Casetas de piedra seca y falsa cúpula en la Jacetania / Biello Aragón. Asociación Cultural Sancho Ramirez. Jaca |
6. Hitos en la historia del paisaje 6.1 Garzipollera y Rapitán En primer lugar, iremos describiendo de manera paralela el caso de dos emplazamientos de casetas bien diferentes (el de Garzipollera principalmente en fondo de valle y el de Rapitán en ladera de solana) pero que en la actualidad tienen en común el pertenecer al término municipal de Jaca. Sobre la actividad pastoril a que desde tiempos ancestrales debió de dedicarse el valle de la Garzipollera podemos rastrear sus más antiguos indicios no arqueológicos en la propia tradición local según la cual la Virgen de Iguázel se le apareció a un pastor en el mismo sitio en el que se levanta hoy la destacada ermita románica de comienzos del siglo XI. De hecho, la construcción de esta iglesia responde a la decisión del conde Sancho Galíndez quien hacia los años 1040-1050 emprende la puesta en cultivo del valle, alcanzando un cierto esplendor, también económico, que no volverá a recuperar posiblemente nunca más. El hecho es que por cesión del conde Sancho Galíndez y mediante la unión de diversas posesiones del valle entre las que destaca el entorno del emplazamiento de la propia iglesia así como las localidades de Acín/Azín y Larrosa/A Rosa, hacia el año 1080 buena parte de esta zona pasa a constituirse en priorato dependiente del monasterio de San Juan de la Peña. En 1203 nuevas vicisitudes hacen revertir buen parte de los bienes del priorato al manos del rey Pedro II quien poco después hace establecer allí mismo una comunidad femenina que, muy poco tiempo más tarde, se traslada al monasterio cincovillés de Cambrón del que, en el siglo XIV, continuaban dependiendo Iguázel, Acín/Azín y Larrosa/A Rosa, aunque a finales del siglo siguiente y comienzos del XVII es el ilustre Don Juan Abarca y Gurrea quien se hace conocer como señor de la Garzipollera. Mientras tanto las laderas del Monte Rapitán, en cuya cumbre parece clara la existencia altomedieval de un establecimiento musulmán, son gestionadas durante toda la Edad Media por el concejo de Jaca que las somete a sacas de leña y subasta sus pastos, por lo que puede deducirse ya en estas lejanas fechas que al menos, en parte, habían comenzado a ser deforestadas. En el propio siglo XVII se tiene constancia de la continuidad de uso pecuario de la zona siendo dedicado para hierba por el Concejo, y tal vez, aunque desconocemos con exactitud la localización exacta de las pruebas, pudo verse afectado en su extremo inferior por la roturación de un monte erial susceptible de riego para pradería que, a iniciativa de la Real Sociedad Económica de Jaca y sus montañas se lleva a cabo a finales del siglo XVIII. Siendo así o no, podemos vislumbrar la continuidad del predominio pastoril que, casi con toda seguridad se quebrará el siglo siguiente. Precisamente el siglo XIX y, especialmente su segunda mitad, será un periodo clave para los cambios en los usos del territorio en gran parte de Aragón y probablemente es a partir de ellos que podremos intentar una cierta vinculación de la aparición de las casetas a un contexto histórico determinado. Entre 1850 y 1930 se pusieron en cultivo más de 80.000 hectáreas en la provincia de Huesca debido principalmente a los sucesivos procesos de desamortización así como a muchas roturaciones arbitrarias, estando enmarcado este proceso en una coyuntura de aumento demográfico y mayor presión de los mercados exteriores que llevaron a pequeños propietarios y jornaleros a la única solución de aumentar de manera exagerada los terrenos cultivados y que encajó perfectamente con los vientos de crisis que corrían para la ganadería extensiva y su pérdida de influencia en la gestión del territorio, es decir, en la conformación del paisaje. Veamos algunos datos reveladores de este proceso relativos a las dos zonas analizadas y su entorno más próximo. Las descripciones del reputado Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Madoz, editado entre 1845 y 1850 nos ofrecen un panorama bien diferente del que podemos contemplar en la actualidad: las masas forestales retrocediendo de manera alarmante ante el impuso roturador, la saca de leña y la elaboración de carbón: "Los bosques de pinos han sido mayores y mejores en tiempos atrás, pero la roturación de nuevas tierras y el carboneo, los ha consumido en gran manera" (Acín/Azín), un bosque "de robles desmerece por haber estado abandonado mucho tiempo" (Araguás del Solano/Araguás d'o Solano), "Carece de bosques de árboles y hasta de arbustos para leña" (Aratorés), "al N. de la población hay un monte poco poblado que sirve para combustible, y cria yerbas de pasto" (Caniás), y "al N. el Repitau y Claraco desarbolados casi todos y en cultivo" (Jaca/Chaca). Siguiendo con esta tónica, sabemos asimismo de la venta de sendos montes de utilidad pública en Jaca/Chaca y Bescós de la Garcipollera/Bescós d'a Garzipollera entre 1859 y 1863 y, tomando el ejemplo del pueblo concreto de Villanovilla/Billanobilla, podemos comprobar a partir de su libro de amillaramiento de 1862 que tan solo el 4% del territorio declarado corresponde a bosques frente al 17% de terreno cultivado de cereales principalmente que se llega a alcanzar en un entorno de fuertes pendientes y terrenos muy poco aptos para los trabajos agrícolas. Y es en este periodo histórico, que coincide con las previsiones anteriormente expuestas sobre la datación de las construcciones a partir de la epigrafía y la memoria oral, en el que nos atrevemos a proponer la aparición o, más bien, el momento de mayor propagación de las casetas de piedra seca y falsa cúpula en ambas zonas como respuesta a las nuevas necesidades de apoyo a las faenas pastoriles pero sobre todo agrícolas que se llevan a cabo en las nuevas superficies roturadas. A este respecto es particularmente llamativo el caso de las casetas de Acín/Azín y Larrosa/A Rosa, de una tipología muy particular y muy ligada a las paredes que rodean las parcelas de cultivo, por lo que invitan a pensar en un momento histórico determinado en el que se rotura, o al menos se parcela, una zona dedicada anteriormente a praderas o bosque aprovechándose la coyuntura para procurarse algunos refugios que hagan menos dura la explotación continuada de esos nuevos terrenos. Para confirmar, desde luego, esta hipótesis habría que afinar un poco más en la localización de los terrenos que no se habían roturado hasta ese periodo, identificar con claridad la cronología de ese proceso y compararlo todo con el emplazamiento en que se han localizado las casetas, aunque lamentablemente la pérdida o dificultad de dar con la documentación pertinente puede disuadir la consecución de esta tarea. Otro dato interesante es el absoluto protagonismo que cobra lo militar en la gestión del monte Rapitán a partir de la década de 1880 con el comienzo de las obras del fuerte y sus accesos, de lo que podría deducirse la anterioridad de cualquier actividad constructiva en sus laderas. De esta manera, sin cambios aparentes en el paisaje, podemos avanzar hasta el momento de descalabro de la sociedad rural en general en España, en torno a las décadas de 1950 y 1960 que, especialmente en la Garzipollera se vio acentuada por la política estatal de no facilitar las infraestructuras públicas para el mantenimiento de la población y de favorecer la reforestación de este amplio valle que, debido a la fiebre roturadora de la que ya hemos hablado comenzaba a mostrar síntomas de graves problemas de erosión del suelo. También a las laderas de Rapitán llegó la nueva fiebre reforestadora tal como puede apreciarse en una fotografía aérea de 1960 en la que se distinguen perfectamente las terrazas ya trazadas para la plantación de pinos en buena parte de la ladera sur así como la conservación de muchos bancales abandonados e incluso de alguna de las casetas de mayor tamaño que todavía se puede localizar en la actualidad bajo los pinos ya crecidos. E incluso esta actividad replantadora pudo suponer, tal como nos contaron en Acín/Azín, el último canto de cisne para algunas de las casetas que sirvieron de refugio ocasional para los trabajadores de las obras de plantación, y así pudimos encontrar en una de las casetas de Bescós de Garcipollera/Bescós d'a Garzipollera "una punta de azada de las del Patrimonio para hacer los hoyos para plantar los pinos". Y así, partiendo de una primigenia gestión del territorio que libró del bosque algunos emplazamientos para cultivos y, sobre todo, para pastos, pasando por el auge roturador de la segunda mitad del siglo XIX y los comienzos del XX, momento en que mejor podemos situar la construcción y extensión del uso de las casetas, y dejando atrás los abandonos de tierras y el avance de la superficie reforestada de la década de 1960, llegamos tanto en la Garzipollera como en Rapitán hasta el actual reinado del bosque repoblado y la desaparición total de los cultivos y prados en la parte inferior de la Garzipollera y en las laderas de Rapitán, es decir, en donde todavía podemos encontrar las casetas, mudos testigos de un pasado no tan lejano. |