molduras, etc.) , aunque algunas veces es la propia llumera la que hace la función de éstos. Y las últimas piezas sobresalen a su vez en voladizo. Existe la costumbre de colocar gruesas piedras en los extremos inferiores y laterales del tejado para evitar que, al no haber sido amorteradas, el fuerte viento pueda levantar las tejas. Lo cierto es, sin embargo, que en las masías los ràfecs no acostumbran a tener un vuelo excesivo.

En los forjados de entreplanta se utilizan las llumeres cubiertas con tablas o bien con el sistema de bóvedas < < revoltons> > que se apoyan sobre aquellas y que se construyen con la curvatura adecuada a partir de una mezcla de yeso y cascotes.

No todas las aberturas (balcones y ventanas) aparecen cerradas con cristal. Las ventanas acostumbran a ser pequeñas como mejor defensa contra la climatología adversa de la zona, ya que evitan tanto la pérdida de calor en invierno como la entrada del mismo desde el exterior en verano. En cuanto a las aberturas situadas en los niveles más inferiores, cabe decir que sus propias características (angostura, etc.) las hacen seguras porque son difícilmente practicables. En otro caso, se intenta impedir el acceso desde fuera protegiéndolas con rejas de hierro forjado sin mayores ornamentos.

Las sucesivas renovaciones y ampliaciones de los edificios con nuevos cuerpos explican la gran variedad de aberturas dispuestas desordenadamente. Y los criterios de actuación para las constantes ampliaciones no son otros que el sentido común del masovero que no piensa más que en solucionar el problema de falta de espacio. Los balcones acostumbran a ser de madera, aunque los hay de obra con barandilla de forja.

Y en referencia a todo el complejo, lo habitual es que el gallinero y el conejar se ubiquen en edificios distintos del principal, aunque es frecuente que aquellos se encuentren adosados a éste. En cambio, los corrales del ganado y la pocilga del cerdo < < la soll> > acostumbran a estar emplazados a cierta distancia de la vivienda para evitar en lo posible los malos olores.

Para el emplazamiento de la era se busca siempre un lugar en el que las brisas suaves soplen con frecuencia a fin de facilitar la operación de aventar que consiste en lanzar el grano al aire, con la paja que pueda quedar y los residuos < < les porgueres> > , para que separe las semillas, que por su mayor peso vuelve a caer prácticamente en vertical, de los restantes elementos que son más ligeros. Por motivos obvios, la pajera o pajar se ubica junto a la era. Y la tanyada o porche se construye adosada a la fachada principal o a cualquier otra pared del mas, bien anexa a un edificio auxiliar o incluso separada.

Los cerramientos con paredes de espacios descubiertos no son habituales. Sólo en algunos casos en que pueden hallarse anexos a otras construcciones (corrales, etc.) se limita con un muro exterior, coronado con losas para evitar en lo posible su deterioro, la zona de acceso a tales dependencias.

Podemos por tanto concluir que se trata de edificaciones construidas por el pueblo con la ayuda o bajo las directrices, únicamente y en el mejor de los casos, de un maestro de obras. En ellas se ha intentado solucionar de la forma más directa posible el problema del masovero con la utilización del lenguaje constructivo más sencillo, es decir, se trata de una arquitectura sin arquitectos, donde la mano de obra la constituyen, casi siempre, los propios masoveros.

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