Volver al Índice

ADAHUESCA Y SU DESPOBLADO DE SEVIL                                                                         Manuel Benito Moliner

 

EL TREVIÑO

 

LA COFRADÍA.

 

Fundada en 1449, es un claro exponente de las cofradías de difuntos surgidas en las graves epidemias de la Edad Media, donde la gente quedaba sin enterrar y moría, prácticamente, de forma anónima, sin que nadie se ocupara ni de su alma ni de su cuerpo. Para evitar todas estas circunstancias se crean las cofradías de difuntos, colocándose bajo las advocaciones más diversas. En este caso, Treviño, abandonado por los monjes, fue una sede ideal tanto para albergar las actividades religiosas de la propia cofradía, como las almas de los hermanos difuntos.

Como toda cofradía de este tipo, que se precie, tenía una serie de propiedades: Viñas, olivares, campos de cereal y alguna renta pecuniaria que producía estos frutos en 1730: Tres cahíces de trigo, dos de cebada, ocho nietros de vino y tres quintales de aceite.(se corresponden a unos 420 kg. de trigo, 280 de cebada, 1.267 litros de vino y 152 kg. de aceite.)  Para obtenerlos precisaba mantener un criado asalariado con un par de mulas y pagar los jornales para cavar, segar, trabajar las viñas y cogerlas olivas. Estas propiedades constituían un priorato administrado por un prior, sacerdote en este caso, que presidía también la cofradía, formada por varios mayorales y demás cofrades que podían ser clérigos o seglares. El 8 de septiembre celebraban su fiesta y hacían capitulo, en el que se renovaban los cargos y se hacía una abundante comida de hermandad, restringida a partir del siglo XVIII. También repartían la caridad y vino a discreción para los romeros que en este día, Natividad de la Virgen, acudían a la ermita, algunos descalzos como hemos visto.

Las propiedades se obtenían de las donaciones que se hicieron desde el primer momento y que continuaron a lo largo de su historia,(García Pérez Duerta y su hijo Pedro Garcés Duerta, señores de Huerta, dejaron, en ese año, doscientos sueldos de pensión anual y dieciocho florines, respectivamente, con el fin de que sus cuerpos fueran acogidos, una vez muertos, en el suelo del monasterio. En 1550, Juan Giral de Adahuesca, lega en su testamento unos censos para crear una capellanía con confesor.)  a cambio de poseer aquí sepultura. Así el cenobio se convirtió en un cementerio de lujo; en 1747 el obispo leridano destaca las muchas sepulturas en su pavimento que ordena enladrillar y aderezar. (Castillón Cortada, F... op. cit.) Nosotros destacaremos la secular presencia de los cipreses, en el XVIII hubo uno que llamaba la atención por su tamaño: Cinco palmos de diámetro y dieciséis de circunferencia. El ciprés, según Perez-Rioja, como todos los árboles fálicos es, al mismo tiempo, un símbolo de generación, de la muerte y del alma inmortal. La zona central del claustro fue también cementerio convertido en jardín que, los ermitaños, no dejaron de cuidar en ningún momento, aunque las fincas les fueran mermando, como a los Casasnovas.

 

Los servicios religiosos que prestaba, auxiliada por un capellán, eran:

-Misas por los cofrades difuntos.

-Bendición de los términos, los domingos desde la Cruz de mayo hasta la de septiembre.

-Asistir al coro parroquial todos los días de fiesta.

-Ex conjurar las tormentas.

-Atender a los romeros.

-Misas por particulares que lo hubieran dejado dicho en su testamento, tanto la petición como el dinero preciso para ejecutarla. Así en 1730 (Ídem.) se hacía los sábados por José Jordán y otro día de la semana por Gracia Ciprés.

-Como curiosidad añadiremos que todos los lunes se rezaba por la asociación de arrieros.(No tenemos datos sobre el número de arrieros que hubo en Adahuesca, pero sí sabemos que esta profesión abundó mucho en los alrededores: Azlor, Alquézar... Se dedicaban a llevar mercancías a la montaña: vino, aceite, vajilla... y bajar patatas de siembra, lana, etc. Desarrollando actividades de venta ambulante.

 

BENEFICIOS.(Castillón Cortada, F. San Pedro de Adahuesca. Cuadernos Altoaragoneses, nº 143, 144, 145. Diario del Altoaragón. Huesca. 1990.

En 1826 había cuatro beneficios instalados en este santuario:

-San Joaquín. Bajo el patrocinio de los herederos de Ramón Loscertales, para su provisión poseía una viña en la partida del Molino, un olivar en Las Torres y un campo en Pescatiella.

-La Asunción. Estaba a expensas del Justicia y jurados de la Villa. Poseía una casa con corral en la ermita, unas tierras y una viña en Santa María, un olivar en Huega de Radiquero y otro en Camino de Radiquero. El beneficiado debía residir en el santuario.

-San Gil. Patrocinado por casa Naya.

-Había otro que se llamaba de Quílez, por haberlo fundado por Juan Quílez, se hallaba bajo la advocación de Santa María del Treviño. El beneficiado se obligaba a celebrar misa todos los sábados en la ermita.

 

MILAGROS.

Muchos son los que se le atribuyen, en el siglo XVIII existían varias presentallas en cera y plata colgadas de la verja del altar manos, pechos, ojos, mortajas... Había también unos restos de camisa y zapatos de una mujer que, estando aquí en oración, recibió el impacto de un rayo sin sufrir más daño que el de la ropa, cuyos restos dejó en la ermita como prueba. Entre las presentallas había correas de lana con hebillas de bronce que servían de cíngulos a los templarios.

ERMITAÑO.

En 1730 tenía obligación de tocar la campana al alba, al mediodía y al anochecer, y de cuidar de la ermita. A cambio se le permitía recorrer la comarca con la capilla portátil de la Virgen, gracias a la cual recogía grano, aceite, lana, limosnas en metálico...

 

Volver al Índice