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Serie "Núcleos deshabitados"  nº1 FOCES                                                                                         Manuel Benito Moliner 

HISTORIA Y LEYENDA

Los sucesos a los que aludimos andan entre la historia y la leyenda. En 1309, cincuenta años después de ser edificado el monasterio, nadie queda allí. Las fechas coinciden con la caída, condena y disolución de los templarios que, como se sabe, fue una orden muy próxima a los sanjuanista quienes acogieron a sus frailes y a algunas de sus propiedades.

La leyenda cuenta esto: En la Noche de San Juan del año 1309, los frailes fueron degollados por judíos soliviantados, al no querer utilizar uno de los monjes, sus conocimientos de alquimia para curar de mal de amores a la hija de un acaudalado hebreo. Como recuerdo de la matanza, perduró hasta nuestros días una mancha de sangre en las paredes del santuario. Aunque se pintara o se lavara, volvía a reproducirse. En este siglo -XIV- se pierden las noticias sobre la iglesia; la villa se despuebla y cambia de dueños, pasando a los Gurrea al igual que Ibieca, en cuyos términos acabó por integrarse.

 

Tras los asesinatos el lugar quedó maldito. La Iglesia tuvo que recuperarlo para el culto, con el fin de alejar cualquier idea ajena o enemiga de la religión católica. Un año después -1310- un abuelo de casa Borau de Liesa (García Ciprés, G. y otros. REVISTA LINAJES DE ARAGÓN. 6 TOMOS. Establecimiento tipográfico de Leandro Pérez. Huesca. 1910-15. Tomo IV, apellido Borau, pp. 61-72.), al ir a hacer sus necesidades, ve una extraña luz en la noche. La aparición se repitió. Un día, por fin, le hicieron caso y así encontraron, en la ermita de Nuestra Señora del Monte, unas preciosas reliquias que los Foces habían ido donando a los sanjuanistas. El milagro volvía a sacralizar una zona que aquellos extraños sucesos habían dejado en manos del mal.

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Llave dibujada en un sillar, símbolo alquimista o simple signo masónico

Nada sabemos, con certeza, de lo que aquí ocurrió. Las piedras no hablan pero nos evocan aquellos tiempos oscuros de monjes militares ambiciosos, que disponían de una amplia red de posesiones en torno a caminos y encrucijadas estratégicas. Reinos dentro de otros reinos. Ambiciones sesgadas a golpe de espada. Cabezas que formaron en Huesca una legendaria campana, siendo enterradas en la iglesia oscense de San Juan de Jerusalén. Sangre derramada en sacrificios que parecen sacados de un manual de etnografía.

De todo ese pasado tortuoso aún nos queda este magnífico santuario, mermado pero orgulloso en medio del Somontano Oscense. En él se guardan unas pinturas que nos acercan a los primeros tiempos del gótico y de sus filosofías luminosas. Una portada que nos muestra un románico tardío, tomando como referencia su propio entorno: lo árabe, su vegetación autóctona... Un edificio relacionado con las corrientes cistercienses, que muestra como se produjo la transición del románico al gótico. En definitiva, un ejemplar con cierta relevancia artística que permanece casi en el olvido.

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Frontal de San Vicente de Liesa, hoy en la Diputación Provincial de Huesca

 

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