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Las casillas de picode La Ciesma en Grisel                                                               Joaquín Marco &  Felix A. Rivas 

 

Las casillas de pico

Y un reflejo material

No disponemos de datos para asveriguar si el            

cultivo del viñedo ocupó terrenos anteriormente            

sembrados con otras plantas, tierras de pastos o             

yermos, aunque la mayoría de los escasos testimonios   

apuntan en esta última dirección.                                       

Vicente PINILLA                             

... DE LAS CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS

En este apartado pretendemos aplicar el principio de la profunda influencia que sobre la gestión del territorio ejercen las diferentes etapas históricas, siendo este hecho especialmente importante para la comprensión de los diversos aspectos de nuestras casillas de pico y, en particular, para la explicación de su origen y originalidad geográfica.

En lo concreto nuestra hipótesis hace vincular el origen de las casillas de pico de La Ciesma a una coyuntura histórica muy limitada en el tiempo, cuyas coordenadas sociales y modo específico de producción (que serán objeto de desarrollo en el siguiente apartado) hicieron posible y seguramente hasta necesaria la construcción de estas casillas.

Tal y como ha quedado expuesto en el capítulo de introducción histórica, la Ciesma constituye un espacio geográfico singularizado a lo largo de la Historia, tanto por su importancia estratégica en tiempos de conflictos como por su decisivo papel en la economía de la comarca en lo referente a su uso y régimen de explotación. Desde la Edad Media hasta la Desamortización su principal uso fue el pecuario y, de manera paralela, se fue desarrollando un proceso deforestador a favor de las superficies de pastos y de la elaboración de carbón y leña que parece culminado en el siglo XVIII y que, tras el avance desamortizador de la primera mitad del siglo XIX, no se prolonga en una roturación masiva hasta finales de la década de 1870. Hasta esa fecha no se tiene conocimiento documental alguno de la existencia de las casillas de pico y cabe afirmar que, dejando aparte algún posible ejemplo aislado anterior, esta ausencia documental se correspondería probablemente con una ausencia física en el propio terreno.

La siguiente etapa en la historia de La Ciesma, que va aproximadamente de 1875 a 1900, es la de la roturación y ocupación total de su superficie por el viñedo. Estas circunstancias están directamente determinadas por una coyuntura más general, extrapolable asimismo a otros territorios, y que respondía a un aumento de la población pero también a los últimos efectos de la caída del régimen señorial, al avance del individualismo agrario frente a pasado corporativismo ganadero y, en última instancia, a la crisis de la filoxera en Francia que, en dos décadas concretas, empujó el precio del vino y por tanto el cultivo de la vid en las zonas como Grisel de posible aumento de la producción y facilidad de la salida del producto por ferrocarril hacia Francia. Pruebas concretas de esta extensión del cultivo de la vid a toda La Ciesma son los testimonios de transmisión oral de nuestros informantes, el hallazgo de raíces de cepas en labores de labrantío en La Ciesma tal como nos contaron, o la presencia de sarmientos en la cubierta vegetal de una de las casillas-cueva. También recordaban varios entrevistados cómo "había mucho vino y venían los franceses con carros" o "por el alcohol".

Así que nosotros pensamos que fue precisamente en estas fechas cuando se erigieron la gran mayoría de las casillas de pico de La Ciesma. Ya en otros trabajos (Alomar, 1997: 25) se ha expuesto lo intensamente que está ligada la técnica de la piedra seca al desarrollo de la agricultura y, especialmente, a la roturación de terrenos vírgenes para transformarlos en tierras cultivables. De esta manera, su sentido sería fundamentalmente el de la creación de una nueva infraestructura de apoyo a la explotación de un recién creado espacio agrícola, tal como parece que ocurre también en otros lugares (Bouet, 1993: 59-60 e Ibáñez y Casabona, en prensa). En todo ello, creemos que las casillas de pico de La Ciesma no son una excepción y que fueron construidas a partir del material sobrante (es decir, las piedras) de la puesta en cultivo total del monte aunque tal vez en menor medida en la de solana que, tal como hemos expuesto, aparece ya bastante cultivada en un mapa de finales del siglo XVIII y, de hecho, conserva un número sensiblemente menor de casillas de pico que la ladera NE. Un dato que nos parece especialmente significativo en esta cuestión es el de la ubicación de casi todas las casillas de pico entre dos antiguas fajas cultivadas por lo que su construcción debió de producirse después de, o con más probabilidad, al mismo tiempo que la delimitación de las parcelas, es decir, que la puesta en cultivo sistemática de todo el monte.

Todo ello haría que fueran encajando las piezas y que la singularidad de su situación geográfica (puesto que este tipo de casetas está prácticamente ausente del entorno más cercano de Grisel, aunque más adelante desarrollaremos este punto) y de su densidad no sean tanto achacables a las propias condiciones técnicas de las casillas sino más bien a la especial conjunción entre el caso particular de un monte de antiguo uso comunal y ganadero y las circunstancias de un momento histórico muy concreto que determinó su repentina y total puesta en cultivo para aumentar la superficie de viñedo de la zona.

Un último argumento que apoya la datación de las casillas de pico que proponemos es el estudio comparado de otros ejemplos construidos de manera muy similar y con fines muy parecidos en Aragón y su entorno geográfico. Hemos localizado una considerable nómina de testimonios de casetas de falsa cúpula con finalidad de refugios contra las inclemencias del tiempo y apoyo a las faenas agrícolas y pastoriles que, en general, poco se diferencian en su fecha de construcción de las de Grisel. Así, comenzando por el norte y tomando el sentido del recorrido de las agujas del reloj, tenemos las casetas agrícolas y pastoriles de la Balle Tena (Biarge, 1983: 34) (comarca del Alto Galligo/Alto Gállego) con presuntas fechas de construcción grabadas en sus dinteles entre 1868 y 1873; en el departamento francés del Aude (http://www.aragon-cabardes.com.fr/piersech/psaragon.html) (de la región Languedoc-Rousillon) las cabanas se fechan entre la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX; ya en Cataluña las repetidamente estudiadas barraques de la comarca de Bages (Plans, 1994: 20 y 32, Soler, 1994: 26 y Soler, 1997: 398) conservan en sus dinteles fechas más abundantes entre 1861 y 1912 y, por la existencia de ciertos contratos de arrendamiento que lo certifican parece que se levantaron básicamente a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX coincidiendo con el espectacular avance del cultivo de la vid (Al igual que las del Alt Camp (Bernat, 1997: 458)); en algunas casetas de falsa cúpula de la comarca aragonesa de Matarranya/Matarraña (Grupo, 1981: 111) aparecen sus dinteles grabados con fechas entre los comienzos y finales del siglo XIX; muy cerca, en el Maestrazgo aragonés (Beltrán, 2000: 84 e Ibáñez y Casabona, en prensa), las casetas se datan principalmente entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX; ya en Castilla-La Mancha el desarrollo de los llamados 'bombos' manchegos (Sánchez, 1998: 242 y 283) se produjo especialmente a finales del siglo XIX y comienzos del XX, muy ligado a la expansión de la viña; la mayoría de las fechas inscritas en los guardaviñas de La Rioja (http://www.larioja.com/vino/suplemento2000/guarda.html) remiten a los finales del siglo XIX; y ya dentro incluso de la propia comarca de Tarazona y el Moncayo hemos podido localizar una caseta en el término de Vera de Moncayo de solución técnica algo diferente pero muy similar en cuanto a dimensiones y localización que luce en su dintel la fecha de 1910.

De este modo hemos podido comprobar cómo, en un largo listado de construcciones análogas a las casillas de pico y no muy alejadas entre si, se repite con insistencia la datación preferente de finales del siglo XIX y comienzos del XX, acompañada en algunas ocasiones no desdeñables por algunos ejemplos conocidos de hasta finales del siglo XVIII (Como las barraques de uso exclusivamente ganadero en la isla de Menorca (Sastre, 1997: 554). De hecho, algún autor (Bouet, 1993: 57) plantea la imposibilidad de conservación de este tipo de casetas por más de dos siglos, lo que explicaría la inexistencia de ejemplos conocidos anteriores al siglo XVIII).

Pero a pesar de que las circunstancias históricas de las últimas décadas del siglo XIX parece que fueron determinantes para la construcción de nuestras casillas, si por algo destacan además es por su casi tan rápida aparición como extinción y, así, después del cierre de las fronteras francesas para el vino español y del arrasamiento de las cepas locales por la anunciada llegada de la filoxera (Y eso que, aunque no ocurrió en La Ciesma, debió de darse un tímido proceso de replantación de viñedo en algunas áreas de Grisel como la Valluenga y la huerta, tal como puede verse en algunos campos hoy en día y tal como nos contó alguno de sus habitantes que recordaba, allá por la década de 1930 que existía una caseta en la otra margen de la Valluenga a donde "venían desde Cascante para comprar la uva"), el verde de las hojas de parra se vio inmediatamente sustituido en la superficie de La Ciesma por el oro de los cereales en verano. ¿Conllevó este cambio de los cultivos el final del uso de las casillas de pico? En cierta manera sí puesto que acabó definitivamente con la construcción de nuevos ejemplos, tal como se deduce de la ausencia de recuerdos de su construcción en la memoria popular de Grisel. Pero en cierta manera no, ya que según esos mismos testimonios, mientras se siguió con el cultivo en activo de las laderas de La Ciesma continuó de manera habitual la presencia humana en las casillas y, por tanto, volvió a renovarse la anterior necesidad de un lugar cercano donde descansar y refugiarse de las inclemencias del tiempo.

Otro cantar se escuchó pocas décadas después, cuando a partir de 1960 se fueron abandonando progresivamente sus cultivos y, con ellos, el uso y el mantenimiento de las propias casillas de pico.

 

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