Las "cabañas" (cuevas excavadas de habitación temporal) Felix A. Rivas
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Análisis tipológico y arquitectónico - Los elementos muebles Aunque no han sido muy numerosas las cabañas en las que han aparecido objetos ni tampoco la cantidad total de los encontrados haya sido muy grande, su presencia es un buen testimonio del antiguo uso de habitación temporal que recibieron estas construcciones excavadas así como de su uso actual, marginal como veremos o cuando menos ocasional y mucho menor. Entre los objetos que resultaban necesarios para la antigua vida en las cabañas se encuentran en primer lugar los relacionados con la cocina y el preparado de la comida. Son relativamente abundantes las parrillas pequeñas y, algo menos, las sartenes con tres patas. Otros recipientes usados directamente para cocinar, de los que solo se han podido encontrar algunos fragmentos tanto en el interior como en el exterior de las cabañas, eran los pucheros esmaltados en color miel o verde (Diap. 175) y con evidentes marcas de haber sido expuestos al fuego. Esta cerámica de ollería, por sus características, pudiera tratarse de la realizada en algunas poblaciones no muy alejadas de la zona como Tobed o Santa Cruz de Grío. Otros objetos utilizados para consumir los alimentos son las cucharas, que podían guardarse tal como vimos en cuchareros de caña y que, coincidiendo con las declaraciones de los informantes, podían ser artesanales de madera tallada (Diap. 156) o, más corrientemente al menos en la última fase de utilización de las cabañas, de metal: "había cucharas de madera pero la mayor parte eran de hierro". También hay algún objeto para el manejo del fuego como las tenazas de hogar y un badil. Algún otro fragmento de cerámica hallado en las proximidades de ciertas cabañas presenta rasgos algo diferentes ya que se corresponde con un modelo de cerámica decorada con barniz estannífero de color blanco y, por lo tanto, debe pertenecer a una pieza del tipo de los platos o fuentes (Diap. 268) en los que servir o consumir directamente los alimentos. Los fragmentos hallados presentan alguna decoración trazada en color azul que por cercanía podría identificarse con la elaborada en Muel. Además, en una ocasión, esta decoración se había aplicado en la pieza mediante la técnica del tamponado de 'las perras' (Diap. 25), muy propio de las últimas realizaciones de los talleres tradicionales de Muel (Álvaro, 1978: 170.) hacia la segunda mitad del siglo XIX y los comienzos del siglo XX. Otro aspecto de la vida cotidiana de las cabañas que nos ha legado algunas muestras materiales era la limpieza. Para limpiar se utilizaban las escobas y escobillas, la mayoría realizadas de manera artesanal con esparto y otras hierbas apropiadas. Y sobre todo las espuertas,
halladas en cuatro cabañas, que además de utilizarse para transportar la tierra resultante de la excavación, también servían para sacar "el fiemo de las cuadras". En Épila, "había uno que las hacía con bimbre" y se surtía de "las mimbreras que criaban en la huerta". La iluminación, un aspecto fundamental para una construcción de uso eminentemente nocturno, era a base de candiles de los que se han encontrado varios ejemplares muy oxidados. Muchos de ellos estaban todavía colgados de su mango en el entorno del hogar y algún otro parecía dejado a propósito en un hueco excavado en la pared de la pajera. Otros elementos de gran importancia debían ser aquellos destinados al almacenaje y transporte de líquidos. Según los labradores "íbamos a por agua a los pozos y llevábamos alguna botija o un cantáro". Efectivamente, en varias cabañas y su entorno más cercano se han encontrado varios ejemplos de botijas, algún culo o cuello de cántaro (Diap. 222) o fragmentos de piezas de este tipo. Esta cerámica de cantarería, apropiada para su uso con el agua, se distingue de las anteriormente nombradas en que el barro cocido carece de cualquier esmalte. De las botijas halladas, algunas estaban en buen estado, otras se habían reparado con un alambre tras haber perdido el ansa y otras habían quedado definitivamente rotas. Entre ellas pueden diferenciarse dos modelos de igual abundancia: el primero es el conocido modelo levantino que, en la etapas final de su producción llegó a realizarse asimismo en talleres aragoneses, y el segundo es una imitación o versión local de este mismo botijo con proporciones un tanto diferentes y con unas características bandas incisas verticales.
Por el tipo de barro y su color, podrían posiblemente tratarse de botijos elaborados en Magallón. En cuanto a los fragmentos de cántaros encontrados resulta especialmente interesante la boca casi entera,
perteneciente a un cántaro de mediano tamaño y de una sola ansa que, por su particular moldura, parece pertenecer a los realizados en el taller alfarero de Lumpiaque (Álvaro, 1980: 145 y fig. 103.), población vecina a Épila. Otros objetos para contener y transportar líquidos eran el pozal de metal, con el que se sacaba el agua de los pozos o aljibes, y la calabaza (Diap. 246) empleada para contener vino. Algunas prendas de vestir, colgadas en las perchas o arrojadas al suelo desde hace décadas (Diap. 191), han llegado también hasta nosotros como chaquetas, alpargatas o abarcas. Y otros objetos más puntuales que han aparecido son cuerdas, sacos de arpillera, cepos para pajarillos y una piedra de afilar. El último grupo de este apartado son los útiles agrícolas entre los que hay que enumerar una ajada (Diap. 144), una hoz (Diap. 249), una horca, un rastrillo, un fragmento de trillo de pedernal, varios cestos de mimbre o caña trenzada,
una interesantísima colmena vertical de mimbre en forma de huso, y un pequeño objeto que se utilizaba para bendemar, el haciñete o farzino (Diap. 149): "el farzino era como una hoz en pequeño, con un manguico pequeño que antiguamente era de higuera, la higuera es muy vana, metías el yerrecico y la parte final se doblaba pa que agarrase". Al contrario que ocurría antes, el principal uso actual de las cabañas, dentro de lo reducido de este uso, es el de refugio ocasional. Y para favorecer este objetivo, o como desafortunado resultado de él, encontraremos una serie de objetos que suelen aparecer con mayor frecuencia en aquellas cabañas que siguen teniendo una utilidad esporádica de sus titulares y en aquellas que, abandonadas, se sitúan en las cercanías de la carretera o de un camino concurrido por cazadores y visitantes diversos. Son, por este orden: botellas, latas de alimentos vacías, cubiertos, piedras planas como asiento improvisado que pueden contar con una hoja de periódico o un cartón sobre ellas, fajos de sarmientos preparados para encender un rápido fuego, cazos de metal, sartenes, fuentes de metal, cerillas, algunos segmentos de troncos usados como asiento, una cacerola, un bote o una bolsa con sal, un asiento de furgoneta (Diap. 160), alguna mesa... Junto a ellos, otros restos menos frecuentes son ciertos utensilios de las faenas agrícolas como un fragmento de aladro, una pala, unas pacas de paja o un serrucho. Y otros, que nos hablan de la condición marginal que han adquirido estas construcciones, como algunas revistas pornográficas. Por último, los más abundantes son precisamente simples objetos de desecho arrojados u olvidados como plásticos, latas de aceite de coche, cartones, cajas de plástico, botas de goma, mantas, bobinas, bidones, cañizos y un somier. Incluso en algunos casos se han arrojado en su interior animales muertos como ovejas o algún perro, lo que lleva a pensar en un actual cambio hacia la función de muladar que vuelve a insistir en su condición marginada y marginal no solo espacial sino también funcionalmente. Y para finalizar este punto, he dejado un elemento mueble un tanto particular puesto que se trata de varias camisas de culebra que estaban colocadas en ciertos puntos concretos de un total de cinco cabañas. Además, en otros ejemplos se encontraron en el suelo o enronadas por el lodo llegado desde el exterior por lo que es muy posible que hubieran caído no hace mucho desde el emplazamiento que se les dio originalmente. Y hay que tener en cuenta que lo encontrado no debe de ser más que una parte fragmentaria de lo que debía existir hace unas décadas. Las camisas pueden aparecer de manera aislada aunque es más frecuente que lo hagan en parejas o en tríos, algo que deshecha la remota posibilidad de su llegada casual a los lugares en que se encuentran. Estos lugares son precisamente los puntos de entrada a la cabaña, el muro lateral del pasillo descubierto (Diap. 301) o del soportal (Diap. 236), y el interior del conducto de la chimenea A mi pregunta acerca de la función que podrían tener estas camisas de culebra, los informantes no supieron (o no quisieron) responder. Tan solo al preguntarles de nuevo unos días después sobre la utilidad que podría tener de manera general una camisa de culebra me contaron que "si se hacía uno una herida se ponía enrollada, decían que iba bien". Esta función medicinal (Me contaron asimismo otro procedimiento para la misma función de favorecer la sanación de heridas: "también se echaban un pedazo tierra".), relacionada probablemente con el poder mágico de la camisa de una serpiente como analogía arquetípica de la regeneración, no parece relacionada sin embargo con las camisas colocadas en sitios tan poco accesibles como el interior del conducto de la chimenea. Más bien, considerando los lugares en los que se han colocado (las dos únicas entradas y salidas de aire de la cabaña) podría relacionarse con otras prácticas mágicas que trataban de proteger la vivienda (Biarge y Biarge, 2000 a: 16-23 y 64-87.) de cualquier influencia maligna externa, y de ello cabría deducir que su función sería de protección mágica de la cabaña. Otra posibilidad es que sirviera como amuleto, tal como se ha recogido su empleo en Sobrarbe aunque en esta comarca se relacionaba más a menudo con una persona individual que con la casa u otro edificio, y era usado en concreto para evitar las estafas y robos en ferias y viajes.(Pallaruelo, 1984: 63-64.)
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