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Las  "cabañas" (cuevas excavadas de habitación temporal)                                                             Felix A. Rivas

 

 Otras construcciones secundarias

Las 'cabañas de piedra' o casetas

- Técnicas y elementos de construcción

Los muros de las casetas suelen presentar un grosor bastante uniforme entre los 40 y los 50 cm.

En dos ejemplos, cercanos a cada uno de los dos pueblos, el material utilizado son los adobes de barro crudo. En estos casos, los muros cuentan con un zócalo de piedras que puede llegar a alcanzar cierta altura, sobresalir en planta (Diap. 400), e incluso prolongarse hacia lo alto en forma de esquinales o cadenas de mampostería o ladrillo macizo. En uno de los casos, los adobes se disponen en un curioso paramento a soga y tizón (Diap. 354).

Todas las demás casetas cuentan con la piedra como material principal de composición de sus muros. Según la información oral recogida, el material empleado era "piedra de las más cercanas (...), se elegían las que fueran fáciles de trabajar, había canteras en todos los cabezos". El empleo de piedras calizas como elemento fundamental de los muros de las casetas parece generalizado en toda la zona prospectada y, en el caso concreto de la aparición de piezas calizas y areniscas bastante duras y alóctonas en la caseta Cs 1.19/Ep podría tal vez establecerse una relación con la existencia de una hipotética cantera en un lugar no demasiado lejano.

Un tipo de muro poco habitual pero muy destacable es el de piedra seca, con ausencia de cualquier mortero o argamasa que ayude a asentar los diferentes mampuestos, y que (además de su presencia en muchos abrigos como veremos a continuación) se empleó también para levantar algunos ejemplos concretos de casetas de las del tipo de refugio ocasional.

El muro más habitual es el de mampostería asentada con mortero de arcilla. A pesar de esta fórmula general, a lo largo del conjunto de casetas pueden apreciarse un gran número de pequeñas diferencias entre ellas que testimonian posiblemente diferentes etapas de construcción, tradiciones locales o familiares, e incluso rasgos particulares de cada constructor. Así, se aprecian grandes diferencias (Diap. 370 y Diap. 397) entre la cantidad y visibilidad del mortero empleado para asentar las hiladas de mampostería, en el empleo o carencia de calces o piezas de pequeño tamaño que ayudan a afianzar la solidez de los muros, en la selección o no de las piezas más regulares y de mayor tamaño para los esquinales o las jambas, o en la colocación de hiladas alternas de piezas de forma y tamaño regular

  

o con una disposición oblicua nada frecuente.

También es bastante habitual el uso de revocos, a base de mortero de arcilla (Diap. 394) o de yeso (Diap. 383), y tanto al interior (Diap. 343) aplicado directamente con las manos (y cuyo testimonio son algunas digitaciones muy llamativas) como con algunos útiles de albañilería. Al exterior es más frecuente que las paredes aparezcan enfoscadas con mortero, que también puede ser de diferentes composiciones, y tal como aparece en el proyecto ya citado (AME, 375-13.) para construir una caseta en el término de Épila, "jarradas con mortero las paredes del exterior".

Entre las cubiertas, la más abundante es la que se compone de una estructura, desde el interior hacia el exterior, formada por una primera capa de vigas de madera paralelas, una segunda de placas de cañizo (Diap. 336) sobre la que se extendió una capa de buro para facilitar el asentamiento del material final de cubrimiento que suele ser teja árabe. Sobre este tejado final se coloca muchas veces en el contorno una línea de piedras de gran tamaño que sirven para evitar que las tejas más desprotegidas puedan ser levantadas por el fuerte viento que puede llegar a soplar en la zona.

Un punto fundamental es el encaje de la cubierta con las paredes verticales. En él sin embargo no aparece ningún tipo de alero tal como suele ser frecuente en las viviendas de los núcleos urbanos, huyendo del sentido estético de este elemento y obviando su aspecto funcional. Solo algún ejemplo aislado (Cs 1.1/Mu) cuenta en esta zona con la presencia de piedras planas y fragmentos de teja que facilitan la conjunción de ambos elementos de la construcción.

Este tipo más generalizado de cubierta puede presentar una o dos vertientes, y normalmente se prefiere la primera solución en casetas de tamaño mediano y la segunda en las de mayor tamaño, aunque no siempre se cumple esta regla.

Este mismo modelo de cubierta a dos vertientes y material exterior de teja árabe es el que presentan la mayoría de las casetas de habitación temporal dando como resultado un original y característico aspecto frontal con su hastial de remate picudo y su entrada ligeramente ladeada. Estas cubiertas, debido a la gran amplitud de su planta, suelen contar en un punto central de su interior con un pilar, bien de mampostería (Diap. 371) o bien sustituido por un madero a modo de puntal (Diap. 359), que ayuda a prevenir futuros problemas de consistencia de la extensa planta de cubierta. Otro elemento que puede ayudar a fortalecer estas grandes cubiertas son los jabalcones (Diap. 363), un delgado madero que se coloca de manera oblicua entre la viga superior o puente y un punto inferior de uno de los muros laterales. Contamos además con el testimonio escrito del proyecto (AME, 375-13.) de una de las últimas casetas con cubierta de este tipo que debió de construirse en Épila y según el cual para una caseta de unos 50 m2 se necesitaban "1.500 tejas, 19 maderos, 30 cañizos (y) clavos de encañizar". También en este documento se describe que iban a quedar "lavadas las vueltas de la cabaña", hecho que se confirma en algunas de las casetas de habitación temporal (Cs 11.20-21/Ep y Cs 1.25/Mu) en las que las franjas de cañizo a la vista que quedan en el interior entre viga y viga quedaron ocultas tras un mortero de yeso (Diap. 384) de llamativo color blanco.

Se dan dos excepciones principales a este modelo extendido de cubierta de una o dos aguas con cubrición de tejas. La primera podría ser el testimonio de la antigua técnica generalizada de cubrición que fue desapareciendo a raíz de la extensión del empleo de la teja árabe. Aparece en algunas casetas tanto de un agua, de dos, como de cubierta plana en forma de terraza. En ellas, la estructura de vigas de madera y cañizos queda rematada por una sencilla cubrición de tierra arcillosa (Diap. 349) que, posiblemente, requería un mantenimiento y reparación bastante habitual. Precisamente en uno de estos ejemplos como testimonio de su mayor antigüedad o tal vez por la mayor rusticidad de su construcción, la capa de cañizos se ve sustituida por una capa de simples cañas anudadas. 

 

La segunda excepción es la de una caseta (Diap. 321) en la que, a la manera de algunas de las casetas anexas a una cabaña excavada, cubre sus dos vertientes por la capa de un material final compuesto por un mortero de gran dureza y consistencia.

Otro aspecto de estas cubiertas es el de la pendiente de sus vertientes. Tal como demuestran los alzados de, especialmente, las casetas de habitación temporal con cubierta a dos aguas, puede considerarse pequeña su pendiente ya que, en los ejemplos analizados, se encuentra dentro del intervalo entre los 15 y los 22º. Esta pequeña inclinación se corresponde con la falta de necesidad de evacuar grandes cantidades de lluvia o de nieve debido al árido clima de la zona caracterizado por sus bajas precipitaciones y, al mismo tiempo, ayuda a reducir la superficie total de la cubierta y, por tanto, la carga de toda esta estructura superior.

Una última excepción es la cubierta de falsa cúpula por aproximación de hiladas presente en dos únicos ejemplos. En uno de ellos el mismo muro que levanta desde el suelo va cerrándose (Diap. 348) hasta cubrir la pequeña planta interior circular y, en el otro, se puede distinguir entre una primera parte de los muros verticales y una segunda parte en altura que cuenta al interior con unas cinco hiladas de losas de gran tamaño que van volando cada vez más ostensiblemente hacia el interior hasta cerrarse totalmente, mientras el exterior se resuelve en un tipo de pequeña terraza plana rellena de piedras de diferente tamaño.

La orientación de las entradas se abre, tal como ocurría con las cabañas excavadas, a un amplio intervalo que abarca los cuadrantes noreste, sudeste y sudoeste, evitando en todo caso la muy negativa influencia climatológica del cierzo llegado desde el noroeste.

En algunos ejemplos de casetas de refugio ocasional o de apoyo a las faenas agrícolas, estas entradas carecen de cualquier tipo de acondicionamiento (Diap. 395) siendo tan solo un simple paréntesis sin construir en la pared frontal. En la mayoría de los casos, por el contrario, se trata con cuidado tanto las jambas, que pueden llegar a aparecer completamente revocadas, como la resolución técnica del sostenimiento del fragmento del muro situado sobre el vano que, en todos los casos analizados, se apoya sobre uno o varios rollizos o ramas de madera que ejercen la función de dintel. También en algún caso el suelo del umbral se acondiciona con un empedrado de losas.

Solo dos ejemplos se salvan de esta generalización de la solución del dintel de madera y son precisamente las dos casetas de falsa cúpula en las que su entrada se afirma en la parte superior por un cabezero monolítico, tal como cabría esperar de un tipo de construcción basado en la utilización radical y exclusiva de la piedra como material de construcción.

Aunque en muchos ejemplos estas entradas posiblemente desde su origen carecen de puerta, todas las casetas de habitación temporal cuentan o contaban hasta su reciente pérdida con una puerta de madera que puede responder a varios modelos como la forrada de chapa al exterior, la dividida en dos partes en altura o la reutilizada de una vivienda anterior. Tal vez a éste último caso pertenezca la poco común puerta de la caseta Cs 8.20-21/Ep del tipo de las denominadas 'de cuarterones',

 

que puede poseer una considerable antigüedad y que se compone de un total de 24 marcos formados por listones moldurados que acogen otros tantos cuarterones propiamente llamados, alternando en pisos los colocados de manera apaisada de los colocados en vertical.

Todos estos tipos de puertas suelen contar además con un marco de madera a partir del cual giran sobre bisagras de metal y con una cerradura para garantizar la inviolabilidad del recinto en los periodos de ausencia del mismo.

Solo en algunas casetas se ha registrado la presencia de ventanas. En algunos ejemplares de gran y mediano tamaño, estas ventanas pueden llegar a desarrollarse hasta contar con un marco de madera y una rudimentaria reja de protección. Pero en la mayoría de los casos, estas ventanas o ventanos son simples huecos de pequeño tamaño en los muros que, alguna vez, aparecen reforzados por sencillos pero ingeniosos elementos como una losa pequeña a modo de dintel, un marco de ladrillos macizos formando un triángulo (Diap. 388) o dos tejas superpuestas y enfrentadas por su cara convexa que conforman una forma ovalada (Diap. 406). Estos pequeños huecos, que no tienen la función de iluminación interior propia de las de mayor tamaño, parecen facilitar la aireación del interior y, sobre todo, servir de apoyo en la regulación de la temperatura interna de la caseta mediante la fácil operación de taparlos o destaparlos en cada caso con un trapo o unas hojas de papel de periódico.

Los hogares que se han localizado, prácticamente en todos los casos en casetas de habitación temporal, responden a un modelo de planta similar al que aparecía en las cabañas excavadas. El fogón se sitúa pegado a la pared del fondo y, a cada lado, dos bancos de obra, normalmente revocados con mortero de yeso (Uno de ellos (Cs 7.20-21/Ep) cuenta con una tabla de madera a modo de asiento y, otro (Cs 3.20-21/Ep), muestra el testimonio de dos manos impresas mientras el revoco estaba fresco.), avanzan en sentido contrario al trashoguero (Diap. 376). En ciertos casos este modelo se delimita aún más con la ampliación de los bancos a un tercer lado frontal al fogón

  

que, de esta manera, queda rodeado en un lado por la pared y en los otros tres lados por los bancos de obra salvo una pequeña abertura entre los bancos para el acceso al interior de la cocina en el lado más cercano a la puerta de la caseta. En ambos casos, el fogón se eleva ligeramente al situarse sobre un pequeño murete de obra, similar en altura a la de los cercanos bancos y separado de ellos por un pequeño contorno de espacio situado a nivel del suelo.

Otro modelo de hogar, que ya apareció en una caseta anexa a una cueva, es el situado en un rincón de la construcción y puede contar o no con una pequeña plataforma de obra elevada algunos centímetros sobre el suelo con forma de porción de círculo (Diap. 393), aunque siempre carece de bancos para sentarse (Diap. 357).

Éste último tipo de hogar suele completarse con una campana ajustada al rincón, con forma de sección parcial de cono y elaborada a partir principalmente de mortero de yeso (Diap. 404). La otra solución para la campana, mucho más común, es la que se compone de una visera más o menos alta y saliente, revocada de mortero de yeso y normalmente ennegrecida por el humo, que se sostiene sobre un marco rectangular de madera o de metal empotrado en la pared del fondo (Diap. 335). Un ejemplar que se sale en parte de este modelo es el de un hogar con campana cuyo límite frontal inferior adquiere la forma de un arco de medio punto

  

unido con la prolongación de sendos laterales hacia abajo.

En cuanto a la salida al exterior del conducto de la chimenea, son muy pocos los testimonios que han podido observarse y están demasiado modificados (Diap. 360) como para poder extraer alguna conclusión sobre sus características originales.

Los pesebres, que aparecen mayoritariamente en las casetas de habitación temporal pero también en algunas de las de apoyo a las faenas agrícolas, pueden responder a dos modelos algo diferentes. El primero, que podría considerarse una clara transposición del propio de las cabañas excavadas (o viceversa), se sitúa en el interior de la planta de la caseta y mantiene exentos sus dos lados largos, uno de cara a la cuadra donde reposaban las caballerías y el otro hacia la zona reservada a las personas. Casi siempre estos pesebres se rematan en los bordes por unos maderos redondos (Diap. 362), tal como se recogió por la información oral: "pa final tenían un madero cogido con un poco de yeso", aunque en algunos ejemplos la colocación de maderos se restringe al lado del pesebre que da a la cuadra, o puede sustituirse por un revoco final con un acabado en bocel. En este caso ocurre igual que en la mayoría de los pesebres del segundo modelo (Diap. 373) en los que las argollas para sujetar las caballerías se colocan directamente en el único borde de obra que poseen, acompañadas a veces por alguna estaca tallada en la pared ya que se distinguen precisamente por estar adosados a una de las paredes de la caseta y no presentar maderos en el límite frontal de su forma de recipiente.

Y en cuanto a los otros elementos interiores que pueden aparecer en una caseta solo resta por señalar la presencia de palos alargados incrustados en las paredes para colgar los aparejos de los animales de labor, alguna argolla en las fachadas para atar caballerías, algún pequeño estante de madera y el aprovechamiento en ciertas ocasiones de fragmentos de la roca presente bajo el suelo como parte del mismo suelo del interior (junto al resto que suele ser de tierra) o, ligeramente sobreelevada de él, como lugar de asiento (Diap. 344).

 

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