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ADAHUESCA Y SU DESPOBLADO DE SEVIL                                                                         Manuel Benito Moliner

 

HISTORIA

 

Del Mundo Moderno a la actualidad

 

El siglo XVI iba a ser, después de las guerras cristiano-musulmanas, el período más violento que Adahuesca viviría a lo largo de su historia. La Villa copropietaria de la sierra, junto a Sevil, la puso en arriendo ante las quejas de los montañeses que no podían pastar sus ganados, en sus propios términos. Se evidenciaba una clara falta de legislación que permitiera el usufructo de ambas partes sin que nadie se sintiera, al menos legalmente, perjudicado. Así en 1516 ambas partes deciden concurrir a amigables componendas, obligándose los dos a cumplir aquello que el árbitro, elegido de mutuo acuerdo, decidiese. Recayó el arbitraje sobre el sobrarbense Ramón Mur, señor de Pallaruelo que dictaminó lo que sigue:

 

1- Se observará el privilegio de unión dictado por el rey.

 

2- Divide Sevil en dos partes, una para cada pueblo, mandando amojonar los límites donde cada población y sus sucesores habitaría y pastaría su ganado, prohibiendo a los de Adahuesca entrar en los terrenos de Sevil.

 

3- Como la parte que queda en el lado de Adahuesca es comunal, los de Sevil podrán invadiría si les faltase leña o hierba para sustento del ganado, aunque Adahuesca la tenga alquilada. Este punto originará, como veremos, nuevos conflictos.

 

4- Pide silencio y acatamiento perpetuo a ambas partes.

 

Los aboscenses temerosos y no teniéndolas todas consigo van pidiendo a cada nuevo rey la ratificación del privilegio de unión, cosa que consiguen. También intentan desarrollar una política de conciliación y acercamiento pacífico hacia Sevil. Fruto de esta política será la reconstrucción, a su cargo y a mediados de siglo de la rectoría de Sevil, dotándola con 50 libras y volviendo un cura a ella, ya que se hallaba sin este servicio por falta de dinero. En Viña reedifican la iglesia proveyéndola con 50 sueldos de renta. En las cercanías del Mesón construyen dos pozos de nieve que aún se conservan. Todo esto, sumado a la obligación de pagar los censos de Sevil, le supone a Adahuesca hipotecar sus propios términos en más de 12.000 libras.

 

Pero no sólo el contencioso de Sevil causaba quebraderos de cabeza, los desordenes propios de este siglo comenzaron a afectar a los aboscenses. (Protestantes franceses del XVI.) Así, en 1569 ante la sospecha de que los hugonotes franceses invadan España, Adahuesca, con otras villas, manda algunos hombres armados para defender el paso de Canfranc. Este hecho de enviar tropas armadas al servicio del rey era tradicional entre las villas de realengo, no sólo para defender las fronteras, sino también para aplacar rebeliones y brotes de bandolerismo. Como ocurrió en 1572, fecha en que el gobernador vuelve a solicitar tropa experta para combatir a los bandoleros. Adahuesca y Alquézar colaboran. Cada una por su cuenta, eso sí, porque el asunto de Sevil había llevado al enfrentamiento de los dos pueblos. Alquézar, que tenía la supremacía en la zona, no podía ver con buenos ojos que Adahuesca se engrandeciera a riesgo de verse aquella eclipsada. En 1580 las cosas debieron llegar a las manos pues, en la primavera de este año, la ciudad de Barbastro ha de enviar a uno de sus Jurados y a cuatro ciudadanos honrados para imponer la paz entre ambas poblaciones.(Aragón en el siglo XVI. Alteraciones sociales y conflictos políticos. G. Colás Latorre y J. A. Salas Ausens. Zaragoza.1982.)  El asunto debió de enfriarse, no por cesar los odios, sino por lo que se les estaba viniendo encima.

 

Lupercio Latrás, pequeño propietario feudal, era natural de Echo donde fue acusado de asesinato. Tras eludir la justicia alistándose en el tercio, se dedicó al contrabando organizando una partida de bandoleros con la que se unió a la causa de Fernando de Gurrea, conde de Ribagorza, que había levantado en armas todo su Condado, llegando la sublevación hasta las puertas de Barbastro en 1588. La ciudad se previene, ante la eventual llegada del bandido Juan Cosculluela que bajaba de las montañas tras conchabarse con los rebeldes. El 6 de mayo los barbastrenses se ven obligados a pedir refuerzos a los pueblos que formaban junta con ellos: Adahuesca, Alquézar, Berbegal... El 29, Lupercio Latrás y toda su gente, está ya en el somontano, dirigiéndose hacia Adahuesca donde duermen algunos cabecillas de su banda: Galacián, Cerdán, Juan del Arco y la compañía o grupo que comandaba Pedro Torrellas. Copones, Insauti y Gotor pernoctan en Abiego y el jefe, Latrás, lo hace en Casbas.

 

Las tropas gubernamentales se repliegan hacia Argavieso, donde el gobernador Juan de Gurrea (Juan de Gurrea, señor de Argavieso, gobernador de Aragón y también virrey durante unas años de forma oficiosa; fue uno de los pocos políticos que conservaran una imagen prestigiosa en este siglo. Se puso al frente de sus tropas a pesar de los frecuentes ataques de gota que le aquejaban) tiene su solar y castillo. Allí se reorganizan y parten al encuentro de los rebeldes, entablándose batalla por los campos de Loporzano y Santa Eulalia la Mayor, que se salda con la derrota de Latrás que huye a Ribagorza donde el gobernador restablecería, definitivamente, la normalidad. Latrás, posteriormente, ejercería de espía en Francia e Inglaterra para terminar su carrera en un patíbulo segoviano. En la huida hubo un rebelde, natural de Sevil, que se ocultó en esta sierra; teniéndose noticia de ello, y una vez localizado el escondite que resultó ser la ermita de Viña, subieron allí, por orden del gobernador, soldados de la guardia apoyados por los de Adahuesca. Seguro del mal final que le iban a dar si se entregaba, el bandolero se resistió con armas y disparos de fuego, hasta que lo mataron. Este incidente fue incluido en el memorial que años después elevaría Sevil al virrey de Aragón, con el fin de que se revocara el privilegio de unión, para probar que un hombre de Sevil había muerto a manos de los de Adahuesca, respondiendo estos lo que arriba hemos reseñado.

 

El siglo XVII se va a caracterizar, fundamentalmente, por el agravamiento de las relaciones entre Adahuesca y Sevil que terminará con la demolición de este último lugar; aparición de varios brotes de peste negra por los somontanos; la guerra de Cataluña y la traslación de las reliquias de Las Santas.

 

En 1629 tuvo lugar un hecho que induce a algunas sospechas al ser acusados, por parte de Adahuesca, Miguel de Cuello y Juan de Cuello, habitantes de Sevil, de robar una cabra en la sierra, cuya canal, cabeza y tela encontraron en casa de Mateo Sampietro -ya veremos la relevancia de este personaje-, por lo que los aboscenses detienen a Ana Pallás, esposa del anterior por encubridora, y a Mateo Sampietro por cómplice. Una vez detenidos se les acusa de otros robos de cabras, cuatro, y se da aviso a la Justicia que nada pudo resolver sobre el caso, pero que mantuvo a Sampietro y su casa un año en la cárcel. Algún tiempo después, hacia 1650, se vuelve a acusar a Sampietro, esta vez por haber entrado en la zona de aprovechamiento aboscense para prender fuego a un cuarto de legua de largo de espesura y carrasca. La acusación, en esta ocasión, no parte directamente de la Villa, los aboscenses recurren al auditor (Funcionario de la Justicia.) para que haga formalmente la denuncia. Sampietro, con 90 años, ha de pasar dos meses preso en Zaragoza, siendo liberado nuevamente por falta de pruebas.

 

En 1651 el arrendatario de las tierras de Sevil, Juan de Vitales minor (junior, como dicen ahora), natural de Alberuela, presenta sus quejas al concejo de Adahuesca por los paseos que los de Sevil se daban por el otro lado. Los aboscenses denunciaban estos hechos a cada momento, imponiendo multas que nunca se llevaban a efecto, incluso antes de Juan de Vitales hubo períodos en los que no fue posible alquilar las tierras por los abusos de Sevil. Juan de Vitales insiste con nuevas y reiteradas quejas, llegando a la denuncia formalizada y mandando peritos para apreciar los daños causados por el ganado de Sevil. Al fin se resuelve imponer, a las gentes de ese lugar, la pertinente multa que se niegan a pagar, aduciendo defectos de forma en la acusación pues, según el fuero vigente, sólo podía denunciar el dueño, el hijo de este, el guarda, el zabacequia (Persona encargada de vigilar las acequias y, por extensión de los términos municipales.) o el procurador.

 

Hastiados los de Adahuesca de las argucias de sus contrincantes, decidieron enviar a la sierra a los jurados y al corredor (Pregonero, alguacil) que requisaron dos mulas y dos bueyes propiedad de Pedro Cuello y Mateo Sampietro, los cuales se encontraban en el monte en el momento de la aprehensión. Las cuatro bestias son llevadas y retenidas en Adahuesca y como ni aún así acceden los de Sevil a pagar, los animales salen a subasta.

 

Pedro Cuello y Mateo Sampietro inculpan de estos hechos a todo el concejo aboscense formado por: Jaime Azlor, justicia y juez ordinario, Antonio Subías y Antón Arnal, jurados; Miguel Abadías, corredor; Martín de Naya, Martín de Subías, Pedro Torner, Agustín Gascón, Antonio Bailo y Martín Arnal.

 

Para refrendar la denuncia, el consiguiente procesamiento e intentar revocar el privilegio de unión, Cuello, Sampietro y su convecino Victorián Mairal elevan un memorial a Felipe III de Aragón (IV de Castilla), que pasa el asunto a su virrey en este reino, conde de Lemos, quien también recibe otro documento donde los de Adahuesca rebaten todas las acusaciones que se les imputan.

 

Abierto el proceso en Zaragoza, son llamados a testificar por parte de la defensa las siguientes personas: Juan de Vitales mayor, Juan de Vitales minor -arrendatario de los pastos de Sevil-, Juan de Trallero, los tres de Alberuela; mosén Jaime Ciprés, Mosén Pedro Gascón, tío del procesado Agustín Gascón, Antonio Arnal y Domingo Gillué, todos de Adahuesca; Juan de Aguilar y Juan de Arnal, de Huesca; Juan de Escalona, amigo de los de Adahuesca; Mosén Antonio Naya, recusado por ser pariente del acusado Martín de Naya; Antón de Mata y Jerónimo Loscertales quien, tras declarar que los de Sevil se confabulaban a la hora de pagar las multas, fue recusado por ser amigo de uno de los procesados y, sobre todo, por ser de Abiego, pueblo este muy unido en aquellos momentos a Adahuesca; fomentando, incluso, la causa en favor de los aboscenses. (Los de Abiego tenían también un importante contencioso, en este caso con Azlor, por culpa de una fuente-abrevador sita en los límites de ambos pueblos. Como los intereses de Adahuesca y Abiego eran diferentes, no es de extrañar que se apoyaran mutuamente.)

 

Comienzan las declaraciones dándose la palabra en primer lugar a Antón Escribano de Adahuesca, quien afirma haber visto al corredor de esa Villa llegar a casa de Cuello y al no estar este le dio a su mujer una última oportunidad de avenirse; tratándola de forma moderada pues, no en vano, era prima hermana del inculpado Jaime Azlor.

 

Toma la palabra Antonio Arnal que refiere haber oído pregonar por las calles de Adahuesca, al corredor M. Abadías, unas mulas y unos bueyes que compró un forastero por 20 ó 25 libras. El abogado de los de Sevil alega que el valor real de las bestias era de 90 libras. Los de Adahuesca se defendieron de este desfase en el memorial aludido, aduciendo que se ofreció, viendo que la requisa era desproporcionada, a los de Sevil una pareja de bestias, la que quisieran, pero no aceptaron, probablemente para tener más argumentos contra Adahuesca en el litigio que planeaban.

 

Declara ahora Ramón Malpás, testigo de cargo (Testigo que declara en contra de los procesados, es decir, por cuenta de los acusadores.) que irá caldeando el ambiente, tanto por acusar a Antón Arnal y Pascual Catalán, como autores directos de la venta de los animales, como por arrojar nuevos datos en el proceso, al comentar que Adahuesca había enviado soldados a Sevil para que hicieran allí todo el mal que pudieran y mataran a Sampietro. Ramón Malpás sigue relatando que, al llegar los soldados a Sevil, donde se encontraba él en aquél momento, Pedro Cuello se concertó con ellos, dándoles de cenar gallinas y carnero y contratándolos por cuatro reales al día durante siete días. Si fue cierto que los de la Villa habían inducido a los soldados a matar a Cuello a cambio de dinero, este protagonizó una inteligente jugada con un beneficio doble para los soldados, a quienes nadie podía denunciar dado lo ilegal de las tareas que se les encomendaron.

 

Mosén Jaime Ciprés sale al paso de estas aseveraciones, manifestando que Adahuesca no era precisamente un pueblo grande con sus 50 casas de las cuales 10 ó 12 eran de clérigos o pobres viudas; dando a entender que la Villa no tenía potencial económico para albergar continuamente los ejércitos del rey que, durante las guerras con Cataluña, costaron a la Villa más de 6.000 escudos, alojando tropas en tres ocasiones y sufriendo las apreturas, gastos e incomodidades que esto suponía. Atestigua también sobre la tropa que llegó a Adahuesca y que, según él, estaba formada por 40 caballos con un total de 65 ó 70 personas, contando mujeres y criados. Al final de su intervención reconoce que dos soldados subieron a Sevil enviados por su pueblo (... y así no fue excesivo mandar dos soldados a Sevil), con el fin de que compartieran los gastos de alojamiento con el resto de la Villa. Dicen también, en el memorial, que si hubo algún mal trato sería por cuenta de los soldados, cuyo comportamiento con los civiles era sobradamente conocido. Máxime teniendo en cuenta que Sampietro no los quería recibir.

 

Nuevas acusaciones saltan a la palestra por parte de un testigo, cuyo nombre desconocemos, que se hallaba en casa de Agustín Gascón cuando éste fue citado para el presente proceso, momento en el que declaró: había que poner horcas en todas las huegas de Sevil. (Huega deriva de muga, frontera o límite. Huegas en plural se refiere a las diferentes piedras que amojonaban o delimitaban las zonas de Adahuesca y Sevil.) Ofreciendo Gascón 50 libras por Mateo Sampietro (no sabemos si vivo o muerto). En el memorial, los de Sevil, acusan a Adahuesca de quedarse con todo el fruto del arrendamiento, con lo que tenían más que de sobras para pagar la pecha, 9 libras en 1659, y cuantas obras e inversiones hicieron en la sierra, en el XVI sobre todo. También de haber falseado la demografía en 1476, momento en el que se concede el privilegio de unión y en el que Sevil tenía 10 vecinos, justicia y baile. (El baile era una especie de delegado, en la villa o pueblo, del propietario. Residía allí y realizaba pequeñas transacciones económicas para el señor.) Sobre este punto Adahuesca apela con cierto cinismo, si tenemos en cuenta datos posteriores, al buen criterio del rey Juan I que bien pudo informarse de estos extremos, cosa que a buen seguro haría, según los aboscenses. Por último, en este manifiesto, se propone a Alquézar, en el caso de que el rey desee una unión con el fin de asegurar o aumentar la pecha, a lo que también estaban dispuestos, porque tienen términos continuos con esta Villa.

 

El 20 de diciembre de 1651 dicta sentencia la Corte del Justicia, absolviendo a los de Adahuesca y quedando los de Sevil arruinados. Todavía seguirán pleiteando las gentes de la sierra mediante tres comandas de 500 libras cada una que Alquézar les concedió.(En el resumen del libro de escrituras que Adahuesca guardaba, sobre el contencioso, se señala la existencia de un documento por el que los de Sevil se obligaban a Diego de Val y Pedro Miranda de Alquézar en 40.000 sueldos y en comandas, o sea, en escrituras de préstamos que no tienen término contra el acreedor.)  Pero un día un anónimo vecino de Sevil, que se dirigía a Zaragoza por estos litigios, se cayó de la mula por Bespén, en tierra de Huesca, rompiéndose la nuca y pereciendo en el acto. Este suceso desanimó a Sevil que se veía ya vencido. Si ganaba caía en manos de Alquézar (A pesar de que Alquézar apoyó a Sevil, al final los de este pueblo se sintieron utilizados y ya no veían con buenos ojos el unirse a esa villa. Así el virrey Conde de Lemos, al percatarse de la ayuda de Alquézar a los de Sevil, preguntó a estos si preferían agregarse a esta villa, a lo que contestaron con esta mazada: Sería salir de las ramas para entrar en las brasas.) con quien se había endeudado, si perdía en las de Adahuesca. Por estas fechas llega una nueva epidemia de peste negra, al menos sabemos que en 1654 Alquézar se ve afectada. (La peste aragonesa. De 1648 a 1654. Jesús Maiso González. Zaragoza. 1982.) Estos últimos acontecimientos encendieron los ánimos de unos y otros que tenían casi tanto dinero empeñado como ganas de recuperarlo. Concretamente los de Alquézar, viendo su bando desmoralizado, ofrecen la venta de las comandas en que tenían a Sevil a los de Adahuesca que consiguen un barato al comprar las tres por 1.000 libras.(Sin duda la llegada de la peste a la zona provocó el pánico. No es de extrañar que los de Alquézar vendieran estas comandas por debajo de su precio ante el temor de que los deudores pudieran fallecer a causa del mal bubónico.)  Este evento asestó el golpe definitivo a Sevil que estaba ya a merced de Adahuesca, a quien pidió clemencia y dineros para poder comenzar una nueva vida en otro lugar. La Villa, a pesar de que con la cuarta parte de las comandas, en que los tenía ahora empeñados, era suficiente para liquidar sus bienes, les dio 500 libras a cada uno.

 

El 21 de octubre de 1659 se zanja el asunto ante los notarios de Adahuesca y Casbas. Los últimos de Sevil renuncian a sus derechos y a los de sus sucesores, a pleitear, a sus casas, a hacer leña o a pastar el ganado en la sierra... A todo.

 

Adahuesca perdió en el empeño más de 5.000 libras que recuperó gracias a un noveno -impuesto- que impuso entre sus gentes, y arrendando la sierra. Los alquezranos también salieron mal parados y tuvieron que recaudar impuestos especiales para reponerse.

 

Los documentos aboscenses dicen que los tres postreros moradores marcharon a Pedruel, Alquézar y Bierge, donde acabaron sus días miserablemente.(Los documentos no indican a que pueblo en concreto marchó cada uno, sin embargo hemos encontrado en la actualidad estos datos: En Alquézar existe aún casa Cuello, en Pedruel se asentó una casa llamada Mairal hasta la despoblación de ese lugar y, en Bierge, todavía subsiste el apellido Sampietro.)  Sevil quedó en despoblado, sólamente el Mesón que se alquilaba y la ermita de Viña, tuvieron población fija. Sin embargo, las tierras de Sevil siguieron generando conflictos: Los labradores aboscenses subieron hasta la montaña con el fin de obtener leña, carbón vegetal y abrir nuevas tierras para labrantío. Los ganaderos que pagaban el alquiler, se sintieron perjudicados y, en 1750, denunciaron hechos y personas al Corregidor de Barbastro que falló en su favor, tomando medidas exageradas contra los agricultores, muchos de los cuales tuvieron que venderse hasta la ropa para hacer frente al pago de las multas; otros prefirieron huir, anteponiendo su libertad a los escasos bienes que abandonaron. Hasta treinta y siete vecinos fueron llamados, en pleno invierno, a declarar a Barbastro. El Concejo aboscense decide intervenir y envía al síndico procurador Martín Anglada y al escribano Martín Arnal, para tratar de racionalizar el proceso. El Corregidor, entendiendo que sólo pretenden entorpecer su acción defendiendo a los vecinos inculpados, no duda en encarcelarlos.

Hartos los aboscenses deciden recurrir al alcalde de Huesca, basándose en la pertenencia de Sevil a esa diócesis, a quien exponen sus penalidades y quejas. Por fin en 1759 se produce una respuesta por parte de la Corona que recrimina al Corregidor de Barbastro, argumentando y razonando las aciones efectuadas en la sierra de Sevil y de Las Chocas por los labradores, porque la espesura y aspereza había sido causa de innumerables daños, ya que venía siendo abrigo de ladrones, desertores y asesinos. Por ello los vecinos cortaron y quemaron árboles para abrir y roturar la tierra, creando así nuevas articas. También se hicieron masadas para guardar hierba y ganado. Dictamina que todo lo anterior produjo perjuicios importantes a los ganaderos, ordenando:

 

1- Que quede para pasto todo el dilatado monte de Sevil, excepto las cortísimas y muy limitadas partes que ocupan las articas hasta hoy abiertas (1759), desde el año 1750 y que su majestad concede definitivamente a sus usufructuarios que son los que siguen:

*Miguel Nadal.

*Josef Larrosa.

*Lucas Fajarnés ( dos articas).

*Juan Lisa.

*Felipe Berroy.

*Miguel Carreras.

*Josef Nadal.

*Juan Domingo Ferrando ( en dos pedazos).

*Ramón Malo.

*Fernando Pascual.

*Lorenzo Buera.

*Alejandro Subías.

*Martín Larrosa.

*Juan Broto.

 

2- Que a partir de ahora, los labradores y jornaleros pobres, sólo puedan artiguear en los encinares situados en las partidas siguientes, y exceptuando los parajes señalados en ellas para mallatas y abrevaderos:

*Paco de La Matosa.

*Melsadera.

*Balcet.

*Los Santos.

*Las Ayeras.

*Barranco Escuro.

*La Almiserata.

*Las Colladas.

*Las Canals.

*Paco de Rufás.

Este artigueo consistía en cortar romero, aliaga, boj bajo inútil, sabina y enebro, quemándose el reto de arbustos para proceder a la roturación y puesta en cultivo de la parcela. Debían pagar el noveno del beneficio que esta actividad les producía al ayuntamiento.

 

3- Lo primero que se abrirá, será el espeso del Prado de Los Ladrones, por donde pasa el Camino Real que va a Sarsa de Surta por La Cabañera. El documento dice así:

Mando que incontinenti se pase a él y se corte o se le ponga fuego, respecto de que su leña no sirve ni puede servir de utilidad alguna, y lo mismo se execute en los matorrales que impiden el libre paso del camino bajando de la cuesta de las Barluengas que finaliza en la Artica de Ramón Malo; y en cuanto al Paco de Balcet que también se halla junto al citado Prado de los Ladrones, en el que su merced vio el sitio y espesura que guarece a los contrabandistas próximo al Camino Real. Mando: que solo se entresaquen diez arboles, a proporción y de modo que quede aquél paraje con alguna claridad, sin que por motivo alguno se excedan del expresado numero de diez arboles, que es el que tuvo y tiene por suficiente y los mismos que señalara cuando se ponga en execución lo arriba decretado. (No limpiar a más de veinte pasos a uno y otro lado del camino)

 

4- Otorga la propiedad de las articas sitas en la zona de Las Chocas a los siguientes usufructuarios:

*Francisco Ramiz.

*Juan Lisa.

*Miguel Carreras.

*Juan Pardo.

*Melchor Giral.

*Antonio Morrano.

*Pedro Antonio Alquézar.

*Jaime Ballabriga.

*Félix Tricás.

*Fernando Pascual.

*Lorenzo Buera.

*Josef Larrosa.

*Juan Broto

*Juan Domingo Ferrando.

*Rosa Blasco.

*Clemente Balantín.

 

La sierra sigue habitada continuamente por pastores, labradores, carboneros y viajeros. Con el fin de atender espiritualmente a estas gentes, siguió funcionando la Rectoría de Sevil, administrando su rector los sacramentos en la pequeña iglesia incluida en el Mesón de los santos Abdón y Senén, en cuyas inmediaciones estaba el cementerio. La Rectoría no desapareció hasta bien entrado el siglo XX, aún se recuerda a don Pío de Lascellas como último cura de Sevil, que se desplazaba todos los domingos, fiestas de guardar y ocasiones especiales hasta El Mesón que se despobló en el 36, para volver a habitarse durante un corto periodo en la Posguerra. Las leñas, hierbas, caza, pesca y el propio Mesón, se daban en arriendo; todavía hoy sale a subasta el coto de caza que genera importantes beneficios al ayuntamiento aboscense.

 

Los bandoleros y desertores también fueron habitantes ocasionales de Sevil, como hemos visto, aprovechando la lejanía de una población grande, la orografía y el manto boscoso que hacían de la sierra un lugar propio para hacer muertes, insultos y latrocinios, como dice el mencionado documento de 1759.

 

En 1833 seguían las cacerías de ladrones, pues en tal año el ayuntamiento aboscense paga 60 reales para pan y vino y municiones a los que subieron en persecución de malhechores.

El siglo XVIII supuso la recuperación económica de Adahuesca, tras el perjuicio pecuniario que supuso la incorporación de Sevil, por un lado, las guerras de Cataluña, por otro; y la posible incidencia de la peste que, mediado el XVII, hemos visto como se presenta en la zona.

 

Al comenzar el siglo hay un incremento demográfico, así de los 57 fuegos registrados en 1648 pasamos a 66 en 1713, este aumento incide en las clases más desfavorecidas que no tienen un patrimonio propio que les permita vivir y que, por tanto, no son contribuyentes al erario publico, ni electores ni elegibles. Se trata, de cara a las arcas reales, de un aumento ficticio de casas ya que se crean nuevos hogares (vecinos) pero no nuevas unidades de explotación, por ello cuatro años después, 1717, se reestructura el censo y sólo se cuentan las casas que contribuyen: 38. A finales de siglo hay 90 casas todas ellas con alguna propiedad por pequeña que sea; 18 corresponden a hidalgos y por tanto son las que más posesiones disfrutan.

 

El hospital que había sido abierto para hospedaje de pobres y peregrinos en 1541, tiene en 1737 una hospitalera que se encarga de una única cama disponiendo de 5 libras para limosnas de los acogidos. En 1750 le quedan sólamente 2 libras y 10 sueldos de renta, desapareciendo en 1785.

Otra fundación interesante fue la del Monte de Piedad regentado, como en otros pueblos, por una cofradía, en este caso la de Las Almas que disponía de un granero de 46 cahíces (6.440 kg.) para prestar a aquellos labradores que, por perder la cosecha o por otra circunstancia, no tenían grano para sembrar. Por cada cahíz prestado había que devolver dos almudes de intereses que eran conceptuados como limosna y destinados a pagar aniversarios, celebrados por todos los sacerdotes adscritos a dicha cofradía.

 

También casa Subías fundó en 1631 otro Montepío, aunque este con la finalidad de ayudar a estudiantes pobres y doncellas sin dote.

 

La enseñanza a finales de este siglo estaba en manos de Mosén. Pedro José Sierra (1795) que aparte de educar a los niños era organista -disfrutando un beneficio por ello- y prior de Treviño. Cuarenta años después ya había maestro para niños y maestra para niñas.

 

Esta prosperidad se refleja en las inversiones que realiza la comunidad reconstruyendo Viña, 1702, y construyendo la monumental iglesia, 1772. Individualmente las cosas marchan bien, las familias más ricas levantan casas en esta centuria como: Catalán, Jordán, Labata... Casas ricas que habían instalado sus linajes en Adahuesca siglos atrás. Como ejemplos referiremos la historia de algunos de ellos.

 

-Loscertales.

Se originaron en el pueblo del Somontano Oscense de igual nombre, pasando a Abiego donde fundaron casal. De esta Villa salió una rama para Colungo y aquí Pedro Loscertales casó con Isabel Azlor. De esta unión nacieron Miguel, que quedó como heredero del patrimonio de Colungo, y José que recaló en Adahuesca -hacia el siglo XVII- para dar estado con Francisca Loriente. Fundaron aquí palacio, el que hoy conocemos, y tuvieron a José Antonio Pantaleón, Juan Nicolás y Miguel Lucas. El primogénito casó primero con María Antonia Castillón de Alquézar, luego, tras enviudar, con Manuela Campodarve de Azara y, por último, tras nuevo enviudamiento, con Teresa Sanchón de Salas Altas. Descendieron respectivamente de cada matrimonio: José Francisco, José Antonio y Alejandro.

 

-Naya.

En el siglo XVI Juan Naya, de Castejón de Sobrarbe, vino a casar a Adahuesca con Beatriz Vitales, heredera de la rica casa de ese apellido, engendrando a Antonio que, a su vez, desposó con Juana Loscertales de Abiego, teniendo como sucesores a Martín, primogénito, Antonio que fue rector de Azlor, Adahuesca y Sevil, antes de marchar a Zaragoza donde culminaría su carrera eclesiástica; y María que casaría con un heredero de los Cortés. Martín contrajo nupcias con Ana Molina, descendiente de esta rica familia infanzona que ya existía en Adahuesca desde el siglo XVI, engrandeciendo considerablemente el patrimonio de los Naya. Esto permitió al sucesor, Antonio, comprar el señorío de Ador (o Azor) y Alcalá, entre Azara y Azlor. Los demás hijos, de Martín y Ana, llevaron el apellido por diversas localidades altoaragonesas en donde matrimoniaron.

Antonio Naya y Molina, siguiendo la costumbre familiar, se unió a otra rica heredera, esta vez montañesa de Fiscal: Manuela Losfuertes, señora de los lugares de Borrastre, San Juste y Viñuales, así como de varias pardinas en tierras de Biescas y Ribera de Fiscal. El descendiente de ambos Martín Naya y Losfuertes fue proclamado ricohombre y barón de Alcalá en 1700 y marqués de Viñuales en 1708, pasando a residir en Huesca. En esta ciudad edificaron el palacio de los Naya, que ostentaba el escudo de esta familia aboscense en la calle de la Correría, hoy Ramiro el Monje. Esta casa, tras ser abandonada por los barones, se convirtió en tienda -La Chaba-, desapareciendo hace ya algunos años. En Adahuesca se conoce, aún, el casal que ocupa hoy el solar del original como casa Del Barón.

 

 

-Cortés.

Dicen las crónicas que vivían en Adahuesca desde tiempo inmemorial, mas la primera noticia data de 1580. Años después, Pedro Cortés e Inés Cortés, no sabemos si existía algún grado de parentesco entre ellos, contraen matrimonio, siendo Martín Pedro I el fruto de esta unión. Este casó con María Naya, procreando a Martín Pedro II quien desposó a Isabel Giral, de la que tenemos noticias en 1678. De este enlace nació Martín Pedro (III) Cortés y Giral, quien fue nombrado caballero por orden real, a manos de otro noble aboscense: Antonio Naya y Molina, primo hermano de su padre Martín Pedro II. Martín Pedro III casó con Rosa Claver, teniendo a Francisco Cortés que, a su vez, enmaridó con Antonia Arnal, engendrando dos varones: Gregorio, heredero, y Pablo que llevó el apellido a Bierge donde contrajo nupcias. Gregorio se unió a Manuela Loscertales con quien tuvo a Lorenzo y a Francisco Cortés Loscertales. Enviudó y casó en segundas nupcias con Dorotea Foncillas que le dio tres hijos más: Joaquín, Diego y Benito.

 

En 1792 esta familia poseía un casal o palacio con jardín y cercado, todo contiguo, en la calle de San Pedro, hoy callizo de Cortés, que confrontaba con esta calle y con la casa de María Benedet, mujer de Marco Morrano. Siempre fueron considerados infanzones no teniendo que pagar por ello el maravedí (Tributo que se pagaba al rey de Aragón cada siete años.) y estando exentos, además, de alistamientos y sorteos de quintas.

 

-Otros.

Menos datos poseemos de los Foncillas que, procedentes de Barbuñales -poseían ese pueblo en señorío hacia el siglo XIV y casal en el Barrio de Medio de esa localidad- llegaron a Adahuesca a principios del XVIII. Los Jordán, originarios de Bierge; los Molina, cuya rama directa se extinguió o afeminó, a finales del XVII, y que procedían de Sobrarbe donde un Pedro Molina fue sobrejuntero o adelantado de este antiguo reino. Los Subías venidos de Abiego que con los Arnal, Catalán, Ximénez o Giménez, Fierro, Anglada, Nasarre y Zamora, estos últimos apellidos engendrados en los valles de Rodellar y Nocito respectivamente; todos gozaron en este siglo XVIII de la condición de hidalgos.

 

De casa Morcat fue don Francisco Morcat y Betorz que vivió en la primera mitad de ese siglo, siendo autor de la desaparecida obra: Breves Noticias de los Sucesos y Derechos de la Villa de Adahuesca, M.S. in fol, que según Latassa, en su Biblioteca Nueva de Escritores Aragoneses, Tomo IV, pag. 560. La escribiría hacia 1730, sirviéndole al mencionado Tobeña para escribir su estudio.

 

Como datos curiosos, de finales de este siglo, podemos aportar los siguientes, surgidos todos ellos del catastro realizado por primera vez entre 1790 y 1802:

 

1- El ayuntamiento cambiaba cada año de ediles como podemos ver en los apéndices al final de esta obra.

 

2- Las siguientes instituciones religiosas tenían bienes en Adahuesca:

-Capítulo eclesiástico de la Villa, presidido por Francisco Loscertales.

-Beneficio y capellanía de La Misa de Once. Regentada por mosén Lorenzo Arnal.

-Rectoría de Sevil.

-Capellanía de Quílez, así llamada por haberla fundado Juan Quílez.

-Cofradía Mayor, de la que era prior mosén Vicente Arnal.

-Cofradía de San Fabián.

-Cofradía del Rosario.

-Priorato de Treviño.

-Priorato de Viña.

-Priorato de La Nuez (al otro lado de la sierra).

-Beneficio de San Miguel.

-Beneficio del Órgano.

-Beneficio de Las Almas.

-Beneficio de San Joaquín.

-Capellanía de Las Santas.

-Capellanía de Santa Ana, regentada por el cura de Azlor.

-Parroquias o capillas de Alquézar, Asque, Colungo, Huerta y Alberuela.

-Convento de Carmelitas Descalzos (Sancti Spiritus) de Boltaña.

-Convento de La Trinidad de Barbastro.

-Monasterio de Bernardas de Casbas.

-Real Monasterio de Montearagón.

-Cofradía de Coadjutores de Bierge, presidida por Francisco López de Zamora.

 

3- Propietarios laicos que vivían fuera de Adahuesca.

*El Barón de Alcalá, Alejandro Naya, habitante en Huesca.

*Marcelino Lasús, médico en Casbas.

*Orosia Casbas y Francisco Aguilar de Alberuela.

*José Trallero, Francisco Ayerbe, Ramón Marzuelo y José Cuello de Radiquero.

*José Salamero de Bárcabo.

*José Barón de Azara.

 

4- Los precios que regían en aquellos años para los productos básicos eran estos, entendiéndose que los cereales son para sembrar (en fanegas):

*Trigo: 15 sueldos.

*Mixtura o centeno, 12 sueldos

*Cebada, 8 sueldos

*Avena y carrón (escaña), 6 sueldos

*Trigo carrón y trigo avena, 9 sueldos

*Mijo, 9 sueldos

*Vino (el nietro): 44 sueldos

*Aceite (arroba), 40 sueldos

*Cáñamo de flor (arroba), 40 sueldos

*Cáñamo de simiente (arroba), 36 sueldos

 

En el XIX encontramos las dos primeras descripciones de la Villa de Adahuesca:

 

Forman la población noventa casas de regular construcción y cómodas, distribuidas en calles espaciosas y bien empedradas. Tiene casa municipal con cárcel, carnicería, una escuela de primeras letras común para los niños de ambos sexos, pagada por los fondos de propios a la que concurren sobre cuarenta discípulos, y una Iglesia parroquial. El curato es perpetuo y de provisión del ordinario; el párroco preside el capítulo compuesto de dos racioneros y un beneficiado. Fuera del pueblo, inmediatas al mismo, hay fuentes de agua saludable, que surten a los vecinos y ganados, y en años húmedos dejan sobrante para regar algunos huertecitos. (Madoz, Pascual. Diccionario geográfico histórico estadístico. 1845-50. 3 Vol. D.G.A. Zaragoza. 1985)  1845-50.

 

Sus calles son bastante regulares están bien conservadas y limpias, y tienen edificios cómodos y bien construidos. Los alrededores de esta Villa no pueden ser más feraces y frondosos pues se hallan cubiertos de olivos, abundantes encinas y hermosos viñedos. Entre todos sus edificios notables, sobresale por su solidez y magnificiencia, su espacioso templo parroquial con su elegante y esbelto campanario de bastante buen gusto arquitectónico. Este templo, cuyas paredes son de piedra de sillería, según una tradición popular, se halla construido sobre el solar de la casa en que nacieron y vivieron las dos vírgenes mártires Santas Nunilo y Alodia, y tuvo hasta hace pocos años su correspondiente capítulo de beneficiados. Esta ermita (de Treviño) que está amenazando ruina y cuya conservación se debe en gran parte a la esplendidez y a los generosos sacrificios del entusiasta católico don José de La Vega, quien en clase de ermitaño se estableció en tan ruinoso edificio. La habitó no pocos años y propagó el culto a tan sagrada imagen; y ya que consignamos este nombre tan querido y respetado de los fieles adoradores de María en su titulo del Treviño, hagamos constar que la viva simpatía y la profunda gratitud que hacia el mismo sienten los habitantes y comarcanos de Adahuesca, no son superiores a la solicitud ni al desinterés desplegados por aquél, en la formación e instrucción de la brillante banda de música que aquella Villa posee al presente con noble orgullo. (VV. AA. Aragón histórico, pintoresco y monumental. 2 tomos. Zaragoza. 1882.) 1882.

 

El pueblo está plenamente configurado desde el siglo pasado (XVIII), en el que se levantan las casas solariegas, disponiéndose las demás hasta constituir un recinto murado, con accesos mediante portales para aislar la Villa del exterior por las noches y en las situaciones difíciles: bandoleros, guerras, pestes, etc. Estos portales se ubicaron en la costera del torno, callizo del horno, calle Baja y del Portal.

 

En 1833 todavía se pagaban algunos impuestos eclesiásticos curiosos, por ejemplo a San Victorián por un voto, haciéndolo por Sevil y por la Villa; a las Escuelas Pías de Peralta de La Sal, pechas y cenas reales cedidas por la Corona.

Este sería el callejeo por Adahuesca a principios del XIX:

 

De la Plaza de San Pedro, junto a la vieja iglesia cuyos restos sirven para acondicionar el cementerio, sale la recién construida en ese momento, Calle Nueva o Plaza Alta, sobre lo que fuera huerta de casa Labata, venida a menos a finales de este siglo por lo que tuvo que compartir su solar con la de Salinero. Frente a casa Labata estuvieron la abadía y los graneros que constituyeron la llamada Casa de Las Primicias, donde se abonaban los diezmos y las primicias, y cuyo solar, una vez arruinada, pasó a formar parte del corral de Subías. En los momentos a que nos referimos, principios del XIX, la Primicia se arrendaba, con orden y aprobación del Ilustre Intendente General de Aragón, a un comerciante de Huesca, Juan Soler. Los agricultores tenían que llevar el vino, las olivas, el cáñamo y el lino, hasta las cubas y algorines de esta casa. El cereal debía recogerlo el arrendatario en las eras, y los corderos en el lugar destinado para el diezmero (entrega de la décima parte). Existía una Abadía del Diezmario en la Calle del Medio que debió servir para depositar estos bienes que eran, una parte del obispo leridano arrendada por este a José Cortadellas de Calaf, y otra parte del Deán que la había a alquilado a Nicolás Aineto de Barbastro. En esta plaza vivían Antonio Labata, Antonio Albajar y el hidalgo Pedro Subías.

De la anterior partían: 1- La Calle del Saco, así llamada por no tener ya salida. Antes la tuvo y en su entrada había un arco, demolido por amenazar ruina según acuerdo del ayuntamiento. Aquí moraban José Mesplé, Gregorio Miguel, Antonio Morrano, Eduardo Oliván, José Gistau, José Franco, Cosme Dueso, Francisco Zamora, Mariano Malo y las hidalgas familias de Mateo Subías y de Lucas Fierro, en manos de sus herederos por fallecimiento.

 

2- La Calle del Portal, con arco para cumplimentar tal fin, apoyado en las casas laterales. Derribado mucho antes que el anterior y por igual motivo. Daba salida a los campos y en ella tenían su casa Agustín Carreras, José Altemir, Ignacio Torres, Antonio Nadal y José Pascual.

 

3- Calle Alta o de La Villa, partía de la confluencia de la del Saco y Nueva con la del Portal, hoy se forma allí la Placeta del Herrero y la comprendían las casas de Domingo Supervía, Antonio Coscujuela, Pedro Ferragut y la hidalga de José Anglada.

Esa calle desembocaba en La Plaza de La Villa, donde se halla la Casa Consistorial y las de Joaquín Coscujuela, José Nadal, Joaquín Beneded, Marcos Morrano y el palacio de los Loscertales con oratorio donde se decía misa todos los días.

 

De esta plaza pasamos a la de Las Santas, a través de la Calle de la Iglesia, de la que sale, hacia las afueras, el callizo de Jordán, por estar allí la casa de este apellido con gran portada adovelada y escudito en la clave, igual que la de Catalán que está a principio de la vía Completan la calle las casas de Francisco Larrosa, José Subías, Felipe Arnal y Ramón Giménez; tanto estas dos últimas como las de Jordán y Catalán tenían rango de hidalguía. En su trayecto se forma una plazoleta llamada de Molina, por ubicarse allí esta casa.

 

Dejada la plazoleta y el callizo mencionado llegamos a la Plaza de Las Santas, denominación que procede de la creencia de que allí estuvo la casa natal de las mártires, aquí vivieron Martín Larrosa, Macario Cuello, Fabián Almazor, Miguel Périz, Alejo Nadal, Mariano Balantín, Gregorio Cambra (en el callizo de Las Santas) y los hidalgos Vicente Foncillas y Francisco Nasarre. Había una casa que Felipe Arnal había vendido a Eduardo Oliván tiempo atrás.

 

De esta plaza parte una calle, única en pendiente, conocida por ello como Calle Baja. Antes salía al camino de Pozallón y debió de formarse con el ángulo de casa Pardo, abriéndose por el Hospital que aquí se ubicó. Tenían aquí sus casas José Zamora, José Fajarnés, José Vidal, Cosme Sampietro, Sebastián Arregui, Joaquín Pardo, Joaquín Larrosa, Pedro Nasarre, Felipe Giral, el Capitulo Eclesiástico y el infanzón Matías Subías.

 

Si volvemos a la plaza y emprendemos camino hacia la derecha, arribaremos a la Calle de La Manga donde situaban sus casas Francisco Sierra, Lorenzo Buera, Martín Andreu, Mariano Sin, Antonio Mostolac, Domingo Gillué, Martín Larrosa, el hidalgo Pablo Arnal Cortés y unas casas del Beneficio de San Miguel.

 

Continuando hacia delante entraremos en la Calle del Medio que une las plazas de Las Santas y de La Villa, flanqueada por los hogares de José Arnal, Juan Francisco Pardo, Antonio Alquézar, Miguel Escartín, Antonio Ostaned, Antonio Vidal, Antonio Bellido, Melchor Casasnovas, Miguel Carreras, Roque Altemir, Ramón Mata, Martín Bescós, Bartolomé Tricás, Joaquín Coscujuela, José Nasarre, Marcelino Lasús (médico en Casbas), y los hidalgos Lorenzo Cortés, Ventura Arnal y el Barón de Alcalá que contenía oratorio. En esta calle estaba también la mencionada Abadía del Diezmario y en la salida al camino de Buera, llamada después Calle del Horno, la casa de José Larrosa.

 

Nada más llegar a la Plaza de La Villa topamos, a mano derecha, con el Callizo de Cortés, antes de San Pedro, donde ubicaron su casa los Cortés (Gregorio), infanzones como Justo Nasarre, vecino de calle que se completaba con las viviendas de Pedro Arcas, Antonio Torres y Joaquín Olivera. Volvemos a la Plaza de San Pedro, donde hallamos el torno y donde regresamos al punto de partida.

 

Rodeando el casco urbano se encontraban las llamadas carreteras, que tomaban su nombre de las casas delimitadoras: al oeste las del Portal, al sur las de Jordán y al este las de Foncillas y Sierra.

 

Este pueblo, plenamente formado, seguirá pasando por varias vicisitudes durante esta centuria. Nada sabemos de la actuación en Adahuesca de los franceses que, en 1809, ocupan y vilipendian Barbastro hasta 1812. En 1837 los carlistas entran en la ciudad del Vero, siendo continuos los ataques y partidas por la zona. En 1875 tiene lugar un hecho de armas en Adahuesca: Los carlistas del regimiento primero de caballería, Nuestra Señora del Pilar, al mando del brigadier Manuel de Francisco, son derrotados en los términos de la Villa por el general Delatre, al intentar pasar de Cataluña a Navarra. A excepción de una pequeña partida que logró huir, el resto de componentes fueron prendidos y encarcelados en el palacio zaragozano de la Aljafería, desde donde fueron deportados a Cuba, ese inmenso sepulcro de la juventud española.(VV. AA. Aragón histórico, pintoresco y monumental. 2 tomos. Zaragoza. 1882.

 

Antes, en 1863, había tenido lugar el traslado definitivo de las reliquias de Las Santas a su patria desde Navarra, con las celebraciones descritas en el capítulo correspondiente. La población va en aumento, de los 581 habitantes de mediados de siglo, 1845-50, pasamos a 723, diez años después, alcanzándose el cenit poblacional en este siglo: 762 en 1877. Para comenzar a decrecer a partir de la epidemia de cólera, 1895, que ejerció fríamente la labor de control demográfico, pues no sólo detiene, quizá para siempre, el crecimiento poblacional, sino que además lo disminuye de forma importante: Entre 1877 y 1900 se pierden 113 habitantes.

 

En este siglo vivió el aboscense D. Agustín Loscertales, diputado provincial por el partido de Barbastro, condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica por Alfonso XII, el 24 de enero de 1883.

 

Los acontecimientos del siglo XX son bien conocidos por los aboscenses, al formar parte de sus propias vivencias. Por ello sólamente diremos a titulo de comentario que si alguien quiere recrearse en el Adahuesca de principio de siglo puede hacerlo leyendo la magnífica obra A Lueca de la paisana Juana Coscujuela.

 

Bien entrado el siglo vino la Guerra Civil que cogió la Villa en zona roja, para caer en manos nacionales el último domingo de marzo de 1938. En 1957 se desvincula del obispado ilerdense para pasar al de Huesca.

 

La Guardia Civil llegó y marchó en este siglo, y otros servicios que, afortunadamente todavía permanecen: pavimentación, alcantarillado, agua corriente, electricidad, alumbrado, teléfono... Pero quizá lo más tristemente destacable sea el bajón demográfico, menos de 200 habitantes, con una población envejecida que, aunque no conllevará la desaparición de la Villa como ente poblacional, está produciendo un cambio importante en la dedicación y uso de sus casas y en la forma de vida de sus escasos habitantes, fijos o transitorios.

 

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