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ADAHUESCA Y SU DESPOBLADO DE SEVIL                                                                         Manuel Benito Moliner

 

LA ETNOGRAFÍA

 

Personajes populares

 

Las gentes de Adahuesca tienen fama de poetas y pienso que bien merecida, aún queda en la Villa una poetisa en activo: la dueña de casa Morrano; y sabemos de otro aunque ya emigrado: Vicente Tacones. Hemos recogido algunos romances populares aboscenses que pueden ser interesantes:

 

1- Este se lo sacaron a uno que iba fardando por el pueblo, de ir bien vestido:

Os calzones de Tacones.

A chaqueta de Labata.

O ceñidor de Coteno.

Y de Coro las alpargatas.

Como se verá, se le venía a decir que iba de amprón.

 

Un madrileño -otros dicen que era un americano- se propuso construir un cuartel para la Guardia Civil, todo de piedra. Coteno se rió de este propósito que consideraba descabellado para el dinero disponible y, el madrileño, se puso farruco y fanfarroneó amenazándolo con empapelarle hasta la zolle de su casa con billetes de mil. El caso es que comenzó la obra y al poco tiempo se acabó la piedra, tal como habla previsto Coteno que, muy socarrón, ideó esta cuarteta:

Cuartel que grande has nacido

que chico te vas a quedar,

se te han acabao los cuartos,

no te podrán terminar

 

Allá por los principios de siglo, ocurrió un hecho en Adahuesca que debió de conmover la opinión pública de la Villa. El episodio se produjo al escaparse una pareja de bueyes por el pueblo que causaron diversos estragos. La vox populi dice que los bueyes eran de Coteno el cual, cínicamente, sacó un romance donde culpaba a otro vecino:

 

Por la demba de Leandro

un par de bueyes corrían,

si no eran del Coteno

de Esteban Vallés serían.

Bernabé salió corriendo,

con toda mala ocasión,

que los bueyes ya bebían

con trillos en el Pozallón.

Treinta pollos que mataron

se los hicieron pagar

y una alforja del Coteno

con azúcar, vino y pan.

Por cuatro escobas que rompieron

en la era de Labata

le piden el albener,

el colmenar y la casa.

Tuvo que pagar un auto

que venia a toda carrera,

lo rompieron con los cuernos

al cruzar la carretera.

Por una esquina del cuartel,

que rompieron con los trillos,

le piden dos mil pesetas

y una hornada de ladrillos.

Por darle vuelta a la cruz

que llaman del Hospital

le piden bueyes y burros,

miel y cera del arnal.

Por cuatro cañas que rompieron

de pescar en el Pozallón,

le piden La Valdalperas

y cinco años de prisión.

Todos los que tengan bueyes,

los tengan bien educados

que el desgraciado Vallés

bien caro lo está pagando.

Ya se va quedando solo,

como el "Gallo de Morón",

que no sabe si pagarlo

o arrojarse al Pozallón.

 

En este romance, recordado por Antonio Barasona, se citan todas las propiedades de Esteban Vallés.

A parte del Coteno, tuvo Adahuesca otros hijos que por sus bromas o por sus peripecias, han pasado a la historia popular. Comenzaremos por PERA que aunque era de Alberuela, Abargüela para los amigos, tenía mucha fama en Adahuesca por la jeta que le echaba a todo. Cuentan que se presentaba en las fiestas de los pueblos y como no lograra agüespedarse en casa de ningún mozo para cenar de gorra, se presentaba en la posada donde, con gran euforia y una convincente representación, decía: ¡Qué maravilla de pueblo! ¡Qué gente más maja! Todos, todos los mozos del pueblo queriéndome llevar a su casa y venga a discutir, el uno que tu te vienes a la mía, el otro que no, que a la de él, y así todos. Al final, viendo que iban a llegar a las manos, hemos acordado entre todos que me viniera a cenar aquí y que luego lo pagarían a escote. Así me invitan todos y nadie riñe.

Pera cenaba opíparamente y, por supuesto, ya no volvía a aparecer por allí en una buena temporada.

 

JUAN CORO (abuelo) fue otro gran bromista, recordado con cariño por todos, sobre todo por la que hizo en Sevil:

Cuentan que volviendo Coro a Adahuesca, a la altura de Sevil, se encontró con un montañés de aquellos que, hace muchos años ya, bajaban a la tierra llana a proveerse de vino y aceite. Unos lo hacían por Cuello Bail, en Sierra de Guara, y otros por aquí, por Sevil, según les viniera mejor y más cerca. Bueno, el caso es que Coro se cruzó con el de la montaña y tras los saludos de rigor, entablaron el siguiente diálogo:

Coro. -¿De dónde viene?

Montañés. -De comprar vino en Adahuesca.

C. -¡Hombre! Yo soy de allí. Y ¿En qué casa lo ha comprado?

M. -En casa fulano.

C. -¡Mecá! Ya le han engañado. Seguro que le han engañado.

M. -¡No me joda!.

C. -En fin, vamos a probarlo y así saldremos de dudas.

Los boticos eran enormes y los apearon del mulo. Cogió Coro uno le quitó el tape y lo probó:

-¡Ah! Pues este es bueno. Exclamó al tiempo que lo cogía el montañés del cuello para que no se derramara.

Coro cogió el otro botico y realizó la misma operación, teniendo el montañés que utilizar la única mano que le quedaba para coger el cuello. El de Adahuesca eché los tapes en la albarda del animal al tiempo que se alejaba diciendo:

-¡Jolín! Qué suerte has tenido bandido, mira que salirte bueno. Pues ya es raro, ya, porque en esa casa siempre se venden primero el picado...

Allí se quedó el pobre hombre con los dos boticos, uno en cada mano, llenos y destapados, y sin poder soltarlos para apoyarlos, so pena de derramamiento. Y además, ahora que le habían dicho lo bien que había sabido hacer la compra.

 

MARGALEJO, era este un personaje que alcanzó la fama en su pueblo muy al contrario de lo que suele ser lo habitual. Mientras lo normal es hacerse célebre por la inteligencia de cada cual, o por la dedicación a la política, cosa muy diferente de la anterior. Margalejo consiguió una meritoria popularidad, gracias a una cortedad inusitada que, entre otras cosas de menor importancia, le impidió aprenderse las tres provincias que componen Aragón. Dicen que, al preguntarles por ellas el maestro, contestaba impasible: las provincias de Aragón son tres: Cuezo, Salvado y Azadón. El dicho se quedó por el pueblo y fue explotado por la chiquillería, la gente más cruel, que se burlaba del pobre Margalejo al canturreárselo en cuanto se descuidaba; llegó un momento en que bastaba, para hacerlo rabiar, con enseñarle tres dedos.

 

CUEZO, primera provincia aragonesa para Margalejo, fue otro tipo de cuya capacidad intelectual tampoco se habla muy favorablemente, aunque en su descargo hay que apuntar su inclinación hacia la experimentación científica siendo, probablemente, el primer hombre que intentó la reproducción de la sal mediante su siembra agrícola.

 

MARIANO HUESCA. Uno, que siempre se ha sentido muy de Huesca, no podía evitar el escamarse cada vez que por Adahuesca decían: Eres más embustero que Huesca. Pensé que, así como en Barbastro nos llamaban calvos, seguro que por envidia pues hace muchos años teníamos una importante fábrica de peines de boj, en otros sitios fatos por la nimiedad de habernos puesto a regar tras el diluvio, en Adahuesca nos apodarían embusteros.(Empero, encuentro una cita en: Alonso, Martín. Ciencia del lenguaje y arte de estilo. Madrid. 1973, donde al hablar de apodos que echan en cara los naturales y habitantes de algunas localidades españolas los pueblos próximos a ella. Allí se da el de embusteros para los de Huesca.)  Pero no iba por allí la cosa, el nombre o sobrenombre de Huesca alude a una persona en concreto. Mariano Berenguer, alias Huesca por ser de allí natural y vecino. Mariano fue un republicano que destacó, a principios de siglo, por el apasionamiento con que defendía sus ideas, en unos tiempos poco propicios para ello. Frecuentaba la cárcel con bastante asiduidad y se veía siempre envuelto en todos los follones de cariz político. Su padre ya no sabía que hacer con él. Un día un médico amigo de la familia fue a ejercer su profesión a Adahuesca y, al ver la tranquilidad espiritual y política que se respiraba en esta Villa, propuso al padre que le mandara a Mariano a estos pagos donde, quizá, se le amansaran los ánimos. El padre no solo no vio reparo en ello sino que, al contrario, procuró que el viaje se iniciara cuanto antes.

Llego por fin Mariano y se alojó en la casa del médico. Pero como, al parecer, nuestro personaje había nacido para martillo del cielo le seguían lloviendo clavos. Está vez el clavo fue una mujer: Apolonia, para más señas criada del galeno. Remachado aquél no tardaron en presentarse los efectos oportunos, unos nueve meses. El médico y el padre, que no querían perder la esperanza, vieron en el casamiento una solución, una fórmula con la que conseguirían hacerle sentar la cabeza. También de esta forma, que todo hay que decirlo, se quitaban el problema de encima, pues, una vez casado, podría considerarse mayor de edad y responsable total de sus actos.

Mariano una vez convertido en marido, hubo de conocer la otra cara de la vida, la de la monotonía enraizada en una pobreza involutiva e irremediable. Malvivió con su mujer en una casucha y, gracias a algunos trabajos que nadie quería, fue tirando. Hizo de bribador -podador-, enterrador, jornalero, etc. Este ambiente, y la nula posibilidad de escapar de él, provocó en el cerebro de Mariano la aparición paulatina de ideas megalómanas. Estas obsesiones de grandeza le llevaron a creerse capitán de caballería de Marina, grado que, según él, había alcanzado en la guerra de Cuba. Con este fin se confeccionó un traje muy sui generis, donde destacaban los galones y las condecoraciones. Estas consistían en chapas de embutidos que le eran impuestas por los mozos del pueblo con ocasión de cualquier lifara. En ese momento se producía una especie de simbiosis entre Mariano y el resto del pueblo, que le seguían la broma, mientras aquél se sentía importante aceptando la chatarra entre gustoso e inocente.

Los días de fiesta, aparte de los colgajos, lucía otro accesorio en su uniforme: el bastón.

Mientras ejerció de enterrador supo encontrar una fórmula para sentirse digno en el desempeño de su función, a tal fin se autodenominó: Inspector General de Cementerios de la Provincia de Huesca. Cargo que ejerció, también, por los pueblos aledaños a Adahuesca, debidamente equipado con su peculiar uniforme.

 

PEPITO INGLADA. Tenía fama de bromista, fama que corrobora un suceso que protagonizó en el bar del pueblo, en cuya estufa, por supuesto encendida, arrojó una bomba con el subsiguiente pavor y desbandada general. Cuentan que uno de los que más corrió fue Mariano Huesca. Luego se supo y se comprobó que el proyectil, claro, estaba descargado.

 

OTROS PERSONAJES. Destacaremos aquí a un anónimo sastre del que nos contaron un relato extendido, y aplicado a otros sastres, por todo el Altoaragón y que resumimos así: Venía el sastre de una población vecina, donde había trabajado unos días preparando vestuarios para una boda próxima a celebrarse. El dinero obtenido lo ocultó debidamente en el ceñidor y emprendió el regreso a Adahuesca. Como la noche se echaba encima decidió tomar un atajo que pasaba junto al cementerio. Al llegar a las inmediaciones de este la noche se había cerrado ya y, por un momento, pensó en volver sobre sus pasos y recobrar la ruta original. Al tiempo que pensaba esto se puso la mano sobre la faja donde notó el exiguo bulto del dinero. Dudó por un momento entre los peligros terrenales, ladrones que le podían escular la bolsa, y los sobrenaturales, almas en pena que según se decía vagaban por los cementerios en torno a sus cuerpos. Zanjó este último pensamiento mascullando entre dientes: fatezas y melonadas, al tiempo que emprendía el repecho que subía al camposanto. Al pasar junto a él sintió como era agarrado por la capa quedando inmovilizado, esperó unos segundos sin volverse, mientras sentía el corazón latirle en la garganta. Como el agresor no se decidía a hablar lo hizo nuestro pobre sastre:

Que quieres, no tengo dineros, nada más que lo puesto. No obtuvo respuesta, añadiendo atenazado por el miedo: Bueno, llevo unas perretas... Pero tengo ocho bocas que alimentar... Un silencio sepulcral fue nuevamente la respuesta. Pasó otro rato y dijo el sastre: ¡Hala, Quédatelo todo pero no me mates, perdóname la vida que ya te he dicho que tengo ocho bocas hambrientas. Y así siguió toda la noche tratando de ablandar el corazón de su captor. Al fin se hizo de día y el sastre de reojo se iba mirando al mudo criminal hasta que... ¡Me cachis si ye una barzal Sacó la tijera y le dio un corte contundente al tiempo que exclamaba envalentonado: ¡Y si hubieses sido persona, lo mismo habría hecho!

A una mujer, de nombre desconocido aunque parece ser que era de casa Mesplé, se le aparecía en su casa lo que ella denominaba La Salvación y que todos suponían que era la Virgen. Esta aparición se materializaba por la noche y llegaba, incluso, a conversar con la mujer.

Es curioso que en Adahuesca nadie recuerda que hubiera brujas, apurando la memoria lo más que llegan a evocar, sobre este asunto, son recuerdos de unos espíritus que pululaban por casa Pajarico, donde también había, según la gente, un libro de brujas en un arca; posiblemente se refieran al libro de San Cipriano.

Nunca se llego a saber quién fue el guasón que tuvo la ocurrencia macabra de llevar a cabo en la pared del cementerio, y en letra grande, la siguiente pintada de efectos pavorosos entre la población. En abril todos aquí.

 

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