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Las  "cabañas" (cuevas excavadas de habitación temporal)                                                             Felix A. Rivas

 

 Otras construcciones secundarias

Los pozos y las balsas

- Los pozos (o aljibes)

Según por tanto los criterios ya expuestos, fueron hallados un total de 34 pozos en la zona prospectada, aunque habría que considerar la posibilidad de que alguno más de pequeño tamaño y apariencia modesta haya quedado sin localizar. El reparto entre los términos de Épila y Muel es bastante favorable al primero de ellos (21 frente a 13), lo que tal vez podría deberse a varias razones como la mayor extensión relativa de la zona prospectada dentro del término de Épila, la aparente mayor dedicación a la ganadería del término de Muel o, en este mismo término, la concentración de infraestructuras en ciertos puntos como la Dehesa de Ibar.

De cualquier forma, y aunque ya fue nombrado al tratar de las casetas, hay que destacar la presencia constante de pozos justo al lado o en las cercanías de cabañas y casetas que, en varias ocasiones, forman un binomio inseparable (Diap. 448).

Al igual que con otras tipologías, se ofrecen los pocos nombres concretos de pozos que se han recogido y que son los siguientes:

Po 8.20-21/Ep. Pozo Las Nogueras (Diap. 443)

Po 9.20-21/Ep. Pozo de los Píos

Po 10.20-21/Ep. Pozo de la Venta (Diap. 446)

Po 3.3/Mu. Pozo de Francho.

En cuanto a los modelos de pozos que podrían distinguirse entre los inventariados podríamos considerar dos grandes grupos.

El primero de ellos repite el modelo de pozo-aljibe común en la cercana población de La Muela (Gimeno, 1958: 129.) y está compuesto por un depósito inferior con forma de alto y estrecho cilindro excavado y por una construcción que se levanta sobre el suelo también de forma cilíndrica y, aparentemente, cubierta. Este tipo de pozos, a pesar de depender básicamente del aporte de agua de lluvia tal como atestiguan sus orificios de alimentación, podrían acaso complementarse por el aporte del nivel freático al que en algunos casos llegarían dada la gran profundidad que alcanzan sus depósitos excavados.

El segundo consiste fundamentalmente en un hueco excavado en el suelo con forma poligonal o más corrientemente circular pero que, en ambos casos, no presenta una gran profundidad y sí una considerable anchura, y que puede ir o no acompañado de diversas mejoras y elementos como la presencia de un muro interior de sujeción, la de un murete superficial, una pila, una estructura para sujetar una carrucha, etc.

Del primer tipo de pozos, tan solo ha sido posible hallar dos ejemplares aunque la memoria oral parece atestiguar la antigua presencia de algún otro pozo de estas características en las cercanías de la zona prospectada: "como los de La Muela también había en Muel, en la Dehesa de Los Orgas, cerrado, aunque yo lo conocí ya derruido". O tal vez se trate precisamente de uno de los pozos localizados (Diap. 460) que se halla muy cercano a la partida nombrada por el informante. De volumen cilíndrico y muros en piedra seca, en él destaca su pequeño diámetro y su mínima altura sobre el suelo ya que solo levanta unos 50 cm, aunque no podría asegurarse que fuera así originalmente ya que la actual cubierta de chapas planas sujetas por grandes piedras ha de ser resultado de una modificación reciente.

Mucho mejor es el estado de conservación del extraordinario segundo ejemplar 

 de este modelo de pozos. Y puede considerarse extraordinario debido a su ubicación y a su alzado. Se compone de un cuerpo superior, de 2,3 m de altura, ligeramente troncocónico, cubierto posiblemente por una falsa cúpula por aproximación de hiladas que se ha perdido en parte y abierto en uno de sus frentes sobre una pequeña repisa que queda a media altura a modo de pretil. Cuenta también con un pequeño albellón de alimentación situado en un lateral de la base del cuerpo saliente (Diap.430). Hacia abajo, el depósito inferior es de gran profundidad y con la reseñada forma de alargado cilindro (Diap. 433). Está excavado y forrado de un muro de mampostería revocada por un mortero de gran dureza. Pero su elemento más sobresaliente se debe a la anómala ubicación de este pozo en el mismo fondo del lecho de un barranco. Aunque por un lado esta ubicación garantiza una óptima alimentación de agua para el depósito y ahorra el trazado de un hipotético canalillo de alimentación, por otro constituye un serio peligro para la perdurabilidad de la construcción ante las violentas acometidas a que puede verse sometida por la periódicas avenidas que recorren el fondo de este tipo de barrancos en caso de fuerte tormenta. Así que previendo este peligro, el cuerpo saliente del pozo fue dotado por un auténtico tajamar al modo de los que suelen contar los puentes para partir en dos la corriente del río, una especie de contrafuerte acabado en punta que hace frente a la dirección de llegada de la corriente del barranco desviándola hacia ambos lados del pozo, en uno de los cuales se sitúa además el albellón de alimentación. Habiendo sido levantada en un sólido muro de mampostería asentada con mortero de arcilla y con las juntas protegidas por un mortero de mayor dureza (Diap. 432), esta estructura se protege en su parte superior por una curiosa cubierta a dos aguas de poca pendiente formada por placas de losas bien ajustadas entre si (Diap. 431).

Al segundo tipo de pozos pertenecen el resto de los inventariados y, entre ellos, puede a su vez establecerse una primera subdivisión entre los que desarrollan un muro de protección sobre el suelo y los que carecen de él.

Estos últimos no son los más habituales aunque sí resultan los de construcción más sencilla. Se componen en todos los casos de un hoyo excavado (Diap. 436) que suele ser de planta circular, o en alguna ocasión ligeramente ovalada, y un elemento que ya será indispensable en todos los demás casos. Se trata del acudidero o regadera (Diap. 442), el canal de alimentación del pozo que recoge el agua de lluvia de una amplia superficie cercana al pozo mediante la excavación de un hoyo u oguera alargado hacia la que fluye por la fuerza de la gravedad el agua de lluvia caída y el agua de escorrentía que de esta manera es conducida, mediante el ligero sobreelevamiento de uno o dos de sus flancos, hacia el borde del pozo. En alguna ocasión, esta entrada del agua puede estar reforzada por un pequeño encauzamiento de losas que vuela ligeramente sobre el interior del hueco (Diap. 465) protegiendo así este punto frágil de la construcción de su posible erosión por la propia agua corriente. Y aunque no es nada común, puede contar asimismo con un agujero de salida del agua sobrante o rebosadero. Normalmente además, las paredes del interior aparecen completamente desnudas 

tal como quedaron fruto de la excavación, aunque en algún caso han sido protegidas por un muro de mampostería o, si se encuentran en una ladera de pendiente considerable, pueden contar en ese lado con un refuerzo de piedras o tierra en la base (Diap. 456). También en algún caso aislado sus bordes se han reforzado por una hilada de ladrillo macizo (Diap.466). Las dimensiones de la regadera pueden ser muy variables pero las del hoyo excavado o depósito del pozo suelen ser en este tipo bastante reducidas contando entre los 2 y los 5 m de diámetro y una profundidad (difícil de medir debido al avanzado estado de deterioro que presentan la mayoría de estos pozos) mínima de 2 m.

Asimismo, hay que tener en cuenta la posibilidad apuntada por la información oral en un caso concreto (Diap. 446) de que este tipo de pozos fuera antaño más comunes hasta su posterior conversión en pozos del tipo de los de paredes sobre el nivel del suelo: "el Pozo de la Venta yo lo he conocido picau y sin piedras y, después, venga vamos a hacerlo de cemento. Lo hicimos antes de la guerra, cinco o siete años antes. El pozo como está ahora. El pozo-pozo no lo hemos conocido nosotros hacer".

La segunda subdivisión está integrada por la mayor parte de los pozos inventariados. Dentro de ella hay que destacar en primer lugar la presencia poco habitual de pozos con planta poligonal. Aunque se conoce de la existencia de más pozos con esta forma al menos en el término municipal de Muel, solamente dos han sido encontrados durante la prospección de la zona considerada. Uno de ellos (Diap. 439), de pequeñas dimensiones, repite fundamentalmente el aspecto y los elementos que serán habituales en los de planta circular pero el otro, mucho mayor, presenta un tipo de planta y alzado bastante original (Diap. 454). Con apariencia de planta trapezoidal, su lado más largo está adosado a una ladera de considerable pendiente aunque ha perdido casi totalmente su muro de protección que se ve caído y descompuesto en el interior. En las otras tres paredes en pie, de entre 80 cm y 1 m de altura, se observa la buena calidad de su construcción compuesta por mampostería asentada con mortero de arcilla y revocada en algunas zonas. En altura, estos muros están rematados por un bocel de mortero añadido. En la base de dos de estos muros se abren sendos orificios de alimentación, que en la zona reciben el nombre de albellones, asegurados por sendas losas en la base y en la parte superior (Diap. 455) de las que la primera vuelve a estar volada para proteger esta parte del muro del posible desgaste producido por la entrada del agua. Otra singularidad destacada es la presencia, en la esquina formada por la confluencia de dos de los lados del contorno, de dos pequeños pilares sobre los que apoya un madero del que cuelga un gancho y una carrucha que, gracias al ángulo de los muros sobre el que se sitúa, queda en la vertical del interior del pozo y al mismo tiempo muy cerca de su pretil y de los restos de una pila. El último elemento a describir de este pozo, y el más original, es una escalera de obra que permite el acceso hasta el fondo del depósito (de unos 4 metros de profundidad) y que aparece flanqueada por sendos muros que avanzan en planta claramente hacia el exterior de la construcción. En la actualidad, esta escalera aparece tapiada y su papel lo cumple una sencilla escala formada por peldaños de barras de metal incrustadas en las paredes interiores del pozo.

El modelo más abundante de pozos es el de planta circular amplia, descubierta y con paredes elevadas sobre el nivel del suelo 

En ellos suele ser muy acusada la presencia del acudidero (Diap. 451) que puede llegar a estar delimitado lateralmente por una hilera de piedras. También su parte final ya anexa al albellón se refuerza en algunos casos por un suelo y una pequeñas paredes de revoco con forma de embudo (Diap. 428). El albellón servía "pa que entrara el agua y se ponía una reja pa que la broza se quedase allí. El otro bujero pa que salga el agua, se le dice lo mismo albellón o desaugue". Efectivamente, el albellón suele contar con una o varias barras de metal a modo de reja que dificultan la entrada de objetos y suciedad al interior (Diap. 450), puede aparecer uno solo o por parejas, y puede asimismo presentar una breve repisa de piedra que vuela al interior del depósito (Diap. 459). En su ubicación opuesta en planta se suele observar otro orificio con la función de rebosadero (Diap. 435).

El depósito de estos pozos suele presentar un tamaño variable que ronda los 2,5 a 5 m de diámetro y, en cuanto a su profundidad "tenían cuatro o cinco metros de hondo lo normal" o algo menos en algunos de los ejemplos estudiados.

Uno de sus elementos fundamentales, como veremos después, para las operaciones de limpieza periódica de su interior o para la retirada de elementos que habían caído ocasionalmente, es una escalera formada por peldaños de barras de metal incrustadas en la parte interior de las paredes del depósito, trazando una línea vertical u oblicua. Del tipo de la escalera reseñada en el pozo de planta trapezoidal no ha podido encontrarse ninguna en el zona prospectada aunque se conoce su existencia, en una versión mucho más modesta que carece de muros laterales a modo de pasillo, en un emplazamiento no muy lejano dentro del término de Muel: "(unos pozos tienen) unas escaleras pa bajar, de hierro, y otros como el Pozo de Cachetas tienen una escalera como las de casa".

El muro de estos pozos, tanto el que sobresale del suelo o brocal como el que refuerza el interior del depósito, era fabricado a base de mampostería que en la mayoría de los casos aparece revocada en toda su extensión o, al menos, en el nivel interior que iba a ser cubierto por el agua (Diap. 449). Los brocales tienen un máximo de 1 m de altura aunque ciertos ejemplos que parecen ser de gran antigüedad presentan en uno de sus lados una mayor elevación de esta pared circular exterior (Diap. 458). En su acabado final, estos muros suelen rematarse por un bocel de mortero (Diap. 443) o, en algunos casos aislados, en el acabado recto del muro de mampostería. La función, en definitiva, del brocal sería tanto la de evitar caídas por accidente como la de dificultar la entrada de objetos y suciedad al interior: "el muro de los pozos, pa resguardo que no caiga", o "un alero, pa que no entren capitanas, por encima de la tierra".

Otro elemento que no falta en estos pozos es un pequeño recipiente o 'pileta' adosada al exterior del brocal (Diap. 444), donde se arrojaba el agua extraída del interior "pa beber las caballerías". Puede presentar una calidad diferente de revoco, al menos en su acabado, que suele ser más fino y pulido. En algunos de los pozos, justo sobre esta misma pila o un poco ladeada, aparece una carrucha de metal utilizada para subir la cuerda al extremo de la cual estaba anudado, tal y como se conserva todavía en algunos casos (Diap. 447), el pozal que se arrojaba al interior del depósito y que se volvía a izar lleno de agua. Esta carrucha suele pender de un barra de metal suspendida entre dos pilares de obra que levantan sobre el brocal o, buscando de nuevo la vertical sobre el interior del pozo, puede contar con una barra en forma de codo que se incrusta en el muro de protección y en el extremo de la cual se sitúa la rueda de la carrucha

Y un último modelo, que puede englobarse en esta categoría de pozos descubiertos de planta circular y brocal pero que destaca sobre ellos por su desproporcionado tamaño, es el construido para servir de manera centralizada a un conjunto de labradores o, ya fuera del área estudiada, a la base de una explotación agropecuaria localizada en una vivienda aislada: "hay uno muy grande en la Dehesa Mazas. Los pozos tan grandes en fincas grandes, que estaban todo el año".

Dentro del área prospectada, solo el Pozo de la Dehesa de Ibar

  

responde a este modelo. Forma parte de un conjunto de pozo y balsa, a la que contribuye a alimentar con su rebosadero, y se encuentra muy cerca del 'barrio' de casetas y de la Paridera de la Desa. Destaca en primer lugar por su gran tamaño (10 m de diámetro interior), pensado para servir a un gran número de propietarios de caballerías y, por tanto, con un total de tres pilas (una de ellas de mayor tamaño que las otras dos) que conforman en suma una distancia lineal de 7,6 m en los que podrían estar abrevando a la vez una docena amplia de animales de labor. Su profundidad no ha podido ser constatada debido a la presencia de una profunda lámina de agua en su interior. Cuenta con una escalera vertical de peldaños de metal empotrados en la parte interior de sus paredes para acceder a su fondo. Como cabría esperar, su canal de recepción es de gran longitud y amplitud y posee una llegada de obra al único albellón de entrada con que cuenta, con dos barras horizontales de metal en su hueco. El otro albellón, de salida, se sitúa lateralmente y abre hacia otro nuevo canal que desemboca en la cercana balsa. Las paredes de mampostería están revocadas al interior solo hasta el nivel máximo que puede llegar a alcanzar el agua, quedando en el resto ligeramente enfoscadas. En su parte superior, el brocal se remata por dos hiladas de ladrillos macizos colocados a soga y formando un ligero alero, y sobre ellos se coloca finalmente un bocel de mortero compuesto por abundante gravilla. Este muro de protección aparece rebajado unos 50 cm en los dos huecos que quedan entre las tres pilas para formar unas repisas sobre las que podría apoyarse el pozal de extraer el agua. Para ello además cuenta con tres pilares de ladrillo macizo revocado y con remate superior en forma de pirámide cuadrangular, sobre los que apoyan dos barras de metal horizontales en las que cuelgan dos carruchas de metal con las que elevar el pozal para llenar las pilas que quedan a sus dos lados.

Cuentan además que se hizo famosa la construcción de este pozo (coetánea a la de la cercana paridera y posiblemente también a las casetas cercanas) porque al finalizarla se celebró una fiesta con la participación de célebres personajes de la época: "cuando se inaguró (yo) tendría unos diez años (La fecha sería , por tanto, hacia 1949.). ¡Hubo una fiesta! Con un camión de uno de Albalate del Arzobispo fueron todos a la fiesta. Vino a cantar Pepe, un ciego de Zaragoza que era guitarrista, y también vino José Oto".

El procedimiento de construcción de los pozos, tal como fue relatado por los labradores de Épila y Muel entrevistados, presenta muchas similitudes con el recogido para otras zonas cercanas como la Comunidad Valenciana (García y Zaragozá, 2000: 23.).

En primer lugar era importante elegir un lugar en ligera pendiente y que facilitase el trazado del acudidero: "se hacía una ladera de tierra y con el agua de la ladera se llenaba el pozo", o "siempre en un desnivel, se hacía una oguera, una acequia bastante larga, con un saliente pa que el agua baje por ahí y se recoja, un acudidero". El siguiente paso era excavar el hueco del depósito y, en la mayor parte de los casos, tapizarlo con una capa de mampostería: "los pozos, picaos y lavaos con piedra o cemento. Los primitivos con piedra y cal, los picaos sin nada más bien claros", "lo primero a picarlo, después a hacer los bloques, la arena se cogía de un barranco, con un carro, y el cemento era comprao, metíamos lo menos cincuenta sacos de cemento", o "la excavación, después todo piedras bien puestas y después lavarlo (...) el yeso con más granza se utilizaba pa cosas más bastas como el suelo o incluso forrar un pozo".

El trazado de la planta circular se realizaba mediante una cuerda o cadena con la medida del radio del círculo, que se ataba a una estaca o un clavo en el punto central del suelo y que, por tanto, iba marcando en cada momento el perímetro de la circunferencia: "ponías un clavo y una cuerda o cadena, en el centro, y lo seguías. Desde arriba cogías ese nivel y tierra fuera".

Es importante mencionar que esta faena de construcción de los pozos se solía hacer de manera conjunta entre los propietarios de las parcelas labradas del entorno del emplazamiento elegido, quienes además de aportar el dinero de manera proporcional a la superficie de tierra de la que disponían, "se repartía por jubadas y después a tanto por jubada, ponían dinero", podían encargarse también de la propia obra de excavación del hueco y erección de las paredes. Este motivo de la propiedad y el uso compartido fue el que decidió, al menos durante varias décadas, que el propio ayuntamiento (al menos el de Épila) aportase una pequeña ayuda para la construcción de estas infraestructuras básicas para el desarrollo agrícola del momento, que se materializó en el aporte de la cantidad necesaria de cemento (de origen industrial seguramente en los últimos años) para la obra: "alguna ayuda pero poco, algo cemento nos daba el ayuntamiento". Contamos además con dos testimonio escritos de este tipo de actuaciones. Se trata de las notas (AME, 372-47.) de "Cuentas de las obras del Pozo de la Nevería" de Épila en el año 1866 y del interesante (AME, 434-35.) "Expediente de construcción de un pozo-algibe en la partida de la Canosa", posiblemente uno de los pozos inventariados del polígono 20-21 de Épila (Tal vez Po 4.20-21/Ep.). En este documento del año 1952, una veintena de labradores solicitan el aporte de un total de 80 sacos de cemento para la obra de un pozo aduciendo el precedente de otros casos: "al igual que ha realizado con otros pozos que se han construido". Ante esta solicitud, y tal como debía ser práctica común, el ayuntamiento decide pedir la intervención de "la Hermandad de labradores y Ganaderos para que informe sobre la conveniencia y utilidad del mencionado pozo-algibe" y, tras la respuesta afirmativa de la Hermandad que certifica el estado en construcción del citado pozo y su nulo perjuicio a labradores y ganaderos, acaba aprobando el aporte de la cantidad solicitada de cemento no sin antes recomendar "la conveniencia de que estos pozos se situen en puntos apropiados para que sea aprovechado por el mayor número posible de labradores".

Tal vez este apoyo del concejo pudo influir en la construcción o renovación de un número considerable de pozos durante las décadas de 1950 y 1960, las últimas en el uso generalizado de los animales de labor y, por tanto, las últimas en las que se construyeron este tipo de infraestructuras. Así al menos lo refrenda el testimonio oral recogido y ciertas fechas inscritas en los propios pozos, práctica habitual al parecer: "se solía poner el año que se ha hecho en los pozos". Junto al año también puede aparecer los nombres o iniciales de quienes intervinieron en su construcción, tal como queda reflejado en las inscripciones halladas durante el trabajo de campo:

-Po 6.20-21/Ep

Inscrito mediante presión mientras el revoco estaba fresco en la parte frontal del exterior de la pila: "1905" (Diap. 440).

-Po 7.20-21/Ep

Inscrito mediante presión mientras el revoco estaba fresco en la parte frontal del interior de la pila: "Pozo Las Nogueras – Constructores / Año 1951 FV y LS" (Diap. 445).

-Po 1.24/Ep

Inscrito mediante presión mientras el revoco estaba fresco en la parte superior del interior del pozo: "1945.26.12" (Diap. 452).

-Po 3.22/Mu

Inscrito mediante presión mientras el revoco estaba fresco en la repisa de una de las partes rebajadas del brocal: "Tejero h i Torero sacaron la Tiera de heste / Pozo".

El uso principal de los pozos, como ya ha quedado dicho, era "pa beber las caballerías" aunque "nosotros también bebíamos del agua del pozo". En ciertas épocas del año, esta operación de sacar agua del pozo podía presentar alguna complicación: "tenías que romper el hielo pa dales agua a las caballerías a las ocho de la mañana". Y tal era la importancia de esta operación, como vimos durante la descripción de las actividades diarias en las cabañas, que en casos determinados de sequía prolongada o falta de agua en el pozo habitual los labradores se veían obligados a trasladar diariamente sus animales de labor hasta otro pozo de mayor envergadura que todavía poseyera algo de agua: "dando agua a los abríos, cuando no había agua en la Paridera la Venta (los llevábamos a abrevar) en el pozo de la Dehesa de Ibar".

El ganado menor rara vez consumía agua de estos pozos, que estaban preparados para el consumo humano y de las caballerías con sus altas y pequeñas pilas: "se usaban poco para las ovejas, porque lo echaban a perder, si había sequía. Con una cadena, una carrucha y un pozal. A algunos se les han llevado la carrucha. Los pozales eran de aluminio, con un ansa en medio, se les decía cubos o pozales. Las ovejas solo de las balsas. Se echaba a una canal de madera, allí bebían las ovejas. En una pilica pequeña bebían los abríos, dos o tres bien".

Y una de las tareas fundamentales de mantenimiento que requerían era su limpieza periódica, sacando de su fondo el abundante lodo acumulado que hacía disminuir considerablemente su capacidad de almacenamiento de agua. Al igual que ocurría en su proceso de construcción, era el colectivo de labradores con tierras en el entorno que se aprovechaban del uso de cada pozo en concreto el que se encargaba de esta tarea: "los pozos eran de las tierras de alrededor, eran de varios. El pozo se limpiaba una vez al año. El barro que había se dejaba secar, un metro de barro a lo mejor. Bajaba uno abajo, arriba otro con una cuerda y a subir pozales. Si era menos hondo, se hacía un banco de madera y con palas del fondo al banco y del banco arriba. En la orilla de los pozos está esa tierra que queda", o "en muchos pozos hay tierra al lado de cuando se hizo o de cuando se limpian. Se limpiaba cada cuatro o seis años o cuando se quedaba sin agua. Se juntaban los vecinos, todos los de alrededor".

En la actualidad, una vez que han perdido su función de aprovisionamiento de agua para las personas (que gracias a los actuales medios de locomoción permanecen mucho menos tiempo fuera del núcleo urbano y pueden transportar con facilidad la poca cantidad de agua que necesitan) y para los animales de labor (que han desaparecido completamente), muchos pozos han quedado fuera de uso y unos pocos se han reutilizado como fuente de aprovisionamiento de agua para los rebaños de ovejas y para ello se les ha añadido normalmente una o varias pilas de poca altura de ladrillo industrial (Diap. 462) o de hormigón que así pueden ser utilizadas como abrevadero por el ganado.

 

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