Volver al Índice

Casetas de piedra seca y falsa cúpula en la Jacetania / Biello Aragón.                                      Asociación Cultural Sancho Ramirez. Jaca   

6. Hitos en la historia del paisaje

6.2 Aísa

La sucinta historia del paisaje en que se incardinan las casetas del grupo de Aísa puede depararnos alguna sorpresa, que valdrá la pena no echar en saco roto, gracias a un mejor conocimiento del tema a través de las fuentes documentales empleadas en un documentado estudio en el que vamos a basar la siguiente exposición.

Los primeros testimonios escritos que conocemos de Aísa y su término nos hablan de su pertenencia durante el siglo X al monasterio femenino de Santa Cruz de la Serós. Posiblemente así continuó hasta la segunda mitad del siglo XIII, cuando una serie de cesiones y retroacciones entre el rey aragonés y algunos nobles acaban por hacer depender el valle directamente del rey de Aragón a partir del año 1293.

En 1536 tenemos noticia de la existencia, con toda seguridad ya anterior, de la Pardina de San Salvador de Biasós como perteneciente a los monjes de San Juan de la Peña aunque en la práctica fuese utilizada por los vecinos de Aísa como boalar, es decir, como terreno de pasto para los animales de labranza. Esta pardina no será la única existente en el valle pero resultará la más importante para nuestras pesquisas debido a que su emplazamiento parece corresponderse con la partida conocida todavía hoy mismo como A Pardina y en la que se sitúan una buena parte de las casetas del grupo de Aísa.

Dos siglos más tarde, en el año 1783, a raíz de una importante riada del río del valle, el Estarrún, que causa graves destrozos en sus riberas, el concejo decide llevar a cabo una permutación de algunas tierras comunes por la de algunos vecinos concretos cuyas tierras habían quedado muy dañadas. Y precisamente de aquel proceso conservamos un documento que da cuenta de cómo el pueblo le canjea a un vecino un campo por otro más alejado de la localidad aunque de mayor tamaño y "cerrado a piedra, en el que se obliga el pueblo a hacer una caseta, para que en el año que no está sembrado duerma en ella el pastor del ganado vacumen, quien estercolaría a satisfacción dicho campo, con más obligándose el pueblo anualmente a reedificar las paredes de él". Es, sin duda hasta ahora, el testimonio histórico más antiguo de la construcción de una caseta que responde exactamente a las funciones de las que se han catalogado y que, con toda probabilidad debido al pequeño tamaño que requiere su condición de albergue nocturno temporal para una sola persona, se trata del mismo tipo de caseta a base de piedra seca y cubierta cupulada. ¿Puede este dato hacer retroceder casi un siglo al menos la fecha de construcción de nuestras casetas? No podemos afirmar con rotundidad que ninguna de las casetas catalogadas haya sido levantada durante el siglo XVIII aunque este testimonio nos anima a admitir cierta posibilidad para que así sea en algún ejemplo y, en todo caso, retrotrae casi un siglo el periodo más antiguo en el que puede darse por segura la edificación de este tipo de construcciones, haciéndolas en este ámbito geográfico no tan dependientes de los cambios en la gestión del territorio del siglo XIX o, al menos, precedentes a ellos en cierta medida.

De hecho, se tiene conocimiento de que a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX la pardina de San Salvador de Biasós ya se explotaba en régimen de arriendo y llegó incluso a dividirse en lotes lo que pudo conllevar asimismo ya en este momento la hipotética construcción de alguno de los pajares que abundan en ella junto a su habitual caseta de cubierta de piedra.

En 1836 sin embargo, con la publicación del conocido decreto de desamortización eclesiástica, la evolución de estos terrenos sufrirá un brusco giro al salir a subasta cinco años después y, después de algunas curiosas vicisitudes, llegar enseguida a manos de los 54 compradores que consiguieron su propiedad. Será, por tanto, en este momento hacia la mitad del siglo XIX cuando definitivamente se ponga en marcha la construcción de pajares y casetas de tal manera que según el correspondiente libro de amillaramiento de 1863 se contabilizan un total de 59 "pajares-corrales" en la localidad.

Por testimonios orales, sabemos de la continuidad de la construcción de las casetas hasta la década de 1960, momento en el que junto a esta práctica se abandona buen parte de lo que había sido habitual hasta ese momento en la agricultura y ganadería de la zona. Todavía hoy, sin embargo, su paisaje continúa constituyendo un auténtico puzzle de espacios cultivados, bosques y campos abandonados.

Volver al Índice