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Las  "cabañas" (cuevas excavadas de habitación temporal)                                                             Felix A. Rivas

 

 Conclusiones

- Un pasado ejemplar

Recorriendo la carretera Épila-Muel puede descubrirse en el paisaje agrícola que se extiende por su dos márgenes una tupida red de construcciones que ha de entenderse como la infraestructura que durante mucho tiempo la población de la zona fue desarrollando para facilitar su uso del territorio, tanto desde el punto de vista agrícola como ganadero. Como resultado final queda ante nosotros una visión en la que la integración entre arquitectura y paisaje resulta verdaderamente equilibrada.

Entre estas construcciones destacan por su número y originalidad las cabañas o cuevas excavadas, prácticamente ausentes del término de Muel y que, en su mayor parte, tenían la función de albergues de habitación temporal como apoyo a las faenas agrícolas aunque también existen ejemplos de refugio ocasional o de estancias anexas a casetas construidas. Una de las características de estas cabañas excavadas de habitación temporal es el diseño de su planta, muy homogéneo, y que se compone de una normalizada sucesión de estancias: pasillo, soportal o caseta anexa, cocina, pajera, cuadra y 'bujero'. Esta distribución se basa en la situación central y exenta de un pesebre excavado que permite y aprovecha la existencia de uno o varios pilares sin excavar que ayudan a sostener la cubierta de la cámara, establece una clara división entre la zona dedicada a los animales de labor y la de las personas y, al mismo tiempo, facilita las tareas de cuidado de las caballerías.

Las demás tipologías presentes en la zona no carecen de interés. Son las casetas o cabañas de piedra, de tres tipos diferentes: las de refugio ocasional (con ejemplos puntuales de piedra seca, falsa cúpula o cubierta de tierra), las de labor o apoyo a las faenas agrícolas (de tamaño medio y ausencia de división interior) y las de habitación temporal (que constituyen una tipología peculiar por su aspecto externo y por su distribución interior muy relacionada con la de las cabañas excavadas). Por orden de abundancia vienen después los abrigos, mucho más abundantes en Épila y que consisten en pequeños refugios descubiertos y normalmente de planta curva cuya función principal era proporcionar un resguardo momentáneo del frío viento del cierzo. Tras ellos los pozos, aljibes descubiertos cuya finalidad era recoger y guardar agua para su uso por parte de personas y animales de labor. Las balsas, con el mismo cometido pero con una característica forma en hondonada, estaban concebidas para su uso por rebaños de ganado lanar. Para el albergue de estos mismos rebaños se construyeron las parideras o corrales, y para garantizar su derecho de paso por cabañeras o cañadas se hincaron visibles piedras verticales a modo de mojones de delimitación de los pasos ganaderos. Y un último tipo localizado de construcción es el curioso pilón de uso incierto, tal vez a modo de depósito de piedras consideradas como material de construcción a utilizar más adelante.

Esta compleja red de infraestructuras construidas pretendía solucionar las necesidades básicas del ser humano en su empeño por gestionar y aprovecharse del territorio. De esta manera, lo que proporcionan es albergue, refugio o la tan ansiada agua. No constituyen sin embargo únicamente el resultado de la transformación de un espacio por parte del ser humano, sino que son además la prueba de la adecuación de las propias pretensiones y objetivos del ser humano a las potencialidades y limitaciones que este entorno le ofrece.

Son, por tanto, un conjunto de factores íntimamente imbricados entre si los que explican la existencia y configuración de estas construcciones. Y, entre ellos, además de los propios del medio como las distancias, el clima o la geología, destacan por su importancia los relativos al devenir de la comunidad humana que se ha desarrollado junto a ellos. Así, diferentes cuestiones económicas, sociales, técnicas, culturales e incluso personales han influido en estas construcciones, y han de juzgarse siempre a partir de las circunstancias propias de cada momento histórico que, al ir cambiando, van haciendo evolucionar las características de las propias construcciones.

En concreto, estas construcciones inventariadas se revelan en parte como testigos excepcionales de un pasado no muy lejano en el que los usos ganaderos eran los primordiales en la gestión humana de este paisaje pero, sobre todo, como pruebas de una cultura basada en la economía de medios y en el empleo de soluciones avaladas por la tradición que protagonizó el proceso roturador que, durante el siglo XIX y comienzos del XX, puso en cultivo gran cantidad de los terrenos empleados como pastos hasta ese momento e hizo necesaria la erección del grueso de las construcciones analizadas y que, por tanto, pueden relacionarse más bien con las faenas agrícolas.

De todo ello puede derivarse tanto la ejemplaridad de una compleja red de construcciones puestas al servicio de la humanización y gestión del entorno, como la originalidad en las soluciones de muchos de sus ejemplos dentro del contexto de las construcciones secundarias de la llamada arquitectura popular, tanto dentro de un ámbito aragonés como incluso europeo.

 

- Un presente oscuro y un futuro por decidir

Como consecuencia inevitable de los cambios técnicos y socioculturales que transformaron radicalmente el medio rural español en las décadas de 1950 y 1960, estas construcciones quedaron mayoritariamente fuera de uso y comenzaron a entrar en un estado de deterioro que avanza peligrosamente hacia su pronta desaparición.

No le faltan, en cambio, suficientes valores para plantear su reutilización como recurso de desarrollo al servicio de unas poblaciones que, volcadas en este momento en su desarrollo industrial y de servicios, no parecen muy receptivas a recuperar y poner en valor el testimonio de un pasado cercano que casi se prefiere no recordar. A pesar de ello, tanto el paisaje como su arquitectura, como parte insustituible del patrimonio etnológico local y comarcal, poseen en potencia la posibilidad de ejercer como referentes identitarios de primer orden para la población de Épila y Muel.

Además del conjunto paisajístico, pueden destacarse por su originalidad determinadas tipologías arquitectónicas como los abrigos, los pozos y sobre todo las cabañas excavadas. Son enormes las posibilidades que ofrecen para su puesta en valor a través de diferentes medios como el diseño de programas educativos o de acción social basados en la recuperación de la memoria local y la participación activa de los jubilados o en la interacción entre esta tercera edad y la población escolar de la comarca. Podrían asimismo, con una dimensión comarcal o intercomarcal, establecerse unas rutas o paquetes turísticos basados en el turismo cultural de base etnológica aunque para ello sería necesario, en este caso, seleccionar un número limitado de cabañas y otras construcciones para su conservación y habilitación como espacios utilizables y visitables

De cualquier manera todo este potencial de desarrollo turístico, social o identitario, ha de ir acompañado de una profunda toma de conciencia (www.geocities.com/TheTropics.) sobre la importancia del patrimonio cultural para la que, caso de darse, tendrían que realizar un vigoroso esfuerzo de manera conjunta la administración local, comarcal, autonómica y la propia población de la zona.

 

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