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ADAHUESCA Y SU DESPOBLADO DE SEVIL                                                                         Manuel Benito Moliner

 

PRÓLOGO

 

 

Quien suscribe no tiene el honor de ser aboscense, pero créanme que comparto con este pueblo su cultura pasada, presente y la preocupación por la futura. Sólo ocho años, a mí me parecían muchos mas, han transcurrido desde que llegué por vez primera a esta pequeña localidad poco conocida del Somontano Barbastrense, cuya cultura me subyugó. Sus animosas gentes, con un sentido comunitario que sólo tienen aquellos que comparten algo grande, me sorprendieron gratamente, inclinando mi predisposición por lo desconocido al estudio de Adahuesca. He tratado de paliar la desventaja que supone no ser ni haber vivido, prácticamente, en el sitio que se pretende conocer, con frecuentes visitas, colaboraciones y conversaciones que, unidas al estudio de cuantas fuentes bibliográficas y documentales han caído en mis manos, han dado lugar a este trabajo que aquí presento.

Sé que faltan cosas, porque no he podido llegar a todos, y también sé que habré cometido errores, a pesar de las horas que he invertido para sacar y comprobar cuantos datos iba recabando.

Espero que cuantos lean esto sepan comprender mi preocupación por ser imparcial, a la hora de acometer la descripción de los acontecimientos; sobre todo los aboscenses que son tan herederos de su historia como de su tradición aunque ambas no coincidan, como en Las Abuelas, porque las dos materias se complementan pero no se imitan. En cuanto al apartado de las relaciones entre Sevil y Adahuesca diré que, desde hace trescientos años, Sevil es tan aboscense corno Las santas Nunilo y Alodia, por tanto a gentes como Sampietro, dignos de un monumento por los padecimientos que la historia les infligió, se les tiene que ver como parte de la Cultura de esta Villa, única capaz de reivindicarlas como propias.

Ojalá la labor desarrollada: textos, fotos y planos, sean del agrado de quien aquí se asome a contemplar los eventos que hicieron posible este pueblo, y que se hubieran podido referir con mejor estilo pero no con mayor cariño.

PLASENCIA DEL MONTE, 1993.

 
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