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Santa Cruz de Moncayo. La cultura del Barro                                            ASOMO. Acebo. J.M. Larraz. Chema Roc

Conclusiones

Santa Cruz de Moncayo, es una localidad que ha ido creciendo a lo largo del tiempo. El primitivo punto de arranque habría que situarlo en lo alto del castillo, como así lo atestiguan los diversos restos que aparecen in situ y otros "extrañamente" muy alejados de su lugar original.

Entorno a él surgió muy pronto una calle estrecha, con fachadas pequeñas y los habituales recodos y pasadizos volados de la arquitectura medieval. Era la calle Alta. Los muros posteriores de estas edificaciones sirvieron de barrera o muralla artificial que se apoyaban a su vez en otra barrera, esta vez geológica y que creaban un escalón insalvable en caso de ataque.

En el arranque de la historia de Santa Cruz, por lo menos de la medieval, ya estaban los elementos básicos que iban a configurar su arquitectura. Crecería a base de círculos alrededor del castillo, no tendría mucho espacio para desarrollar grandes fachadas, por lo menos en origen, teniendo esto dos finalidades: protegerse del viento y del enemigo.

Se iría adaptando el crecimiento urbano a los escalones geológicos en los cuales se apoya hoy en día, uno por calle principal: Alta, Centro y Mayor. Las condiciones políticas y sociales también influirían y ahí surgieron los edificios de la primitiva mezquita posterior iglesia y el Ayuntamiento. Las mismas condiciones que le fueron limitando término rural.

Se levantaron edificaciones y vivienda en arcilla, último elemento definitivo en la creación del carácter arquitectónico santacrucero. La casa típica tendría dos o tres alturas, sería de planta rectangular, si estábamos en la calle del Centro o en el de la Calle Mayor, en caso de estar en la Calle Alta, nos adaptaríamos a lo que se pudiera, el espacio y las condiciones políticas mandarían.

El perímetro estaría de estos edificios sería de mampuesto sobre el que se levantaría el barro, en forma de ladrillo, de tapial o de adobes.

Los tejados tendrían doble vertiente y forjado de madera, con cañizos, yeso, barro y teja árabe. El suelo sería de ladrillo artesano.

Los vanos serían los mínimos, por el frío, pero en caso de haberlos hablaríamos de puertas de doble hoja horizontal que nos permiten el acceso a la cuadra y a la casa.

Las ventanas serían pequeñas en la cocina y la sala. Las alcobas sin ellas, por protección y por conservar el calor. Siempre bien orientadas.

El hogar estaría formado por los típicos poyos, con plancha de fuego y sus útiles, chimenea troncopiramidal pegada a la pared y cuadrada en salida al tejado.

Una sala de recibir visitas o un poco más especial podría estar en este espacio, aunque dado el carácter escalonado de Santa Cruz ya comentamos que podría aparecen en un aparente primer piso, junto a las cuadras.

La falsa daría ya, con el tejado, y se llegaría a ella por una escalera que accedería desde las cuadras, pasando en la mayor parte de las casas por la cocina.

Todos esos espacios indudablemente estaban vestidos con diversos muebles, en la cocina, en el dormitorio, en las cuadras aperos de labranza, e indudablemente y en el caso de Santa Cruz, pucheros, pucheros, pucheros. Si el ladrillo, la adoba o el tapial levantaban la casa, el puchero la mantenía calentando la comida. 

Estamos en tierra de barro. A la vista de lo localizado en esta localidad podemos afirmar que el antiguo trazado medieval se mantiene con bastante buen criterio. La calle Alta con su zigzag nos pasea por los límites de lo que en otro tiempo fue castillo.

Las diversas viviendas que crecieron en esta ronda y en las consecuentes calles fueron cambiando conforme los tiempos transcurrían. Los materiales modernos, en ventanas, puertas, chimeneas fueron sustituyendo a los tradicionales.

Las viejas técnicas del tapial, mampuesto, adobe, ladrillo artesano dejaron de utilizarse desde las últimas décadas del siglo XX. La fisonomía de la localidad comenzó a cambiar.

Las ventanas se ampliaron en su tamaño buscando luz, las modernas instalaciones de cocina suplieron al incómodo fuego bajo y los útiles de barro fueron sustituidos por otros de acero inoxidable. Es el paso del tiempo.

Todo parecería indicar que ya nada queda del pasado, pero al igual que los viejos trazados de las calles persisten, igual ocurre con aspectos de la arquitectura popular. Las alcobas y su búsqueda de luz, solanas, cocinas, cuadras podemos hacer un recorrido similar por todas las casas de Santa Cruz.

Es como sin encontráramos pinceladas impresionistas de un pasado reciente. Como si escribiéramos sobre un libro ya escrito y su resultado fuera la síntesis de lo pasado y de lo reciente.

Cada vez se valora más esos detalles que permanecen con nosotros desde nuestro pasado más reciente. Es el momento de valorar lo que se tiene por parte de los propios santacruceros y de incentivar iniciativas que ayuden a respetar esos ecos y realidades del pasado que conforman la identidad de hoy de Santa Cruz. Estamos pintando nuestro propio cuadro, habrá que hacerlo bien.

Las necesidades de antaño: una cocina, por ejemplo se mantienen. Seguimos necesitando cocinas, modernas, sí, pero ¿cuánto vestiría en una sala uno de estos fuegos bajos?. Si nada importan los viejos fuegos bajos ¿por qué se guardan tantas planchas de fuego de las casas de los abuelos? ¿por qué vienen a comprar los viejos pucheros en los que se cocinaba? ¿ las cómodas, las camas? ¿por qué vienen al pueblo los turistas?

No nos cabe la menor duda que estos fuegos ayudarían a mejorar la calidad de vida en la misma casa para sus propietarios: cocinar o decorar, pero también si se dan pasos adelante y se construyen o se rehabilitan casas para turismo rural, para restaurantes. En ese último caso el visitante buscaría lo que no tiene en la ciudad: artesanía, diferencia, originalidad frente a monotonía. En una casa urbana es completamente predecible lo que hay detrás de cada puerta del pasillo, en el medio rural si la casa se conserva bien ofrece tal variedad, tal adaptación al medio que sorprende. Bien, pues eso lo tiene Santa Cruz.

Bastaría con mejorar aspectos concretos de esa arquitectura de hoy, pensar que una puerta de doble hoja permite que el acceso esté cerrado pero la luz ilumine naturalmente un patio, con el ahorro consiguiente.

La luz que antaño se conseguía de los molinos, con candiles, velas, etc era algo necesario, como ahora. Una buena orientación permitía tener luz natural más horas al año, es decir tener menos gasto. Los vanos encima de las puertas de alcobas bien lo saben, su finalidad era precisamente esa. Además de una buena aireación.

Evidentemente, hoy en día hacemos las ventanas más grandes, los cristales nos protegen, pero que costaría hacer contraventanas en madera, imitando lo antiguo, restaurar lo que ya se tiene, y que ha funcionado durante tiempo. Hay que ser conscientes por otro lado 

que si abrimos muchos vanos en los muros, los costes energéticos de calentar la casa aumentan, ¡qué se lo digan al señor cierzo!.

Pero también existen las solanas, para tener buenas vistas, curar el jamón o tomar el sol. Los vanos en este caso son superiores y están en alto, los modernos materiales pueden venir en nuestra ayuda para aclimatar correctamente.

Otro de los problemas que habitualmente podemos encontrarnos en nuestras casas, sobretodo si hay poco espacio es la necesidad de armarios. Los empotrados en el muro de las casas han sido habituales, claro cuándo los muros medían bastante más que lo que miden ahora. Sería una posible solución, no obstante, tanto para nuevas edificaciones como antiguas. Muchos de esos armarios empotrados pueden esconder, como en el caso de la casa de turismo rural de Santa Cruz, modernos electrodomésticos que al no verlos favorecen la creación de ambiente agradables.

Indudablemente determinado mobiliario especialmente apreciado por anticuarios ayudan a crear esos ambientes amables, sólo hace falta un poco de interés, restauración y ya podemos tener un objeto novedoso que jamás encontraremos en grandes superficies.

Ese ambiente agradable puede transformar una cuadra en una bodega o en un lugar para almorzar, ambos son subterráneos o están semiexcavados en roca, ambos son frescos y evidentemente consideramos mucho mejor esto que utilizarlo para aparcar el coche. Para esto último determinados edificios se adaptan mucho mejor, pero ¡hombre que no hay tanta distancia entre dónde aparcáis y vuestra casa!

Finalmente los materiales básicos como el ladrillo artesano, el tapial, la mampostería tienen diversas misiones: desde mantener el fresco en verano dentro de la casa hasta evitar que escape el calor en invierno. Esto es así, por ejemplo, los botijos tienen el agua fresca en verano por la capacidad de permeabilidad de la arcilla mientras que si lo que tenemos es un puchero, es decir barro barnizado, lo que conseguimos es el efecto contrario. Al edificio le pasa lo mismo.

Existen en el mercado diversas posibilidades de ir accediendo a estos tipos de ladrillo más tradicional, de artesanos de la madera que reproducen ventanas antiguas, de empresas que se encargan de construir a la manera tradicional con forjados de madera, en piedra.

Evidentemente son más caros, pero quizás con ello ahorremos a medio plazo energía por el ahorro de calor o de luz. El aumento de la demanda irá ayudando a descender su precio.

Los Ayuntamientos deben implicarse, creando normativas que impidan superar ciertas alturas a la hora de construir, estudiar modelos de fachadas y materiales utilizados, predicar con el ejemplo y rehabilitar espacios públicos vinculados a la arquitectura tradicional: como lavaderos y hornos en Santa Cruz o que se difundan entre sus vecinos, con diversos medios, la necesidad de mantener un patrimonio cultural y urbano que es de todos. El patrimonio histórico debería entrar en todo esto, sin excepciones.

Reutilicemos mejor nuestros espacios sin modificarlos o utilicemos productos más ecológicos y menos agresivos con el medio ambiente en la construcción. Busquemos nuestro propio punto medio, nuestro camino para seguir vinculados a esa casa o a ese pueblo, que en este caso es Santa Cruz de Moncayo

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