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Serie "Núcleos deshabitados"  nº1 FOCES                                                                                         Manuel Benito Moliner 

LOS FOCES

Como ya se ha dicho, esta noble familia aragonesa tomaron el apellido del solar que les vio nacer. El primero del que tenemos noticias es Ortuño Ortíz, documentado en 1134. Se habla también de un tal Ramón de Foces decapitado, según la leyenda, en la Campana de Huesca.

Luego aparecen Lope Sánchez, Ato, Galindo y Artal, todos en el siglo XII. En este período las relaciones de los Foces con la Orden de San Juan de Jerusalén son excelentes. Doña Godina de Foces les dio la iglesia de Cabañas, germen de lo que luego se ha conocido como La Almunia de Doña de Godina. En 1194, Portolés de Foces es comendador de la Orden.

Estas buenas relaciones, culminadas con la construcción del convento de San Miguel, tienen su origen en la política emprendida por Alfonso el Batallador, quien comenzó a hacer suculentas donaciones a las órdenes militares, hasta el punto de terminar heredando el reino. A los sanjuanistas les correspondió la tercera parte. Los nobles, para no perder su poder, se vieron obligados a seguir las pautas del rey, haciendo donaciones e introduciendo familiares en los organigramas de las órdenes. Como se ha visto, los Foces no fueron ninguna excepción.

En el siglo XIII, a pesar de que las órdenes militares fueron apartadas del gobierno del reino por Ramiro II y su yerno Ramón Berenguer, los Foces siguieron colaborando con ellas, pues mantenían todavía su pujanza. Jimeno les dio el castillo natal y la villa de Foces, con otras propiedades. A cambio los sanjuanistas levantaron allí un monasterio dotado con doce monjes más un prior o comendador. Entre 1249 y 1259 se ejecutó la obra y se dedicó a san Miguel, vencedor del mal, pesador de almas y conductor de las justas al cielo. Los Foces decidieron enterrarse aquí, en su lugar de origen, velando los frailes por sus almas. Precisamente los mismos frailes que vigilaban la tumba de Cristo en Jerusalén. Para que sobre sus tumbas ardiera siempre la luz, se rezaran oraciones y misas y sus espíritus se purificarán con píos legados, los Foces hicieron importantes donaciones a la Orden.

Uno de esos legados caritativos consistió en dejar a los monjes la obligación de vestir trece pobres, el mismo número que de frailes, cada año; para la festividad de san Miguel.

En San Miguel quedaron enterrados Jimeno y su hijo Ato o Atón. Los Foces se fueron más al sur, donde ahora tenían sus negocios. Después de los sucesos que llevaron a la desaparición de la vida monástica en San Miguel, no creemos que ningún Foces volviera por aquí, ni vivo ni muerto.

No hace mucho tiempo que cayó en mis manos una recopilación de artículos y documentos medievales (Ubieto Arteta, Agustín. Documentos para el estudio de la historia aragonesa de los siglos XIII y XIV: monasterio de Santa Clara, de Huesca. pp. 547-701. ESTUDIOS DE EDAD MEDIA DE LA CORONA DE ARAGÓN. Vol. VIII. C. S. I. C. Zaragoza. 1967)., entre los cuales hallé dos testamentos de Artal de Huerto. En el primero, fechado erróneamente por el autor en el siglo XIV, pues se cita expresamente en él que se emite mientras San Miguel se construye -1249-1259-, Artal alude a algunos componentes de su extensa familia sobre todo en lo que se refiere a hijos bastardos. Allí hace una declaración de las tumbas que deben construirse para su padre, para él y para su mujer, en una capilla que se dedicará a santa María Magdalena (El culto a La Magdalena fue traído a estos pagos por los sanjuanistas. La santa estaba íntimamente relacionada con los cultos fúnebres, pues ella secó los pies de Cristo con sus cabellos -símbolo de vida ultraterrena- y contempló la muerte y la resurrección de Cristo.), donde arderá una lámpara a perpetuidad y donde los monjes, que allí constituirán una comunidad, rezarán por sus almas y velarán por el cumplimiento de su testamento.

En 1276 el testamento cambia y expresa que su tumba y la de su mujer se establecerán no en Foces sino en el convento de Santa Clara de Huesca, en las mismas condiciones de culto. Desautoriza también a los monjes sanjuanistas que allí se han establecido a la hora de velar por su alma, y les deja sólamente una capellanía, pero sólo en el caso de que el obispo no le deje fundarla en Salas. Algo había ocurrido para que Artal, señor de Huerto y continuador del linaje de los Foces, dé la espalda al panteón familiar que quedó así truncado, con sólo dos miembros enterrados de tan extensa familia.

 

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