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Casetas de piedra seca y falsa cúpula en la Jacetania / Biello Aragón.                                      Asociación Cultural Sancho Ramirez. Jaca   

5. Usos y vivencias

5.1 Un refugio cercano

La función principal de estas casetas era la de servir de refugio para guarecerse ocasionalmente durante la realización de las faenas agrícolas y pastoriles que caracterizaban las actividades de adquisición que debían llevar a cabo una gran parte de la población rural en la zona estudiada hasta hace bien pocas décadas. Guarecerse, por tanto, de las inclemencias del tiempo como el frío, la lluvia y, especialmente, las repentinas tormentas de verano, era el objetivo que convencía a aquellos labradores y pastores para hacerse con una pequeña infraestructura que les permitiera sobrellevar sobre el terreno las dificultades que les planteaba su clima de montaña o de media montaña sin tener que abandonar continuamente o por mucho tiempo el lugar donde desarrollaban su trabajo.

Muchos de los testimonios orales recogidos insisten en esta idea: "las casetas para refugio de los pastores y del tiempo malo para refugiarse uno" (Acín/Azín), "que venía llover, pues te refugiabas" (Aísa), "venía con las yeguas, y si llovía me metía" (Aratorés), "cuando venía una tronada pues se metía dentro" (Fraginal/Fraxinal), "las casetas son para refugiarse el que estaba trabajando en el campo, por ejemplo para la siega" (Sinués).

Hacer fuego en su interior era, además, una de las maneras para combatir el frío de la época invernal, tal como atestiguan los restos de humos en multitud de las casetas así como de nuevo la memoria oral: "fuego se hacía, yo he hecho fuego, para el frío y también para hacer comida" (Fraginal/Fraxinal), y "en días malos de llover o hacer frío se hacía fuego dentro" (Novés/Nobés).

El hecho de que la totalidad del material empleado para su construcción fuesen las piedras suponía una evidente ventaja de estas casetas con respecto a las de techumbre con vigas de madera debido al evidente peligro de incendio que éstas últimas presentaban en el caso de realizar fuego en su interior. Esto podría constituir por tanto una razón definitiva que explicase el éxito local en el término de Aísa de la solución compuesta por pajar con cubierta de madera junto a una pequeña caseta de cubierta de piedra que serviría de refugio ocasional y donde podría hacerse fuego sin poner en peligro todo el conjunto, tal como nos contaron asimismo en el propio Aísa: "la caseta de los pajares era p'hacer fuego simplemente, almorzabas, comías...".

En Novés/Nobés por otro lado nos hablaron asimismo de la utilización puntual de las casetas por otros ocupantes que podían rozar o se encontraban totalmente inmersos en la clandestinidad: "Algún gitano ha dormido aquí, hace años, de paso. Los maquis podía ser también. Eran gente desconocida porque se notaban que habían dormido".

Otro motivo para emplear de refugio estas casetas, además de protegerse del mal tiempo, era el de tomarse un descanso del trabajo. Lo mismo sentado en las piedras planas que suele haber en su interior, como echándose una merecida siesta en verano y, algunas veces por lo que nos contaron, huyendo de la mítica soledad del campo al estar acompañado por un número nada desdeñable de compañeros. Algunos informantes nos hablaron de todo ello: "dormir, comer, echar la siesta, menos ir con chavalas porque era muy crío" (Acín/Azín), "en esta caseta he estado en otoño, he hecho fuego dentro, hemos estado dentro cinco o seis" (Cenarbe/Zenarbe), y "echarse la siesta en verano hasta ocho o nueve personas" (Acín/Azín).

Tampoco era extraño, tal como acabamos de comprobar, que el usuario de la caseta pasara la noche en ella en ciertos momentos concretos del ciclo agrícola o pastoril en los que era preferible quedarse junto al lugar de trabajo en vez de desplazarse cada día hasta la localidad de residencia habitual: "era un campo cerrao de paré, allí encerraba el ganao y por las noches dormía allí el pastor" (Araguás del Solano/Araguás d'o Solano), "de las que hizo mi tío la de Campuriés la hizo porque por la noche hacía dormir allí las ovejas p'abonar el campo, y él dormía allí" (Fraginal/Fraxinal), "pasábamos la noche en la caseta en tiempo de recoger la hierba" (Aísa). Aunque no parece que fueran las casetas el único recurso para procurarse un refugio nocturno: "he dormido en aquella de arriba cuando subíamos a segar, me quedaba una noche con mi padre y mi madre, en la caseta los trastes y dormíamos fuera en la mies, alguna ropa o manta de aquellas, y las caballerías también al raso", y "se dormía junto al ganao, en algún resguardo, una caseta, un paraguas familiar..." (Acín/Azín).

Como podemos ver, no abundaban los lujos a la hora de prepararse un más o menos confortable lecho para dormir aunque además de la mies no faltaban otros materiales cercanos para ayudar en la tarea: "empleaba un pellejo de oveja para dormir" (Acín/Azín), y "los bojes, se utilizaban para colchón, sobre los bojes con una manta dormíamos" (Araguás del Solano/Araguás d'o Solano). También se contaba con rudimentarios medios para paliar la oscuridad de aquellas noches en la caseta: "La tieda era para encender el fuego, del coral de la madera, y también para luz. En el pueblo había tederos de fondo plano. Prende sola como el papel ahora, y en el morral las llevabas envueltas en un papel pa que no cogiese sabor el pan".

Podían asimismo servir las casetas, aunque no siempre era así, de resguardo para realizar o dar buena cuenta de la comida que, a veces, era traída cada día desde el pueblo y otras veces consistía en alguna pieza de caza menor atrapada sobre la marcha: "aquí no comía, me ponía aquí cuando llovía" (Aratorés), "yo he hecho fuego, para el frío y también para hacer comida" (Fraginal/Fraxinal), "hacían la comida en casa y te la traían" (Aísa), y "cuando estabas durmiendo en el campo y lejos del pueblo te subían la cena en una cesta de mimbre, te la dejaban donde ibas a dormir y se volvían a casa" (Acín/Azín).

Por último, las casetas se utilizaban de manera más bien excepcional para guardar o almacenar muy temporalmente algunas herramientas agrícolas o los más básicos materiales fungibles, como diríamos hoy, de las labores diarias: "mientras dormíamos, en la caseta l'alforja, las cosas de comer, el agua, el vino" (Fraginal/Fraxinal), "en una caseta guardábamos jadas, y la bota" (Acín/Azín) aunque, en general, "no se guardaba nada" (Acín/Azín).

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