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Casetas de piedra seca y falsa cúpula en la Jacetania / Biello Aragón.                                      Asociación Cultural Sancho Ramirez. Jaca   

5. Usos y vivencias

5.3 Las labores pastoriles

Los trabajos de los pastores, más incluso que los de los labradores, se regían por un sabio ciclo anual que solía incluir los periódicos desplazamientos estivales e invernales trashumantes en busca de mejores terrenos de pastos. Además, entre ambas estancias lejos de las poblaciones de la zona transcurrían otros dos breves periodos en los que el ganado permanecía en las cercanías de las localidades y, por tanto, en el radio de acción de un número importante de las casetas que se han catalogado.

En invierno buena parte de las ovejas de la zona se desplazaba hacia el sur y el sureste dejando atrás los pastos agostados o cubiertos por la nieve hasta las vastas extensiones de la mitad septentrional del Valle Medio del Ebro como las de las Bajas Cinco Villas o la Hoya de Huesca/Plana de Uesca, donde permanecían buena parte del otoño, todo el invierno y el comienzo de la primavera: "a lo mejor no había ni media docena de casas que no tenían ovejas. En el año 33 hasta setecientas ovejas, en invierno a Ejea, Almudévar, ciento cincuenta o doscientas algunos" (Aísa), y "estaban unos seis meses, indo bien hasta el 20 de mayo" (Acín/Azín).

Era ésta la época en la que los pastores echaban mano de lo más abrigado de su indumentaria tradicional que, tal como nos contaron en Aísa, era elaborada a base de los materiales que tenían más a mano: "llevaban unas polainas por los muslos de piel de oveja y por la espalda una zamarra de pelo, de cabra o de choto".

Todavía en los pastos meridionales, había que descargar de su pesado manto de lana invernal a las ovejas hacia comienzos del mes de mayo: "s'esquilaba pa'l 6 de mayo". Y pasada la mitad de ese mes se subía hasta la localidad de origen de cada rebaño, "el ganao el veintidos de mayo se subía de la Hoya de Huesca", permaneciendo en sus inmediaciones el resto del mes de mayo, todo el mes de junio y los primeros días del de julio. En este algo más de mes y medio, los rebaños iban corriendo las parcelas no cultivadas, "femando los campos" con sus excrementos la mayor parte de las veces con la ayuda de un cercado de madera, conocido como cletau, que el pastor cada día había de cambiar de posición para ir distribuyendo el beneficio del rebaño por toda la superficie de las parcelas. Era ésta la operación para la cual los pastores, en ocasiones simples niños, habían de permanecer por la noche junto al rebaño, cerca del cletau, muchas veces aprovechando el refugio de una caseta que formaba parte del zerrau que rodeaba y limitaba esa parcela.

De la manera en que había que cuidar del cletau contamos con datos muy interesantes y reveladores, lo mismo que otros acerca de la propia vida de los pastores durante la dura pero necesaria tarea de su vigilancia: En Acín/Azín "las ovejas corrían las zonas de güebra, había quien a l'ancha pero normalmente con el cletau, hasta las tres de la mañana en un sitio, luego se levantaba el pastor y las cambiaba, al marcharse a las diez o al soltarlas se ponía en otro lado", "aquí al lado había un campo de beza y pipirigallo y dormía pegado al cletau para que no saltase un cabrito ni nada, con el perro", "cuando estaba el ganao en el campo y lejos del pueblo te subían la cena en una cesta de mimbre, te la dejaban donde ibas a dormir y se volvían a casa. Una semana, hasta quince o veinte días sin bajar ta casa. De mañanas te subía el almuerzo y la merienda, que era la comida del mediodía, ordeñabas las cabras y bajabas la leche al pueblo, para desayunar y la que sobraba para los cerdos. En mi casa recuerdo los moldes, pero yo no he conocido hacer queso". En Aísa, aunque el pastor pernoctaba generalmente en el pueblo, también se usaban los cletaus, "así como ahora hacen cercaos de alambre, antes de cletas de madera, cogía ocho, diez o doce cletas, las plantaban, las cambiaban cada día pa encerrar las ovejas y p'abonar el campo, eran dos piquetes verticales y cuatro barrustas horizontales de pino. Cada dos cletas en lo que coronaba se ponía con una betiquera pa que no se abriera, que tiene mucha correa". Y también en Villanovilla/Billanobilla donde "el cletau estaba toda la noche en un sitio, hasta las ocho u ocho y media que se soltaba, toda la noche allí".

En Caniás nos contaron asimismo una curiosa manera de entretenerse que tenían los mocetes que iban de pastores llevando los pequeños rebaños por las parcelas situadas en las laderas que arrancan en la propia población: "de críos guardando el ganado hacíamos fuego con allagas y buchos verdes p'hacer humo y que nos viesen de Uruel y San Juan de la Peña".

El verano lo pasaban los rebaños en los altos puertos pirenaicos, siendo la zona testigo del paso de otros rebaños más meridionales como los de Los Pintanos que ascendían por la Bal d'Aísa, así como de la reunión de muchos de los rebaños de la zona que, al ser de un tamaño medio más bien pequeño (tal como nos contaron en Fraginal/Fraxinal "cada uno tenía ovejas con arreglo a la propiedad que tenían, el más grande ciento cincuenta ovejas") tendían a ponerse de acuerdo para pasar de manera conjunta la temporada estival: "las ovejas se subían en el mes de junio o julio, a puerto hasta 6 o 7 de octubre, se juntaban con más rebaños de Las Tiesas Altas, Araguás, Embún, Javierre, Alastruey, rebaños de mil quinientas hasta tres mil, y un pastor contratado entre todos". También, poco antes de partir hacia los puertos, las ovejas solían quedar preñadas, "se marecía en junio o julio", para obtener el nacimiento de los corderos en noviembre o diciembre y que pudieran permanecer todo el invierno tetando.

Respecto a los pastos estivales se conserva el recuerdo, y en algún caso también la práctica, de una antigua costumbre jurídica de tradición aragonesa por la que los ganados de dos términos municipales contiguos pueden entrar a pastar en una franja fronteriza al otro lado de la muga con la condición de estar siempre de vuelta en el propio término antes de la puesta del sol. La denominación de este derecho en aragonés, alera (llamado en castellano 'de facería') sigue presente en los testimonios de algunos de los informantes como los de Acín/Azín, "había lera entre los pueblos de Garzipollera y Acumuer, se turnaban algunos pueblos de la Garzipollera", y Aísa: "alero, hay todavía con Puerto Astún, en Espelunguer".

También en los puertos, según nos contaron en Cenarbe/Zenarbe, se construía una versión del brosquil que ya vimos anteriormente en una de las casetas catalogadas de Castiello de Jaca/Castiello de Chaca: "se hacía una cosa pero todo cerrado, para corderos pequeños que no podían ir con el rebaño y se les ponía una losa encima y allí pasaban todo el día, en los campos que dormía mucho el ganao y en puerto, no tenía puerta".

Hasta finales de septiembre o comienzos de octubre permanecía el ganado en los prados estivales, "en puerto indo bien hasta el 8 octubre, o pa San Miguel, un mes en el pueblo y ya pa Huesca", entonces permanecía de nuevo como en primavera en torno a un mes apurando los pastos y las parcelas que descansaban en la franja de media montaña donde se sitúan la mayor parte de las localidades, y tras esta breve estancia de nuevo descendía como todos los años hacia los pastos invernales del Valle del Ebro: "se bajaba en pasao San Lucas, para Todos los Santos más o menos".

 

Algo diferente era el ciclo anual del ganado vacuno, del que tan solo contamos con unos pequeños datos aunque muy interesantes recogidos en Aísa: "las vacas, algunas casas las tenían casi todo el año cerca del pueblo, por regla general sanmigalada y en primavera, los tiempos más duros las bajaban al pueblo". De este empleo periódico o en ocasiones durante buena parte del año de la infraestructura construida para el cuidado de las vacas en las cercanías de Aísa, es decir de los pajares, puesto en relación con su relativa lejanía del núcleo de población podría deducirse la importancia especial que en este término cobraron las casetas de falsa cúpula adosadas a estos pajares como complemento necesario al cuidado del ganado vacuno en un valle con unas condiciones muy especiales en cuanto a su geografía y a su sistema de explotación ganadera.

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