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Las  "cabañas" (cuevas excavadas de habitación temporal)                                                             Felix A. Rivas

 

 Otras construcciones secundarias

Los pozos y las balsas

- Las balsas o balsetes

Un total de 23 balsas han sido inventariadas después de prospectar el área de estudio. Vuelve a repetirse en ellas una mayor proporción entre las del término de Épila (15) y la de Muel (8). Su localización dispersa nos informa, igual que harán las parideras, de la convivencia (al menos en los últimos tiempos) de la actividad agrícola y ganadera en esta zona.

En relación a su uso exclusivo como reserva de agua y lugar de abrevada para los rebaños de ganado ovino, suelen estar situadas cerca de una paridera o en un punto muy frecuentado por los rebaños, habitualmente cerca de un camino, que en todo caso le permita al rebaño pasar por él para abrevar normalmente al comienzo y al final de la jornada (Diap. 475).

La importancia de este elemento queda reflejada asimismo en la toponimia, que puede adjudicar a toda una partida el nombre de uno de los elementos más singulares en ella como una balsa. Aunque se han recogido testimonios por los que queda demostrado que no era necesaria la existencia física de una balsa para que la zona recibiese ese término. Y así ocurre en la zona conocida en Muel como 'El Balsón' la cual, por tener perfil de ligera hondonada y ser de material arcilloso, suele presentar una ligera lámina de agua tras las tormentas fuertes. O también en Muel se encuentra la zona conocida como 'La Balsa', que da nombre a una conocida paridera carente de balsa, y que según se cuenta recibe su nombre de un acontecimiento que ha quedado impreso en la memoria colectiva: "empezaron a hacer una balsa, vino una tormenta tan grande y se enronó, y ya no hicieron la balsa".

De entre todas las balsas inventariadas, han sido recopilados varios nombres, tanto en la cartografía como en el trabajo de campo, que quedan expuestos a continuación:

Bs 1.18/Ep. Balsa de Aznar (Diap. 468)

Bs 1.20-21/Ep. Balsa de Bolea

Bs 2.20-21/Ep. Balsa de Bolea (Diap. 470)

Bs 5.20-21/Ep. Charco de Barzones o Balsones (Diap. 472)

Bs 7.20-21/Ep. Charco los Cruceros (Diap. 474)

Bs 1.26/Ep. Charco de Gabardo o Balsa de Montenegrón

Bs 2.22/Mu. Balsete de Matiícas (Diap. 480)

Bs 2.25/Mu. Balsa del Gamonal

Bs 1.28/Mu. Balsete de Peña Enroque (Posiblemente 'Enroque' sea una errata de la cartografía y su verdadero nombre coincida con el de un cercano cabezo llamado 'San Roque'.)

Bs 1.29/Mu. Balsete Nuevo (Diap. 482).

La aparición de diversos términos para referirse a las balsas nos acerca ya a una sencilla clasificación de sus ejemplares. La primera diferencia se establece entre las balsas y los charcos según sea su tamaño, siendo las primeras de dimensiones muy considerables (Diap. 477) y los segundos mucho más pequeños 

 

y equivalentes a muchos pozos aunque distintos a ellos por carecer de paredes verticales y, por lo tanto, permitir la entrada hasta la misma orilla de las ovejas: "un charco era una balsica pequeña y un balsete igual".

En cuanto a las balsas, hay que señalar además que al menos en el término de Muel reciben igualmente (y muy posiblemente con más frecuencia) el nombre de 'balsete' que no tiene por qué conllevar un tamaño más pequeño: "a las grandes también les decíamos balsete", y así lo demuestran algunos ejemplos entre los que destaca el Balsete de Matiícas (Diap. 480).

Su fisonomía suele presentar una forma ovalada aunque también las hay con forma de lágrima

 

o aproximadamente circulares. Todas ellas tienen una o dos regaderas, en forma de canalillo excavado ligeramente, que se encargan de encauzar el agua de lluvia de una zona en torno a la balsa y conducirla a su interior. Entre ellas, cabe destacar la extensa regadera de varios brazos de la Balsa de Bolea que emplea como enorme receptáculo de agua de lluvia una considerable cantidad del terreno de la ladera más elevada situada detrás de ella.

Ubicadas siempre en terreno arcilloso (relativamente abundante en toda el área), su fondo con frecuencia tiene un nivel algo inferior al del suelo circundante del que además suelen quedar separadas por un amontonamiento de tierra en forma de anillo que rodea todo el perímetro de la balsa salvo la entrada o entradas de la regadera.

 

Este anillo de tierra elevada solamente aparece en las balsas o balsetes de gran tamaño, careciendo de ellos casi siempre los charcos, y alcanza una altura máxima respecto al nivel medio del agua entre los 1,7 y los 3 m.

Las dimensiones entre ambas tipologías varían considerablemente puesto que, suponiendo una forma de óvalo para la generalidad de los ejemplos, los charcos pueden rondar los 4-5 m en su eje mayor mientras que la dimensión análoga que pueden llegar a alcanzar las balsas de mayor tamaño oscila entre los ejemplos analizados desde los 18 a los 70 m. En éstas además puede ser interesante tener en cuenta el espacio ocupado por el agua, que es variable según suba o baje el nivel total del volumen embalsado pero que tomado como magnitud más habitual, puede ocupar un óvalo de eje mayor entre los 40 y los 16 m y eje menor entre los 28 y los 12 m.

Un último tipo de balsa, que no cumple con la fisionomía de 'hondonada' de todas las demás es un ejemplo aislado de balsa de riego situada en una pequeña área de regadío cerca del núcleo urbano de Épila (Diap. 478). Como suele ser habitual en este tipo de balsas (García y Zaragozá, 2000: 26.), adopta un contorno claramente rectangular limitado por paredes verticales de obra. Otro criterio que la diferencia claramente de las demás es su fuente de alimentación que, en lugar del agua de lluvia, es una acequia de agua conducida y que, mientras fue utilizada, se embalsaba en ella para su posterior distribución según los turnos y necesidades de los cultivos situados aguas abajo.

La elaboración de las balsas debió de tener una aplicación comunitaria como la de los pozos, pero al ser posiblemente mucho más antiguas, no se han podido recoger testimonios directos de su elaboración: "las hemos conocido ya hechas, solo en Bolea, la de abajo que no resultó porque se va el agua. Tienen una regadera pa que acuda el agua". Solo este último dato y el de la elección de terrenos arcillosos resultan evidentes tanto para los informantes como para la observación in situ: "para hacer un charco de agua o una balsa del ganau hay que buscar un terreno que sea burenco, que filtre poco el agua. La tierra de alrededor la sacarían". En algún ejemplo especialmente destacado (Diap. 470) y situado en una ladera de pendiente considerable, se puede comprobar el resultado de la excavación del hueco para la balsa que queda muy visible por el resultado en talud de la pendiente.

El uso que recibían, y en parte todavía reciben, no ofrece ninguna duda: "las ovejas solo (bebían) de las balsas", o "balsetes para beber el ganau y los pozos para las caballerías y las personas. Tienden a ser grandes porque si es pequeño se amontona el ganau y ponen el agua turbia, y si es grande rodean toda la balsa".

Sobre su propiedad y cuidado podrían extraerse valiosas conclusiones del estudio exhaustivo de diversos archivos como los municipales de Épila y Muel, de los que únicamente se han seleccionado dos documentos que nos informan de la gran importancia estratégica que tenían estas infraestructuras en el pasado (Se conoce asimismo la existencia en el siglo XV (Fernández, 1993 b) de otros lugares de abrevada situados junto a los ríos Jalón y La Huerva de gran importancia no solo para los ganados locales sino también para los de los ganaderos zaragozanos, cuyo término municipal en aquel tiempo limitaba directamente con los de Épila y Muel.). Por estos documentos podemos comprobar cómo antes del proceso desamortizador de mediados del siglo XIX, algunas de las balsas pertenecían a grandes propietarios de carácter laico o religioso (AMM, 212-1.) como la Capellanía de la Virgen en Muel o, en el caso de Épila, a la que debió de ser muy influyente Casa de Ganaderos de la localidad que a comienzos del siglo XVIII era la encargada del cuidado de las balsas (AME, 436-2.) con una aportación de cada ganadero "a dinero y medio por cabeza de las reses manifestadas".

Sobre su utilización actual, hay que tener en cuenta la colmatación ineludible de estas balsas si no son vaciadas de lodo periódicamente, "a los balsetes acude lo mejor, la mejor tierra", y así muchos charcos se encuentran colmatados y solo algunas balsas de las más grandes siguen en uso. De hecho, algunos ganaderos han puesto en marcha nuevas técnicas de obtención de agua como la excavación de pozos que llegan hasta el nivel freático y de los que mediante una bomba extractora elevan el agua hasta un depósito o la misma balsa de antaño que, de esta manera, continúa su antiguo cometido de lugar de almacenamiento y abrevada

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