Volver al ïndice

Las  "cabañas" (cuevas excavadas de habitación temporal)                                                             Felix A. Rivas

 

Análisis tipológico y arquitectónico

- El proceso de excavación

Ya los propios informantes afirmaron que las cabañas se hacían "en zonas de buro o de arena fina, por eso en la tierra blanca hay alguna pero no tantas (...) y en el lado Rodanas, menos".

Así, los materiales geológicos de las zonas donde se ubican las cabañas, al menos dentro de la zona prospectada, son dentro de una gran homogeneidad materiales terciarios que corresponden a las areniscas y conglomerados de la unidad Remolinos-Lanaja del Mioceno. Por un lado estos materiales, debido a su relativamente baja dureza, facilitan en gran medida la propia faena de picar las cabañas. Y por otro lado, en un número considerable de cabañas se aprovecha la acusada diferencia de dureza que puede aparecer entre los materiales aflorantes. Suele ocurrir que los estratos de rocas de mayor dureza tienen una limitación espacial mayor que los más blandos por lo que, cuando estos materiales duros afloran suelen ser utilizados como techos de las cabañas, aportándoles una gran estabilidad y una mayor impermeabilización del conjunto. En la mayor parte de los casos registrados, el material más duro utilizado como techo es un conglomerado no muy compactado que, a pesar de ello, contrasta con unos estratos inferiores de tipo calizo arcilloso, mucho menos resistentes y, por ello mismo, mucho menos trabajosos de picar. No suele ser muy corriente, pero en algunos casos de ausencia de cambios de nivel del techo, el estrato más duro puede estar empleado de manera ininterrumpida desde la entrada a la cabaña hasta su zona más profunda y en esos casos el propio estrato del techo podrá actuar como dintel natural en el vano de la entrada (Diap. 112).

Otro caso realmente excepcional es el de la cabaña Cb 24.20-21/Ep en el que se excavó un profundo pasillo cubierto salvando un gran desnivel para llegar a una profundidad que permitiese dejar como techo el estrato de conglomerado que llamativamente contactaba en su nivel inferior con un espeso estrato arcilloso. En unas pocas cabañas situadas en un extremo del polígono 19 de Épila aparecen asimismo algunas curiosas vetas de yeso surcando el material general de arenisca.

No todas las cabañas, sin embargo, presentan este aprovechamiento del contacto entre materiales duros y blandos sino que pueden haber sido excavadas totalmente en un mismo material de conglomerado o de la misma roca arenisca arcillosa o de grano fino citada y que, en algunos casos, parece ser la responsable de su actual estado de derrumbamiento.

También se ha comprobado el aprovechamiento de discontinuidades litológicas, aun dentro de los propios materiales más blandos, para la excavación de algunos elementos del interior como los pesebres, los bancos del hogar o los aparadores en las paredes.

En cuanto a las personas que se encargaban de la tarea de excavar las cabañas, por lo que he podido averiguar en las conversaciones con los labradores epilenses, "no valían todos pa picar" y existían algunas personas especialmente diestras sin llegar a dedicarse a esta actividad de manera habitual: "había algún especialista que picaba mejor que otros". Preguntados sobre si estos especialistas en excavación eran los mismos que se encargaban de realizar las cuevas-vivienda del casco urbano de la localidad, parecieron establecer un cierto grado de diferente habilidad o dedicación entre unos y otros: "los de las cuevas eran otros, más expertos".

No parece tampoco que fuese habitual el que una sola persona se encargase de la realización de una 'cabaña bajo tierra' pues en este campo volvía a funcionar el mecanismo de apoyo mutuo que, como veremos, se daba también en otras parcelas de la sociedad tradicional de la comarca como el propio uso de las cabañas y las casetas. Así, un informante contaba cómo ayudó "al Puche" a hacer su cabaña "por ver si después me dejaba la llave", es decir, a cambio de un hipotético y futuro permiso de utilización de la cabaña. Como mínimo, parece que eran dos hombres los que se encargaban de la realización de la excavación, "a lo mejor uno solo pa picar pero siempre había alguno para ayudarle" y, siendo así, el periodo de duración de la excavación podía establecerse en un mínimo de dos semanas: "a lo mejor en quince días un picador bueno se hacía una, eso estando uno pa picar y otro pa sacar la tierra". Aunque los informantes tampoco pudieron afirmar con seguridad si "las harían seguidas" (es decir, en un periodo ininterrumpido de tiempo), en pequeñas fases coincidentes con etapas de poco trabajo en el ciclo agrícola ("se hacían casi todas a tiempo perdido, cuando hacía frío y por ahí, a picar a las cabañas") o, según los casos, siguiendo uno de los dos métodos ya señalados.

El primer paso era buscar "un desnivel para entrar en llano", considerando como llano también el ligero desnivel que suelen presentar los pasillos y los soportales, como veremos después. Por eso "las que están en un cabecico se abre todo llano, si se buscaba desnivel era porque el terreno lo pedía", tal como ocurre en el excepcional ejemplo ya nombrado de la cabaña Cb 24.20-21.

Para transformar el desnivel elegido en un frente o superficie vertical frontal en el que poder empezar a excavar el futuro espacio interior de la cueva, había que excavar previamente el pasillo descubierto de acceso, cuya longitud estará determinada por la pendiente del terreno, la altura del vano de entrada (Loubes, 1985: 47 y 53.) y el espesor del techo que se quisiera dejar encima de las estancias del interior. Este espesor, tal como se ha comprobado durante las mediciones del trabajo de campo, puede presentar valores muy dispares aunque los más repetidos se encuentran entre los 40 cm y los 1,2 m, espesores ambos que dependiendo del tipo de material del que esté compuesto el estrato son más que suficientes para evitar un derrumbe del techo sobre el interior.

Acerca de esta primera etapa de la construcción de cuevas contamos con las declaraciones (Loubes, 1985: 78.) de un constructor tradicional chino de este tipo de arquitecturas excavadas para el que este primer recorte de la pendiente permite "lograr una fachada perpendicular (... y) a la vez observar cómo se comporta el terreno". Tal vez los conocimientos de este albañil-excavador chino no se encuentren muy alejados de los habituales comienzos de cabañas que, como veremos, se dejaron sin terminar antes de concluir esta primera fase de la excavación pues, tal como relataron los informantes en varias ocasiones: "una como la tierra no cogía la dejaron como está", o "empecemos a picar, salió un banco arena poco duro y allí lo dejemos".

A continuación, una vez que el picador se iba introduciendo en el interior de la ladera, el tajo se llevaba con un mismo nivel de altura ya desde la entrada hasta el final: "se cogía todo desde la puerta al mismo nivel".

Los instrumentos de los que se ayudaba el picador eran bien elementales. Tal solo contaba "con una pica" o 'pico', y una "espuerta para sacar la tierra", una especie de bandeja circular con dos ansas a los lados y fabricada en mimbre que, en los últimos tiempos, se vió sustituida por el moderno carretillo.

Fruto de la acción de la pica, se conservan en multitud de cabañas unas marcas o "bollicos" resultantes del picado en las paredes o el techo. Suelen aparecer alineadas de manera paralela en una sola dirección y con trazo vertical o, en otras ocasiones, oblicuas e incluso cruzadas entre si.

Tal disposición de las marcas responde al sentido de los golpes con la pica y a la ubicación concreta del picador ya que, si éste era diestro, unas marcas oblicuas que descendiendo se desvían hacia un lado indican una posición más atrasada del picador y un sentido de su avance coincidente con el de las marcas. También puede ocurrir, como se observa en algunas cuevas, que se observe una diferenciación entre las marcas del techo, más bien oblicuas, y las de las paredes perfectamente perpendiculares al suelo. Resulta difícil en todo caso determinar si las señales existentes pertenecen a una etapa intermedia de arranque de material grueso de las paredes o a un punto final de acabado tal como aparentan algunas marcas que casi hubieran podido llegar a tener una mera finalidad estética de decoración del muro. Una posibilidad más es que estas incisiones pudiesen haber sido realizadas para aumentar la adhesión de los morteros de yeso o arcilla que se emplean, en algunos casos, como revestimiento en ciertas partes del interior de las cabañas.

Otro factor que puede ser testimonio de los sentidos de avance de la excavación en el interior es el perfil en túnel de la sección de los espacios interiores (Diap. 41) pues pueden indicar la dirección, normalmente en su eje mayor, en que fue excavada cada una de las estancias.

Según los testimonios de los informantes no se empleaba ningún tipo de técnica de medida para calcular los dimensiones de las estancias: "se medía a ojo, lo cogíamos al aire" aunque eso no impidiese que se tuvieran muy claras algunas medidas fundamentales como las de la anchura del espacio que iba a servir de albergue de los animales y la de la pequeña estancia de pajar y dormitorio de las personas: "por lo menos tres metros de ancho la cuadra y la pajera llevaba dos".

Un punto fundamental, tal como puede apreciarse en las plantas de las cabañas, era el que he llamado pilar central. Este pilar se dejaba sin excavar casi enfrente de la entrada (Alguno de los informantes aportó una explicación no muy convincente para la ubicación de este pilar: "se trataba de dejar enfrente siempre un pilar pa que detrás quedase la cuadra pa proteger las caballerías".) o un poco ladeado pero, en todo caso, ocupando un lugar central y algo adelantado en el conjunto de la planta. Debido a su gran importancia tectónica como apoyo al sostenimiento del techo de toda la cámara interior, este pilar se ve reforzado en algunos casos por un simple revoco de yeso común o de gran dureza o incluso por unas hiladas de mampostería en una parte o en varios de sus frentes (Diap. 237). Detrás de él, sobre todo si la planta era relativamente profunda, este pilar se veía acompañado por otros (Diap. 238), hasta tres como máximo y muchas veces de menor tamaño, que formaban parte de los pesebres conformando así una auténtica columna dorsal que aseguraba la solidez de la cubierta de la cabaña con una serie de puntos de apoyo repartidos entre las dos estancias principales. En una ocasión incluso, evidenciando el papel de cadena de carga de estos pilares, aparece uno construido de mampostería en el lugar en el que suele aparecer un segundo pilar excavado detrás del principal.

Además, en tres cabañas (Cb 14.19/Ep, Cb 22.19/Ep y Cb 8.24/Ep) distantes entre si, se constata un mismo hecho consistente en la dimensión normal de la anchura de la pajera y la cuadra frente a la anómala menor profundidad de las misma estancias, de lo que podría suponerse que tales cabañas no han sido acabadas de excavar sino que se han quedado en una fase intermedia de su elaboración. Esta posibilidad deja la puerta abierta a la división del proceso de excavación de algunas cabañas en dos o más fases de las que, aparte de la primera, la posterior o posteriores podían ser interpretadas como una opción de recrecimiento del conjunto posibilitado por su propio carácter de arquitectura excavada.(Que aprovecharían las posibilidades de ampliación que ofrece de manera particular una construcción excavada (Allanegui, 1980)) Y así me contaron que "nos pusimos a largar más, primero la hicimos (la cabaña) y después la reformimos".

Tal como ya ha quedado dicho, "la tierra se sacaba con la espuerta y se echaba donde se podía o en la esplanada de fuera o, en otras, encima". En éstas últimas "el montículo hacía de tejado". Al igual que ocurre en otros casos conocidos de arquitecturas excavadas de la tradición constructiva popular (Loubes, 1985: 23.), la tierra procedente de la excavación podía pasar a formar parte de la propia estructura de la construcción. En el caso de las cabañas, tal como puede apreciarse en su aspecto exterior, lo más común era que esta tierra resultante se acumulase en uno o los dos laterales del pasillo descubierto que las precede. También en algunos ejemplos concretos (Cb 11.19/Ep, Cb 16.19/Ep y Cb 17.19/Ep), la presencia de un camino situado junto a la entrada de la cueva, hacía prescindir de los laterales del pasillo y arrojar la tierra detrás de la cabaña o más allá del camino formando un pequeño abultamiento del terreno que destaca nítidamente del perfil original de la ladera.

Como último paso del proceso de construcción, se dotaba de su aspecto final a ciertos elementos interiores entre los que destaca el vano de acceso: "al final del todo se hacía la entrada". En este elemento, así como en otros de la cabaña como las chimeneas, los pesebres, el fogón o los bancos de la cocina, se empleaban de manera habitual los pocos materiales constructivos que, en este tipo de arquitecturas excavadas, requerían de una elaboración previa que, aún con todo, no revestía nunca un gran nivel de complejidad.

El más sencillo de todos es el conocido como mortero de arena o mortero de arcilla, elaborado simplemente a partir de arena, arcilla, a veces gravilla, y agua. Servía para asentar mampuestos, revocar algunas zonas o rellenar las posibles grietas en paredes y techos: "las grietas se tapaban con tierra buro con agua, pero había pocas grietas".

Mucho más frecuente, y con todas estas mismas funciones de junta de unión y revestimiento interior y exterior, es el mortero de yeso. Su principal componente, el yeso, se fabricaba de manera artesanal en las propias localidades de Épila y Muel.

En Épila, primero "se arrancaba piedra de la cantera", que solía situarse "yendo hacia Muel a la izquierda". Luego "se hacían unos hornales, eran unas cajas con una pared a cada lado, se llenaba de piedra y se dejaban dos bocas abajo pa'meter la leña: pinochera, ontina, carrizo, ramulla, aliagas, todo valía". Entonces "se pegaba fuego hasta que se quemaba la piedra, unas veinticuatro horas, hasta que salía la llama po'arriba. Ande iba saliendo llama se iba tapando". Y "después que se enfriaba a molelo", "lo primero era cilindrándolo en la era y ya después en un molino".

En Muel, el proceso era muy parecido aunque en los últimos tiempos se aprovechaba la existencia en la localidad de los potentes hornos de las tejerías: "yo hacía yeso, como mi abuelo. Cogía piedra de yeso y la llevábamos a las tejerías que estaban yendo a Mezalocha a la derecha. Allí tenían hornos que cocían con paja y para aprovechar el calor que se perdía ponían las piedras de yeso y ahí se cocían las piedras. Las echabas después en el suelo y con carros que tenían llantas de hierro, dando vueltas, ése era el molino. Después lo porgábamos con gribas y sacábamos yeso fino y otro con más granza que lo empleábamos pa cosas más bastas como el suelo o pa forrar un pozo".

Otros materiales, menos frecuentes pero que tampoco faltan en muchas cabañas son el cañizo para el recubrimiento de los soportales o pasillos cubiertos, o los ladrillos que rara vez aparecen íntegros (Diap. 140) sino en forma de fragmentos, como las tejas, tomando parte en el refuerzo los morteros de recubrimiento. Todos ellos eran de elaboración artesanal a partir de materiales procedentes del entorno: "los ladrillos y las tejas se hacían con tierra buro". Un último elemento presente en algunas cabañas es la cal que podía recubrir todo el interior o ciertas zonas como los techos o el conjunto de la cocina (Diap.279).

 

Volver al ïndice