Santa Cruz de Moncayo. La cultura del Barro ASOMO. Acebo. J.M. Larraz. Chema Roc |
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Algunas Noticias Históricas La comarca de Tarazona y Moncayo se encuentra ampliamente documentada en el apartado histórico tal y como demuestra la exposición permanente de arqueología, que el centro de Estudios Turiasonenses posee en los bajos del palacio episcopal de Tarazona. Por lo que respecta a Santa Cruz, siguiendo las publicaciones del Centro de Estudios Turiasonenses, los primeros hallazgos parecen datar de época romana y hacer alusión a una lápida romana. No es de extrañar ya que Turiaso, Tarazona, por aquel entonces era uno de los principales focos de romanización de la península y la proximidad con Santa Cruz, evidente. Tras la hecatombe del Imperio Romano y el fenómeno visigodo, los musulmanes se encargarían de poblar estar tierras. Santa Cruz no sería una excepción y probablemente el origen de su tradición alfarera habría que localizarlo en estos momentos. La reconquista aragonesa trajo a las tropas de Alfonso I, allá por 1118-20, a dominar todas estas tierras. Santa Cruz cambió la obediencia a la taifa de Zaragoza por el acatamiento al reino de Aragón. El estar localizado junto a Tarazona, frontera con Castilla y Navarra, hacen que desde el siglo XIV, aunque casi con toda probabilidad podríamos atrasar estas fechas, una torre –castillo, en lo alto de la población, vigile la muga con los reinos vecinos y a su vez controle a una población completamente musulmana. De este momento sería la antigua mezquita, evidentemente para culto islámico, que tendría una planta rectangular, dos arcos apuntados diafragma y tejado a doble vertiente con forjado en madera y teja, por supuesto, árabe. Los duques de Villahermosa incluirán esta localidad dentro de lo que será su baronía. Probablemente en la guerra de los Pedros la localidad sería atacada si no destruida. |
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Por noticia recogida de E. García Manrique, que a su vez la toma del censo de fuegos realizado en 1495, la población en Santa Cruz sería de 220 habitantes, lo que marcaría uno de los momentos máximos de población, dentro de la generalizada crisis demográfica del siglo XV. El siglo XVI sería de auténtica expansión momentos antes de la expulsión de los denominados moriscos, en 1610, como cita el catastro de Aytona. Santa Cruz, en estos momentos, tiene su máximo auge poblacional: 650 personas. |
Labaña, por su parte, cita a 400 personas,
¿o quizás casas?, sugiere E. García Manrique , pero se decanta, no obstante, por la minuciosidad de Aytona, que preocupado a la hora de saber a cuántos debían expulsar de estas tierras, lo harían más fiable. Tras la expulsión, según noticia de J. C. Garza, el Duque de Villahermosa, señor de estas tierras, publica un edicto solicitando la llegada de nuevos habitantes. A pesar de los recién llegados, Santa Cruz no volverá a tener los mismos habitantes en toda su historia. Es momento de cristianizar el pueblo e incorporar un retablo pintado dedicado a la Santa Cruz y una escultura policromada de San Miguel del siglo XVII. La guerra de Sucesión se dejó notar levemente en esta localidad, así en 1711, la población sería de 170 habitantes. Paulatinamente estos datos irán incrementándose hasta 1860, momento en que se alcanzarán los 332 habitantes. Habría que atribuir la responsabilidad de ese aumento de población, entre otras causas, al auge de las roturaciones tras la desamortización de Mendizábal. En especial el espacio dedicado al vino. Desde la fecha comentada, de 1860 hasta nuestros días, la población irá paulatinamente descendiendo hasta los 240 habitantes en 1950 o los actuales 100. Las causas habría que buscarlas en las epidemias de 1874, 1885, 1900, 1918. Habría que tener en cuenta el descenso del número de nacimientos, la guerra civil y la emigración de los años 60. Resumiendo, para el período cronológico estudiado, observamos que la población santacrucera tiene su máximo en 1860 con 332 habitantes, y que paulatinamente irá descendiendo. El ritmo de crecimiento urbano se detiene en la fecha máxima, poco a poco, las particiones, los sitios, las herencias, las reformas y cambios actuales, reubican a la población. Pero en todo ese tiempo, la huella de esos cambios va quedando en casas sin fachada, ventanas imposibles, aleros y tejados a mil vertientes. Es la huella de esa historia reciente, de la necesidad y la utilidad, no del capricho y mucho menos de la ignorancia. |
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