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Las casillas de picode La Ciesma en Grisel                                                               Joaquín Marco &  Felix A. Rivas 

 

Grisel y La Ciesma

Hay una historia contada por el paisaje y escrita        

(...)  en los bancales encaramados en las pendientes               

insostenibles de La Diezma                                                           

Francisco PELLICER                             

A través de la Historia

Desde los más antiguos testimonios de la presencia humana en el término de Grisel queda patente la importancia estratégica del monte de La Ciesma como punto de control en altura, visual y posicional, sobre el paso entre la pequeña depresión de La Valluenga y el valle del río Queiles. A esta posición de dominio sobre un paso importante en las comunicaciones de la zona parece responder la ubicación en la partida de Albortú, en la cima del monte, de uno de los conjuntos líticos de superficie (Bona y otros, 1989: 21-22, 49 y 53) presentes en el piedemonte del Moncayo durante el Musteriense o Paleolítico Medio y que denotan cierta densidad de población en la zona. El siguiente testimonio arqueológico aparecido en La Ciesma, muy cerca del término de Grisel pero ya dentro del de Trasmoz y en la transición a la Valluenga, son los restos de un posible poblado del siglo V a.C. situados en una pequeña elevación en llano con muralla de piedra y torreón circular de vigilancia. En sus cercanías se han hallado importantes piezas como fragmentos de cerámica celtibérica y de cerámicas realizadas a mano así como varios molinos de los denominados barquiformes que son, a buen seguro, la primera prueba de la puesta en cultivo, posiblemente a base de cereales, de las fértiles tierras de La Valluenga. Otro asentamiento, esta vez de los siglos III-II a.C. y situado junto al camino que desde Tarazona se dirige hacia el Moncayo atravesando La Ciesma y al que parece servir de control, nos habla de la importancia tanto estrategica como agro-económica de la llanada de La Valluenga. En él volvió a encontrarse una pieza completa con función de molino, aunque esta vez de tipología circular, junto a cerámica de tipo celtibérico.

Tal y como podremos comprobar a lo largo de este breve resumen histórico, esta importancia agrícola de La Valluenga y su entorno no desaparecerá ya hasta la actualidad, al contrario de lo que ocurre con el valor de control estratégico de La Ciesma y de sus laderas que se mantendrá en activo únicamente en ciertos períodos históricos. Por ello, el siguiente resto arqueológico de importancia en La Ciesma corresponde a los siglos XII-XIV, periodo en el que la cercana frontera entre Castilla y Aragón acusa las continuas crisis entre ambos reinos. Se trata de la presencia en la cumbre de La Ciesma de la primera hilada de un torreón de planta cuadrada (Corral, 1979: 32) con restos de cerámica medieval, con clara finalidad defensiva y de control militar.

Pero antes, desde el inicio de nuestra era y hasta comienzos del siglo XII, nos encontramos con un vacío arqueológico y documental de más de mil años ante el que habremos de servirnos de las hipótesis para aventurar la continuidad de la presencia humana en este espacio y, en concreto, el origen de la localidad de Grisel. Una de ellas (Gargallo, 1990: 21) es la que propone el origen etimológico del nombre de Grisel a partir de un nombre latino de persona, Grisius, que testimoniaría la presencia de la cultura y la población romana o romanizada en esta zona. A su vez, esta hipótesis podría reforzar la teoría (García, 1960: 56) del origen de gran parte de las poblaciones radiales a Tarazona como granjas o villae romanas dependientes de la urbe turiasonense en aquel momento, igual que ahora, incuestionable capital de la comarca.

Llegados ya al siglo XII, encontramos la primera mención documental de Grisel en una reglamentación de riegos (Ubieto, 1985: 610) del año 1106. A pesar de ello, y aunque no podamos probar la continuidad entre un posible origen romano y la población medieval, sí que podemos dar por segura su existencia anterior a este documento por la continuidad de la población musulmana en Grisel una vez dentro del territorio bajo control cristiano. Este cambio de control, producido hacia el año 1119 a raiz de la conquista por el rey aragonés Alfonso I de las plazas de Tudela, Zaragoza y Tarazona junto a las zonas que dependían directamente de ellas, no parece afectar en principio a la economía agrícola y ganadera de la zona a pesar de los cambios en el ordenamiento jurídico de la sociedad. Tal vez desde la etapa romana pudo sucederse un mismo sistema de organización espacio-económica que apenas debió de variar bajo las etapas hispano-visigoda y musulmana. En él, la neta división entre espacios de regadío dedicados a la agricultura y espacios de secano dedicados a la ganadería y al aprovechamiento común de pastos, leñas y aguas, no varió (García, 1960: 55-56 y 136) al convertirse a la religión musulmana el señor de Borja (sin tan apenas colonización árabe-bereber en las comarcas de Borja y Tarazona) ni tampoco al sustituir un señor cristiano al anterior señor musulmán. De hecho, a partir del siglo XII, la población de muchos pueblos de la zona, y entre ellos Grisel, continuó siendo abrumadoramente de religión musulmana. Una significativa circunstancia nos hace dudar sobre si esta organización territorial y económica fue traida por los nuevos pobladores de origen pirenaico o tal vez hundía ya sus raíces en las etapas históricas anteriores. Se trata de la costumbre de establecer zonas de pastos comunes intermunicipales o intercomunales, como manera de contrarrestar la pobreza de los pastos para la ganadería extensiva mediante la unión de esfuerzos entre diferentes municipios con términos de mínima superficie. Seguramente será esta adecuación de la gestión del territorio a las necesidades de pasto para el ganado la que determinó los usos de La Ciesma en estos primeros momentos del asentamiento de una nueva cultura en la zona y es que, como veremos a continuación, la actividad ganadera se iba a convertir en fuente principal de conflictos y documentos para la historia de nuestro monte durante los siguientes siete siglos.

A mediados del siglo XIII, la ganadería había cobrado tal importancia y la capitalidad de Tarazona se había hecho tan evidente que, en esa época, los ganaderos de esta ciudad se habían agrupado ya en una asociación común (Corral, 1983: 142 y 148) o "mesta" para la defensa de sus intereses. Y entre estos inetereses estaba sin duda el de garantizar el acceso de sus ganados a unos terrenos de pastos suficientes tanto en calidad como en cantidad. Por eso, aislados en el estrecho marco geográfico del entorno turiasonenese, los ganaderos dedicaron todos sus esfuerzos a garantizar la explotación exclusiva de los terrenos pertenecientes a la ciudad y, siempre que fue posible, a aumentarlos mediante medidas recíprocas con los de los pueblos colindantes del somontano y del valle del Queiles. En esta carrera de agrandamiento de los posibles pastos a costa de las poblaciones vecinas, los ganaderos y el ayuntamiento de Tarazona fueron enfrentándose con los lógicos reparos de otras variadas instituciones entre la que, sin duda, la más poderosa fue la propia Catedral de Santa María de la Huerta de Tarazona, que precisamente en 1351 adquirió el término de Grisel a sus anteriores señores, Hugo Folch y su esposa Blanca vizcondes de Carmona, formalizando de esta manera en la segunda mitad del siglo XIV un pequeño señorío (Ainaga y Ainaga, 1996: 159-160) compuesto por Grisel, Samangos y Ribas. Y fruto de esta prueba de fuerzas entre los dos principales señores de la zona -el Concejo de Tarazona y el Capítulo de la Catedral- aparece en nuestro breve resumen histórico la primera (Hallada sin haber realizado una búsqueda sistemática) mención documental (Las abreviaturas utilizadas son ACT (Archivo de la Catedral de Tarazona), AHPZ (Archivo Histórico Provincial de Zaragoza), AMG (Archivo Municipal de Grisel) y AMT (Archivo Municipal de Tarazona)) del monte de La Ciesma, precisamente en un documento (ACT arm.6º de la F, caj.4º, lig.3ª, nº 16. Se trata de una copia, en principio fiable, de un documento del citado año 1384 aunque dentro de una recopilación de textos anteriores fechada posiblemente en el siglo XVIII) correspondiente al año 1384 en el que ambas instituciones regulan sus derechos sobre los usos del citado monte.

Mención aparte merece la cuestion del nombre de nuestro monte. La teoría más difundida de su origen (Ubieto, 1975-1976: 150) hace venir el actual nombre generalizado a nivel oficial de "La Diezma" del diezmo eclesiástico o de la tradición de "diezmar" los rebaños trashumantes por determinados lugares como, al parecer, lo harían en esta ocasión los de la Mesta. Pero esta hipótesis choca contra el hecho de que la primera fecha en la que hemos conseguido hallar en documentos el nombre de "La Diezma" rebasa con creces la segunda mitad del siglo XIX, momento en el que cual los diezmos de la Iglesia habían desaparecido y los movimientos trashumantes comenzaban a perder importancia. Hay que señalar, además, que en buena parte de la cartografía editada de la zona (Como en los mapas del Servicio Geográfico del Ejército (Tarazona de Aragón 25-13, escala 1:50.000, 1990), del Instituto Geográfico Nacional (Tarazona 320-III, escala 1:25.000, 1996) o, editado recientemente, de la editorial Prames (Las tierras de Moncayo, escala 1:40.000)) el nombre que aparece siempre es "La Ciesma", y que es precisamente éste el que, tal y como hemos podido comprobar en las entrevistas a las personas mayores de Grisel, el que de manera espontánea les viene a la cabeza a los habitantes del pueblo a la hora de nombrar el monte a pesar de conocer igualmente el difundido de manera oficial (y también por parte de la propia asociación cultural) de "La Diezma". Veamos a continuación un listado ordenado cronológicamente y elaborado en base a la transcripción de los términos empleados para denominar el monte en los documentos que hemos encontrado a lo largo de este estudio (Las negritas son nuestras):

1384. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.3ª, nº 16: "la Çiesma", y AHPZ, Pleitos Civiles Caja 1688-3: "la Ciezma".

1510. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.2ª, nº 9: "La Peada".

1543. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.3ª, nº 4: "la partida de la Ziezma bulgarmente llamada la apeada".

Hacia 1560. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.2ª, nº 3: "la apeada de Grisel" y "un pedaço de monte llamado La apeada".

Hacia 1600. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.6ª, nº 8: "la peada de la Ciezma".

1618. AMT, Libro de Privilegios de la Ciudad de Tarazona, hoja nº 33: "la partida llamada La piada".

1625. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.6ª, nº 19: "Monte de la Peada".

Hacia 1690. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.7ª, nº 3: "la apeada de Grisel".

1720. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.7ª, nº 5: "la partida La Piada".

1723. ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.7ª, nº 14: "en los terminos y Peada de Grisel".

1780. AHPZ, Pleitos Civiles Caja 1688-3: "los Montes llamados de la Ziezma".

1781. ACT, Descripción de los terminos del Lugar de Grisel: "el monte llamado la Ziezma ô Peada de Grisel" y "el Monte de la Ziezma llamada la Peada".

1833. AMG, 69-29: "La Ciezma".

1845-1850. (Madoz, 1985: 160): "la cord. llamada la Ciezma".

1872. AMG, Plano del perímetro del termino del pueblo de Grisel: "Monte de la Diezma".

1926. AMG, 70-1: "monte de La Diezma".

1927. AMG, 69-30: "Monte 'La Diezma'".

1928-29.AMG, 73-5: "Monte la Diezma".

1935. AMG, 69-33: "el monte La Diezma".

1936. AMG, 69-34: "del Monte La Diezma".

1959. AMG, 71-01: "Monte de la Diezma".

Como hemos podido comprobar en este repaso, y si damos credibilidad a los dos documentos más antiguos de la lista, podemos afirmar que el monte de nuestras pesquisas recibió desde el siglo XIV hasta bien entrado el siglo XIX una doble denominación en base a los términos "Ciesma" y "Peada" y a las multiples variantes fonéticas y de transcripción de ambas. Incluso puede certificarse la equivalencia de ambos términos según se deduce de diferentes documentos entre los siglos XVI y XVIII, con el matiz de que uno de ellos (el de 1543) señala un cierto carácter oficial para el nombre de "Ciesma" y una adscripción más popular para el de "Peada". Ambos podrían derivarse de dos palabras cuyo uso ha sido registrado (Tilander, 1956: 26 y 54-55) en el Aragón bajomedieval. Son el sustantivo "ces" con el sentido de "censo, derecho de percibir anualmente cierto rédito o pensión de persona a quien se entregó con tal objeto en pleno dominio finca o capital", y del verbo "apear" que significaba "deslindar, señalar límites".

A partir del tercer tercio del siglo XIX, por el contrario, este panorama toponímico varía sustancialmente y, aparte de desaparacer de los escritos así como de la memoria popular el nombre de "Peada", el de "Ciesma" queda recluido en el uso oral y en la cartografía elaborada lejos de la zona (También ha sido el preferido en la redacción de este estudio con el objetivo de promocionar las denominaciones toponímicas populares que, por tanto, consideramos que cuentan con un valor cultural y patrimonial a conservar), mientras en la documentación con origen directamente relacionado con Grisel se impone acaso definitivamente el de "Diezma" que, podría ser una posibilidad, acaso surja de una ultracorrección erudita del término "Ciesma" o tal vez tenga otro origen desconocido allá por los mediados del siglo XIX.

Pero volviendo al siglo XIV y a los documentos que de ese siglo nos hablan de La Ciesma, podemos deducir que su importancia radicaba fundamentalmente en su empleo como base para las explotaciones ganaderas. Tal como recoge la copia de un documento de 1384 suscrito por el Cabildo de la Catedral de Tarazona y el ayuntamiento de dicha ciudad, incluido en sendas recopilaciones (ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.3ª, nº 16, y AHPZ, Pleitos Civiles, caja 1688-3) del siglo XVIII, los derechos que entraban en conflicto eran los relacionados con los ganados: andar con ellos "de nueyt et de dia" en dicho monte, pasar la noche en él ("acabañar"), aprovechar los pastos ("paxentar") y los lugares de abrevada ("abeurar") entre los que poseía una particular importancia la "Cequia de Irues", e incluso imponer sanciones a quien hiciese uso de los pastos sin derecho a ello ("penyorar a los stranyos qui alli entraran a paxer"). En segundo lugar, otros derechos nos hablan de la obtención de recursos secundarios de La Ciesma a través de tres actividades diferentes: "cazar", "scaliar" (roturar o poner en cultivo una zona ), y "lenyar" (conseguir leña). En dicho documento parece que los vecinos de Tarazona (y sus ganados) consiguieron todos estos derechos sobre La Ciesma y, a cambio, los de Grisel obtuvieron la facultad de pastorear sus ganados, "scaliar" y "lenyar" en todos los montes de la ciudad excepto en la "Defesa de Moncayo" (Esta veda experimentó diversos avatares a lo largo de los siglos (Corral, 1983: 144-145)).

Posiblemente en esta época fuera cuando se consolidasen las vías de trashumancia o trasterminancia, llamadas cabañeras, en toda la comarca de Tarazona y el Moncayo. De ellas (García , 1960: 158), una con seguridad atravesaba La Ciesma. Era la que subía desde Tarazona hasta los pastos de verano del Moncayo y que desde La Luesa (el descansadero de los ganados turiasonenses que solía ser utilizado asimismo como punto de reunión y punto de partida, y en uno de cuyos extremos se sitúa el actual cementerio municipal) se acercaba a Santa Cruz de Moncayo para ascender a La Ciesma y pasar por San Martín del Moncayo hacia los pastos de la Dehesa. Otra posible cabañera era una vía de larga distancia que emplearon los ganados castellanos para acercarse al valle del Ebro y que desde Beratón (cruzando la sierra por los barrancos de Morana o del Horcajuelo) pasaba hacia Añón y se dividía en tres ramales, dos de los cuales se desviaban hacia Borja y el tercero, que tomaba rumbo a Veruela podía seguir tal vez el camino que pasaba junto a la Fuente del Monje (Denominado en 1781 "Sendero del Monge" (ACT, Descripción de los terminos del Lugar de Grisel)) que unía Grisel y el monasterio por La Ciesma o, tal vez, desviarse hacia Valcardera siguiendo el trazado de la actual carretera entre Tarazona y Borja, llegando en cualquier caso de nuevo a los llanos de La Luesa.

Así vamos viendo cómo los usos de La Ciesma fueron un exponente más de la supremacía de la actividad ganadera en la gestión del territorio de la comarca y de cómo el Ayuntamiento y los ganaderos de Tarazona se fueron autoerigiendo en eminentes protagonistas de esta gestión. En este sentido los acontecimientos y los documentos se van sucediendo a lo largo de varios siglos: el reconocimiento real (Corral, 1983: 144) en 1479 por parte de Fernando II de la asociación de ganaderos de Tarazona como cofradía de carácter profesional, una nueva sentencia de 1499 (AHPZ, Pleitos Civiles, caja 1688-3) por la que se ratifica que los ganados de Tarazona podían pastar en La Ciesma, o ya en el siglo XVI la caida casi total de Grisel y Samangos en la órbita turiasonense (Corral, 1983: 125) al conseguir el concejo de la ciudad compartir la jurisdicción civil y criminal con los canónigos de la catedral si bien siempre sería ejecutada por el justicia de Tarazona, y una nueva concordia (ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.2ª, nº 3) que vuelve a refrendar los derechos de turiasonenses y griselanos sobre La Ciesma en 1510.

En este contexto temporal se inscriben los famosos sucesos (Ainaga y Ainaga, 1996: 162-165) de la despoblación de Samangos y la temporal vuelta forzosa de sus habitantes por orden del Cabildo de la Catedral, origen lejano al parecer de la romería y la fiesta de San Jorge en Grisel, parejos a la conversión forzosa de 1526 y, en general, a la pérdida de personalidad (y probablemente de existencia física) del núcleo de Samangos, del que en la actualidad es única huella la Ermita de Nuestra Señora de las Mercedes.

Un poco más adelante, hacia los comienzos de la década de 1560, disponemos de un nuevo documento (ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.2ª, nº 3) que trata sobre la manera de "guiar los ganados estrangeros q pasan por la apeada" y en el que se recoge lo ya anunciado en el documento del siglo XIV en cuanto al parcial uso de La Ciesma como lugar de cultivo (tal vez esporádico): "El lugar de Grisel tiene termino redondo de guerta y un pedaço de monte llamado La apeada que esta junto al mesmo Lugar de grisel en la qual apeada los bezos de grisel siembran sus sembrados quasi todos bien que hay algunas heredades de algunos particulares de Taraçona".

Por esas mismas fechas surge entre la documentación un nuevo uso del monte que iba a prolongarse, de nuevo no sin contratiempos, durante cierto tiempo. Si es el año de 1584 el primero en el que se ha documentado el control (Ona, 1998: 24-25) de un arrendamiento del abasto de nieve en la zona del Moncayo (concretamente de un vecino de Añón a la ciudad de Zaragoza), no será hasta finales del siglo XVI o comienzos del XVII cuando la existencia (ACT, arm.6º de la F, caj.4º, lig.6ª, nº 8) de una "Nebera en la peada de la Ciezma" reabra las disputas entre el Cabildo de la Catedral (supuesto beneficiario de la explotación) y la "Çiudad de Taraçona" que le exige que "no haran Neberas en dicha partida".

Solo un año después del citado arrendamiento, en 1585, parece llegar a su fin otro conflicto que, con motivo del uso de La Ciesma y de la partida de Valcardera enfrenta a Tarazona esta vez con los monjes del Monasterio de Veruela. Por las dudas que presenta esta referencia no parece quedar claro si se refiere a una posible parte del monte de La Ciesma dentro del término de Tarazona o, más posiblemente, si es una prueba más del alto interés de la ciudad y los ganaderos turiasonenses en el monte de La Ciesma y de su capacidad para actuar y negociar sobre él con terceros. Al parecer este conflicto (García, 1960: 143-144 y 146) se remonta al siglo XIV, a partir del cual se sucedieron una aprehensión (Una aprehensión era un juicio que consistía en poner bajo jurisdicción real la cosa aprehendida mientras se justificaba la verdadera pertenencia) por parte de Tarazona, la restitución de los derechos de Veruela y su nueva pérdida en la Audiencia de Zaragoza, y el definitivo establecimiento de un amprío (Un amprío era una faja de terreno que se establecía a lo largo del límite de un pueblo vecino donde podían entrar los ganados de ambos con derechos propios) en casi toda La Ciesma que limita con Vera.

El poder rector de la asociación o mesta de ganaderos de Tarazona tocó su punto álgido hacia 1589 (García, 1960: 146-147 y Corral, 1983: 143-144) al reunir en su seno a los ganaderos de todo el valle aragonés del Queiles y parte de su entorno (incluido Grisel), ejercer la jurisdicción civil y criminal en materia ganadera y tener derecho a elaborar los estatutos por los que se regía la asociación además de la potestad para ejecutarlos.

A comienzos del siguiente siglo (Ainaga y Ainaga, 1996), abundantes rumores por todo el reino parecían presagiar la desgracia para la gran mayoría de los habitantes de Grisel. En septiembre de 1609 llegaron las noticias de la expulsión de los moriscos valencianos y la decisión esperada, la expulsión de los moriscos aragoneses, fue tomada en Valladolid por Felipe III el 17 de abril de 1610 viendo a la luz en Zaragoza el correspondiente bando el 29 de mayo. Sería finalmente el día 16 de agosto del mismo año cuando la práctica totalidad de los pobladores de Grisel y Samangos emprendió el éxodo completando así el desalojo de toda la comarca. De esta auténtica catástrofe, tanto humana como económica, solo se pudo salir poco a poco a pesar de los inmediatos esfuerzos para la repoblación de la zona cuya actividad, a pesar de todo, continuó desarrollándose según parámetros económicos y jurídicos (García, 1960: 58) que no se alteraron substancialmente.

Al poco tiempo, se reabre el conflicto ya nombrado de la nieve (ACT, armario F, cax.4, lig.6ª, nº19). Al parecer, "los Vasallos de Grisel con orden del Cbdo. llenaron de Nieve una Nevera qe pa este efecto estaba hecha en dho Monte de la Peada, dentro de un Albal de Vasallo de dho Lugar, como ya antes lo habian hecho, usando de ella, vendiendo y arrendando la nieve". Ante este hecho, el Concejo de la Ciudad de Tarazona mandó, por dos veces consecutivas, destruir la citada nevera, lo cual provocó revueltas y protestas por parte de los vecinos de Grisel. No sabemos muy bien cómo acabó momentáneamente este conflicto, posiblemente a favor de las pretensiones de Tarazona para impedir esta actividad en La Ciesma por razones imprecisas (¿Quizás para evitar una cercana competencia a las neveras del propio término de Tarazona?), pero sí parece seguro que más tarde o más temprano los pozos de hielo o neveras desaparecieron de La Ciesma a pesar (o precisamente por ello) de que en 1667 la nieve del Moncayo se consideraba como la mejor del reino (Ona, 1998: 25-26. Se tiene también conocimiento de la existencia de neveras en el Moncayo pertenecientes a los términos de Tarazona, Borja, Talamantes y Añón, y de la amplitud de la zona abastecida por ellos: desde la Rioja Baja y la ribera tudelana hasta la ciudad de Zaragoza y el Bajo Jalón), llegando a causar un conflicto en el que se anticiparon los criterios de las actuales denominaciones de origen en los trabajos por la delimitación de una zona en la que la nieve recogida pudieran considerase "nieve del Moncayo".

Nuevos datos que nos aportan más luz sobre el uso agrícola que, poco poco, debió de ir creciendo en La Ciesma comienzan a aparecer a comienzos del siglo XVIII. La existencia en ella de albales, o terrenos de cultivo, no se circunscribía ya solo a vecinos de Grisel y Tarazona sino que llegaba también a los de otros enclaves del entorno según reza el título (ACT, armario F, cax.4, lig. 6ª, nº19) de la "Memoria de los albales que tienen los de Santa Cruz en la apeada de grisel". De la segunda década de este siglo disponemos asimismo de dos documentos de interés. El primero (ACT, armario F, caj.4, lig.7, nº5), de 1720, presenta un "Acto publico de Mojonacion, hecho entre Santa Yglesia Cathedral de la Ciudad de Taraçona y el Real Monasterio de Nuestra Señora de Beruela, en la partida La Piada", y el segundo (ACT, armario F, caj..4, lig.7, nº 14), tres años posterior, es un curioso manuscrito redactado por Juan de la Cilla, limosnero de la catedral, en el que se propone un detallado método para calcular la recaudación anual de la "decima" de la producción agrícola de Grisel y Samangos así como su reparto entre canónigos, racioneros y otras instancias de la Catedral. En él se establece como objeto de recaudación la producción de tres tipos de cereales (trigo, "cevada" y avena), dejando testimonio de su cultivo por parte de habitantes de diferentes lugares en la superficie de La Ciesma: "que los Vecinos de Santa Cruz, Lituenigo, Vera y demas lugares circunvecinos han cogido en los terminos, y Peada de Grisel, y trillado en sus Lugares".

Éste podría ser un buen momento para plantear serias dudas a la teoría (García, 1960: 69 y 161-162) según la cual la roturación de amplias zonas de monte en la comarca no llegó hasta el siglo XVIII y, en concreto, que en La Ciesma habría resistido un bosque de carrascas o encinas hasta el siglo XIX.

Por lo que podemos entrever de los documentos y escritos sobre el siglo XVIII, el término de Grisel (tal como ocurre en la actualidad) se hallaría claramente delimitado en dos zonas a ambos lados de la Acequia de Irués: la de secano y la de regadío. Por un documento (ACT, armario F, caj. 4, lig.7, nº27) sobre las condiciones de pasto y abrevada de los bueyes de Grisel en 1757 sabemos de la existencia de cultivos de cáñamo y lino cercanos a la acequia y de la presencia de viñas en el término, tal vez de manera exclusiva o mayoritaria en la zona regable tal y como afirma Vicente Calvo (Ansón, 1977, 84: 111 y 113-114), el autor de un tratado sobre la economía de la comarca, buen conocedor de la agronomía en la segunda mitad del siglo XVIII. Este mismo autor ofrece los datos de la cabaña ganadera de Grisel en 1781, tan solo 300 cabezas de lanar y cabrío, la cifra más baja de todo el partido detrás de Torrellas y uno de los índices más bajos en la relación ganado/habitantes. ¿Podría deducirse de este reducido número de cabezas de ganado una ocupación agrícola del monte de La Ciesma en detrimento de su uso como pasto? ¿O tal vez podría explicarse por su uso preferente por parte de los rebaños de Tarazona?

Para contestar a todas estas preguntas vamos a repasar los resultados documentales de un nuevo conflicto entre el Ayuntameinto de Grisel y el de Tarazona junto a su Casa de Ganaderos a causa de los derechos de todos ellos sobre La Ciesma. De los manuscritos de 1780 en que se describe este conflicto (AHPZ, pleitos civiles, caja 1688-3) vuelve a deducirse que las actividades más importantes ejercidas sobre La Ciesma son la de apacentar los ganados y obtener leña (para alimentar los hogares de las casas pero quizás también para fabricar carbón vegetal tal como apunta algún autor (García, 1960: 168)). Así, las declaraciones de varios vecinos de la comarca repiten, seguramente con una fórmula redactada de antemano, que "en respecto alos Montes llamados dela Ziezma que save muy bien el testigo (...) los vecinos y havitadores del expresado Lugar de Grisel Concegil, universal y particularmente, han continuado y continuan en Pasturar como han pasturado, y pasturan consus ganados gruesos y menudos las Yerbas de los citados Montes dela Ziezma dedia y denoches y en todo tiempo del año libremte y delenar todas las leñas necesarias y q. se crian, y producen en los mismos". Y así también se adjuntan tres denuncias que realiza el mayoral de la "vicera" ("Vicera" o bizera es palabra aragonesa que sirve para denominar la dula, el rebaño de cabezas de ganado de los vecinos de un pueblo que se enviaban a pastar juntos a un terreno comunal) de Grisel en La Ciesma contra sendos ganaderos también griselanos aunque pertenecientes al Ligallo de la Casa de Ganaderos de Tarazona.

Pero el documento más importante para estas fechas es un mapa (ACT, sala) de 1781 que, casi con toda seguridad, fue elaborado para defender los derechos de Tarazona en este pleito. Bajo el título de "Descripcion de los terminos del Lugar de Grisel, y sus confrontaciones hecha en 1781 pa. instruir el pleito qe intentó el Ayuntamto. de Taraza. pretendiendo qe. la Ziezma o Peada era monte propio de la Ciudad", se nos presenta un auténtico fresco explicativo de los usos del territorio de Grisel y de sus principales actividades económicas directamente ligadas a este entorno. El texto que acompaña al mapa, y que sirve de leyenda a la numeración de los elementos representados, comienza dejando claro lo más evidente: "Nº. 1º: El Lugar de Grisel; sus terminos de huerta, y monte estan comprendidos dentro de la faxa de color encarnado: con esta diferencia, qe. todo lo qe. esta debajo dela acequia vieja de Yrues es la huerta, y todo lo qe. esta á la parte de arriba de dicha acequia es el monte llamado la Ziezma ô Peada de Grisel".

En cuanto a los elementos que aparecen en La Ciesma ofrecemos el siguiente listado:

-"Corralizas". Son cinco, se esparcen a ambos lados de La Ciesma y pertenecían a los vecinos de Grisel. Tres de ellas coinciden con el emplazamiento de restos conservados hasta la actualidad: los de los corrales Nuevo, de Juan Tejero y de Gabancho. Estos corrales, tal como afirma Vicente Calvo (García, 1960: 150) en su obra fechada en este mismo año de 1781, tendrían como una de sus principales finalidades la de proteger al ganado de los asaltos de los lobos, muy frecuentes en aquellos tiempos en la comarca.

-"Ornos de cal". En total son cinco y están situados en ambas laderas del monte. En la actualidad se conservan los restos de uno que no corresponde por su localización con ninguno de los que aparecen en este mapa.

-Extracción de tierra para un obrador de alfarería. Se encuentra en la ladera de La Ciesma que da al Moncayo y, según la leyenda del mapa, el horno del alfarero llamado Francisco Miguel se encontraba "inmediato al Lugar".

-Cantera de "la piedra de arena para enlosar el orno de Grisel", seguramente referido a la tahona de la localidad. Está cerca del camino de San Martín, en la vertiente que mira al pueblo.

-Cantera, "escabacion ô mina de la tierra de Batan" necesaria desde la época romana (Acín, 1998: 17) para eliminar la grasa en el proceso del abatanado por el cual los tejidos y prendas de vestir adquirían en el batán o molino trapero (en este caso de ubicación desconocida) mayor suavidad y consistencia.

En las inmediaciones de la población se situaban otros elementos de cierto interés como la cantera de tierra para una cercana tejería en la que se fabricaban tejas y ladrillos, el molino de la localidad y una "Bodega soterranea (...) la qe. se undio pero se conservan los vestigios, y viven los qe. han sacado vino de ella", lo que certifica la existencia de viñas y la elaboración local de vino en la primera mitad del siglo XVIII. Además, en la zona de huerta bajo la acequia se representan tres "Avejeras en la huerta" situadas en el cuadrante noroccidental del término municipal y que, por su aspecto, pueden asimilarse a los colmenares de obra de "armarios" u "hornos" insertos en un muro, que se conservan en la comarca (en uso hasta hace pocas décadas) y que reciben localmente precisamente el nombre de "abejeras".

En cuanto a los colores y texturas con que se rellena el espacio interior del término podemos distinguir en primer lugar en la zona de huerta pequeñas matas entre campos delimitados. La Ciesma aparece en blanco y con manchas rosadas sin formas precisas en su ladera de solana, mientras que en la plana de su cumbre aparecen dibujados campos delimitados junto a la notación "albales" (Término empleado en la documentación de la época para nombrar los campos de labor). En la cara contraria, denominada "Vertientes de la Ziezma al mediodía", aparecen manchas marrones y bandas difusas siguiendo la pendiente que podrían representar tal vez lechos de arroyos esporádicos. También se recoge el término "Balluenga" entre campos delimitados con surcos marcados y la misma notación de "albales" Los árboles que aparecen representados son de varios tipos diferenciados: en la partida denominada "El Carrascal"-y que hoy todavía con ese mismo nombre se refiere a un fragmento de bosque al otro lado de la carretera que discurre por el fondo de la Valluenga- aparecen pintadas con tronco aparente y ramas desordenadas, al igual que en el lugar correspondiente al término de Trasmoz al SE, lo que casi con toda seguridad podemos identificar como encinas o, tal y como se denominan en Aragón, carrascas. En la huerta de Tarazona y hacia el norte de la de Grisel y, en su interior en ejemplares sueltos, aparecen unos árboles de tronco recto y copa regular que tal vez podrían representar ejemplares de olivos (Según indica un autor (García, 1960: 65) la plantación de olivos se retrayó en la comarca en un siglo como el XVIII en el que se extendían por todo Aragón a causa del alto porcentaje (la quinta parte) de la cosecha que se debía entregar en Grisel al señor religioso de la localidad: la Catedral de Tarazona). Por último aparecen asimismo unas matas de pequeño porte y sin tronco aparente en parte de las huertas de Tarazona y Grisel que bien podrían identificarse como viñas.

Resumiendo por tanto la información aportada por este mapa, podría concluirse que la deforestación del primigenio bosque de carrascas de La Ciesma hubo de culminarse mucho antes del siglo XVIII a pesar de que en este siglo su superficie roturada abarcaba casi únicamente la plana de su cumbre. En cuanto al resto de sus usos, vemos que continúan en primer lugar el uso ganadero materializado en las corralizas representadas así como la obtención de leña que, a estas alturas, no sería proveniente de árboles sino más bien de matas y arbustos, muy apropiados por otro lado para la alimentación de los hornos de cal (Tal como se explica en una descripción del proceso de la fabricación tradicional de la cal (Monesma, 1999: 55)) situados en el mismo monte. A todo ello habría que sumarle el aporte de tierra y piedras para el horno, el obrador de alfarería y la tejería de la localidad.

De la presencia en esta época de una formación de monte bajo en La Ciesma es testimonio asimismo un documento (AMG, 23-01) algo posterior en el que al relacionar las tierras que se habían roturado en el municipio con la autorización del Cabildo de la Catedral, la mayor parte de las citadas se localizan en "La Ciezma", y en referencia al apartado "Arboles y arbustos que se criaban en el monte antes de roturarse" aparece en todas las casillas el término "Aliagas". En cuanto a la superficie registrada en este documento, frente a las 11 fanegas correspondientes a las 4 parcelas roturadas en "Balluenga", destaca el total de 337 fanegas de La Ciesma repartidas en 59 parcelas de las que la mayoría se encuentran entre las 5 y 10 fanegas. Si seguimos la equivalencia señalada en otro documento (AMG, 72-4. Esta equivalencia es prácticamente igual a la señalada por la bibliografía existente sobre el tema (Lara, 1984: 77)) entre 2 fanegas y 14 áreas y 30 centiáreas, calcularemos que se habían roturado (en un periodo indeterminado anterior al 22 de dicembre de 1833) un total de 24 hectáreas, una pequeñísima parte de la superficie del monte. Por otro lado, este documento resulta simultáneo al importante proceso desamortizador (Jalonado de diversas fechas como 1813 (Ley de repartimento de propios y comunes), 1822 (Decreto convirtiendo en propiedad particular baldíos y realengos), 1834 y 1837 (Reales Órdenes de legalización de las ventas y ocupaciones) o 1855 (Ley de desamortización general), (Ibáñez y Casabona, en prensa)) que abolió los privilegios de los señoríos y que, en el caso de Grisel, le libró de la tutela del Cabildo de la Catedral de Tarazona para pasar a constituir una ayuntamiento plenamente autónomo.

En todo caso, el proceso roturador empujado por el individualismo agrario en lucha contra el beneficio del grupo de los ganaderos (García, 1960: 68) estaba ya en marcha y junto a él se iba a producir otro incremento en este caso del cultivo de las viñas, saltando desde las zonas de regadío a las de secano tal como se recoge en un registro de amillaramiento (AMG, 23-01. Los amillaramientos eran listados de propiedades con fines fiscales) de 1837 en el que ya aparecen bastantes viñas en la Valluenga así como en otras partidas de Grisel. De igual manera aparece documentada ya en esta fecha la existencia de "una aguardientería en el Pontarrón", propiedad de Bonifacio Zueco y que trataría de aprovechar los restos de la producción vinícola mediante la elaboración de alcoholes de alta graduación.

Hacia la mitad del siglo, el famoso Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Pascual Madoz (Madoz, 1985: 161) nos informa sin grandes cambios (solo con la posible omisión de los olivos) de los productos agrícolas y ganaderos de Grisel: "trigo, cebada, vino, canamo, lino, legumbres y hortalizas; mantiene ganado aunque poco y alguna caza menor". En el resto de la comarca, según muestran los libros de amillaramiento conservados (Fechados entre 1852 y 1862 (Sanz, 1997: 30)), la situación era muy parecida, con un policultivo tradicional en el que se mantenía la diferenciación entre monte y huerta, la preponderancia del cereal sobre los otros cultivos y el aumento de las viñas en secano que casi habían igualado en superficie a las de regadío.

Grandes cambios, sin embargo, estaban a punto de llegar a la actividad agrícola y, en consecuencia, al paisaje de La Ciesma. En la segunda mitad del siglo XIX, las nuevas condiciones económicas de un mercado cada vez más mundializado, y en el que la competencia aumentaba a razón directa del incremento de las ofertas en cantidad y procedencias, empujaron a la actividad agrícola a una necesaria adaptación (Pellicer, 1988: 97-98) mediante la adopción de nuevos cultivos, nuevas técnicas, nuevas tierras cultivables a través de roturaciones generalizadas y, en última instancia, a una tendencia a la sobreproducción (Pinilla, 1995: 348) que, en definitiva, será la responsable de la crisis agrícola de los cereales y, como veremos más tarde, de las viñas. Arrastradas por estas variaciones económicas, e influyendo directamente en ellas, las condiciones sociales no permanecerán inalteradas sino que experimentarán notables reajustes entre los que uno de los más significativos será justamente el de las roturaciones arbitrarias (Sanz, 1997: 69) consideradas como una de las estrategias de resistencia de los débiles ante los mecanismos de gestión de las tierras por parte de los poderosos.

A este estado transitorio de las cosas responde el "Plano del perimetro del termino del pueblo de Grisel", primer documento (AMG, sala) hallado en el que aparece el nombre de "la Diezma" y que, tal vez no por casualidad, fue realizado en Zaragoza, el 7 de junio de 1872. En él, la zona de la huerta se representa a base de albales o campos delimitados, siendo algunos de los más cercanos a los límites del término de árboles (tal vez olivos) o viñas. En la Valluenga, aparecen repartidos por igual los campos roturados y los de árboles o viñas. La Ciesma, por fin, se representa como si fuera monte bajo aunque con dos zonas de textura claramente diferente: lo que podría ser la plana de su cumbre, con un buen número de campos delimitados y con surcos dibujados en su interior, y la zona del monte más cercana a la localidad. De ello podría deducirse que, en ese momento, seguramente ya estuviese puesta en cultivo gran parte de la solana del monte.

En ese año, ya hacía casi un lustro (Pinilla, 1995: 63-65 y 342-349) que la plaga de la filoxera había asolado los viñedos franceses. La suerte estaba echada para el futuro más proximo de la actividad agrícola en Grisel y en buena parte de Aragón, y acabó de materializarse cuando en 1877 los estados francés y español firmaron un acuerdo comercial (reeditado en 1882) por el que, ante las carencias del pais vecino, se facilitaba la importación de caldos españoles de elevada graduación y muy aptos para el coupage o mezcla con otros más flojos de procedencia francesa. Ése fue el gran impulso para el mercado español de vinos que vió cómo, ante la demanda francesa, en pocos años se triplicaban los precios y los viñedos se expandían ocupando tierras de pastos y yermos. Además, esta expansión se vió favorecida por la crisis de los cereales ante la que sirvió de compensación y, en determinadas áreas, por la buena situación geográfica para exportar los caldos a Francia. El viñedo se expandió tanto por comarcas con gran tradición vinícola como por otras de menor tradición con tal de que todas ellas estuvieran bien situadas para la salida de los vinos. Todo ello se constató en nuestra comarca gracias al ferrocarril de vía estrecha entre Tarazona y Tudela que permitió la distribución de sus vinos hacia los lejanos mercados de Burdeos y Cette, pudiendo explicarse así la curva ascendente de la extensión de los viñedos experimentada en el Partido Judicial de Tarazona.

De hecho, varios de los habitantes de Grisel recordaban cómo les habían contado sus mayores que las viñas se extendían por toda la Valluenga y buena parte de la Ciesma: "antes se ve que la Valluenga era toda de viña", "mi abuelo me decía que en la otra parte de la Ciesma era todo olivo y viña", "yo he conocido cereal pero he oido que antes había viñas en la Ciesma, y muchas fuentes". Así que, a falta de pruebas documentales que lo demuestren fehacientemente, podemos afirmar sin demasiados riesgos que hacia 1880 prácticamente toda La Ciesma, al igual que buena parte de los terrenos de secano de las comarcas de Tarazona y Borja, había sido plantada de viñas y alimentaba una floreciente aunque rudimentaria industria local del vino que se plasmó posiblemente en la construcción de un buen número de bodegas divididas en tres barrios diferentes (http://www.aragob.es/edycul/patrimo/etno/bodegas/campoborja.htm), número que no llegan a alcanzar la mayoría de las localidades de la comarca. Otras roturaciones como éstas, cercanas a un pueblo y con el objeto de plantar vides, se habían producido ya con anterioridad (García, 1960: 64) debido a que la roturación del monte con viña era más asequible al pequeño propietario o al jornalero que carecía de animales de trabajo. En La Ciesma, a este hecho se añadió el de contar con terrenos de considerable pendiente y por tanto de cierta dificultad para su labor por lo que -hasta ese momento de euforia de la vid- no habrían sido considerados aptos para su puesta en cultivo.

Pocos años duró esta euforia pues a partir del año 1885 (Ferrer, 1957: 81-82), gracias a la recuperación de los cultivos franceses mediante la replantación de nuevas cepas resistentes a la filoxera, la demanda francesa disminuyó considerablemente. Solo tres años después se desencadenaba la gran crisis, descendiendo los precios a niveles ínfimos y tomándose como uno de los posibles caminos de salida el recurso a la destilación, como hemos visto, con una tradición ya asentada en el propio municipio de Grisel. El punto ágido de la crisis podría situarse en 1891. En ese año (coincidente con el primer documento (AMG, 72-4) hallado de la venta de un terreno de cultivo en La Ciesma, concretamente en Matarraz) la recuperación de la producción francesa, el surgimiento de nuevos paises vinícolas en el mercado mundial, el crecimiento generalizado de la producción por hectárea y, como puntilla, la no renovación del acuerdo comercial con Francia (Pinilla, 1995: 347 y Sanz, 1997: 147), catapultó la desastrosa situación del sector vinícola comarcal hacia su descalabro de pocos años después. Ante toda esta situación, los labradores locales no se quedaron con los brazos cruzados (Sanz, 1997: 147-151) y, aunque inúltilmente, en 1895 crearon, entre grandes y pequeños productores también de las localidades secundarias como Grisel, la Asociación de Agricultores de la Comarca de Tarazona como articulación del movimiento asambleario de reivindicación vitivinícola ante la crisis del sector.

Pero el principio del fin había sido anunciado por la lógica más pura de los acontecimientos. En 1878 se había registrado ya el primer ataque de la filoxera a unas cepas españolas (Pan-Montojo, 1994: 130 y 138) y su extensión a todo el viñedo peninsular, a partir de diferentes focos en Andalucía, Cataluña, Navarra, Galicia y Castilla y Leon, fue avanzando lenta pero inexorablemente. Así, la tradición oral de Grisel recuerda todavía que "vino una enfermedad (...) y se perdió toda (la viña)". En la fecha concreta de la llegada de la filoxera a la comarca parece haber algunas discrepancias entre el año de 1899 como comienzo del ataque a los somontanos de Borja y Tarazona (Ferrer, 1957: 82. Asimismo en otra publicación (Pan-Montojo, 1994: 138) aparece la provincia de Zaragoza como libre de la invasión de la enfermedad en 1899 a pesar de situar el partido judicial del sur de Navarra entre los invadidos entre 1892 y 1899) y la destrucción de los viñedos de Gisel hacia 1895 (Alcaine, 1999: 3). La fecha concreta, cinco años arriba o abajo, en este caso no es tan importante en comparación con lo que podría calificarse de auténtica desmantelación de un tipo de explotación que había llegado a alcanzar la categoría de monocultivo en grandes zonas de las dos comarcas de Borja y Tarazona. La suerte que siguió a partir de este momento en ambas fue en cambio bien distinta. La tendencia general (Pinilla, 1995: 64-65 y 351-354) fue llegar a un descenso de la altitud media de las vides así como a la restitución con nuevas cepas resistentes en zonas -como el Campo de Borja- de considerable cultivo anterior y que, por tanto, gozaban tanto de las mejores condiciones naturales como de los menores costes de producción. No era éste el caso del valle del Queiles. En él, el mantenimiento de un cierto policultivo no desembocó en los graves efectos de Borja sino tan solo en un ligero descenso de la población (Sanz, 1997: 27-29, 86 y 108) en algunas localidades como Grisel. En cuanto a encarar la crisis propiamente agrícola, tras unas serie de estudios de la Cámara Agrícola de Tarazona (de la que formaban parte representantes de las zonas afectadas como Grisel) e intentos inciales fracasados de continuar con el cultivo de la viña, se optó por fomentar el desarrollo de la remolacha en zonas de regadío y del trigo en las de secano. Así, pocos años después, a comienzos de la segunda década del siglo XX y gracias a las carencias europeas provocadas por la 1ª Guerra Mundial, los cereales habían sustituido casi completamente las viñas perdidas, llegando a ocupar nuevas tierras roturadas y, en el caso de La Ciesma, habiendo reemplazado totalmente las viñas (Alcaine, 1999: 3) -reducidas en la actualidad (Cuesta, 1995: 181) a unas testimoniales 4 hectáreas de superficie- por campos de trigo, cebada y avena.

Será ahora, entre la conversión de la Ciesma en un espacio completamente abancalado y dedicado al cultivo de cereal y la cercana Guerra Civil, cuando salgan a la luz los problemas y conflictos derivados de la transformación de un territorio de nítido empleo ganadero conjunto bajo la presión del ayuntamiento de Tarazona, en un monte común del ayuntamiento de Grisel roturado y puesto en cultivo de forma masiva por parte de pequeños propietarios y sin un control legal claro hasta llegar, tal como hemos visto, al caso de la venta de una parcela habiendo recorrido el ilegal pero explicable camino desde la propiedad común al disfrute privado y a la compra-venta entre particulares. Durante estos años, se van sucediendo los documentos desde el intento de inclusión (AMG, 70-1) de La Ciesma en el catálogo de los montes de utilidad pública en 1926, pasando por la venta de campos, como una (AMG, 72-4) de 1928, el intento (AMG, 69-30) de normalizar el estado de las roturaciones del monte en una "Relación de las rozas del Monte 'La Diezma'" de 1927, o el expediente (AMG, 73-5) de 1928-29 de "Resoluciones del Distrito forestal sobre infracciones en Monte la Diezma" en el que se resuelven tres denuncias "por quemar rastrojo", una por "extraer piedra" y otra por "pastoreo abusivo". Así hasta llegar a los años 1935 y 1936 en los que el conflicto parece plantearse sin ningún tipo de tapujos. En el primero de ellos se fechan unas declaraciones (AMG, 69-31) juradas sobre la extensión de las tierras roturadas arbitrariamente en el monte y la huerta en las que aparecen la inmensa mayoría de los vecinos jurando si han roturado algo o no y dónde, siendo la mayoría en La Ciesma en diferentes partidas como Camino Litago, Zintinela, Matarraz, Carra Veruela, etc. Tal vez bien poco después, o quizás de manera paralela, se documenta un escrito (AMG, 69-33) fechado a 9 de mayo de 1935 en el que 24 vecinos solicitan la distribución por arrendamiento de 50 hectáreas en "el monte La Diezma" para labrar y sembrar, y que es respondido por el Ayuntamiento el día 20 del mismo mes con otro en el que manifiesta que "se desconoce que en el monte la Diezma exista extensión alguna sin roturar ni mucho menos para poderse parcelar", a lo que los reclamantes aducen que no hay documentos ni se ingresa cantidad alguna por las citadas tierras por lo que ruegan se averigüe "dónde están pues esos terrenos". Así que debió de ser a raiz de este intento de legalizar la situación por parte de algunos vecinos, en el sentido de conseguir de manera legal el arrendamiento de unas tierras que por lo visto estaban en manos de otros vecinos sin justificación legal y sin percibir a cambio el ayuntamiento minguna aportación, que el propio concejo puso en marcha la confección de un listado (AMG, 69-34), fechado al año siguiente, en el que comienzan a formalizarse la identificación de las personas que hacían uso de los terrenos comunales (en total 152, de los que eran vecinos de Grisel 125), de la extensión de esos terrenos y de la cuota que, por tanto, les correspondía abonar al municipio.

Con toda probabilidad, el levantamiento de parte del ejército en el mes de julio de 1936 con el consiguiente conflicto bélico de la Guerra Civil debió de causar su efecto también en La Ciesma de Grisel, en el sentido de calmar las ansias por parte de algunos de clarificar la situación de posesiones y derechos de cultivo sobre el citado monte. En memoria de todos los griselanos se encuentran todavía, y no entraremos aquí en arduas polémicas, los problemas legales derivados de la escrituración de fincas de canon y, en general, del deslinde que finalmente en 1959 acabó por resolverse según el expediente oficial (AMG, 71-01) con su plano anexo, en el que se determina los límites entre los terrenos deslindados y los de propiedad particular que han quedado dentro de La Ciesma, advirtiendose esta vez, por fin, la presencia de abundantes casillas tanto dentro de unos como de otros.

Muchos años, tal vez demasiados, de un conflicto derivado de la conversión de un terreno comunal de pastos en otro "semi-particular" de cultivos para que su resolución se alcanzara a bien pocos años del abandono de su labor. Efectivamente, a comienzos de la década de 1960 (García, 1960: 288) todavía conservaba el término de Grisel una apreciable extensión de secano cultivado de cereal, pero debió de ser muy poco después cuando la reestructuración del sector agrario español, el desplazamiento de buena parte de la población rural al medio urbano, y la generalización del empleo de maquinaria agrícola, desembocaron en el abandono de las tierras cultivadas de peores condiciones para su trabajo según las técnicas modernas y, por tanto, para su rentabilidad. Éste fue el caso de la superficie de La Ciesma que, con terrenos de mínima extensión derivada de la roturación por parte de asalariados y pequeños propietarios así como de las propias características geográficas del terreno con una fuerte pendiente, se ha convertido a comienzos del siglo XXI en un inmenso yermo, salpicado de algunos pequeños terrenos de cereal y almendros en los campos de mayor extensión y de terreno más aplanado, y empleado (en uno de esos paradójicos vaivenes de la Historia) como pasto por la escasa cabaña de ovino de la localidad.

En los últimos años, sin embargo, novedosos elementos han venido a ocupar parte de su superficie. Novedosos y contradictorios pues mientras varias instituciones (como el COMENA, el Ayuntamiento y la Asociación Cultural La Diezma) han efectuado repoblaciones forestales a base de pinos, carrascas y coscojas que junto a la regeneración natural de coscojas y carrascas -especialmente notable en el extremo de La Ciesma lindante con los términos de Vera y Trasmoz- tal vez dentro de unas décadas devuelvan al monte su primitiva cubierta de bosque mediterráneo, sus laderas se han visto surcadas por una línea eléctrica de alta tensión, su cima se ha convertido en sede de un repetidor de televisión, un mirador turístico sobre el Moncayo y el Valle del Ebro y, recientemente, se ha llevado a la práctica un proyecto de parque eólico que, a pesar de evitar un mayor uso de energías no renovables, no colabora con la reducción de éstas y constituye a todas luces un impacto visual de primer orden en el paisaje del entorno del Moncayo y, en especial, en el de nuestro querido monte de La Ciesma.

 

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